Hacia el año 1000 a.C. destruida
Mecenas, distintos pueblos que hablaban diferentes dialectos griegos,
habitaban entorno al mar Egeo, siendo los más importantes los
dorios, que vivían en la Grecia continental y los jonios, que
se asentaron en parte de las islas y en la costa occidental de Asia
Menor o Turquía. Estos pueblos se organizaban en pequeñas
comunidades llegando a formar polis. Las primeras comunidades eran pobres
y se encontraban aisladas desarrollándose poco a poco hasta llegar
a extenderse y establecerse en colonias hacia el este, en la zona que
rodea el mar Negro y hacia el oeste por Sicilia e Italia, la Magna Grecia.
Se constituyeron comercialmente entrando en contacto con culturas de
Egipto y del Próximo oriente.
Cada una de estas polis desarrolló
su propio carácter. Por ejemplo, Corintio, fue un gran centro
comercial, siendo una ciudad rica y lujosa. Esparta, fue famosa por
su poderío militar. Argos, producía excepcionales fundiciones
de bronce. Atenas, fomentaba la creatividad individual desarrollándose
allí las mejores actividades artísticas. Estas polis eran
independientes, pero vinculadas por una lengua y religiones comunes.
El mundo griego no nace de la nada sino que sus raíces alcanzan
las más remotas resonancias sumerias, acadias, egipcias, cretenses
y babilónicas. Sin embargo, Grecia sabrá unir las características
de cada una de estas culturas de una manera original y se convertirá
en un concepto tan compacto que no podríamos entender la cultura
y el mundo actual sin Grecia.
Las bases de la arquitectura griega
se gestaron en el periodo que muchos historiadores llaman el ‘Medievo
Griego’, es decir, en la época de transición y de
barbarización que existe entre el hundimiento de la civilización
micénica, provocado por los invasores griegos, y el florecimiento,
a partir del siglo VII, de la civilización griega, propiamente
dicha. Podían los griegos basarse en los inspiradores de los
aqueos, los ricos mercaderes constructores de palacios de la isla de
Creta. O bien podían copiar, más o menos de lejos, los
soberbios resultados de las civilizaciones asiáticas, hititas,
asirios, egipcios. Pero eligieron el camino más difícil,
la elaboración de un universo arquitectónico totalmente
nuevo que congeniaba con su espíritu, partiendo de las experiencias
más cercanas a ellos. La planta de la casa micénica con
el gran megarón, es decir, la sala central rodeada por
columnas y sus primitivos templos en madera. Haciendo esto colocaron
las bases de otros dos mil años de historia del arte. Porque,
aun hoy, nosotros razonamos con los conceptos que ellos crearon cuando
hablamos de arquitectura, pintura y escultura. Introdujeron el concepto
base y las distinciones en el interior de este. Supusieron que para
cada una de las actividades artísticas principales, existían
reglas objetivas, análogas a las de las leyes de la naturaleza.
Establecieron, de alguna manera, leyes marcos para las formas, particularmente
para las arquitectónicas. Los arquitectos griegos empezaron por
concentrar sus esfuerzos sobre un único sistema de construcción.
Eligieron el más simple y banal. El trilito o combinación
de una losa de piedra horizontal con otros dos bloques de piedras que
hacen de apoyo. Es el sistema de las grandes tumbas prehistóricas,
de los dólmenes esparcidos por toda Europa. Limitaron así
de una manera drástica el tipo de edificio que se debía
proyectar. Y aunque todas las necesidades de las ciudades fuesen satisfechas,
su investigación apunta hacia un solo tipo de edificio, el templo,
la casa de dios. Y no solo esto, sino que la forma de templo, su planta
general, se estandarizó, como diríamos hoy. Un local para
la divinidad, la cella, de forma rectangular, a cuyo alrededor se colocaba
una vuelta de soportes redondos, es decir, las columnas. Cada edificio
construido con el sistema trilítico, llamado también sistema
adintelado, se compone de algunos elementos fijos. El basamento, sobre
el que se apoya la serie de soportes que recogen el peso del techo y
lo descargan en el suelo, y el entablamento, un bloque de piedra que
une a los soportes entre sí, sobre los que reparte su peso, y
el de las vigas y las tejas de la techumbre.
Los griegos combinaron estas partes
según reglas generales y preestablecidas, lo que tomó
el nombre de orden, que no es otra cosa que una combinación,
según normas fijas de elementos de base, elementos de soporte
y elementos de coronamiento. Estos órdenes fueron para los antiguos,
tres. Dórico, jónico y corintio. Su nacimiento tiene lugar
durante los siglos oscuros, de la historia helénica. Aquellos
inmediatamente sucesivos a la invasión. Es una época sobre
la que tenemos escasas, fragmentarias y pocas noticias, además
de una falta casi absoluta de ejemplos que queden en pie. Cuando el
telón de la historia se alza encontramos conceptos consolidados.
Con esto no queremos decir que los órdenes sean coetáneos.
El más antiguo, y al mismo tiempo más importante, es el
dórico.
Los órdenes dóricos,
jónicos y corintios corresponden a las tres principales
estirpes helénicas. Todos presentan como elementos comunes, un
pedestal o plataforma. Columna compuesta de un fuste y
capitel. Y el entablamento, todo lo que descansa sobre la columna
que esta coronado por un frontón.
El orden dórico
carece de basa por lo que el fuste o columna arranca directamente del
estilóbato. El fuste es estriado o acanalado con unas
estrías unidas por aristas vivas, con 16 o 24 acanaladuras. El
diámetro del fuste mengua del estilobato al capitel, pero no
de forma regular ya que en el centro existe un engrosamiento para corregir
el efecto óptico, que se llama éntasis, y consta
de varios segmentos llamado tambores.
La columna termina en el capitel que en el orden dórico, se compone
de tres elementos, el ábaco, el equino, y el
collarino. El ábaco es una losa cuadrada
que une perfectamente la columna circular con el entablamento que es
de perfiles angulares. El equino es una moldura que
puede ser de perfil ovalado o convexo, según la época,
y el collarino es una moldura muy fina que une el fuste
con el capitel.
El entablamento lo forman el arquitrabe, el friso
y la cornisa. El arquitrabe o listón
de piedra que descansa sobre el ábaco, no tiene decoración.
El friso es una viga donde se alternan los triglifos
y las metopas que pueden estar sin decorar o decoradas con
pinturas y relieves. La cornisa descansa sobre el friso en su parte
inferior y coincidiendo con los triglifos aparecen filetes con seis
gotas.
Sobre el entablamento descansa el
frontón, un plano triangular cuyo fondo se llama tímpano
y cuyos lados superiores suelen ser las vertientes superiores del tejado.
El cimacio es una moldura que puede llevar decoración y que marca
la transición de la cornisa al tímpano. Está coronado
por acróteras, figuras de animales o vegetales.
El orden dórico encarna lo
fuerte, lo viril y lo señero. Se asocia a edificios de la Grecia
continental donde se asentaron los dorios. Está regido por tres
principios básicos. Todo triglifo debe encontrarse encima de
una columna o intercolumnio. Los dos triglifos que coinciden sobre columnas
en los ángulos, deben hallarse en contacto y no se admiten metopas.
El eje de todo triglifo debe coincidir exactamente con el de la columna
o intercolunio correspondiente. Sin embargo, estos tres principios son
incompatibles en los ángulos de las esquinas y es el segundo
principio el que no puede eludirse. Este problema se solucionó
en la época arcaica haciendo las metopas de las esquinas más
anchas y en la época clásica se recurre a estrechar los
intercolumnios. Lo esencial del orden dórico, además de
la columna sin basa, y el capitel en forma de almohadón, es que
el friso está dividido en recuadros, en lugar de ser seguido
y tener la cornisa saliente
El orden jónico
se utilizaba en la Grecia oriental y en las islas. Encarna lo elegante,
lo fastuoso y lo femenino, aunque es menos esencial y riguroso. Los
templos se solían construir en orden jónico. Tomó
su forma decorativa del repertorio del arte orientalizante. Las columnas
son más altas y delgadas que en el dórico. El fuste se
poya en una pieza intermedia llamada plinto, elemento intermedio
entre el fuste y el estilobato, y de molduras cóncavas,
escocias, y convexas, toros. El fuste es acanalado, generalmente con
24 acanaladuras separadas por superficies planas y carece de éntasis.
El capitel está cubierto de un equino cubierto de ovas, motivo
decorativo en forma de huevo, con volutas salientes a los lados, y motivos
florales y el astrálago, moldura fina que separa el fuste del
capitel. El arquitrabe está dividido en tres bandas
horizontales en saledizo, en escalera, y se llaman platabandas.
El friso no se divide, esto es lo esencial del orden jónico,
y se adorna con una franja continua de relieves, lo más opuesto
al orden dórico. La cornisa, con menos vuelo que en
el dórico, suele estar más decorada que en este. Existe
un pequeño problema. Las caras del capitel no son iguales porque
las columnas pegadas a la fachada del templo tenía volutas, mientras
que las de frente mayor son lisas, por lo tanto, al no ser las caras
y los lados iguales, surge un problema en cada ángulo. La solución
fue realizar un capitel asimétrico compuesto por dos parejas
de volutas a los dos lados de las esquinas. Finalmente en la
época helenística, llegó la solución definitiva,
disponiéndose las volutas en los cuatro lados del capitel. El
frontón está coronado por acroteras.
El orden corintio,
creado a finales del siglo V a.C. fue muy utilizado en la época
helenística y en Roma, considerándose una versión
enriquecida del dórico. Lo único que lo diferencia es
el capitel, decorado por dos o más verticilos de hojas de acanto
y unas pequeñas volutas en los ángulos, con otras intermedias.
Al principio, solo se usa en el interior de los edificios, y a mediados
del siglo IV comenzó a emplearse en el exterior. Donde se aplica
por primera vez es el la Linterna de Lisícrates.
Una vez aceptados estos órdenes,
los griegos se atuvieron a sus formas durante siglos, aunque dentro
de unos límites se pudieron modificar, cosa frecuente en la época
helenística. Hay que decir que no hay fronteras estrictas entre
ellos.
La descripción técnica de su nomenclatura ha sido verdaderamente
larga por necesidad. Tales términos son la clave de la lectura
de toda la arquitectura griega y aun podría ser más amplia
y detallada, pero entendemos que es mejor no excedernos. Nos distraería
demasiado de lo que a nuestro juicio es esencial, la captación
de la belleza de estos órdenes, y en consecuencia, del templo
griego. Cuando hablemos de los templos también evitaremos, en
lo posible, demasiada tecnificación de los términos y
sólo ampliaremos algunos conceptos ya iniciados.
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DATOS
DE LA AUTORA:
Remedios García Rodríguez, Profesora
de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid
(1968), Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia
de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED de Madrid
(2000). Inspectora de Educación en las Autonomías de Euskadi
y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.