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El impresionismo
Remedios García Rodríguez
07/11/2009


En el último tercio del siglo XIX surge el movimiento artístico denominado Impresionismo. Es en las artes plásticas donde primero se manifiesta. De ellas recibe la terminología y las primeras directrices. Más tarde se proyecta en todos los campos del arte y de la cultura europea.

En un periodo de dorado liberalismo económico, de esplendor, pero al mismo tiempo de decadencia, las técnicas se suceden demasiado rápidas, en contraposición con la tranquilidad que el hombre había experimentado en el siglo XVIII. Aparecen con frenesí nuevas máquinas, nuevos objetos, iniciándose un desequilibrio en la producción que desembocaría en la gran crisis de 1929.

Surgen estilos con asombrosa velocidad que desaparecen con el mismo ritmo. Nadie está seguro de lo que es bello o de lo que no lo es, al igual que en nuestros días, aunque tal vez hoy suceda con mayor velocidad. La cultura entonces, se concentra fundamentalmente en la ciudad que crece desmesuradamente y experimenta movimientos convulsos.

Y es que el impresionismo como movimiento urbano que es, participa de la excitabilidad que la gran ciudad produce. Por otro lado, es la culminación estética de una larga aventura occidental que comienza en el siglo XIII. El mundo de la burguesía fue removiendo incasablemente el universo estático y teológico de lo medieval hasta conducirlo a una situación de movimiento sumo. Lo estático cae y es sustituido por lo movedizo. El renacimiento puso la primera piedra de la pintura subjetiva que intenta representar lo que ve un hombre y desde donde lo ve. Su gran hallazgo fue la perspectiva. El impresionista descubre la momentaneidad de la impresión óptica, la precariedad de nuestras sensaciones, lo relativo de nuestras apreciaciones estéticas y lo expresa genialmente. Para ello posee la perspectiva geométrica del Renacimiento, la composición de los clásicos romanos y la perspectiva aérea de lo barroco y una nueva sensibilidad adaptada a este tipo de conmociones. Por decirlo de otra forma, el Renacimiento y el Barroco son un hallazgo geométrico espacial, el impresionismo es un hallazgo temporal. Con anterioridad habían existido intentos de expresar el espacio pero habían sido torpes. Es a finales del XIX cuando la pintura europea consigue expresar el tiempo en la paleta del expresionismo, mediante la captación auténticamente temporal de la expresión óptica. Y es que el principal objetivo del impresionismo es representar la realidad, no como un ser, sino como un devenir. Es este precisamente su hallazgo principal. Consigue insertar la temporalidad como parte integral de la obra, entendiendo por esto que el artista nos incita a situarnos en un momento puntual y concreto de nuestra vida. De ahí, que el impresionismo elige sucesos ordinarios, temas cotidianos y concretos que nos rodea y prescinde de temas intemporales y religiosos. Esta ausencia de asuntos transcendentes ha dado pie a que muchos estudiosos lo consideren, sin más, un arte laicista.

Otra característica es su aparente inconcreción y falta de acabado. Se ha dicho repetidamente que los cuadros impresionistas hay que verlos desde lejos para poder ser entendidos. Nada más remoto de la realidad. Precisamente la pincelada rápida e inacabada y la sutil evaporación de los contornos de la obra impresionista es un recurso utilizado para producir un efecto deseado. La aparente imperfección quiere expresar que nada permanece y que todo cambia en el tiempo. Un cuadro impresionista podemos contemplarlo desde distintos posicionamientos, así descubriremos distintos cuadros, distintas perspectivas. Los que se van alejando para contemplar un cuadro impresionista hasta lograr ver un cuadro acabado, como un cuadro clásico, olvidan que el impresionista pinta para ofrecernos cuadros móviles, inquietantes, que nos produzcan desasosiego y nos obliguen a desplazarnos multiplicando así el cuadro.

En la corriente impresionista conviene separar claramente dos generaciones. Una, creadora y clásica, propiamente impresionista que plantea un estilo muy característico, y otra, neoimpresionista que se considera reformadora, inquieta y problemática queriendo abrir caminos insospechados y preparando los frutos del arte contemporáneo.

La sociedad francesa del siglo XIX se pronunció frenéticamente contra el nuevo estilo. Existe en el fondo un oculto temor que no podemos enjuiciar en estos momentos. Parece como si la sociedad decimonónica lo interpretara algo así como el canto de cisne de su adorado positivismo liberal.

Dentro de la primera generación de impresionistas podemos señalar tres ramas divergentes:

-Un grupo llamado irónicamente Escuela de Saint-Simeon, formado fundamentalmente por Boudin, los pintores de Honflaur, Jongkind y el propio Coubert, que suelen considerarse más bien como ilustres precedentes del movimiento.

-Otro grupo de la Academia Suiza son Cezanne, Guillaumin, Oller, Pisarro, dentro del cual se manifestaron diversas tendencias que apuntan a los cuatro puntos cardinales.

-Y el grupo del Taller Gleyre, formado por los más famosos impresionistas: Bazille, Sisley, Renoir y Monet.

Johan Barthold Jongkind,  Playa de Sainte-Adresse, acuarela (1863) Armand Guillaumin,  Armand Guillaumin. La Place Valhubert. 1875 Frédéric Bazille, Retrato de una familia (Réunion de Famille), 1867

Eugène Boudin (1824-1898), es el pintor que frecuenta la Granja de Saint Simeon y que se preocupa por los reflejos de la luz solar sobre la superficie marina. La escuela de Saint Simeon se forma con Fautin Latour y Johan Barthold Jongkind en 1860. Las otras se forman en 1962.

En 1863 se realiza la famosa exposición denominada el Salón de los rechazados en la que el Emperador recibía a los rechazados del Salón Oficial. Con ello se abre un gran abanico de innovaciones y se deja paso libre a un fenómeno extraordinariamente creador. En esta exposición en la que estuvieron presentes Whisler, Jongkind, Pissarro, la verdadera sorpresa la causó Manet con su ‘Desayuno en la hierba’. Es un cuadro de técnica tradicional, que se resuelve descarada y ostentosamente contra las creencias de la moral oficial. A partir de este momento Manet es el líder de los rechazados, que suelen reunirse en el café Guerbois de la avenida Cliché de París.

Eugène Boudin  Eugène Boudin, Vista de un canal de Venecia  Eugène Boudin, Escena en la playa de Trouville, 1863  Eugène Boudin, Princesa Metternich en la playa

En 1867 hay otra exposición en la que Manet obtiene señalado triunfo. En 1870 muere uno de los pintores mas prometedores del momento, Bazille, cuya ‘Reunión en Familia’ es un estupendo ensayo de iluminación exterior. La guerra dispersa o aniquila a la mayoría de los artistas del momento. Parece que la rebelión de los rechazados va a consumirse en una protesta vana.

Entre 1872 y 1877 se gesta el auténtico impresionismo y sus más geniales representantes en Francia son Monet, Renoir, Pissarro, Sisley, Cezanne y Guillaumin. En 1874 se celebra una exposición de impresionistas, llamados así en tono despectivo, en casa de Gaspard-Félix Tournachon, fotógrafo francés conocido como Nadar. No es un salón oficial, ni siquiera una sala abierta al gran público, sino una especie de cenáculo para amigos y simpatizantes.

Esta exposición daría pie a que el crítico Louis LeRoy escribiera en la revista satírica Le Charivary: 'Impresionismo? Ya lo decía yo. Puesto que estoy tan impresionado, es que ahí debe haber impresión. Y qué libertad, qué maestría en la técnica! El papel de la pared en estado embrionario está mejor pintado que esta pintura'. De este juego de palabras tan simple como hiriente nacería el nombre del impresionismo. Más tarde las exposiciones se suceden y aunque el gran público y la crítica oficial sigue fustigando a los rebeldes, el nuevo estilo continúa ganado adeptos entre la clase intelectual sobre todo.

Edouard Manet (1832-1883) adquirió su técnica visitando los mejores museos de Europa y contemplando a los maestros barrocos, sobre todo Velázquez, Goya y los italianos. Según Matisse, Manet fue el primero que obró por reflejos y simplificó el oficio de pintor, no expresando sino lo que impresionaba a sus sentidos inmediatamente. Este pintor se debatió siempre entre la ambigüedad y la contradicción porque queriendo permanecer dentro de la tradición se reconvirtió en portavoz y líder de un movimiento revolucionario como fue el impresionismo, al cual nunca deseó pertenecer. Su actividad artística estuvo, pues, al principio marcada por las dudas y los fracasos. Sin embargo, en 1861, es premiado con una medalla por su obra ‘El guitarrista’ lo que le anima a producir cuadros muy ambiciosos, como ‘La cantante callejera’, ‘La señorita torera’ y otras como ‘El ballet español’ y ‘Lola de Valencia’ en los que refleja el romanticismo español propio de la época.

Édouard Manet Édouard Manet, El guitarrista, 1860 Édouard Manet, La cantante callejera Édouard Manet, Olympia, 1861 

En 1862 lleva a cabo su primera obra contemporánea. Se trata de una escena urbana ‘Concierto en los jardines de las tullerais’, una animada evocación de la vida del Segundo Imperio, representando a personas de la época, incluso al propio pintor. En 1861 Manet vuelve a representar escenas de la vida moderna que producen gran escándalo como ‘Olimpia’, versión modernizada de temas tratados por maestros antiguos y ‘El almuerzo sobre la hierba’ de 1863, ya mencionado. Contrariado por la incomprensión, se traslada a España, estudia a los grandes pintores españoles sobretodo a Velázquez y hace su segunda incursión en el españolismo pintando ‘Corridas de toros’ y ‘El actor trágico’ entre otros. En 1873 pinta ‘La partida de croquet’ y ‘El ferrocarril’ en las que funde las figuras con el aire libre. Pero es en ‘La Barca’, en ‘Argenteuil’ y en la ‘Familia Monet en el Jardín’, entre otros donde aplica una técnica más vibrante empleando colores más nítidos y vivos. No obstante, a pesar de estas producciones Manet sigue siendo un pintor independiente que se interesaba por la vida contemporánea. Una de sus obras más significativa es ‘El Bar del Folies Bergére’ presentado en el Salón en 1882. En él, el artista juega con las ampliaciones del espacio, la vibración de la luz y la animación lúdica del local, todo ello a través del espejo del mostrador. Manet llegó a decir que en una figura hay que buscar la gran sombra y la gran luz, lo demás vendría naturalmente. Quizás sea esto lo que más define el secreto y la profundidad de su pintura.

Édouard Manet, Concierto en los jardines de las tullerais, 1862 Édouard Manet, El almuerzo sobre la hierba, 1863 Édouard Manet, El Bar del Folies Bergére

Edgar Degas (1834-1917) es un pintor formado académicamente en Italia, pero no convencido por el arte oficial, es decir, por el naturalismo romántico. Guarda cierto paralelismo con Manet en relación con el impresionismo. Nunca se consideró integrado en el movimiento aunque frecuentó sus ambientes y participó en sus exposiciones. Sus diferencias se constatan en su oposición radical a pintar al aire libre, así como en la postura que adoptó en relación con el dibujo y la forma, sustancialmente divergente de los planteamientos impresionistas. También inciden en ello sus gustos, su carácter, su formación, incluso sus orígenes.

En una primera época de su trayectoria cultivó de modo preferente el retrato y la pintura histórica. ‘La familia Betelli’, es una muestra significativa. El descubrimiento de las estampas japonesas, su encuentro en 1862 con Manet y su participación en las tertulias del café Guerbois, le decidirían a convertirse en el pintor clásico de la vida moderna, y en consecuencia, a abandonar toda tentación de practicar la pintura historicista. Su clasicismo que aun perduraba, se vio enriquecido y modernizado gracias a las fotografías y a la estampa japonesa llevándole a realizar composiciones descentradas, con perspectivas audaces, en las que aparecen figuras cortadas parcialmente que logran prolongar el cuadro más allá del marco. A este periodo, que se prolonga desde 1865 hasta 1875, pertenecen, entre otros, ‘La dama de los crisantemos’, ‘La bebedora de ajenjo’ y ‘La cantante del guante’.

Edgar Degas Edgar Degas, La familia Bellelli, 1860–1862 Edgar Degas, La bebedora de ajenjo,  1876 Edgar Degas, La cantante del guante, h. 1878

A partir de 1874, Degas acomete la elaboración de una serie de temas concretos que versan sobre las carreras, las planchadoras, las bailarinas, las sombrereras y las mujeres en el aseo. Así en las ‘Carreras ante las tribunas’ y ‘Caballos de carreras en Long Champgs’, en las que investiga y da soluciones a las representaciones de las sensaciones de luz y velocidad. Utiliza combinaciones originales de curvas y tonos de colores aplicando sus conocimientos fotográficos.

En las series dedicadas a las planchadoras y sombrereras, el pintor se acerca a la vida moderna. En las que representa imágenes inéditas de curiosos tocados y sombreros y de clientas que son observadas desde los más recónditos rincones.
Fue, no obstante, en la serie dedicada a las bailarinas en la que más éxito alcanzó. Se inspiró en los espectáculos de la danza clásica programadas en la Opera de París. El baile le permitía mejor que otros temas descomponer el movimiento. Capta ademanes y posturas con un naturalismo propio de la técnica fotográfica. Entre otros tenemos, ‘El Foyer del ballet en la ópera’, ‘Repetición del ballet en el escenario’ y ‘Fin del arabesco’.

Edgar Degas, Caballos de carreras en Long Champgs Edgar Degas, El Foyer del ballet en la ópera,  1872 Edgar Degas, Dos planchadoras, h. 1884

A partir de 1880, Degas cambió el óleo por el pastel, más dúctil y susceptible de retocar. Es esta técnica la que aplica en la serie de las mujeres en el aseo que 1886 se presentó con el título Serie de desnudos de mujeres bañándose, lavándose, secándose, peinándose o siendo peinadas. Decía que sus desnudos eran de mujeres sencillas y honestas que solo se preocupaban de su esmero físico y no presuponían un público. A partir de 1889 se aleja bastante del grupo de los impresionistas.

Camille Pissarro (1830-1903) es un paisajista formado en la tradición naturalista de Coubert y Corot. Gusta del aire libre y de la iluminación intensa y reverberante. Encarna otra faceta del impresionismo: la exaltación del ambiente rústico de la campiña. Hacia 1885 se dejó seducir por la teorías científicas neoimpresionistas, practicadas por Seurat y Signac, es en esta etapa en la que practica el divisionismo, adelantándose a posteriores ensayos. Puede situarse este periodo entre 1886-1888. Pero pronto abandonó este estilo, retomando el impresionismo. Donde mayor puede verse las dotes de un impresionismo maduro son el las series llevadas a cabo sobre la Avenida de la Ópera y del Boulevar de Montmartre.

Camille Pissarro Camille Pissarro, Avenida de la Ópera, 1898 Camille Pissarro, Boulevar de Montmartre, 1897

Claude Monet (1841-1926) no tiene largos precedentes en la pintura anterior, sino que se forma directamente con preimpresionistas, como Jongkind, Bodin, y otros, en la Escuela de Saint Simeon. Es el pintor impresionista por excelencia. El decía de sí mismo que sentía horror por las teorías. Su método consistía en pintar directamente frente a la naturaleza, expresando sus impresiones ante los efectos más fugaces. No le gustaba dar el nombre a un grupo que en su mayor parte no eran impresionistas. En realidad en sentido estricto solo deberíamos considerar impresionistas a tres pintores, Monet, Pisarro y Sisley para quienes el paisaje, el aire libre y la atmósfera fueron su preocupación esencial. Enamorado desde muy pronto de los ambientes abiertos y la iluminación exterior, está en insuperables condiciones para conseguir una de las cumbres del estilo en la Exposición de 1874.

Monet llega a Londres y encuentra a dos viejos conocidos con los que compartirá sus días de éxito. Charles-François Daubigny y Pissarro. El primero le presenta a un emprendedor marchante parisino que de momento solo le crea ciertas expectativas económicas. El segundo, le descubrirá la seducción de pintar paisajes londinenses. En 1871 Monet pinta su primera vista del Parlamento de Londres. Pinta también paisajes de Hyde Park y Green Park y tal vez el retrato a Camille conocido como ‘Meditacion’. Durante una primera estancia realiza cuadros de pequeño formato representando barcas y molinos. Su preocupación se centra en los efectos del reflejo acuático como se percibe en ‘El puente de Argenteuil’ o ‘Regata en Argenteuil’. Y es que Monet jugó mucho con la inestabilidad de la superficie acuática.

Claude Monet  Claude Monet,  Argenteuil, 1875  Claude Monet, Almuerzo en el jardín, 1865-66   Claude Monet, Bridge over a Pond of Water Lilies, 1899

Junto al agua, el mundo vegetal es otro gran repertorio sobre el que evolucionan los cuadros de Monet inmediatamente anterior a la exposición del 1974. Parece ineludible aludir a ‘Las amapolas’ (1873) ya que se ha convertido en un lugar común para la plástica impresionista. Sus recursos pictóricos han hecho de esta obra, que formó parte de la exposición de 1874, un verdadero tópico historiográfico accesible a cualquier novel de sensibilidad y útil para la explotación didáctica del lenguaje impresionista, aunque no deja de ser una obra espléndida y singular.

Lo atmosférico, lo lumínico y lo dinámico vuelve otra vez a conjugarse en el gran panel decorativo. ‘El almuerzo en el jardín’ en el que retoma de forma consciente los planteamientos de ‘Mujeres en el jardín’. Son las vertiginosas fugas del banco y mesas contempladas desde la angulación que tendría un espectador que formara parte de la escena, las que determinan el recorrido de la mirada que luego quiebra en picado hacia la derecha hasta encontrar las figuras del fondo. Ese talante de observador involucrado, hace que pintor y espectador confundan sus identidades.

Claude Monet, Mujeres en el jardín, 1866-67  Claude Monet, Camille y su prima en la playa de Trouville,  1870  Claude Monet, Campo floreciendo en Argenteuil, 1873

La operación de reducir la figura humana a mero argumento visual de un entramado pictórico se había visto ya con reveladora evidencia en la obra ‘Camille y su prima en la playa de Trouville’ pero ahora va a ser una constante instrumentada de forma casi provocadora. El ejemplo más sugestivo el extraordinario ‘Camille con el sombrerito rojo’, reducida a una presencia fantasmal, Camille parece atravesar virtualmente el espacio mediante un desplazamiento paralelo a la superficie de lienzo. Nuestra pupila se supone potente ya que nos encontramos en la penumbra de un a habitación, pero el exterior reverbera luminosamente bajo el efecto de la nieve y esa potencia se transforma en la impresión de una mirada ciega por el deslumbramiento. Es en ese momento cuando Camille parece deslizarse y mirar.
A la exposición 1874 Monet llevó también una vista de Boulevard des Capucines. Dos cuadros pueden identificarse con esa obra, ‘Carnaval en el Boulevard des Capucine’ y ‘Boulrvard de Capucine’ .En estas dos vistas entiende la ciudad bajo iguales cualidades ópticas que las empleadas con la naturaleza.

A principios del 1875 pinta ‘El tren en la noche. La locomotora’, un cuadro que concentra lo que serán algunas de las grandes preocupaciones de estos tres años de actividad pictórica 1875,76, 77, la niebla, la nieve y el humo. En la fascinante y espesa quietud de la neblina nocturna, árboles, rieles y empalizadas fugan velocísimamente hacia el infinito que la densidad atmosférica acaba borrando. Resulta especialmente sorprendente el cuadro de Hannover, conocido también como ‘La señal’, la soltura nerviosa e instantánea aboca hacia el abocetamiento, como ya había ocurrido en otras ocasiones.

Claude Monet, Estación Saint-Lazare, Llegada de un tren, 1877  Claude Monet, Choza del guarda de aduanas en Verengeville, 1882  Claude Monet, Dama con parasol, 1886

La enorme extensión de la biografía artística activa de Claude Monet, resta sentido a continuar recorriéndola con un seguimiento pegado al calendario, pero es obligado destacar a partir de 1890 algunos repertorios temáticos que por tratarse de verdaderas series, ofrecen un colofón sistemático de gran parte de las intenciones que se han ido advirtiendo en la producción del artista. Una de las más destacadas es la que se centra, de un modo concéntrico, en torno a un único argumento, la catedral de Rouen.

Su obsesión por las series culminaría con la que llevó a cabo en su jardín acuático de Givrny. Las llamadas San Giorgio Maggiore en la que la expresión lírica supera todo el hallazgo visual, ocuparon varios años coincidentes con la última etapa de su vida. En las primeras, que fechó entre 1889 y 1890, proporcionó cierto protagonismo a un puente de estilo japonés, ubicado en su jardín, con el concurso de nenúfares y sauces llorones. En la segunda fase de esta serie, cuarenta y ocho lienzos en total, la realizó entre 1903- 1920, prescindió del mencionado puente para centrarse en la superficie del agua, que enriquece con ninfeas, reflejos lumínicos y motivos vegetales que sitúa en los bordes del fondo. Sus últimas ninfeas se acercan a la abstracción llegando a conseguir auténticas fusiones de luz y color.

Claude Monet,  La catedral de Ruán, 1891-94  Claude Monet, Brazo del Sena en Giverny, 1897  Claude Monet, Ninfeas, 1897-99

Monet atravesó una larga carrera entre el dominio de una nueva técnica expresiva a la expresión, a través de esa misma técnica, de todo lo que encerraba su afectividad y su inteligencia. Es pintor poco variado porque su obra no presenta escotaduras y digresiones, como la de Manet o cualquier otro. Durante toda su vida vivió dedicada al impresionismo y a perseguir a través de las impresiones fugaces del color dividido, la esencia de la pintura.    

Pierre Auguste Renoir (1841-1919) está muy ligado a Bazille y a Monet desde 1862, cuando se encuentra con ellos en el taller de Gleyr. Si Monet se asocia a la luz, Renoir ejemplifica a través de su pintura el optimismo y las ganas de vivir, a pesar de haber dicho, que era muy difícil hacer comprender que una pintura sea grande y alegre. Utiliza el impresionismo dividido o divisionismo cromático, tal como le inspiran las obras de Monet, aunque nunca consigue llevarlo a esa pureza que caracteriza las de este último.

Su primer periodo está marcado por el realismo. La estrecha relación que mantiene con Monet le va acercando paulatinamente al impresionismo, sobre todo desde 1870 a 1883. En Arteuil, ambos pintores compartieron el mismo escenario y realizaron cuadros muy semejantes. ‘La Grenuillère’ y ‘Sendero a través de las altas hierbas’. Producto de su amistad son los cuadros ‘Monet trabajando en su jardín’ y ‘Monet pintado por Renoir’. Al igual que Manet, y pese a las persuasiones de Monet, siempre introdujo figuras en sus composiciones, decía que eran frutos hermosos.

Pierre Auguste Renoir  Pierre Auguste Renoir,  El almuerzo de los remeros. Óleo. 1881, Washington, Colección Phillips  Le Bal au Moulin de la Galette, Museo de Orsay, París

En la primera exposición impresionista en 1974, en la casa de Nadar, colgó seis cuadros, entre ellos ‘El palco’, que está considerada su obra maestra y en el que aparece sorprendentemente el color negro, que era rechazado por los impresionistas.

Una de sus máximas aspiraciones era conseguir la armonía entre las figuras y el paisaje, logrado en ‘El torso de la mujer al sol’ y ‘El columpio’. Su otro gran objetivo es transmitir la alegría del ambiente parisino mediante representación de escenas de la vida moderna. Lo conseguiría espectacularmente en ‘El molino de la Galette’, dada su compleja composición y su gran formato. Un genial encuadre presenta ‘El columpio’ y ‘La plaza de Pigalle’.

Entre 1879 y 1880 Renoir trabajo en Chatou, a orillas del Sena y entre los numerosos cuadros que pintó destacan ‘El almuerzo de los remeros’. La composición, que revela un claro cambio en su estilo, reproduce un restaurante popular llamado Grenvillere, frecuentado por deportistas y mujeres alegres. El dominio en este estilo es demostrado en el éxito que obtuvo en ‘Madame Chapentier y sus hijos’.

Pierre Auguste Renoir, El columpio, 1876  Pierre Auguste Renoir,  Madame Chapentier y sus hijos, 1878  Pierre Auguste Renoir, En la terraza, 1881   Pierre Auguste Renoir, La baigneuse endormie, 1897

Viajó por Oriente, Nápoles, Roma y Venecia y contempló los frescos de Pompeya. Influido por este descubrimiento adoptó una actitud crítica acerca de las nuevas tendencias que se traduciría en subordinar volver el color a la precisión del dibujo y que algunos han querido ver un estilo ingresco. Al final de su vida, torna a dar importancia al color que se apodera de la forma totalmente. En estos últimos años prefiere el rojo y son muchos los cuadros cuya tonalidad dominante corresponde a esta gama.

Alfred Sisley (1839-1899) es un inglés afincado en Francia que se reúne con el grupo del taller de Gleyre. Fue eminentemente un pintor paisajista, que se distinguió de sus colegas impresionistas por la decisiva intervención en sus cuadros de los elementos más imponderables: el agua, la nieve, el cielo, la niebla, de tal forma que ha sido considerado, junto a Monet, como uno de los impresionistas más puros. Entre 1872 y 1880 realizó lo mejor de su producción: paisajes de gran espontaneidad de los alrededores de París, de Marly, Louveciennes, Bougival, Sèvres, Saint-Cloud o Meudon.

Alfred Sisley  Alfred Sisley, Bridge at Villeneuve-la-Garenne 1872  Alfred Sisley, Footbridge at Argenteuil, 1872

Paul Cezanne (1839- 1906) es un artista variado y profundo. Parte de una base cercana a Daumier pero pronto entra en contacto con los impresionistas, introducido por su amigo Pissarro. A partir de 1882 se aleja definitivamente de los impresionistas y crea sus grandes obras del monte de Santa Victoria, ‘Los jugadores de Cartas’, bodegones, etc. Algunos autores afirman que llegó a ese estilo tan personal porque no pudo dominar técnicamente el impresionismo. Cézanne intentó conseguir una síntesis ideal de la representación naturalista, la expresión personal y el orden pictórico. Manifestó un interés progresivo en la representación de la vida contemporánea, pintando el mundo tal como se presentaba ante sus ojos, sin preocuparse de idealizaciones temáticas o afectación en el estilo.

Camille y Cezanne hacia 1860 Paul Cezanne, Mount Sainte-Victoire, 1885 Paul Cezanne,  Los jugadores de cartas,  1893

Lo cierto es que superó a la mayoría de los impresionistas y con su geometrismo esquemático ejerció una influencia sin par en la pintura contemporánea. En los últimos años hace cuadros preciosos como el de ‘Las bañistas’.

Heri de Toulouse Lautrec (1864-19019) es un espíritu refinado y exquisito, aristócrata de nacimiento y mutilado en un desgraciado accidente infantil. Sus influencias son variadas y remotas, japoneses, Degas, Monet, Lewis-Brown, etc, pero todas ellas quedan fundidas en el crisol de su tremenda personalidad, humana y amargada como su vida misma.

Heri de Toulouse Lautrec (1864-19019) Heri de Toulouse Lautrec,  Monsieur Boileau, (1893) Heri de Toulouse Lautrec, El beso, 1892

Dueño de un grafismo hermoso y atractivo, es ilustrador de la vida parisién de la época: los hombres famosos, los lugares de placer, las artistas populares




Bibliografía

- BALLESTEROS, Ignacio.: Historia universal del arte y la cultura. nº 40.

- BRIUGA, Jaime.: Monet, Claude. Historia 16. nº 37.

- CREPALDI, G.: El Impresionismo, Editorial Electa, Barcelona, 2003

- DE MIGUEL EGEA, Pilar. Del realismo al impresionismo. Historia del Arte. Historia 16. nº 41.

- MOLINA, Miguel. Manet, Edouard. Historia 16. nº 35.

- REWALD, J.: Historia del Impresionismo (2 vol.), Seix Barral, Barcelona, 1972.

- VV.AA.: Grandes maestros del Impresionismo, Club Internacional del Libro, Madrid, 2002.


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DATOS DE LA AUTORA:

Remedios García Rodríguez, Profesora de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid (1968), Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED de Madrid (2000). Inspectora de Educación en las Autonomías de Euskadi y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.