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Introducción al arte Barroco
Susana Hermoso-Espinosa García
09/10/2007


Este estilo se constituye en Italia durante el último tercio del siglo XVI. A la palabra barroco se le atribuyó un sentido peyorativo, procede de la voz portuguesa barrueco, perla irregular, o del modo del silogismo barroco caracterizado por lo artificioso. A lo largo de mucho tiempo se le consideró deshonroso y una simple degeneración del Renacimiento. Pero por suerte ya ha sido superada esta fobia y actualmente es considerada una de las corrientes más bellas e importantes del arte.

BERNINI, Gianlorenzo, detalle de Rapto de Proserpina, Mármol 1621-22,  Galleria Borghese, RomaEl Barroco conserva, en principio, las formas propias del Renacimiento, pero las fue modificando para hacerlas más flexibles e imprimirles una movilidad y un sentimiento desbordante, hasta alejarlas del equilibrio y del clasicismo renacentistas.

Lo Barroco abarca todo el siglo XVII y se prolonga durante los dos primeros tercios del siglo XVIII, en algunos países incluso se prolonga todo este siglo.

Para comprender este estilo es preciso ponerlo en relación con la sociedad y el ambiente espiritual de su época.

La geografía del siglo XVII no es difícil de definir. Uno de los centros más influyentes es la Roma papal, centro de un arte contrarreformista que deriva hacia un barroco exuberante. Cercana ideológicamente a Roma está la Corte española de los Austria, con centros neurálgicos como Sevilla, Toledo y Madrid, en la península Ibérica, y Nápoles, Lombardía y Flandes, en el exterior.

VELÁZQUEZ, Diego de Silva, Las Meninas, óleo sobre lienzo, Museo del prado, Madrid, EspañaA causa de la eclosión del protestantismo, la cristiandad europea había atravesado una profunda crisis. La Iglesia Católica tardó en reaccionar, lo hizo con el Concilio de Trento (1545-1563). Con él llegó un periodo de renovación, que se animó con la creación de numerosas órdenes religiosas, reconquista de territorios espiritualmente perdidos, y el desarrollo de una importante actividad cultural.

Es en este contexto es donde surge un arte adecuado a la renovación religiosa, especialmente apto para transmitir al pueblo el contenido de los dogmas y propiciar la difusión del culto a los santos y a la Virgen. La época del Barroco ‘triunfalista’ fue también la de los grandes santos y místicos.

Pero el Barroco no fue un arte exclusivamente religioso, también tuvo en seguida una vertiente secular muy importante. Los siglos XVI y XVII fueron época de afianzamiento de las monarquías europeas, y donde se pusieron los cimientos del Estado moderno, burocrático y centralizado. El Barroco convenía mejor que ningún otro estilo a estas necesidades de lujo y boato, y su difusión concordaba bien con los gustos de la opinión general de aquella época, en la que entraban a la vez el gusto popular por el espectáculo, y la convicción de los teóricos políticos de que el poder sólo se realza adecuadamente si se manifiesta a los ojos de todos por un brillo fastuoso.


Características de la arquitectura barroca

Vista aérea de San Pedro, VaticanoEl Barroco, como hemos mencionado anteriormente, heredó las formas y elementos constructivos del periodo renacentista, pero modificó profundamente sus proporciones y las integró en conjuntos arquitectónicos dotados de una personalidad totalmente diferente y original.

La arquitectura se convierte en un marco idóneo que acoge la plástica pictórica y escultórica, y las integra en un todo unitario. El espacio arquitectónico se convierte en theatrum sacrum en el que pintura y escultura son elementos de la representación.

Uno de los rasgos más característicos de la arquitectura barroca es el gusto por lo curvilíneo; las formas se hacen onduladas, los muros y los entablamentos se alabean y dinamizan, los frontones se parten y resuelven en curvas y contracurvas hasta la completa desaparición de las normas y proporciones clásicas. Dinamismo que contribuye a la configuración de un nuevo concepto del espacio, que es otro de los rasgos característicos del Barroco: la interdependencia de las unidades del edificio en un todo coherente, dotado de unidad interior y exterior.

La luz es un elemento importantísimo en la arquitectura barroca, al realzar la movilidad de los edificios y multiplicar los ángulos de perspectiva y el dinamismo de las formas; los arquitectos barrocos estudian cuidadosamente sus efectos en fachadas e interiores, y si complacen en crear efectos ópticos ilusionistas a base de luces indirectas que se proyectan en los interiores a través de claraboyas ocultas.

Las cubiertas o bóvedas se cubren de pinturas que no son simples cuadros, sino que son escenas que se desarrollan en el cielo o en arquitecturas colosales con atrevidas perspectivas, que hacen que el espectador crea que mira a un espacio abierto y casi infinito, no a una bóveda que cubre un edificio cerrado.

La decoración se multiplica y se complica. Se inspira en elementos clásicos, tomados del Renacimiento, pero utilizados con más repetición y pomposidad. Los más utilizados son aquellos que reproducen elementos de la naturaleza.

Se generaliza el llamado orden colosal o gigante que se inspira en algunos edificios del Bajo Imperio Romano y fue utilizado ya por los arquitectos manieristas; se caracteriza por el empleo de grandes columnas y pilastras que encuadran los elementos arquitectónicos de las fachadas. Se tiende a hacer desaparecer las superficies lisas, que se enmascaran con nichos o elementos decorativos profusos.

También se utilizan elementos arquitectónicos nuevos, sin apenas precedentes en el pasado, como las columnas en espiral o salomónicas y el estípite o soporte integrado por la superposición de elementos cúbicos y troncopiramidales, (el cubo y la pirámide invertida, símbolo de inestabilidad se unen y hace describir el arco mixtilíneo los trazados más inestables), muy acordes ambos con el gusto Barroco por el movimiento.

La arquitectura barroca nació en Italia y su evolución puede distinguirse en tres etapas. La anterior a Bernini (1580-1624 aproximadamente), la del pleno barroco de Bernini, Borromini y P. Pozzo, y el barroco setecentista, que dura hasta mediados del siglo XVIII, cuya figura destacada es Felipe Juvara (1676-1736).

MADERNO, Carlo, Fachada de la Basílica de San Pedro, Vaticano  VIGNOLA, Giacomo, Fachada de Il Gesú, Roma  PALADIO, Andrea, Fachade de Villa Rotonda

Fruto de la actividad genial de algunos arquitectos en la primera etapa de este estilo, como Carlo Maderno (1556-1629) sobre todo, que reinterpretaron con libertad e imaginación los modelos clásicos codificados por los renacentistas de última hora, Giacomo Vignola (1507-1573) y Andrea Paladio (1508-1580), consiguieron elaborar un estilo auténticamente coherente y nuevo. Entre las obras del precursor Maderno destacan la fachada de Santa Susana y la terminación de la basílica de San Pedro, ambas en Roma.

BERNINI, Gianlorenzo, Fachade de San Andrea del Quirinal, Roma  BORROMINI, Francesco, Fachada de San Carlo de las cuatro fuentes, Roma  CARTONA, Pietro da, Cúpula de San Lucas y Santa Martina, Roma  GUARINI, Guarino, Fachada de Palazzo Carignano, Torino

Los arquitectos más destacados del barroco pleno fueron Gianlorenzo Bernini (1598-1680), tal vez el más polifacético de los artistas del barroco italiano, Francesco Borromini (1599- 1667), y Pietro da Cortona (1590-1669). En una tercera etapa, otros maestros geniales, tales como Guarino Guarini (1624-1683) y Felipe Juvara (1676-1736), llevaron los planteamientos anteriores a sus conclusiones definitivas.


La escultura del Barroco

El primer carácter reconocible y típico de la escultura barroca es su permanente presencia. En general posee un carácter naturalista; como la del Renacimiento. Pero se trata de un naturalismo totalmente distinto ya que aspira a reflejar la realidad tal como es, y no a través de su interpretación idealizada.

La escultura barroca representa tipos inspirados en la vida cotidiana y estados anímicos variados, reflejados en toda su vibrante fugacidad. Gusta de los aspectos cambiantes de la vida y representa los rasgos individuales y aquellas actitudes que reflejan estados psicológicos desbordantes y conmovedores.

En cuanto a la escultura religiosa, que constituye una de las facetas fundamentales de la escultura barroca, los escultores centran su atención de manera preferente en las manifestaciones del alma piadosa en toda su amplia gama, desde el dolor contraído del mártir a las conmociones del asceta o del místico, y en la plasmación viva y accesible a la intelección popular de los grandes misterios del Cristianismo, que la Iglesia posterior al Concilio de Trento, animada por una voluntad decidida de persuasión y predicación, tenía interés en difundir.

Las esculturas, durante el periodo barroco, adquieren una movilidad y un dinamismo proyectados hacia el exterior, los miembros de las figuras y los ropajes se desplazan hacia el afuera. Con frecuencia las figuras se agitan y sus miembros se contorsionan en actitudes extremas o dislocadas que sorprenden al espectador.

La luz interviene activamente en la expresión de esta movilidad. Los ropajes de amplios pliegues, con entrantes y salientes muy acusados y contrastes de luz y sombra muy fuertes, esto tiene un carácter más pictórico ya que procura representar más la apariencia que la realidad misma de la forma.

Todas estas características son especialmente aplicables a la imaginería (el arte de tallar imágenes religiosas) española del siglo XVII, que constituye, sin lugar a dudas, uno de los capítulos más originales y vigorosos en la historia del arte Barroco.

La fuerte religiosidad española y el ambiente de misticismo exaltado que impregnó la cultura del Siglo de Oro español hallaron en el dominio de la escultura en madera un cauce de expresión entre el artista y el espectador, animados por el mismo deseo de exteriorizar y captar unas preocupaciones espirituales comunes, pocas veces igualado en la historia del arte.

El realismo barroco se acentúa en España con la búsqueda de la expresión ante todo, y el desdén de toda norma o limitación, tanto en la mezcla de distintas artes como en la utilización de materiales. Una importante faceta técnica es la meticulosa precisión con que los escultores, con la ayuda de especialistas en la materia, atendían a la pintura de la carne (encarnado) sobre sus tallas, hasta obtener una sensación de verismo que, con frecuencia, resulta sobrecogedora.

A modo de ejemplo podemos detenernos en uno de los temas predilectos de Gregorio Fernández (1576-1636), el más notable de los imagineros castellanos del siglo XVII: la figura de Cristo yacente, de la que se han conservado varias versiones.

FERNÁNDEZ, Gregorio, Cristo yacente, Segovia, España  FERNÁNDEZ, Gregorio, detalle del Cristo yacente, Segovia, España

El tema tenía antecedentes renacentistas, que Gregorio Fernández renovó con indiscutible originalidad. El cuerpo de Jesús yace pesadamente, levantado el pecho y con la cabeza reclinada sobre la almohada. Los rasgos dolorosos de la pasión del Redentor son objeto de un análisis penetrante, casi repulsivo en el detalle y conmovedor en el conjunto: la cara alargada y dolorida, con todos los síntomas de una muerte cruel e ignominiosa, los ojos y la boca entreabiertos en rictus sobrecogedor, las heridas de la crucifixión y de la lanzada sanguinolentas y las rodillas amoratadas. Detalles estos que se superponen y armonizan con sencillez inigualable a la actitud serena y majestuosa del cuerpo yacente de Cristo.

Pero los caracteres más destacados de la escultura barroca aparecen plenamente definidos en el verdadero creador de la escultura barroca, Gianlorenzo Bernini. Su maestro fue su propio padre, con el que colabora en el ‘Rapto de Proserpina’, pero donde su estilo se muestra sin trabas es en el ‘David’ (1619) cuya actitud es violenta, representado en el momento justo en el que va a lanzar la piedra mortal a Goliat.

BERNINI, Gianlorenzo, Rapto de Proserpina, Mármol 1621-22,  Galleria Borghese, Roma  BERNINI, Gianlorenzo, David, 1623-24, Mármol, Galleria Borghese, Roma  BERNINI, Gianlorenzo, Apolo y Dafne, 1621, Mármol, Galleria Borghese, Roma  BERNINI, Gianlorenzo, El éxtasis de Santa Teresa, 1644, mármol, Roma

Otro grupo donde puede observarse no sólo su virtuosismo con el cincel, sino su dominio del movimiento y la finura del modelado es en ‘Apolo y Dafne’ (1621). Son muchas las esculturas donde pueden verse todas estas características: ‘El éxtasis de Santa Teresa’ (1644), ‘La Beata Albertona’ o ‘San Longino’ (1638). Pero donde la grandiosidad, la teatralidad y el efectismo del barroco llegan a su culmen es en los monumentos funerarios como en el de Urbano VIII o Alejandro VII.

BERNINI, Gianlorenzo, La Beata Albertona, 1638, mármol, Roma  BERNINI, Gianlorenzo, La Fuente del Tritón, Roma  BERNINI, Gianlorenzo, La fuente de los cuatro ríos, Roma

Otro monumento típicamente barroco salido de las manos de Bernini, y que no debe ser olvidado es la ‘Cátedra de San Pedro’. También otros muchos importantes como ‘La Fuente del Tritón’ o ‘La fuente de los Cuatro Ríos’, en ellas se observan la fusión del arquitecto y el escultor.

La pintura barroca

En el campo de la pintura, el Barroco trajo consigo innovaciones de primera magnitud en todos los aspectos. Se modifica profundamente, no sólo la temática y la actitud psicológica del pintor ante sus modelos, sino la forma misma de concebir la luz, el color y la distribución espacial. Muchas de estas transformaciones estaban ya en germen en la pintura del periodo anterior, concretamente en la etapa manierista del Renacimiento, pero es ahora cuando se desarrollan de forma coherente.

RIVERA, José, El niño cojo, 1646, óleo sobre lienzo, Museo del Louvre, París La pintura barroca participa de la mayoría de los caracteres comentados al tratar de la escultura. Al igual que la escultura, la pintura barroca es profundamente naturalista. Es en el campo de la pintura donde culmina el gusto por las representaciones de la realidad en todas sus facetas. Los pintores de este periodo se inspiraron constantemente en la realidad. Toda la gama de tipos humanos hasta llegar a los más vulgares, feos o deformes, atraen su atención. No vacilan en representar a personajes harapientos o lastimosos, o incluso contrahechos, en toda su crudeza. Ejemplos de esto son ‘El niño cojo’ de Rivera, retrato de un ser deforme, o ‘Las postrimerías’ de Valdés Leal, donde se pueden ver cadáveres en putrefacción.
  

La temática hagiográfica adquiere un desarrollo extraordinario. Son frecuentes las escenas de martirios en composiciones llenas de movimiento y realismo, que insisten en los aspectos más cruentos. Mientras que el Renacimiento procura evitar la expresión de dolor, el barroco se complace en representarlo en las escenas de martirio como medio más eficaz para fomentar la devoción.

VALDÉS LEAL, Las postrimerías, 1672, óleo sobre lienzo,  Sevilla, España El retrato adquiere también singular importancia y se enriquece de mil matices: el artista expresa el fondo psicológico de sus personajes en toda su variedad y riqueza sin idealizarlos, aunque, eso sí, revistiéndolos en muchos casos de soberbia elegancia. Se generaliza el retrato de cuerpo entero y se crea, de forma definitiva el retrato en grupo. En España se realizan retratos de damas con atributos de santa, mientras que en Francia se generaliza el retratarse de dios pagano.

La materia inanimada atrae también al artista barroco; las naturalezas muertas, bodegones, etc., se convierten en un tema frecuente. Pero también integrados dentro de una acción, es decir con figuras que están comiendo, bebiendo o jugando.

El paisaje adquiere categoría de género independiente. Dentro del tema adquieren gran importancia paisajes específicos, como las marinas o las batallas navales.

La iconografía cristiana se enriquece, aparece la Inmaculada y se comienzan a pintar escenas alegóricas del Santísimo Sacramento. Las historias de Santos comienzan a ser más representadas.

MURILLO,  Bartolomé Esteban, Inmaculada, Museo del Prado, Madrid, EspañaPero donde el espíritu innovador de la pintura barroca encuentra su más acertada expresión es en el campo de la luz y del color. La pintura barroca elabora un nuevo concepto de la perspectiva, diferente de la lineal del Renacimiento. Culmina ahora la llamada perspectiva aérea, que intenta representar la atmósfera y la luz ambiental, difusa, que envuelve a los objetos, para así producir una impresión muy real de distancia.

Por otro lado, el Barroco busca una sensación de profundidad homogénea. En la pintura barroca la luz de los objetos representados es relativa, y se desenvuelve en función del conjunto, creando así un sentido de unidad en las composiciones que no existía antes.

El Barroco aportó también innovaciones considerables en el campo de la composición y de la distribución espacial que implicaron una concepción totalmente distinta del cuadro. El artista barroco no concibe ya el espacio en función del cuadro ni distribuye las figuras en esquemas geométricos adaptados al lienzo, sino que concibe el espacio como ilimitado, es decir, sin estar distribuido en función de los límites de la tela. Wólfflin ha definido esta innovación con el concepto de forma abierta o atectónica, frente a la forma cerrada característica del Renacimiento.

La pintura barroca, sobretodo en Italia, continúa utilizando el fresco, pero se reduce a la decoración de bóvedas. Sí se abandona el temple y se generalizan el óleo y el lienzo. Este material permite proporciones mucho mayores que la tabla.

Algunos de los más reconocidos pintores barrocos son: Los Carracci; Guido Reni (1575-1642); Francesco Barbieri, el Guercino (1591-1666); Domenico Zampieri, el Domenichino (1581-1641); Francesco Albani (1578-1660); Giovanni Lanfranco (1582-1647); Pietro da Cortona (1596-1669); Lucas Jordán (1634-1705) o Andrea Pozzo (1642-1709), todos ellos de la escuela italiana. Cabe destacar entre ellos a Michelangelo Merisi, Caravaggio (1573-1610), cuya fuerza pictórica y su originalidad le hacen ser el mayor representante de la pintura barroca. Sitúa en primer plano el problema de la luz, iniciando una de las conquistas más grandes de la pintura barroca. La luz se proyecta sobre la forma con violencia y su contraste con la sombra es brusco e intenso, es a esto a lo que se le llama tenebrismo.

POZZO, Andrea, Fresco de la Apoteosis de San Ignacio o La gloria de san Ignacio , bóveda de la nave, Iglesia de San Ignacio, Roma  CARAVAGGIO, Michelangelo Mesi, La vocación de San Mateo, Iglesia de San Luis de los Franceses de Roma   CORTONA, Pietro da

De los Países bajos destacar a Gerrrit van Honthorst (1590-1656); Hendrick Terbrugghen (1588-1629); Pieter van Hoogh; Jan Vermeer (1632-1675) y Anton van Dyck (1599-1641). Hacer una mención especial a los pintores Rembrandt van Rijn (1606-1669) que no sólo llevó a la pintura un nivel nuevo de expresividad, simpatía humana y un profundo sentimiento religioso, sino que también fue un gran grabador. Peter Paul Rubens (1577-1640) un gran virtuoso de las formas redondeadas y del color. Las figuras las representa de forma voluptuosa, son desbordantes pero a las vez ligeras, poseen un movimiento y una luz profundamente barrocos.

VERMEER, Jan, Joven con turbante, 1665, óleo sobre lienzo  DYCK, Anton van, Autorretrato con un girasol  REMBRANDT, La lección de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp, 1632, óleo sobre lienzo, 169,5 x 216,5 cm, Mauritshuis, La Haya

De la escuela francesa cabe destacar a Nicolas Poussin (1594-1665) y a Georges de la Tour (1593-1652).

POUSSIN, Nicolas, Paisaje con la viuda de Foción recogiendo las cenizas de su marido, 1648, óleo sobre lienzo, 116 x 176 cm, Walker Art Gallery, Liverpool  TOUR, Georges de la,  San José carpintero, 1642, Museo del Louvre, París,  Francia

Pero donde sin lugar a dudas surgieron más pintores barrocos que demostraron toda la pericia y elegancia en sus composiciones y tratamiento del color y la luz, fue en España, esta época fue denominada el Siglo de Oro español. Su mayor representante es Diego Rodríguez de Silva Velázquez (1599-1660). Pero no fue el único en desarrollar todo el potencial de la pintura barroca. Fueron muchos los que desatacaron en este periodo, Francisco Pacheco (1564-1654), Vicente Carducho (1576-1638); José Ribera (1591-1652); Francisco Zurbarán (1598-1664); Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682); Juan de Valdés Leal (1622-1690) o Diego Rodríguez de Silva y Velázquez (1599-1660) .

PACHECO, Francisco, Pareja de donantes ancianos del Museo de Bellas Artes de Sevilla, España   ZURBARÁN, Francisco, San Francisco arrodillado con una calavera en las manos, 1658 (84 x 53 cm.), Alte Pinakothek, Munich, Alemania  MURILLO, Bartolomé Esteban, Dos niños comiendo melón y uvas, Alte Pinakothek, Alemania





Bibliografía

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