Atravesando
tierras españolas en automóvil camino desde Madrid hacia
un Museo de Dibujo en Huesca, sobrevino el pinchazo de una llanta. A
unos cien metros, un taller mecánico me facilitó atender
la reparación de la rueda. El dueño, al conocer sobre
el destino de mi viaje, me sugirió ver lo que él tenía
en la trastienda. La sorpresa fue inolvidable: En medio de la carretera
de una ciudad de provincia aparecían ante mi vista enormes esculturas
de personajes fantasiosos realizadas soldando piezas metálicas
y objetos mecánicos. Una obra fruto del empeño de años
y años de trabajo y obsesión creativa de una persona sin
educación artística formal (un mecánico de coche),
y que aparecía desconocida en el mundo de las galerías.
Dirigiéndome a una celebración artística de élite
hallaba un arte que vibraba por su poder brutal de expresividad, locura
e ingenuidad.
Así es el mundo del Art Brut
que sorprende por su fuerza e impetuosidad alcanzándote inesperadamente
al encontrarlo en sitios inusitados. El encuentro de un producto creativo
de alguien que no se sospecha fuera un artista, y que muchas veces ni
ellos mismos se reconocen como tal. Se denomina Art Brut originalmente
desde Europa al arte producido por los internados en centros psiquiátricos,
y abarca lo que también se llama ‘outsider art’ en
USA formado por visionarios, artistas entrenados en el estilo naïve,
autodidactas y artistas del ámbito ‘folk’.
La misma fascinación atrapó
en 1940 al artista Jean Dubuffet al descubrir el arte de los enfermos
mentales a través del libro de Hans Prinzhorn ‘Bildnerei
der Geisteskranken’ y que le llevaría a formar la ‘Colección
de l`Art Brut’ www.artbrut.ch que junto a la pintura de los niños
supondrían su principal fuente de inspiración. Fue Dubuffet
quien acuñó el nombre ‘Art Brut’ para definir
esta vertiente de expresión artística alejada de la noción
tradicional del arte, ‘insider art’ -como se denomina en
inglés-. Esta manifestación de artista fuera del círculo
convencional de la conducción artística –‘outsider
art’- fue adquiriendo mayor atención desde la década
de los Setenta englobando las variadas manifestaciones de los artistas
autodidactas, enfermos mentales, e individuos excéntricos y antisociales
que se destacan por su autenticidad y pasión. Las etiquetas y
definiciones son conflictivas. La línea que diferencia el trabajo
del artista convencional, educado y doblegado en las estrategias de
expresión y comercialización, de la del trabajo del artista
del Art Brut, que nace de la irresistible y violenta necesidad del hombre
por expresarse, es confusa.
Mario del Curto se sintió atraído
especialmente por ese mundo creativo. Como fotógrafo atendía
reportajes de temas concretos interesado, al principio, en la agitación
social de la década de los Setenta, inclinándose después
por el ambiente del teatro, la danza y el performance retratando artistas,
directores y escritores. Acercándose finalmente a las manifestaciones
del Art Brut quedó apresado desde 1983 con especial satisfacción
en la descripción de este ambiente y sus artistas.
El interés por el ámbito
del Art Brut va en aumento. Inspirados en un programa de arte de Guggin,
una institución mental en Viena -que Mario del Curto reporta
en sus fotografías-, un artista polaco y un psicólogo
húngaro fundan en 1983 ‘The Living Museum’ en el
Centro Psiquiátrico de Queens, Nueva York (1-718-264-3490). También,
en 1999, con la colección de más de 2.000 obras acumuladas
desde 1983 por el director de cine francés Bruno Decharme, se
forma en París ‘ABCD (Art Brut Conocimiento y Difusión)’
www.abcd-artbrut.org , una asociación francesa con vocación
internacional para investigar y difundir el Art Brut. Y así,
desde entonces múltiples Ferias de Arte y exposiciones han ido
teniendo lugar. El fenómeno es impulsado, como no, por el interés
comercial que provoca el aumento de precios en subastas y exposiciones
de las obras de estos artistas que a principios del siglo XX eran despreciadas
por psiquiatras como ‘una cosa bien estúpida’,
y ahora se pagan cientos de miles de dólares.
La producción creativa del Art
Brut ha contribuido, entre otros fenómenos, a disipar las diferenciaciones
mantenidas hasta entonces en el arte. La distinción entre arte
y artesanía se hace menos distinguible. La separación
entre ‘High art’ y ‘Low art’ se difumina en
el arte contemporáneo donde todas las disciplinas y las purezas
creativas han sido destronadas, impulsándose la fragmentación
y la fusión en las estrategias actuales con las que se incorporan
a la actividad creativa plástica personajes provenientes de cualquier
disciplina.
A pesar de la permeabilidad operada
sobre el muro que separa los ámbitos del ‘outsider art’
y el del ‘insider art’, aún permanecen distanciados
por los argumentos que esgrimen ambos lados basados en supuestos y prejuicios.
El arte puritano objeta que aquellos realizadores no pueden ser grandes
artistas porque normalmente repiten los mismos motivos constante e inconscientemente,
y sin desarrollo. Y los propios artistas del Art Brut sostienen que
su producción es impulsada por una necesidad interna que no tiene
nada que ver con los presupuestos críticos o los objetivos económicos,
tal como afirma Clyde Jones, captado en las fotografías de Mario
del Curto, quien afirma: ‘Las cosas que hago no son arte,
arte es algo más’. Estos opinan que esa pureza de
expresión que los caracteriza no es posible en los profesionales
educados. Jean Joseph Sanfourche, otro de los artistas fotografiados
por Mario del Curto, manifiesta ‘No soy un artista sino un
hombre que crea un tipo de arte extremo, cosas con la magia de las cuevas
primitivas’.
Lo cierto es que el paralelismo existente
por un lado entre muchos productos del Art Brut y, por otro lado el
‘Arte Cultural’, como así lo denominaba Jean Dubuffet,
es evidente. Las creaciones de ambos tipos de artistas alcanzan semejanzas
formales. La diferencia estriba tan sólo en la estrategia que
los sostiene como personas en su relación social y su definición
profesional. La creación artística surge de esa necesidad
imperiosa del ser humano por manipular la realidad modificándola
con su intervención plástica. Así, es posible advertir
en diferentes generaciones de artistas puntos en común con las
actitudes del Art Brut. En Van Gogh pueden rastrearse los síntomas
de una personalidad comprometida y obsesiva persiguiendo una meta insondable,
y que volcaba en el tratamiento de la pintura con intuición teórica
y con la fuerza expresiva del Art Brut. No en vano, sus episodios y
trastornos mentales lo forzaron a internarse en un psiquiátrico.
Toda la obra de Picasso es una obsesión figurativa por manejar
la realidad circundante, sus vivencias y sus objetos. La habitación-estudio
de Francis Bacon, que fue conservada después de su muerte y trasladada
en su estado integral de Londres a Dublín, revela en su caos
y completo desorden acumulativo de basura, tubos vacíos y paredes
usadas como paleta, una intensa concentración en la tarea pictórica
que semeja los espacios desentrañados por las fotografías
de artistas del Art Brut de Mario del Curto. Y una de las más
destacadas biografías de ascendencia repentina a la mercantilización
y el éxito con una obra de expresividad brutal es la de Jean
Michael Basquiat. Originario de Haití, viviendo como vagabundo
en las calles de Nueva York es señalado en los Ochenta por un
crítico que lo catapulta, con la colaboración de una galería,
a la fama artística, el lujo y el derroche financiero de la mano
de Andy Warhol. Los trazos, caligrafía, motivos y espontaneidad
de su obra procedentes del graffiti se asemejan claramente a la morfología
predominante en el Art Brut. La diferencia con la otra vertiente del
arte estriba en sus voluntades y firme decisión de acercarse
al estamento social y calificación de "artista" como
ocurrió desde el mismo Van Gogh, intentando vender un cuadro
a través de su hermano marchante, hasta con Jean Michael Basquiat
ansiando la conquista de ese mundo de los consagrados, ostentoso de
fiestas y clubes de moda que al principio lo despreciaba y luego lo
veneró.
La situación que rodea al ‘outsider
art’ se asemeja a la situación que atraviesa la disciplina
de la fotografía. Ambas comenzaron a recibir atención
explícita en el inicio de la década de los Setenta. Asimismo,
ambas tienen un material histórico remoto redescubierto, y también
poseen un presente que se despliega sin normativas concretas. Y, también,
ambas contribuyen en sobremanera a esta profunda fragmentación
predominante del arte actual. Acercarse, entonces a la obra fotográfica
de Mario del Curto para desentrañar la esencia del ‘outsider
art’ resulta congruente. Mario incorpora a sus fotos una visión
ambigua al actuar, al mismo tiempo, en la dimensión de la fotografía
como documento, que busca reflejar con objetividad un entorno, y en
la de la fotografía como mirada individual, cuyo sesgo es determinado
por la visión subjetiva. Fotografiar a los creadores del Art
Brut implicaba integrarse, inmiscuirse, comportarse dentro de su propia
estratagema intuitiva, deseducada, liberada del estándar social.
La fotografía de Mario del Curto, así, se aleja también
de los componentes establecidos y regulatorios de una equilibrada composición,
los correctos valores tonales o el enfoque selectivo, percibiendo con
una intensidad dinámica la representación de su mundo.
El despliegue fotográfico de
Mario del Curto se dirige a captar el mundo del artista, el personaje
envuelto por su obra. Y es que en estos creadores, la obra rebasa la
mera producción objetual concreta para expandirse hacia la construcción
de su propio mundo. El subproducto es la pieza, pero el verdadero producto
reside en el universo fantástico, mágico, expresivo y
narrativo en el que viven y del que se rodean. Los dibujos, las esculturas
y las pinturas son tan sólo vestigios de su intensa visión
interna. Son la puerta que da paso al espacio imaginativo activo y explosivo
de sus mentes. Las obras son la materialización palpable de sus
obsesiones por las que se extienden visualmente mientras divagan mentalmente,
y con ellas componen su mundo en el que así pueden, en cierto
modo, sentirse confortables. Su mundo es su representación, demostrando
la tesis central de Schopenhauer, que sostiene que el mundo que rodea
al individuo no existe más que como representación, es
decir, existe en relación con aquel ser que lo percibe. De aquí
que se puede afirmar con el filósofo del libro ‘El
mundo como voluntad y representación’ que: ‘El
mundo en que cada uno vive depende del modo de concebirlo’.
La realidad del artista es transformada desde la obra en una relación
intransitiva donde el individuo conectado a su mundo establece una circulación
comunicativa con su entorno, encerrándose en ella. De ahí
la información expuesta en el muro de una exposición:
‘Los creadores del Art Brut realizan arte sólo para
sí mismos, no para comunicarse con otra gente’.
Hay que destacar la habilidad de Mario
del Curto para incursionar en el ambiente de los artistas con paciencia
y tacto. Mario se acercó a la persona, se dejó fascinar
por la singularidad de cada uno de los sujetos. Su actividad consiste
en una contemplación que es, al mismo tiempo, pasiva que activa
para descubrir esa idiosincrasia del personaje y su espacio, que es
su obra. A través de las tomas de fotografía se revelan
sin artificios o poses la realidad y esencia de sus caracteres y el
entorno en el que viven.
La personalidad de los artistas del
Art Brut que visitaba para fotografiar oscila entre los tímidos
introvertidos como Eugenio Santoro, artista italiano, quien parece ocultarse
tras el dibujo de su autorretrato, hasta el artista serbio Vojislav
Jakic, de tormentosa e iracunda personalidad, a quien sus dibujos sirven
para dominar sus violentas emociones. Las conversaciones y las charlas
de café iniciaban el acercamiento al conocimiento del personaje,
sus intereses y preocupaciones. Se adentraba en el pasado de sus duras
vidas, los comienzos de su actividad artística, el bagaje de
sus vivencias para después rondar en el taller, en sus estrechas
habitaciones, o en el jardín entre sus piezas, sus esculturas
y dibujos. A muchos de ellos, incluso los acompañaba en su afán
creativo pudiendo seguirlos y fotografiarlos en sus trazos gráficos
y quehacer pictórico.
El
manejo de la obra por parte de los artistas del Art Brut depende en
gran parte de su temperamento y comportamiento social. Eugenio Santoro
es una persona evasiva de cualquier despliegue social. Desde su oficio
de carpintero, con en el que construía ataúdes en el pasado,
se envuelve absorto en la tarea de sus creaciones totémicas,
esculturas de madera en estilo primitivo en las que sabe reservar con
cuidado la veta de la madera, sus colores, y añadirles con pintura
detalles morfológicos para hacerla expresarse en formas figurativas
contundentes de animales o personas. Sin embargo, se sorprende cuando
la gente se interesa por su trabajo. No ha intentado nunca exhibir sus
esculturas que cuando termina, las desmonta, las embala y las guarda
en el sótano. En cambio, alguien opuesto, como es Vojislav Jakic,
de tempestuosa y fiera naturaleza, firme y de gran fuerza interior,
encuentra el rechazo ambiental. Su personalidad le valió el fracaso
en la escuela de Bellas Artes y aunque se esfuerza para entrar en el
círculo de los artistas consagrados, no se presta a concesiones
estilísticas o de conducta, tropezando con las naturales resistencias.
Su actuar ensimismado, dibujando enfrascado en la misma mesa del café
Yugoslavia ignorando los comentarios de los concurrentes, concentrado
en desgranar sus fantasmas interiores que, también, es el modo
que avisa al espectador que use al contemplar sus dibujos de rollos
de hasta sesenta metros: ‘Mira mis dibujos con tu mente, no
con tus ojos’.
Personalidades tan excéntricas
son reveladas por el entorno que capta Mario del Curto con sus fotografías.
James Harold Jennings es conseguido con su mirada extraviada bajo el
aspecto desaliñado y despreocupado, cubierto bajo una gorra coronada
con lo que él denominaba ‘Electroencefalografías
metapsicóticas’. James H. Jennings se autocoronó
en un reino imbuido en el paisaje conservador norteamericano, aunque
alejado y distante, de modo sorprendente, del mismo espacio que lo rodeaba.
Vivía entre restos de cinco autobuses escolares, sin cocina ni
agua corriente, creando un ámbito de estructuras de madera pintada,
tótems de intenso color formados de grecas y figuras, que se
extienden a sus creaciones pictóricas hechas de relieves con
un estilo prestado de los aborígenes australianos. Vivió
entregado completamente a la construcción de estas peculiares
esculturas hasta el día que se suicidó en 1999.
En otras ocasiones, la conducta social
de los artistas del Art Brut se enmarca en una actitud abierta y comunicativa
con el entorno al que desafían o al que se vinculan. Hans Krusi
es el tipo de anciano amable y sagaz que por treinta años vendió
flores en Zurich, Suiza. Sus dibujos y pinturas, que empezó a
realizar por aquel tiempo, fueron adquiridos por sus clientes por prácticamente
nada. Disfruta estando con gente, pero no se deja engatusar cuando se
aproximan con la supuesta confianza amistosa de viejos amigos para conseguir
una de sus obras. Está convencido que se ha forjado un nombre,
y puede volverse amenazante de forma repentina diciendo sobre el precio:
‘Será diez veces lo que vale, porque es para ti’.
El mundo construido por estos
artistas surge de su vivencia interior, la contemplación de su
realidad que elaboran como representación de ese mundo y en el
caso de Hans Krusi, éste se forma, como en otros también,
desde la recolección de objetos que terminan en sus dibujos,
o que son utilizados para pintar sobre ellos. La aglomeración
distintiva en los espacios de taller y vivienda, que las fotografías
de Mario del Curto reflejan, muestran unas mentes consumidas por el
deseo vital de hacer, impulsados por una fuerza que la plástica
aplaca y calma hasta que concluyen, no importando si se vende, y se
dirigen hacia el próximo trabajo. Y como expresa el artista polaco
Stanislaw Zagajewski: ‘La escultura más importante
está todavía por aparecer’.
Todas las imágenes han sido extraidas
del libro: ‘The Outlanders. Forging ahead with art brut’
de Mario del Curto
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.