Bajo esta denominación
no se oculta un grupo como tal, sino que se engloba a una serie de artistas
en cuya obra se podían rastrear algunos elementos comunes, aunque
luego las diferencias entre las obras de unos y otros fueran muy evidentes.
Para entender los planteamientos de este grupo de creadores, hay que
tener en cuenta la época en la que trabajan, y que no es otra
que la de finales de los años 60, años en los que se estaba
gestando un importante movimiento antisistema, en los que el Che era
un icono para la juventud de izquierdas, y en los que se generaron momentos
históricos como la Primavera de Praga y el Mayo francés,
ambos en 1968, la guerra de Vietnam está en pleno apogeo, lo
mismo que la Revolución Cultural en la China comunista de Mao.
De hecho la
denominación de arte povera saldrá de la pluma del joven
crítico alemán Germano Celant en el año 1967, que
formaba parte del entorno al Grupo 63 capitaneado por el italiano Umberto
Ecco. Hacia un teatro pobre, es el título de un libro
firmado por el polaco Jerzy Grotowski, que va a tener una enorme influencia
en la escena teatral occidental, y en el que se defiende desnudar al
arte teatral de todo lo que sea superficial, hasta el punto de que el
actor tendría que componer con su rostro su propia máscara,
eliminando todo lo que pudiera distraer la atención del espectador
de lo realmente esencial.
La cita a este manual teatral no es baladí, ya que esa filosofía
de fondo también la vamos a encontrar en los planteamientos artísticos
del grupo que Celant reunió, al menos de una forma teórica,
bajo la denominación de arte povera. Ese grupo estuvo formado
por gente tan diversa como Giovanni Anselmo, Mario Merz, Gilberto Zorio,
Guiseppe Penone, Michelangelo Pistoletto, Luciano Fabro, Pino Pascali,
Janis Kounellis y algunos más, con una presencia fundamental
de artistas italianos.
El propio Celant escribió sobre este movimiento: 'Representa
un enfoque del arte básicamente anticomercial, efímero,
trivial y antiformal, cuya máxima preocupación son las
cualidades físicas del medio y la mutabilidad de los materiales'.
Estamos ante
una ruptura muy clara con relación a los códigos artísticos
vigentes en ese momento, especialmente los que venían de la mano
del pop y del minimal, para dar un mayor protagonismo al material, que,
en muchas ocasiones, era un material considerado como 'pobre' (de ahí
el uso de la palabra italiana povera) y que se pueden encontrar
con facilidad: ramas, hojas, arcilla, carbón, telas, rocas, plomo…
Utilizados para dar un contenido social a la obra de arte, a la que
quieren insertar totalmente en la realidad social, y a la que dotan
de un contenido de critica social, de vehículo de concienciación
medioambiental.
Extraen la poética que se oculta en lo cotidiano, y utilizan
esa misma poesía para criticar a la sociedad contemporánea,
además de iniciar una búsqueda que les llevara a interpretar
el mundo a través de metáforas y a huir de la creciente
mercantilización del arte. Para ello colocan sus obras ocupando
el espacio, de tal forma que el espectador no pueda escapar a su presencia
y tenga que relacionarse con la obra de arte para iniciar un proceso
de reflexión, de toma de conciencia.
Los artistas se enfrentan con una libertad absoluta al proceso de creación,
en contra de lo que consideraban el 'rigorismo' del arte que estaba
llegando de Norteamérica por aquellos años, y eso se plasma
en la utilización de cualquier tipo de material, de cualquier
tipo de estructura, dentro de un espíritu iconoclasta.
En 1961, Manzoni
había escandalizado con su Mierda de artista, una lata
de conserva en la que se suponía que había excrementos
del propio artista. Ahí podría estar el inicio de ese
nuevo espíritu que luego animará al resto de creadores
agrupados en la etiqueta arte povera. Hay se marca un 'punto cero' (la
exposición que el Museo de Arte Contemporáneo de Los Ángeles
dedicada a este movimiento se tituló Del cero al infinito:
Arte povera 1962-1972), la línea de salida a una nueva actitud
que tiene poco de improvisada que llevará a la creación
de un entorno favorable a la voladura de las bases teóricas del
arte, para abrir una etapa de total experimentación.
Son artistas multimedia, que lo mismo pintan, que esculpen, que hacen
fotografías, levantan instalaciones, hacen performances, que
reflejan las relaciones que, a su entender, tienen que tener la vida
y el arte. Fueron un grupo de 'francotiradores' en el panorama artístico
hasta que en los primeros años 70 la denominación pierde
fuerza y se deja de hablar de ellos como grupo, aunque la influencia
que proyectaron todavía hoy se puede rastrear.
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DATOS
DEL AUTOR:
Alfredo Rodríguez Iglesias es licenciado
en en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, y especialista
universitario en Gestión Cultural por la misma universidad. Actualmente
es redactor del periódico El Tapín y autor del
blog lavidanoimitaalarte.blogspot.com.