Cuerpo
a cuerpo: breves reflexiones desde lo estético a lo político
Marla Freire
09/02/2012
El cuerpo es consecuentemente un
lugar de opresión como de resistencia. La
corporeidad es un instrumento central de las políticas contra
la violencia, el cuerpo
debe entenderse como un campo de intervención política.[Nota
1]
Si analizamos
la historia de de los países que conforman el Cono Sur (en concreto:
Chile-Argentina y Uruguay) aparecen ciertas dudas acerca de qué
tenemos enfrente cuando asistimos a un encuentro con aquellas tradiciones
consideradas como propias, qué nos ocurre verdaderamente con
la fuerza y el peso de la cultura popular tan impregnada de ritos y
presentaciones en vivo, donde el cuerpo y las acciones que se realizan
son los verdaderos protagonistas cuando asistimos (buscándolo
o no) a ceremonias rituales de algunos pueblos originarios que aún
quedan en la zona y que a su vez han sido convertidos en parte de una
‘atracción turística’ que pone el lugar a
modo de valor añadido y que se ofrece a quienes llegan porque
se ‘entiende’ que quieren de una u otra forma conocer lo
autóctono, lo very tipical de la tierra que están
visitando.
Ante situaciones
como ésta, inmediatamente pueden asaltarnos algunos conceptos
como por ejemplo el de identidad, pero en igual medida el de simulacro.
El primero porque se necesita imperiosamente de lo performático
para que se hable de la identidad, de la performatividad que ella tiene
en la totalidad de su palabra. Sin ella este concepto se disolvería
en lo indescriptible, sin darnos ninguna idea palpable o mejor dicho
vivencial, de lo que significaría, perdiéndonos
en descripciones extrañas y vacías sin sentido. Sabemos
lo necesario de tenerla, de pertenecer a alguna construcción
social que puede tener cientos de formas, donde lo que importa es lo
que hacemos por hacer y por construir esa identidad como sociedad,
más que lo que somos como individuos. El segundo, es el concepto
de simulacro propuesto por Baudrillard y a partir de ello pueden aparecer
nuevamente cuestionamientos acerca del modelo representacional que tiene
toda una cultura, de su propia y asumida identidad, junto a sus múltiples
manifestaciones y constantes transformaciones.
Y en este sentido, cobran más fuerza aún sus rituales
al tratarse de ‘verdaderas puestas en escena’ donde sus
integrantes se convierten en actores y sus instrumentos, en atrezzos
que refuerzan la idea de misticismo en la performance social que es
presentada a los turistas. Y lo hacen también más creíble,
pasando a la categoría inmediata de seres etnográficos
que, mostrando sus costumbres al otro/a, traen al recuerdo
aquellos momentos de la historia en que algunos nativos de Sudamérica
eran presentados en ferias europeas a modo de excentricidad, como relata
en su libro Manuel Moros Peña, al referirse a Maurice Matre,
del que cuenta presentó a un grupo de niños y adolescentes
Selk’nam [Nota
2] como caníbales, mientras los mantenía
enjaulados y eran alimentados con carne cruda que les arrojaban a modo
de diversión los asistentes de la feria de la Exposición
de París de 1889 [Nota
3], aunque al mismo tiempo les generara espanto y
por qué no decirlo, una cierta fascinación. En este ejemplo,
vemos claramente uno de los conceptos que propone Hal Foster, cuando
nos dice que el concepto del ‘otro’, de los grupos sociales
minoritarios ‘el otro social’ es objeto de apropiación
y recuperación ideológica y comercial por parte del sistema
dominante que busca decodificar, consumir y erradicar la diferencia
social, sexual, para ejercer así un mayor control social, un
monopolio del código [Nota
4].
La estética del simulacro cobra
fuerza también en este aspecto y sobre todo al referirnos a su
registro fotográfico (que es prácticamente ‘el arma’
con la que cuenta todo turista) donde cabe volver a hacerse la pregunta
que en su momento formulara Benjamin acerca de la realización
de la fotografía: ¿el fotógrafo debe estar presente
cuando se hace la imagen? y la pregunta que le sigue: ¿Hasta
qué punto está presente su mano y su mirada sobre
el/los objetivo(s) (o sujetos) que son fotografiados cuando están
realizando sus labores y/o conductas típicas o bien, si están
recreándolas?, ¿están siendo realmente retratados
en ese momento? o por el contrario, quizá se convierten sólo
en una imagen creada que responderá a las reglas del
retrato (según la época) y que por lo tanto, responderán
también a la mirada del fotógrafo que desea llevarse capturado
ese instante que pasará más tarde a formar parte –eventualmente-
de alguno de sus álbumes. De ser así, estos individuos
retratados son despojados de toda actitud natural para dar paso
a la idea que queremos hacernos de ellos/as y que más adelante
se utilizará incluso para recordar algún momento de nuestras
vidas, cobrando especial importancia y sentido lo que digamos de estas
imágenes: la (micro)historia con que las acompañamos o
la manera en que los usemos para acompañar nuestro relato (en
ocasiones, por fantástico que sea).
¿Pueden ser también una
abierta construcción performática de ellos, que se pretenderá
luego recordar como si hubiese sido real? El discurso de la mirada sobre
ese objetivo-registro de la manifestación –y el cuerpo
del/la nativo/a- se hace(n) presente(s), el control del que aprieta
el botón y vuelve a capturar ese cuerpo resulta entonces un arma
poderosa, es su mirada la que es traspasada hasta nosotros,
como si fuera la consecuencia de un ojo caníbal que los engulle
y que nos atrapa también a quienes las vemos, con su discurso
sobre esos cuerpos y ese instante que graficarán como
prueba real más tarde su (micro)historia.
En toda Latinoamérica el desarrollo de la fotografía ocurre
–o coincide debiéramos decir- con el momento en que se
consolida la política a través de las independencias en
la región (s. XIX) y justamente el tipo de fotografía
que era practicada, como ya sabemos por parte de los colonos e inmigrantes,
refleja una inspiración particular, no sólo en cuanto
a la estética, sino que también en el tipo de sujeto retratado
y la estigmatización que quedará sobre esos cuerpos. Recordemos
que también llegará a ser usada como medio de clasificación
e identificación de esos cuerpos e individuos:
De hecho, tal fue la importancia
dada a la fotografía que el estudio etnográfico
del nativo se considera incompleto sin corroboración fotográfica.
Con este tipo de mentalidad, los europeos se interesan en captar
para la posteridad lo que se juzga como culturas estáticas
y sin historia. [Nota
5]
Esto, además de la idea que
al ser hecha por un otro (extranjero) se hará siempre
en función de que será vista también por otro tercero.
Serán imágenes diseñadas por la mirada del fotógrafo,
para luego ser vistas por otros.
Algunas respuestas en la primera historia que se cuenta
Pareciera ser que, desde la colonialidad y el enfrentamiento
entre las culturas europeas y los pueblos originarios de Sudamérica,
se marca con fuego sobre los cuerpos una prevalencia que llegará
hasta el día de hoy en cuanto a las categorías de ellos.
Esos primeros cuerpos que fueron obligados a ser escenografiados
para ser retratados desde la pintura a la fotografía, parecen
instalar las primeras respuestas acerca de un ‘travestismo identitario’
que los enmarcó, sometió y que tuvo su origen en la colonia
(f.s. XVI. - XVIII) tornándose mucho más fuerte en ese
último siglo, cuando la historia de occidente estaba siendo marcada
por el especial protagonismo de la ilustración y se tenía
por objeto contener el asenso social de las denominadas elites criollas
[Nota 6]
de América, ya que producto de los sucesivos viajes a Europa
se irían también forjando las primeras ideas de independencia.
En la colonia se comenzó a
creer ciegamente en la idea de domesticar al salvaje, de instruirlo
y volverlo dócil. Se decide –y se cree- que al momento
de aprisionar sus cuerpos con las nuevas vestimentas, se les estará
otorgando ‘decencia’ a sus comportamientos –sobre
todo al cuerpo de la mujer nativa- y se les verá de
otra forma, lo que efectivamente ocurre, ya que desde un cuerpo que
la sociedad colonizadora pareciera que ‘prohíbe’
se pasa a un cuerpo que reprimen y se llega de igual forma a un cuerpo
que desprecian: se transforma así en un cuerpo pecador y culpable.
Y el cuerpo de la mujer es doblemente castigado con esta nueva manera
de verlo, con la represión que la vestimenta ejercía sobre
su cuerpo, donde su sexualidad fue abiertamente castigada e instrumentalizada
a favor del colonizador, que ve en ella un cuerpo hipersexual.
Según nos señala Julia Douthwaite, la idea de las vestimentas
sobre el cuerpo del otro, es una estrategia política de sumisión
y al respecto nos señala: ‘el deseo occidental de controlar
a la mujer es un objetivo político que tiene connotaciones más
allá de la mera sexualidad’ [Nota
7]. Nos comenta además que la mirada inquisicional
sobre la mujer es más fuerte debido a la anarquía potencial
en las colonias. En la mente colonial, según Douthwaite, la represión
de la sexualidad de la mujer nativa era parte del control político
de las colonias. Así ese cuerpo y ese sexo reprimidos, desaparecían
bajo los ropajes proporcionados, ajenos completamente a los de su cotidianeidad,
pero instrumentalizados de igual forma.
Resulta importante señalar que
a aquellos individuos descendientes de europeos y nacidos en América,
les habituaron a vivir y comportarse de una manera diferente
a la de los nativos, aunque al mismo tiempo se hacía la fuerte
distinción de categorías sociales, pues estos nacidos
en América no gozaban de la totalidad de derechos que sus padres
tenían en esas tierras. Se habían convertido inevitablemente
en parte del paisaje fusionado y el querer – y buscar- sentirse
provenientes de ello puede considerarse una fusión o mascarada
más, de las tantas que se dieron sobre los cuerpos en ese paisaje
latinoamericano. Este hecho de reconocerse como parte de una otra
identidad se llevará a cabo bajo el nombre de criollismo
y sería el hecho que impulsaría hace más de doscientos
años las independencias latinoamericanas, las que una vez conseguidas,
aumentarían el poder de ellos y sus privilegios en la zona, aunque
se multiplicaron y fomentaron ciertos aspectos que heredarían
de sus padres, como sentirse acreedores de ciertos derechos por sobre
aquel nativo con el que en principio, decían asemejarse. En ocasiones,
reaparecerá ese miedo al otro, a ese nativo salvaje
que podía volver a sublevarse y engullir a este nuevo civilizado
con derechos en cualquier momento.
Con esta nueva elite, se creó
una mascarada compleja y aparentemente inofensiva, un simulacro del
cuerpo y de las costumbres, que dio como resultado la aparición
de una nueva cultura donde lo difuso se transformó en el rasgo
característico, constituyendo una verdadera puesta en escena
de su singularidad, donde se fusionaron comportamientos europeizados
con la cultura y el paisaje autóctonos. Esta necesidad de mantener
las costumbres europeas por parte de estos criollos en un espacio que
no estaba preparado ni física ni materialmente para ello, dio
como resultado una suerte de hibridez estética y de costumbres
que fueron adoptadas de acuerdo a la nueva realidad del lugar que ellos
mismos proponían como suyo.
Escenificaciones como éstas corresponden a verdaderos montajes
que son instalados a partir de ese momento en sus cuerpos, sus vidas
y la nueva sociedad que comenzaba a surgir, constituyendo un nuevo tipo
de mascarada y simulacro. Este último, se da como una actitud
que se manifiesta de manera visual en las imágenes que circularon
en toda Europa y América, ya sea a través de postales
y/o fotografías que nos muestran –supuestamente- un fragmento
de la vida de estos indígenas, donde por ejemplo creemos ver
realmente a los Selk´nam, a los Kaweshkar/ Kawésqar y a
otros pueblos originarios que han logrado sobrevivir. El discurso que
se creará entonces desde la mirada del otro, será el fundamental
para el trato que recibirán por parte del huinca [Nota
8], que los vinculará muchas veces con la violencia
y el terrorismo, incluso hasta el día de hoy [Nota
9] y en su propio territorio.
Bibliografía
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Culturas de Chile: Kawésqar Disponible en: http://www.kawesqar.uchile.cl.
Consultada en enero de 2012.
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MELLA SEGUE, E.: ‘Criminalización de la
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NAVARRETE, Ana y James William: The Gender City:
espacio urbano y construcción del género. Cuenca,
Ediciones de la Universidad Castilla-La Mancha, 2004.
RAMÍREZ, Juan Antonio: Corpus Solis. Para
un mapa del cuerpo en el arte contemporáneo. Madrid, Siruela,
2003.
Índice iconográfico
1-2. Fotografía de Pierre Petit, grupo étnico:
Kawesqar, septiembre de 1881 en el Jardin Zoologique d’Acclimatation,
París, Francia. Archivo Société de Géographie.
París, Francia
3. Fotografía del Padre M. Gusinde, Jóvenes Selk'nam con
su pintura corporal para el Kewanix, 1923
4-7. Selk"nam representado espíritus para el rito del Hain
8. Maurice Matre y los selk'nam que fueron a Europa
9. Mujeres integrantes del grupo familiar Selk'nam de estancia Vicuña
10. Teresa y su hermano (ambos Kawésqar). Los Canales, Estrecho
de Magallanes, Chile. Fotografía tomada por Enrique Freire Sutherland
y Silvia González Mayorga, 1956.
11. Fotografía de David Miranda, 'Ñaña' Juana,imagen
tomada durante una manifestación por los derechos indígenas
y la liberación de presos políticos mapuches. Valparaíso,
2007.
12-13. Fotografía de David Miranda, 'Ñañas', imagen
tomada durante una manifestación pacífica por la liberación
de Patricia Troncoso. Valparaíso, 2007.
Nota
1: Navarrete, Ana y James, William: The Gender City: espacio
urbano y construcción del género. Cuenca, Ediciones
de la Universidad Castilla-La Mancha, 2004.p. 48.
Nota
2 : Nativos del sur de Chile y Argentina.
Nota
3 : Hechos de este tipo se encuentran referenciados en: Moros
Peña, Manuel. Historia natural del canibalismo. Madrid:
Noutilus, 2008.
Nota
4 :Felshing, Nina: ¿Pero esto es arte? en: Modos de
Hacer: Arte Crítico, Esfera Pública y Acción Directa.
Salamanca, Universidad de Salamanca, 2001.pp. 73-90.
Nota 5:
Edwards, Elizabeth. Anthropology and Photography 1860–1920.
Ed. Elizabeth Edwards. New Haven: Yale University Press, 1992. pp. 3–17.
Nota
6 : El término criollo/a es utilizado durante la Colonia
para referirse a los hijos/as de españoles/as nacidos en América,
aunque también podía traspasarse a los hijos/as de éstos.
Éste concepto sólo difiere en Brasil, donde se les llamaba
criolo, aunque el término crioulo es utilizado
para referirse a toda persona de raza no blanca y que no conocieran
las costumbres del lugar.
Nota
7 : Barrueto, Jorge. ‘El indio en las Tarjetas Postales:
metáforas visuales del miedo y la ansiedad política en
Latinoamérica’. Palimpszest Nº 23, 2005.
Palimpszest, Revista Digital de antropología. [Disponible
en Línea] en: http://magyar-irodalom.elte.hu/palimpszeszt/23_szam/03.html.
Consultada en enero 2012.
Nota
8 : Palabra en Mapudungún (lengua mapuche) para referirse
a quienes no son mapuches.
Nota
9 : Para saber más de este tema, ver más en: Mella
Segue, E.; ‘Criminalización de la protesta Mapuche. Antecedentes
Históricos y Sociales’. Revista Reflexión Nº
36, ediciones CINTRAS. Santiago, diciembre 2008.
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Para
saber más
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DATOS
DE LA AUTORA:
Marla Freire. Artista e investigadora. Estudia y
expone la problemática de los roles de género y su relación
con el poder. Ha participado en diversas exposiciones y festivales.
Entre sus líneas de investigación se encuentran: identidad
de género y poder, estudios de género en el arte, arte
como activismo, performance, usos del espacio y políticas corporales.
Actualmente realiza su Investigación Doctoral en la Universidad
Autónoma de Madrid, como parte del programa vinculado al Museo
Reina Sofía.
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