En la relación de la imagen
con la realidad se articulan diversos aspectos que revelan las condiciones
de la percepción. La transcripción sobre el lienzo de
la apreciación óptica de lo captado fotográficamente
se ha exaltado como lo realista. Sin embargo, la producción artística
se fundamentaba en una visión idealizada del mundo en búsqueda
de la belleza contrapuesto en cierto momento al realismo, lo realista,
como la actitud de referirse a las condiciones sociales, a la verdad
del ámbito del hombre y de la crudeza de lo cotidiano. El Realismo
se desarrolla desde el Romanticismo del siglo XIX con la obra de Courbet
y Manet, alejado de mitologías y simbolismos transgrediendo el
convencionalismo de la academia con la firme creencia de representar
las cosas en su aspecto habitual, con su apariencia ‘real’:
el arte comenzaba entonces a asumir una inclinación consciente
de compromiso social que lideraría los movimientos políticos
de la época moderna buscando tener un impacto ideológico
en el espectador, cuestionando el propósito y la función
del arte; los propios artistas se llegaban a involucrar en los movimientos
políticos.
Los movimientos revolucionarios del
siglo XX absorbieron la dimensión reformadora del arte. Se afirmó
la necesidad de que el arte actuara en la transformación real
de la propia experiencia vivida dejando de ser una elucubración
imaginaria del mundo. Se identificó al arte como el modo ilusorio
en el que la sociedad se ve a sí misma, y que refleja las ideas
artísticas burguesas como si se trataran de conceptos universales:
la ideología global de una clase social era impuesta a través
de las imágenes, que corresponden al conjunto de elementos formales
y temáticos a través de los cuales el ser humano expresa
las condiciones de su existencia. Finalmente: el arte refleja la realidad
social de su tiempo ¿Puede adscribirse a las prácticas
artísticas una función social? ¿Podría el
arte ser uno de los modos de cambiar la sociedad?
Existe una activa influencia cultural en lo social donde el arte asume
el papel de la difusión de la belleza y la sensibilidad a través
de la experiencia estética edificante del ser humano. Cuando
se analiza, se percibe una diligente práctica de impulso de los
ideales consumistas transmitiendo los valores de la clase dominante
a través de esa etiquetada ‘apreciación y amor al
arte’, estimulando esa superestructura artística a través
del mercado del arte donde la mercancía y lo simbólico
son reflejo de las categorías del sistema estético de
la clase social hegemónica burguesa… el arte se diluye
en el sistema del espectáculo de la sociedad actual: Todo en
la vida cotidiana actual puede ser presentado como estrategia de enmascaramiento
de lo real, donde la verdadera naturaleza de lo particular es desechada,
presentándose como su contrario: es decir, los mecanismos de
la comercialización, la fuerza de la política de la mercancía
hacen del arte un objeto de la economía cultural y de inversión
financiera subyugando la producción artística a este esquema,
transfiriendo el problema del descontento y la crítica a una
esfera abstracta e inofensiva, evitando el conflicto social.
En su mayor parte, las prácticas artísticas
han perdido la fuerza de lo real y función social. Se precisa
reactivar el compromiso creativo del artista bajo una perspectiva global
con un sentido de responsabilidad local como agente de transformación
con actitud ética.
Desde la modernidad, el arte impulsó
la función simbólica en la sociedad cuestionando las ideas
imperantes hasta caer preso como objeto mercantil de la especulación
en la etapa post-industrial del auge consumista o, más adelante,
como parte de una cultura de masas en la industria del ocio. Su cometido
simbólico fue absorbido por la dinámica económica
después de ser asimilado como ideología occidental de
libertad y creación, tal como llegó a denunciar el movimiento
de la Internacional Situacionista de 1970.
Ante este panorama surge desde la década de los años Noventa
una fuerza de renovación bajo la actitud de contraposición
a la hegemonía consumista reivindicando la capacidad del arte
para reflexionar y resistir. Se perfila la resistencia en los discursos
del arte contemporáneo como estrategia de oposición al
pensamiento imperante reviviendo la actitud creativa como sistema de
transformación social. Pero en este panorama actual, la transgresión,
que fue herramienta extendida en la operación artística
de la modernidad, deja lugar a una actitud de análisis y sátira;
la resistencia ya no puede ser una maniobra de transgresión al
uso de la actitud de vanguardia. La orientación transgresora
fue asimilada por la estructura de la Institución-Arte e incorporada
a la producción como un sector más del emporio de Ferias,
Bienales y Museos que convierten la transgresión en propaganda,
dentro del dominio de la publicidad y los medios de comunicación,
convertida en una expresión funcional del propio sistema integrada
a la lógica del dominante mercado. Con la trasgresión
contemplada como una exacerbada espectacularidad de oposición
a conceptos reinantes no hay desafío efectivo ni provocación.
El objetivo es resistir al arte concebido como mercancía, resistir
a la situación en la que el arte sea fagocitado por la sociedad
de consumo en esa manera que convierte la producción plástica
en una imagen acomodada al gusto insustancial, escondrijo de veleidad
superficial sin compromiso. Resistir a ese arte convertido en máscara
de la belleza como experiencia estética placentera donde refugiarse
del panorama vital que rodea a diario al individuo sumergido en desazón
y pesadumbre. El arte se transforma así en el territorio de banalización
de los malestares y amarguras cotidianas, el lugar de refugio de la
desolación, un canal de alejamiento de la realidad, en vez de
ser un medio de contacto directo con el presente, envuelto en compromiso
social.
La resistencia se caracteriza por
la impronta que Adorno adscribe a la función del arte que ha
de ser confrontacional y resistente, renuente a la realidad presente,
negativo, que resista el embate de la cultura dominante. Pero no puede
ser en la forma de contraposición simétrica, directamente
opuesta, a la manera usual de las vanguardias. Se hace preciso desenvolver
una estrategia de resistencia sutil y penetrante que, reconociendo la
diferencia, la existencia del otro y el carácter polifacético
de la realidad, plantee desentrañar sus trampas, indague en las
representaciones hegemónicas y desarticule códigos de
conducta o replantee la identidad. La resistencia debe impulsar un arte
crítico que cuide no caer en la condición de espectáculo
que domina en la industria de la cultura, que cuestione la propia condición
de la obra plástica, simbólica; debe actuar con sátira
aguda, cuestionando condiciones políticas y sociales con un partícipe
distanciamiento.
Un panorama de
expresiones artísticas comprometidas con la resistencia en el
ámbito mexicano se expone hasta el 15 de enero de 2012 trasladándose
a Francia, el 1 de marzo, al Museo de Arte Moderno de la Villa de París.
‘Resisting the present. Mexico 2000-2012’
aporta, con 24 artistas, nacidos en su mayoría después
de 1975, una revisión de obras que cuestionan directamente las
condiciones sociales y políticas del espacio en el que viven
asumiendo el principio inherente al arte desde los inicios de la modernidad
por el que el arte, en su autonomía se hace crítico de
la sociedad. Se aprecia su inquietud por los problemas que laten en
la sociedad actual mexicana: Instalaciones, videos, diseño, fotografía,
escultura y gráfica revelan un activismo social engarzado por
reflexiones que abarcan ansiedades internacionales comunes como se apunta
con las vinculaciones teóricas y plásticas con Francia,
en donde la obra de un artista multifacético como Alejandro Jodorowsky
sirve de bisagra conceptual por la impronta de su obra en la mayoría
de los participantes.
La exposición, seleccionada por Ángeles
Alonso Espinosa y Angeline Scherf desde ambos museos, cuenta con una
cuidada museografía creadora de espacios de inmersión
crítica a través de las propuestas visuales y teóricas
que llevan al diálogo interior y la reflexión del visitante.
Desde la invitación a llevarse una imagen de la obra ‘Recuerditos’
de Bayrol Jiménez, que originaba una multiplicidad de variaciones
en rojo y azul entre las 21 serigrafías que componen la intervención
en el muro, la lectura de agudas frases vitales de Jodorowsky proyectadas
sobre el muro, hasta la muralla de tabiques aplastando el libro ‘El
Capital’ de Marx de Jorge Méndez se da paso a un recorrido
que apunta las tensiones de la sociedad en México con su política
y corrupción junto a la emigración, identidad y narcotráfico,
acabando en el espectacular grupo de 549 objetos quemados de Arturo
Hernández suspendidos sobre el patio del Museo refiriéndose
a la explosión de ductos de Pemex en S. Martín Texmelucan.
Varias obras
son documentación de acciones en el exterior como la de Minerva
Cuevas, la de Héctor Zamora o Ilán Lieberman, protagonistas
que destacan por sus intervenciones con sentido social de denuncia.
El rechazo a la autoridad y jerarquía en la video-entrevista
con Jean Genet como ‘Enemigo declarado’, de Pablo Sigg,
y la bibliografía de anarquismo encuadernada con papel lija,
de Juan Pablo Macías, muestran la incomodidad de la resistencia.
Jonathan Hernández conduce la mirada a reconsiderar la propia
actuación del arte contemporáneo de México apilando
catálogos y libros de exposiciones como reevaluación de
la creación contemporánea y su exportación en la
era de la globalización que, con el video de Adriana Lara se
apunta a desmantelar sus operaciones; con los que finalmente se erige
la duda si realmente el arte está cumpliendo o influyendo como
medio de cambio de las estructuras económicas y políticas
¿Cómo sucumben las prácticas artísticas
transformadas desde su esencia en producto devorado por las propias
estructuras que dice criticar? Pregunta que induce también la
obra de Tercerunquinto ‘No hay artista que resista un cañonazo
de $50,000 dólares’.
La gran mayoría de artistas en esta selección de óptica
cultural franco-mexicana son admirables, aunque en algunos, las estrategias
mostradas no resultan renovadoras, faltando en esta visión de
la resistencia apuntar estrategias que envuelven la tecnología
y la disrupción de lo cotidiano envueltos en el diseño
y la arquitectura donde hay buenos ejemplos de autores mexicanos.
La actividad
social del arte se detona desde la propia orientación del artista
o es impulsada por las instituciones que utilizan el arte para difundir
un mensaje de reflexión o denuncia. Así se estimulan valores
de vinculación con la tarea social de las prácticas artísticas,
aunado a otros medios de concienciación.
Uno de los estigmas en la sociedad actual es todavía la violencia
contra la mujer, que ha sido el tema seleccionado para la 8ª
Bienal Puebla de los Ángeles en la Universidad Iberoamericana,
que permaneció expuesta hasta el 3 de diciembre. La visión
del tema fue plasmada por más de 300 artistas centrados en la
fotografía y la gráfica buscando desentrañar los
aspectos del problema.
El estado de la violencia familiar y la actuación violenta contra
la mujer, incluso fuera del núcleo familiar, es muy extendido.
El problema destaca en Puebla al figurar entre los Estados donde la
mujer sufre notable maltrato. El problema se agrava cuando la víctima
no es consciente de sus derechos, pues considera que su agresor tiene
la atribución de hacerlo en una sociedad dominada por la ideología
machista.
La exposición se desenvolvía con los trabajos seleccionados
de 30 artistas provenientes de distintos lugares de la República
mexicana. Un conjunto visual respaldado por el jurado integrado por
Dr. Iván Ruíz, especialista en Semiótica de la
UAP, Víctor Palacios del Museo de Arte Moderno, y por Gerardo
Martínez del IAGO, quienes garantizaban una selecta recopilación
de calidad elocuente entre la numerosa obra enviada, donde se hacía
evidente la tendencia por las operaciones simbólicas y significativas
alejadas de la mera simpleza figurativa cartelista.
Se percibía en las obras la concordancia precisa en una buena
imagen entre información semiótica e información
estética. Al estar centrada en las disciplinas de gráfica
y fotografía, la bidimensionalidad dominante procuraba un conducto
de atención hacia la significación icónica referencial
apoyada en componentes lumínicos, compositivos y texturales;
una información estética provista mayormente desde la
fotografía con sus variantes de manipulación digital y
las correspondientes operaciones de transferencia a soporte bidimensional,
con varios ejemplos de dibujo en valor tonal o figuración lineal.
Las
operaciones retóricas empleadas en las imágenes recurrían
a la memoria del espectador y surtían un efecto dependiente del
bagaje experiencial de estas situaciones y la capacidad de codificación
e interpretación del individuo. Mayormente las obras aludían
de una manera periférica al abuso, imposición o terror,
al quebranto de las ilusiones, y a la obligada condición social
de la mujer. Las estrategias semióticas se encauzaban a la descripción
de los efectos por las causas, la asociación de imágenes,
o la sustitución icónica que oscilaban entre el cuerpo
como depositario de la violencia y la mente como espacio del sometimiento
masculino.
La muestra proveía una experiencia estética creando una
relación simbólica con las imágenes que demandaban
la concienciación sobre estas situaciones de maltrato físico,
violencia psicológica, abuso sexual y discriminación de
género. Una exposición que coincidió con la actitud
de resistencia y denuncia, la orientación social del arte donde
se involucra la imagen que incomoda, no precisamente con objetivo de
belleza, y son detonadoras de sensibilidad y conciencia sobre los condicionamientos
sociales.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva
York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’
en 1992 por ‘World Education Services’. Título de
Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando,
Madrid.