1 - El Arte de la instalación
y el conceptualismo ruso.
Las raíces de la instalación en occidente descansa en
los Happenings y en las acciones de Arte; la instalación es producto
de lo que queda de algunos eventos congelados en el tiempo, como sucede
en las instalaciones de Beuys, Kounellis y Merz. El origen de las instalaciones
de Europa oriental reside en la pintura. La instalación occidental
se orienta hacia el objeto, hacia la apariencia de los diferentes objetos
después de la acción. La instalación en Europa
oriental se dirige hacia el espacio, hacia la atmósfera de una
situación particular. Tal es el caso del maestro ucraniano Ilya
Kabakov que aquí presentamos.
2.- Coleccionismo e ‘intimidad diaspórica’;
el fetiche de la mercancía.
Todo espacio realmente habitado contiene la esencia del concepto de
hogar, porque allí se unen la memoria y la imaginación,
para intensificarse mutuamente. En el terreno de los valores forman
una comunidad de memoria e imagen, de tal modo que la casa no sólo
se experimenta a diario, al hilvanar una narración o al contar
nuestra propia historia, sino que, a través de los sueños,
los lugares que habitamos impregnan y conservan los tesoros del pasado [Nota
1]. Así pues la casa representa una de las principales
formas de integración de los pensamientos, los recuerdos y los
sueños de la humanidad. Sin ella, el hombre sería un ser
disperso.
La casa es así un dispositivo
de la memoria, evoca recuerdos, convoca entidades fantasmagóricas.
También el inconsciente esta poblado de fantasmas. No sólo
los recuerdos, también las cosas que hemos olvidado están
‘almacenadas’ allí. El alma es una morada [Nota
2]. Recordando las casas y las habitaciones aprendemos a
mirar dentro de nosotros mismos.
Como la memoria involuntaria, coleccionar es un desorden productivo
[Nota 3], una forma
de remembranza práctica en la cual los objetos se introducen
en nuestras vidas y nosotros en las suyas. Por tanto, en cierto sentido
aún el más simple acto de reflexión política
marca una época en el comercio de antigüedades. Para el
coleccionista, el mundo está presente, en realidad está
ordenado en cada uno de sus objetos, sólo que según una
relación sorprendente e incomprensible en términos profanos.
Nuestra casa es un escenario para representar nuestra vida, de manera
que decorar es imaginar una vida. Por ello a quienes sucumben ante ‘la
moda’ –como la producción industrial del ‘siempre
lo mismo’– ella les prescribe el ritual a través
del cual el fetiche de la mercancía quiere ser adorado.
Es en el exilio donde se hace imprescindible
recrear una vida, recrearla como remembranza y anclaje de la identidad.
Lo que persiste en la distancia son ciertas impresiones, una particular
memoria emotiva que evoca olores, sabores, ritos, dicciones, modismos,
rasgos que ‘caracterizan’ la pertenencia a una comunidad
a una ‘intimidad cultural’. A este respecto, la generación
de una iconografía, una re-creación plástica del
imaginario patrio, se convierten en un trabajo épico y una experiencia
artística compleja en la que el sujeto emigrante, sujeto en crisis
por razones políticas, sociales o culturales, vive un intenso
transe fantasmático con el espacio, ya sea el que abandona, el
que recorre, el que ansía o al que llega, poniéndose a
su vez a prueba con los otros en los que despierta la potencialidad
de tolerancia o de hostilidad. Es así como bajo la forma de objetos
atesorados, que se transportan en las valijas del emigrante o que se
adquieren después, en prácticas altamente ritualizadas,
en los 'mercados de pulgas' del propio territorio de adopción:
fotografías, ropas, utensilios típicos, souvenirs, una
parafernalia de cosas entre el coleccionismo y el kitsch, que atiborran
vitrinas o 'altares' domésticos como nunca lo harían en
la propia tierra, donde muchas de ellas serían desdeñadas
precisamente por los mismos 'efectos' de sentido–. Todas prácticas
estéticas de la cotidianidad que configuran al mismo tiempo un
relato del exilio y un lugar de memoria y cuyo intento de preservar
la 'identidad' toma, curiosamente, la forma de una 'intimidad diaspórica'
[Nota 4]. Este ha
sido el caso del artista ucraniano Ilya Kabakov.
3.- El Síndrome de Diógenes o el coleccionista
de basura; una instalación de Ilya Kabakov
Pero qué sucede si el coleccionismo deriva en obsesión,
en la manía de no querer dispersarse en ningún sentido
y somos poseídos por el Síndrome de Diógenes [Nota
5] ese extraño comportamiento –patrón
obsesivo de conducta– de seres extremadamente huraños que
viven recluidos en sus propios hogares y rehuyen cualquier contacto
social. En esa reclusión en el propio hogar y el abandono de
toda higiene las personas que lo sufren pueden llegar a acumular grandes
cantidades de basura en sus domicilios. Suelen reunir grandes cantidades
de dinero en su casa sin tener conciencia de lo que poseen. Por el contrario,
piensan que su situación es de pobreza extrema, lo que les induce
a ahorrar y guardar artículos sin ninguna utilidad. Es frecuente
que almacenen objetos inútiles, en apariencia basura y desperdicios,
como casos de personas que atesoraban billetes antiguos sin vigencia
legal, bombillas de butano o latas de pintura.
Este placer asfixiante es lo que recrea
el artista ucraniano Ilya Kabakov –de aspecto austero– marcado
por el el análisis social y la observación de la vida
de los ciudadanos bajo el régimen comunista– en su obra
conceptual ‘The Man Who Never Threw Anything Away’, La obra
de Kabakov era un museo de basura dedicado al ‘Hombre que Nunca
Tiraba Nada’, el coleccionista de basura. En la sala se experimenta
en primera persona la manía de coleccionar todo, cualquier cosa,
por nimia que ésta pueda parecer y la pasión por el orden
estricto de cada cosa, una obsesión clasificatoria similar a
los detallados relatos de Pérec en Pensar y Clasificar [Nota
6].
4.- Viviendas comunitarias; El mundo como proyecto y representación.
Las instalaciones de Kabakov son construcciones complejas, no exentas
de sátira e ironía, en las que se atiborran objetos, imágenes
y textos recreando entornos deprimentes de viviendas comunitarias, clínicas
mentales, aulas escolares y oscuros lugares de trabajo.
En las fotografías se aprecia cada uno de los objetos clasificados
(un pequeño cristal roto, una madera diminuta, un fragmento de
una cáscara de huevo, envases de leche de magnesia, cuentas de
luz, cartas, botones, telegramas etc.). Una feroz inmersión en
los universos mentales sofocantes, como una pared que de tanto cobijarnos
comienza a estrecharse y termina por aprisionarnos, como la manía
de acumular ya sea por miedo al futuro o simple avaricia. Recordemos
que el mundo consiste en una multitud de proyectos, realizados algunos,
a medio realizar otros, y algunos sin realizar. La acumulación
no funcional –que aparece sublimada bajo la forma del coleccionismo–
parece responder al deseo utópico y maniaco de evitar la dispersión
y la fuga de las posesiones sean estas personas u objetos inanimados.
Deseamos que el mundo comparezca todo y simultaneo sin puntos de fuga,
en la claustrofobia del orden regulado según las más tiranas
ideas que pueden apoderarse de nosotros.
Así la proliferación de las ‘instalaciones’
parece una prueba más de la tendencia terapéutica del
arte de exorcizar nuestros demonios haciéndoles frente por medio
de montajes, sobre todo de objetos reales, de proyectos de obra, resoluciones
y otros actos psicomágicos que también podemos calificar
de hondo y sustantivo efecto espiritual. Las creaciones de artistas
como Kabakov apuntan en este sentido a dotar al arte de los influjos
terapéuticos a los que visionariamente Beuys [Nota
7] apuntara.
Entre sus últimas creaciones destaca la instalación ‘El
hombre que voló al cosmos desde su departamento’, presentado
en el Centro Georges Pompidou, París (1989).
Kabakov recupera el vigor del accionismo –esa tradición
de artistas que supo sacar al Arte de la Galería– y mediante
efectivos cruces entre palabra, imágenes y textos lograron conmovernos.
5.- El Palacio de los Proyectos; Declaraciones mecanografiadas
y delirio existencial.
Sobrevalorado o no, trascendente o no, el artista ucraniano
Ilya Kabakov se ha convertido en uno de los representantes más
visibles del arte de la instalación en las dos últimas
décadas. Su más reciente creación ‘El Palacio
de los proyectos’, como suele ocurrir con sus obras, no deja a
nadie indiferente. Este trabajo recrea un imaginario lugar de madera,
estructurado en diversas dependencias a las que el espectador accede
como si se tratara de una tienda de muebles reciclados.
Cada estancia contiene elementos que
varían de una a otra. Pero siempre puede encontrarse una silla
y una mesa sobre la cual se halla un texto escrito (65 en total). Declaraciones
mecanografiadas de seres anónimos de Moscú, Kiev y otras
ciudades de la antigua Unión Soviética (hoy de países
como Rusia o Ucrania).
Obreros, taxistas o ingenieros escriben, en pleno delirio existencial,
sobre temas agrupados en tres grandes apartados: la mejora de la vida
de otras personas, la estimulación de la creatividad y la perfección
de uno mismo como individuo.
6.- Instalaciones, huellas y ruinas; el arte en tiempos de indigencia.
En las instalaciones de Ilya Kabakov siempre se observa
la presencia de la memoria, a veces con retazos autobiográficos,
como el antiguo espacio de una casa, que después fue ruina, y
luego dio paso sólo a la huella de la ruina. Esta huella es la
memoria y la historia de otros.
Muchas veces la presentación de sus instalaciones, vivencias
del pasado detenidas y extraídas, dejan una sensación
de desolación, tristeza y necesidad de evasión.
Pese a todo siempre existe un lugar para la esperanza y ese lugar siempre
está conectado con el pasado. Cada tiempo, cada espacio, cada
territorio tienen imágenes simbólicas, que representan
un cierto anclaje a determinadas ciudades y casas.
El arte contemporáneo se nos presenta de dos formas: una de ellas
es la que muestran los museos y exposiciones, en las que el visitante
está formado y sabe lo que está viendo o lo que espera
ver. La otra es la de mostrarse a sí mismo como proyectos públicos,
directamente dirigidos al espectador en general. No se trata de ‘teatro
sólo para dramaturgos’ sino para un público diverso
y variado en cuanto a la profundidad de su conocimiento del arte. De
esta forma, las reacciones frente a la obra de Kabakov pueden ser de
sorpresa o desconcierto, pero jamás de indiferencia. La precariedad
de sus obras puede ofrecernos las formas de un lirismo superior y convertirse
en una nueva épica de la resistencia, llegando a ser un duro
emplazamiento ante un mundo obsceno, una dura forma de responder a la
cuestión de para qué arte en tiempos de indigencia.
7.- El hombre que salto al Cosmos; de la Guerra Fría
al proyecto Esferas.
La instalación ‘El hombre que salto al Cosmos’ [Nota
8] de Ilya Kabakov muestra una fantástica incursión
en el universo de los últimos años del régimen
comunista a través de la historia de un hombre que trata de escapar
de su vida, e idea la manera de hacerlo, autopropulsándose y
partiendo hacia el espacio. En su cuarto quedan sus zapatos y un agujero
en el techo, prueba de que logró salir. Se dice que nunca más
se ha sabido de él, con lo que su operación parece que
resultó un éxito.
La imagen comporta una imagen evocativa que remite a hitos de la guerra
fría, aquella que se libro entre las dos superpotencias en ámbitos
tan disimiles como la carrera espacial, los juegos olímpicos
y los campeonatos mundiales de ajedrez; distintos frentes para un objetivo
común, afirmar la hegemonía intelectual y tecnológica
de uno de los bloques. Entre estos hitos, uno que significo un duro
revés para el imperio americano sería la puesta en órbita
del cosmonauta soviético Yuri Gagarin el 12 de Abril de 1961
[Nota 9], literalmente
un hombre que salto al Cosmos. Y si se acentúa el aspecto de
la explosión que debió tener lugar para expulsar al hombre
al Cosmos –a enfrentar el frío inconmensurable del afuera
[la helada cósmica a la que refiere Sloterdijk en su Proyecto
Esferas]– [Nota 10]
asoma el devastador escenario del accidente de Chernobil [Nota
11], que forzó al gobierno de la Unión Soviética
a la evacuación de unas 135.000 personas y provocó una
alarma internacional al detectarse radiactividad en diversos países
de Europa septentrional y central. Una nube radiactiva recorría
Europa, diseminando muerte y mutaciones genéticas desconocidas,
develando la vulnerabilidad de la tecnología nuclear soviética,
inaugurando una nueva era en las preocupaciones ambientales que han
movilizado no sólo a activistas en una égida ambientalista
sino a nuevos artistas conceptuales convertidos en verdaderos profetas
de la devastación.
Bibliografía
* PRADA, Juan Martín, La crítica al discurso histórico
tradicional, (1998) (Publicado originalmente como Capítulo
VI del libro 'La apropiación Posmoderna. Arte, práctica
apropiacionista y teoría de la Posmodernidad'. Ed. Fundamentos.
Madrid. 2001.)
* VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, 'Peter
Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización',
En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN
1885-5679, año I - número 5- julio 2006, http://www.revistadefilosofia.com/SLOTERDIJK.pdf
* 'Space, Site, Intervention.
Situating Installation Art'. Erika Suderburg, Editor. U. Minnesota
Press. Minneapolis 2000
* 'Site Specific Art: Performance,
Place and Documentation' Nick Kaye. Routledge 2000
* 'Theories and Documents
of Contemporary Art' Kristine Stiles & Peter Selz editores.
U. California Press 1996. (Capítulo 6: Installations, environments
and sites).
Nota 1: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, 'La arquitectura de
la memoria: Espacio e identidad' pp. 163 – 176 Revista Cuadernos
de Filosofía - Nº 22 - 2004 [Publicación anual].
Universidad de Concepción – Chile. ISSN 0716-9884 y En
A Parte Rei Revista de la Sociedad de Estudios Filosóficos
de Madrid Nº 37 – 2005 http://serbal.pntic.mec.es/%7Ecmunoz11/vasquez37.pdf.
Nota 2: HEIDEGGER, Martin, Interpretaciones de la poesía
de Hölderlin, Barcelona, Ariel, 1983.
Nota 3: Desde otra perspectiva la noción misma de 'colección'
puede ser abordada en claves estéticas y sociológicas,
apuntando que el individuo que colecciona desde sellos de correos hasta
alfombras persas, y se siente así impulsado a 'realizarse' en
el placer que supone la posesión de un conjunto de objetos, donde
la idea misma de colección está directamente vinculada
a la posesión –no funcional– por encima de la necesidad,
es decir, a la riqueza. Respecto de las maneras de 'usar' el excedente
cabe la prodigalidad que acelera el caudal de los objetos o productos
en la esfera personal ya sea eliminándolos mediante el regalo,
el desgaste, la destrucción, la eliminación, el trueque
–sistema extrovertido en la terminología de Jung–
ya sea mediante el amontonamiento.
Nota 4: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, El vértigo de
la sobremodernidad: turismo etnográfico y ciudades del anonimato.
Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey [en línea]
2007, (022):[fecha de consulta: 02 de enero de 2008] Disponible en:
http://redalyc.uaemex.mx/redalyc/src/inicio/ArtPdfRed.jsp?iCve=38402208%3E%20ISSN%201405-4167.
Nota 5: En 1975 este extraño síndrome motivó
la aparición de un trabajo científico que detallaba la
patología siendo bautizada como 'Síndrome de Diógenes',
en referencia a Diógenes de Sínope, el filósofo
cínico célebre por por preconizar un modo de vida austero
y renunciar a todo tipo comodidades. Ver: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo,
'Recuperación Estética del Ideario Cínico; De Diógenes
a Sloterdijk'.
Nota 6: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, 'Georges Perèc;
Pensar y clasificar', en Revista ADAMAR, Nº 26, 2007, Madrid,
Sitio incluido en el Directorio mundial de literatura de la UNESCO.
http://adamar.org/ivepoca/node/232.
Nota 7: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, 'Joseph Beuys 'Cada
hombre, un artista'; Los Documenta de Kassel o el Arte abandona la galería'
(Reedición) En Revista Almiar, MARGEN CERO, MADRID, Nº 37
- diciembre de 2007 - Margen Cero ©, Fundadora de la Asociación
de Revistas Culturales de España, ISSN 1695-4807, http://www.margencero.com/articulos/new/joseph_beuys.html.
Nota 8: Catálogo de la Exposición 'Cosmos',
I. Kabakov: El hombre que voló al espacio desde su apartamento.
(1981-1988).
Nota 9: En realidad, los pioneros de la Carrera Espacial fueron
los alemanes. Allá por los años 40, la Alemania nazi desarrolló
el primer cohete de la historia -el V2-. Fue un invento que desató
miles de ambiciones. Luego vino el fin de la II Guerra Mundial y los
secretos del Tercer Reich pasaron a manos de Estados Unidos y la Unión
Soviética, los grandes protagonistas de la Guerra Fría.
En el ambiente paranoico que se vivía entonces, no pocos creían
que quien conquistara el espacio dominaría también la
Tierra. Cuando Moscú lanzó el Sputnik 1 el 4 de octubre
de 1957 puso en jaque el sueño estadounidense, no tanto desde
el punto de vista tecnológico -el Sputnik 1 era un sencillo satélite
de telecomunicaciones-, sino porque los soviéticos ganaron con
ello la posibilidad de jactarse de haber sido los primeros. En 1962,
el ahora mítico Yuri Gagarin fue el primer hombre que orbitó
la Tierra. Un año más tarde, en medio de una masiva campaña
publicitaria, Moscú volvía a levantar la bandera de la
superioridad soviética al anunciar que Valentina Tereshkova se
había convertido en la primera mujer en el espacio. Y en 1968,
el cosmonauta soviético, Alexei Leonov, realizó la primera
caminata espacial. Hasta que en 1969 por fin Estados Unidos pudo ser
el primero. La promesa de Kennedy se cumplió el 20 de julio,
cuando él ya había sido asesinado y Richard Nixon era
quien gobernaba la Casa Blanca. Ese día, tras orbitar diez veces
alrededor de la Luna, el astronauta Neil Amstrong posó el módulo
Eagle y fue el primer hombre en dar unos pasos sobre la superficie lunar.
El mundo, sorprendido, vio el alunizaje por televisión. Pero
habían sido tantos los fracasos estadounidenses frente a los
soviéticos que incluso así muchos no lo creyeron. Nacieron
así las múltiples teorías conspirativas que apuntaban
a que la llegada a la Luna había sido un montaje, algunas de
las cuales aún tienen defensores.
Nota 10: VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, 'Peter Sloterdijk;
Esferas, helada cósmica y políticas de climatización',
En EIKASIA. Revista de Filosofía, OVIEDO, ESPAÑA. ISSN
1885-5679, año I - número 5- julio 2006, http://www.revistadefilosofia.com/SLOTERDIJK.pdf.
Nota 11: La cantidad de material radiactivo liberado en la 'Chornobil's'ka
katastrofa', que se estimó fue unas 500 veces mayor que la liberada
por la bomba atómica arrojada en Hiroshima en 1945, causó
directamente la muerte de 31 personas, forzó al gobierno de la
Unión Soviética a la evacuación de unas 135.000
personas y provocó una alarma internacional al detectarse radiactividad
en diversos países de Europa septentrional y central.
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DATOS
DEL AUTOR:
Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense
de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento
y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización:
Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto
de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología,
Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y
de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB.
Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones
de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas
www.observacionesfilosoficas.net.
Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía
de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado
de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales,
Buenos Aires— www.psikeba.com.ar,
miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de
arte contemporáneo y nuevas tendencias— www.escaner.cl
y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista
de Filosofía y Culturas en Diálogo.