Nació
en Vivero, Lugo el 5 de enero de 1902. Fue la cuarta hija del matrimonio
formado por María del Pilar González y Justo Gómez
Mallo. Al poco tiempo se trasladaron a Avilés, donde comienza
a copiar las ilustraciones que aparecían en las revistas de la
época.
Con veinte años se inscribe, junto con su hermano Cristino, en
la Escuela de Bellas Artes de la Academia de San Fernando, donde estudió
hasta 1926.
En Madrid pronto se relacionó con jóvenes escritores y
pintores como María Zambrano, Concha Meléndez, Salvador
Dalí, Federico García Lorca o Alberti, con el que mantiene
una relación hasta que este conoce a Teresa León.
En la década de los años 20, Maruja trabajó en
La gaceta literaria, en donde tuvo una muy mala relación
con su director, un reconocido misógino que no alentó
ni valoró su trabajo, convencido de que era "una mujer del
montón". Lejos de desalentarla, siguió buscando trabajo
como dibujante en revistas y diarios. Ilustró varios números
de El almanaque literario, Revista de Occidente y Revista
de avance, entre otros, además de realizar portadas de
varios libros.
En 1928 expone por primera vez en los salones de la Revista de Occidente.
Exhibió diez óleos que representaban poblados llenos de
sol, toreros y Manolas, así como estampas coloreadas de,
maquinaria, deportes y cine de principios de siglo. La exposición
fue todo un acontecimiento cultural en Madrid, y también punto
de partida para que Maruja fuera juzgada por su obra y no por su condición
femenina.
Poco después, participó en la Exposición de Arquitectura
y Pintura Moderna, celebrada en San Sebastián; en 1930 ilustró
junto con Dalí y Ángeles Santos artículos para
El Robinson. Un año más tarde se hizo merecedora
de una beca para ir a París a ampliar sus estudios, y fue ahí
donde Maruja se inició en su etapa surrealista. Conoció
a André Breton, Paul Elúard, René Magritte, entre
otros representantes de esta corriente. Su pintura cambió radicalmente
y alcanzó la maestría, tanto
que el mismo Breton le compró en 1932 el cuadro titulado Espantapájaros,
obra poblada de espectros que hoy es considerada una de las grandes
obras del surrealismo. Esta obra pertenecía a una serie de pinturas
tituladas Cloacas y Campanarios. La pintura de esta etapa es
desgarradora y tremendista, actitud que fue suavizando con el paso del
tiempo.
Regresó a Madrid y participó activamente en la Sociedad
de Artistas Ibéricos. Para entonces había adquirido tal
notoriedad que el gobierno francés compró uno de sus cuadros
para exponerlo en el Museo Nacional de Arte Moderno.
A partir de 1933, Maruja Mallo comprometida con la República,
se dedicó a enseñar dibujo y cerámica en el madrileño
Instituto de Arévalo. Un año más tarde, estudió
matemáticas y geometría a fin de aplicarlos en su obra,
principalmente en la cerámica. En esa misma época participó
en programas educativos y en las Misiones Pedagógicas.
De 1936 data su periodo "constructivo", durante el cual pintó
elementos naturales como frutas, minerales, fósiles, y expuso
con los pintores surrealistas (entre ellos Remedios Varo) en Londres
y Barcelona.
En ese mismo año, la Guerra Civil Española la sorprende
en Galicia, donde permanece unos meses, de allí, huyó
a Portugal. Toda su obra cerámica de esta época es destruida
en la Guerra. Poco tiempo después, su amiga Gabriela Mistral,
embajadora de Chile, la ayudó a trasladarse a Buenos Aires, donde
siguió pintando, dando clases y cultivando amistades. Conoce
a Pablo Neruda quien le presentó a Miguel Hernández, con
el que la unió una sólida amistad.
En Argentina recibe un rápido reconocimiento, colabora en la
famosa revista de vanguardia "Sur", en la que también
participaba Borges. Es una etapa de su vida en la que se dedica a viajar,
vive entre Uruguay y Buenos Aires, y a diseñar, pintar, en definitiva
a crear y crear. También se suceden las exposiciones, París,
Brasil y Nueva York.
A los treinta y siete años publicó el libro Lo popular
en la plástica española a través de mi obra
(1939), y empezó a pintar especialmente retratos de mujeres,
cuyo estilo es precursor del arte pop estadounidense.
Esta nueva etapa, a la que los expertos han llamado "cósmica",
se dedica a recrear la naturaleza sudamericana. Entre las obras más
importantes de este periodo destacan: Agol (1969), Geonauta
(1975) y Selvatro (1979).
En cuanto se instaura el peronismo en Argentina, Maruja deja el país
y se traslada a Nueva York, para regresar a España en 1965, tras
veinticinco años de exilio.
La que fuera una de las grandes figuras del surrealismo de preguerra
es casi una desconocida en su tierra. Pero no le importa, se instala
en la calle Núñez Balboa de Madrid, y casi como un símbolo
dibuja de nuevo la portada de la "Revista de Occidente". En
1979, comienza su última etapa pictórica con Los Moradores
del vacío, tenía ya setenta y siete años, pero
aún conserva esa frescura y vitalidad que la acompañarán
durante toda su vida. En la década de los 90 le ofrecieron varias
exposiciones y premios, como la Medalla al Mérito en las Bellas
Artes y el Premio de Artes Plásticas de Madrid.
A pesar de todo, Maruja Mallo no es una pintora suficientemente recordada
y reconocida como una artista que creó un estilo propio, e influyó
en la pintura actual y de vanguardia. El 6 de febrero de 1995, murió
a los noventa y tres años en Madrid.