La realidad
en México está rodeada por la problemática del
narcotráfico y, si bien mi atención con la evaluación
y comentarios críticos no se centran en el área de lo
político-social, me referiré a este fenómeno desde
la certeza que los factores externos determinan nuestros pensamientos,
sentimientos y acciones. Usaré el deplorable panorama de la adicción
a las drogas y su tráfico comercial equiparándolo con
la actividad artística que abusa del desviado trabajo del realismo
figurativo en Puebla sugiriendo que se está difundiendo el vicio
de la mirada corrompida y su ejecución como idea fotográfica
desde una constricción estética reduccionista que va creando
dependencia, tráfico de lo desechable y empoderamiento de esa
idea de cultura en Puebla por parte de sectores miopes a la auténtica
dimensión del arte convertido en la fabricación de imágenes
que alimentan una pervertida necesidad estética de las clases
elitistas y que los propios artistas crean, estimulan y satisfacen beneficiándose
de esa producción; noción que llamaré ‘Narcorrealismo’...
este ambiente tiene el gran inconveniente de crear adicción transformando
los valores y la mirada de la sensibilidad artística en el individuo.
A menudo se menciona el ‘valor’
del arte. Pero ¿Qué es un valor? Es la cualidad que subyace
en las cosas o acciones que las hacen deseables... El valor del producto
artístico se condensa en el bien tangible... el valor es algo
que se agrega al objeto material o a la idea. De ahí se induce
que algo posee valor, es apreciado y valorado. Pero no todas las cosas
atrayentes y que se aprecian comportan un bien, sino que en muchas situaciones
disfrazan un daño; conllevan un efecto no deseable. El narcotráfico
constituye un ejemplo con la interacción en el ámbito
de las drogas. En él participan los que comercian y poseen el
mercado, que involucra a los adictos a las drogas, con las consecuencias
de la dependencia, descomposición social y personal, y crimen
organizado. Las drogas son deseadas, e igual que anheladas se revisten
de un valor que satisface la propia necesidad creada; los narcóticos
estimulan un estado de sueño y pérdida de la conciencia,
siendo el narcotraficante el que se dedica a traficar con drogas o narcóticos.
La dependencia de las sustancias narcóticas, además de
causar la degradación física y moral, contribuye a construir
ese ámbito social de aquellos que se encuentran inmiscuidos en
las drogas y los que las facilitan formando esa cultura del narco, que
no sólo se define por el estilo de vida con la música
con los narco-corridos, su culto religioso, su moda de vestir, la ostentación
de joyas, y la prepotencia. Se convierten para la juventud en modelos
a seguir propagándose al percibir cómo se evade la pobreza
y son recubiertos de un falso ‘respeto’ generando el temor
y al mismo tiempo rechazo por la impotencia del ciudadano ante la brutalidad
impuesta por los criminales. Al final, es en el pensamiento donde radica
el dominio sobre la persona subyugada por la atracción y deseo
de aspiraciones erróneas.
Similar situación se produce con la actividad del realismo de
escasa calidad plástica y artística en Puebla: se genera
a través del pensamiento y la mirada un vicio que distorsiona
la percepción y una adecuada valoración del espectador
que crea adicción, además de la propagación errónea
de esa aproximación a la creación plástica que
embota la conciencia del estudiante y del espectador en un estado evasivo
de sueño narcótico.
La tendencia pictórica realista empleada sin inteligencia impulsa
al espectador a zambullirse en un estado evasivo equiparable al sueño
narcótico que atrapa la mente como las drogas sujetándolo
a vivir una realidad evadiéndose de lo auténtico, no porque
se experimente un estado de realismo virtual, sino porque se transmite
una adulteración de la realización pictórica de
calidad, que aparece muy distante de la práctica de una acción
simbólica de interés.
Por su propia libertad, el artista
se puede permitir el degradarse en su quehacer, desgastar su potencial...
pero el asunto se vuelve un problema de salud cultural cuando la difusión
de la imagen es la causa de un vicio que envuelve a otros individuos
que son atrapados como sucede con el abuso de las sustancias narcóticas
y que, como la droga, hace vivir a través de ese realismo una
falsa realidad. No se trata de ser absolutamente escéptico del
uso de la figuración realista, sino de la deformación
del tratamiento artístico de lo real que denomino ‘Narcorrealismo’:
ese ámbito creado entre el productor de imágenes y el
consumidor que por la naturaleza de la realización degrada la
realización pictórica a un estado de ínfima calidad
que, bajo el ensueño narcótico de lo real, aparentan una
distinción elevada de representación y sensibilidad que
atrae la mente del espectador sin ser conscientes de ser sometidos,
adulterando su mirada y doblegándola en similar dependencia a
como el drogadicto cae preso del sueño narcótico y se
hace fisiológicamente dependiente.
‘Bienvenido al desierto de lo real...’ es una frase
de la película ‘Matrix’ al mostrarle a Neo lo que
es la realidad, que resulta contraria a la ilusión en la que
él creía existir... Y así, en otro momento de la
película, un protagonista refleja el efecto conformista reafirmándose
en disfrutar la ilusión renunciando a la realidad declarando
su preferencia a pesar de saber que no es real. Éste es el mismo
efecto extendido en el observador obnubilado con la apariencia de la
pintura realista mal enfocada.
La exposición mostrada en las Galerías del Palacio del
Ayuntamiento ‘Distintos senderos, un espíritu’
demandaba la apreciación del espectador aspirando a ser ejemplo
de discurso de sensibilidad, según el texto introductorio, con
el que la mirada del observador convergía con la producción
del autor que cerraba el círculo de la obra. Sin embargo, el
visitante se encontraba ante un panorama anquilosado y blando de la
figura humana y bodegones que satisfacía a los enviciados por
el narcorrealismo. Cinco eran los pintores dentro de la estela del pintor
Carlos Oviedo que adiestró la mirada de algunos discípulos
y vició la de todos creando ese ámbito del narcorrealismo
que infectaba al público ignorante que caía víctima
de ello. Imágenes lánguidas concebidas como agradables,
pinturas inconsistentes entendidas como dulces, representaciones blandengues
percibidas como suaves. Sí, el panorama de la figura desnuda
y el bodegón reunido en la exposición como realidad dulce,
suave y agradable presentaba imágenes que alardeaban la técnica
de ejecución y de representación simbólica, pero
que escondía la realidad de una esencia narrativa blandengue,
lánguida e inconsistente.
La obra de los cinco artistas se enmarcaba
entre los estilos hiperrealista y realismo figurativo. Son dos generaciones
de productores de imágenes acorralados en lo que he señalado
como narcorrealismo con la responsabilidad que esta designación
conlleva y que se aprecia en la formación autodidacta de los
dos jóvenes y en Fidel García junto a la procedencia de
los dos restantes que son ingeniero y arquitecto, quienes abordan la
imagen con conceptos retrógrados y anquilosada estética
de la que habría que exceptuar a Marielle García, aunque
en ella se hallan también muchos de los errores formales extendidos
en los otros artistas. Pero en todos se encuentra la sobrevaloración
de la técnica de realización limitados en un género
pictórico contribuyendo al mercado especulativo del arte. En
su discurso plástico se descuidaba la construcción conceptual
que edifique su valor estético, aunque en los jóvenes
afloraba levemente. Las narrativas de estos artistas son diferentes
pero tienen un fondo común enraizado desde el ensimismamiento
en lo figurativo sostenidos por la ensoñación ideológica
del espíritu alejándose de contribuciones al diálogo
actual de la imagen.
Son ejemplos de cómo el narcorrealismo
deforma el pensamiento-mirada del espectador y del artista productor
que circunscribe su plástica a esa figuración sin completo
conocimiento de representación de la figura humana y sin reto
conceptual, incapaces de impulsarse en la responsabilidad que el arte
actual demanda de su autor. En cambio, aparecen dominados por la simpleza
de su pensamiento artístico superficial impotentes de indagar
más allá de la superficie del lienzo pintado. Aunque éste
era el enfoque conjunto de la muestra hay que pormenorizar los discursos
individuales anticipando que deben asimilar la dura crítica sobre
su trabajo en la esperanza que concientizando los aspectos a mejorar
se contribuya a un desarrollo positivo. Voy a dividir el análisis
en los dos grupos que conformaban la exposición: los tres artistas
establecidos Fidel, Palomeque y Antonio, y los otros dos artistas emergentes,
Marielle y Alfonso.
La obra de Fidel García destacaba por el logro técnico
de representación de la figura humana que aparenta fidelidad
al natural, pero cae a menudo en errores anatómicos y de proporción
resultado del apresuramiento y el desconocimiento de la representación
muscular que es el componente primario en su obra. Como se ha demostrado
en neurobiología, ver y percibir es distinto… y la copia
de fotografía no resuelve el extravío en la percepción
del cuerpo. Y otro problema que advertí es su tendencia a disociar
los integrantes formales de la obra: por un lado, el tratamiento del
fondo y por el otro la figura. La dislocación es extrema en sus
propuestas de abstraccionismo expresivo acoplado sin integración
con la figura.
Y en la obra de Antonio Durán
con figuras femeninas semidesnudas, los detalles anatómicos y
de color son completamente desatinados; su desconocimiento era palpable...
y resulta hasta vergonzoso que se exhibiera su obra. Aunque, claro,
los afectados por el narcorrealismo seguirán creyendo ver razones
para apreciar su obra. Y, finalmente, la obra de Marco Antonio Palome
que podía dejar aturdido por la depurada elaboración de
sus bodegones fotográficos, de valor artístico por su
muestra de habilidad de dibujo con el calco de la imagen con la proyección,
pero sin entender la reverberación del color producido en la
realidad y que el ojo percibe, aunque queda oculto a su mirada por efecto
del narcorrealismo, que termina impulsando este tipo de obras.
Uno de los mayores problemas con la extensión del narcorrealismo
es la corrupción de la mirada del público mal informado
y el efecto sobre los artistas de siguiente generación incapaces
de apreciar la calidad de una obra plástica obnubilados por su
apariencia, desprovista de valor plástico. Y esto se apreciaba
en la muestra ‘Diferentes senderos, un espíritu’
que permitía comparar la obra de dos jóvenes participantes
con la evolución de otra artista joven que no se encontraba ‘drogada’
en su desarrollo artístico.
En la exposición se podía ver la
obra de Marielle García y Alfonso Fernández. Ambos manejan
una reducción colorística usando la monocromía,
más como estratagema escapatoria que como enunciación
estilística. Marielle destacaba por el uso de grandes tamaños
donde representaba en blanco y negro rostros en posturas que aludían
la visión y la mente. Atrayentes reflexiones vitales con la mirada
y el cuestionamiento esencial centradas en la imagen facial contraponiendo
la magnificencia de fidelidad representativa a la sobriedad colorista
y la soltura textural de la superficie, aunque limitada a la presentación
superficial sin indagar más profundo. Se percibía, además,
que su representación cae en fallos y descuidos pictóricos
del cuerpo con la representación de las manos y el espacio centrada
en la resolución de las partes descuidando el efecto global,
como señalo, afectada por el narcorrealismo viciada por los artistas
que le han dirigido. Alfonso Fernández, se perdía como
autodidacta en la neblina de la figura mostrando tan sólo resultados
aceptables en su aproximación al rostro de niños que muestran
marcas e indicios plásticos desde la disposición de la
materia y la mirada. La ejecución de las dos imágenes
de figura masculina que aparecían en la muestra están
embebidas en color sepia con una considerable falta de calidad desde
el desconocimiento anatómico que revelaba cuánto tiene
todavía que desarrollar en este ámbito, aunque el brío
del gesto de la pincelada superpuesta sin conjunción con la figura
sostenga el interés de la mirada del espectador que no percibe
los desatinos figurativos.
La evolución
de estos dos artistas se contrapone a los alcances de alguien como María
Fernanda Cuecuecha, una artista bajo mi docencia privada que partiendo
en su inicio desde el lógico desconocimiento de representación
en las artes plásticas atravesó etapas de exploración
y formación realista sin detenerse en la obcecación mimética,
aun pudiendo hacerlo, lo cual le permitió indagar progresivamente
en su lenguaje personal ahondando en experiencias vitales y emocionales
a través de la exploración exhaustiva de la materia y
la figura, vinculándose con su sentir existencial. M. Fernanda
abordó con su obra tanto el retrato como la figura desde coordenadas
realistas y sensitivas derivando hacia la abstracción y el performance
alejada de las implicaciones del mercado del arte, y como medio de comunicación
de vivencias profundas que construyen su visión no deformada
por ese extendido narcorrealismo que, en cambio, le permite distinguir
la ejecución figurativa incorrecta y apreciar las aportaciones
significativas de otras manifestaciones logrando evolucionar en un corto
tiempo hacia dimensiones que se percibían ausentes en los dos
artistas jóvenes incluidos en la exposición ‘Distintos
senderos, un espíritu’.
Esto es lo que creo resulta substancial señalar en la crítica
de la muestra de las Galerías del Palacio: el deterioro inconsciente
que con la muestra se ejerce en la apreciación perceptiva de
gran cantidad de público visitante, y el detrimento educativo
que sufren aquellos artistas enviciados por la apariencia de la ejecución
de la figura humana sin contenido ni razón estética o
plástica incapaces de discernir la concordancia fisiológica
correcta de ese pretendido realismo de la figura.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.