La atención
a la representación de la figura humana se incrementó
en la pasada década y se extiende ahora desplegando sus posibilidades
simbólicas e icónicas en todos los ámbitos de la
imagen. El cuerpo humano es, por un lado, recurso figurativo común
entre los que se inician en la tarea pictórica y buscan con su
metáfora evocar pensamientos. Y por otro lado, es también
la tarea del artista comprometido que con la forma y esencia humana
formula estrategias de reflexión, concienciación y percepción
de la realidad.
En etapas anteriores del arte, el cuerpo humano suponía la materialización
de la imagen como belleza sensible bajo la extensa influencia platónica
que separaba el mundo ideal de la materia. Fue Eduard Manet en 1863
quien abre una nueva senda con su desafiante obra, ‘Luncheon on
the Grass’, una mujer desvestida junto a dos individuos masculinos
comiendo sobre la hierba, anticipando la provocación que causó
su obra ‘Olympia’ en 1865 con el desnudo de una prostituta
mostrándose sin vergüenza ante el espectador, las cuales
marcarían la desinhibida mirada al desnudo humano reducido a
la mera presentación desprovista de ideales.
El arte siempre tomó la figura
humana como motivo central, pero el siglo XX contempló cambios
que contribuyeron a liberar la representación del cuerpo. A través
de los cambios en la plasmación de la figura se rastrea la evolución
de la plástica pictórica. Esta apasionante transformación
puede seguirse en un admirable video de metamorfosis en internet condensando
5 siglos de retrato femenino en el arte occidental: www.devilducky.com/media/62379/.
La máxima acentuación
del realismo pictórico surge con el hiperrealismo de la década
de los sesenta. El grado de iconicidad, de verosimilitud respecto al
referente en el sistema visual empleado, proporciona el nivel de vinculación
con el receptor ya que en la medida que aumenta el grado de referencialidad
icónica disminuye el requerimiento de una decodificación
de los signos visuales para la lectura de la obra. Pero, al mismo tiempo,
exige del autor un dominio técnico convincente de la representación,
y suele ser éste el estrato en el que fracasa gran parte del
esfuerzo de representación del cuerpo y el estrato en el que
el espectador no educado cae engañado.
Recurrir a la figuración para
presentar un mundo imaginado, o articular las ideas con la figura humana
es una tendencia predominante en la plástica pictórica.
En Puebla se organizan, en todos los niveles de creación, diversas
exposiciones que escarban significados a través de la representación
humana o proyectan con ella propuestas visuales. Lo usual es encontrar
una calidad deficiente en el manejo técnico del material o la
aproximación a la construcción del color o el valor tonal
de la representación pretendida. Recientemente han coincidido
dos muestras que en su cercanía también hallan su diferencia.
Samuel MacNaught, un destacado artista
poco conocido hasta ahora, apareció con una extensa retrospectiva
en el Museo Universitario de Puebla, México, bajo el título
‘Fórmulas para el equilibrio’ pleno de sugerencias
imaginativas, y que deberá ser considerado en la plástica
poblana. El contenido de su obra no se define en la mera articulación
formal aparente, sino que es detonado a través de ésta
misma, fundiéndose con otros componentes visuales que conforman
la red de significados interpretados por el espectador que pueden estar
en el orden natural o emocional.
Así, de este modo, el realismo
pictórico de Samuel, aunque de una aparente adscripción
al hiperrealismo, resulta más congruente con lo que denominaría
‘Suprarrealismo’ donde la realidad es presentada seleccionada,
filtrada y envuelta bajo un manto onírico, pero sujeta a la minuciosa
elaboración figurativa, maniobrando la luz y sombra sobre las
figuras para el realce fantástico de la imagen. Esta acción
de representar sobre dos dimensiones se reviste de la capacidad de un
acto hipnótico, cautivante, que impulsa un espacio en el que
convergen significación y forma visual. Recurre a la fantasía
y al simulacro para forjar este espacio que acoge las frustraciones,
el delirio y la ilusión impulsadas por su reflexión vital;
un espacio donde zambullirse visualmente y que permita la plena inmersión
de nuestra mente, que es incitada a ir más allá del significado,
más allá de la representación, en busca de la presencia.
Rozando los paralelismos con Samuel,
Carlos Ruiz con ‘Universos Paralelos’ expuesta en Casa de
Cultura emplea la figura humana en una vertiente figurativa con intención
de fidelidad naturalista en composiciones donde el desnudo femenino,
la sensualidad, el amor entre homosexuales, o la misma expectativa matrimonial
establecen cuestionamientos sobre lo que somos, de dónde venimos
y a dónde vamos. Personajes que se agrupan en imágenes
que suscitan el pensamiento sobre la contraposición ideológica
perenne en la sociedad: El desdén, la aceptación y la
identidad. Es una presentación cargada de intenciones críticas
demandando una reflexión personal y social acerca de nuestro
común origen y nuestro derivar en este mundo que parece contener
la existencia de universos paralelos.
Pero a diferencia de la muestra de
Samuel, esta exposición resulta muy desigual. Contiene una valiosa
aproximación conceptual, algo dispersa a través de los
elementos expuestos y que encuentra su punto álgido en la colocación
del espejo, pero que no se corresponde en el resto de la muestra. Y
lo que es peor, resulta por completo desatinada en el oficio de representación
pictórica de la figura humana cuando se pretende, como es obvio,
la fidelidad anatómica y colorista.
Se hace necesaria la reapropiación
de los términos dinámicos de la interacción del
color y el ajuste correcto esquelético-muscular en el trazado
de las figuras. Una tarea pendiente e imprescindible cuando se aborda
la representación de la figura humana con intención realista.
El engaño y las apariencias fáciles son enmascaradas ante
el desconocimiento del espectador. Cuando el cuerpo humano es recurso
común y extendido en la práctica visual actual, protagonista
de tanto realismo pictórico, es deplorable el manejo deficiente
de la representación ocasionado por la docencia artística
poblana, sobre todo en el rubro del cuerpo humano.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.