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Descubriendo los Cafés Vieneses
Carlos J. Fernández Rodríguez
9/5/2004


Fotografías
Carlos J. Fernández

Viena es una ciudad conocida mundialmente por su rico patrimonio artístico procedente de la época de esplendor imperial. Éste es el principal motivo de la visita para miles y miles de turistas que, anualmente, convierten a la ciudad en una de las más concurridas de Europa por visitantes de todo el mundo. Sin embargo, cada viajero tiene sus propios motivos para viajar a la capital austriaca, cuya variada oferta le permite adaptarse a los más variados intereses. Quizá el visitante que menos suele preparar la visita es aquel que avanza por Viena sumergido en una expedición guiada que tiene a la ciudad como vértice del triángulo de las Capitales Imperiales, gracias a su cercanía con Praga y Budapest. Una visita a Viena requiere una preparación antes del viaje, lo que nos permitirá descubrir lugares con un gran sabor, y todo el encanto de la capital austriaca.

Descubrir los cafés tradicionales de Viena es una experiencia que supera el disfrute puramente gastronómico; por encima de la consumición que deseemos, lo que verdaderamente vamos a saborear en estos locales es la conexión de un pueblo con su pasado, el latido conjunto de varias generaciones que han dejado su impronta en la escenografía y el ambiente. Éste nos hace sumergirnos en la pasión que los vieneses sienten por una tarde en compañía en torno a un café o por la búsqueda de un momento de total relajación detrás de un periódico. Entrar en uno de estos establecimientos permite contemplar la galería de tipos humanos que la ciudad nos ofrece, así como disfrutar de unos momentos de merecido sosiego alejado de las turbas de turistas que en esos momentos ponen cerco al casco histórico.

El café vienés como tal, es una institución en la ciudad. Estos establecimientos permanecen abiertos durante una horquilla horaria verdaderamente amplia, lo que está relacionado con la gran variedad de productos que podemos consumir en ellos. Por supuesto, podremos tomar café, si bien estos locales también son idóneos para tomar algo sólido o incluso adelantarnos a la noche con una excelente cerveza del país o una copa de vino de Baden, uno de los mejores tintos del país.

En nuestro recorrido por los cafés de Viena encontraremos unos locales que, por uno u otro motivo, han pasado a conformar una identidad de la ciudad ligada a unos establecimientos en los que la palabra tiempo adquiere un significado relativo. Las siguientes Kaffehauser no son todas las cafeterías con encanto de Viena, pero su visita es obligatoria para el viajero que desee sumergirse en la atmósfera vienesa.

Para empezar nuestro itinerario, vamos a comenzar por un establecimiento que, en parte, se aleja del prototípico café vienés, justificándose su inclusión por el extraordinario marco arquitectónico que lo envuelve.Se trata de la cafetería del Kunsthistorisches Museum (Museo de Historia del Arte), situado en la rotonda principal del edificio. La cafetería se sitúa en torno a una balaustrada que se abre a la planta baja del museo, donde está situada la entrada. La bóveda, de extraordinaria riqueza decorativa, abre sus ventanas a las salas de exposición del piso superior. Tomar un café en el Kunsthistorisches es una experiencia por la grandiosidad y la monumentalidad del entorno, factor que, sin embargo, puede volverse en contra de nuestra tranquilidad por la frecuencia con la que los grupos de visitantes del museo pasan entre las mesas a disfrutar del lugar. Hay que tener en cuenta que la cafetería es un punto central que comunica varias salas del museo, por lo que el tránsito de visitantes es continuo.

El café en Viena comenzó a popularizarse a mediados del siglo XIX, época en la que se levanta uno de los cafés más emblemáticos de la ciudad: el Café Central,conocido como el café de los literatos. Su fama le llegó por las visitas de intelectuales renombrados como Sigmund Freud o el poeta Peter Altenbergh, de quien se conserva en la entrada del establecimiento una estatua realizada en pasta de papel. Aquí podemos encontrar el ambiente bohemio y refinado (de un refinamiento lejano del elitista café Sacher, junto a la Ópera) de una cafetería en la que el excelente servicio, su amplia carta y su apacible inquietud hacen de ella una visita obligada. El ambiente del Café Central es el más imitado en las cafeterías de medio mundo por su estilo decadente y su monumentalidad arquitectónica. Este café está situado en los bajos del palacio construido por Heinrich Ferstel (1856- 1860) en pleno periodo ecléctico en el que busca conjugar la decoración historicista moderadamente sobria, con la amplitud de sus ventanales, cuya luz entra suavemente tamizada, consiguiendo un ambiente que propicia largas tertulias.

Los principales cafés de Viena, como veremos, están firmados por arquitectos de renombre, que proyectan en ellos toda su libertad creadora, tanto en los espacios interiores como en el mobiliario, cuya conservación es, por norma general, bastante aceptable y respetuosa con la idea que el autor imprimió en su obra.Es el caso del extraordinario American Bar de Adolf Loos. En un espacio diminuto (4´45 x 6´15 m), Loos supo sacar un gran partido a las dimensiones de la sala, para lo que se ayudó de grandes espejos que multiplican el espacio y de una falsa cristalera de ónice que contribuye a realzar la atmósfera serena del interior gracias a la filtración de una luz lechosa al interior. Es el lugar ideal para tomar una copa a cualquier hora, en un ambiente que sabe conjugar la decoración interior con una música que se realza con la iluminación tenue procedente de lámparas y mesas. Quizá lo que más llame la atención es la absoluta modernidad del establecimiento, diseñado en 1907. Desde el punto de vista estético, no debemos perder de vista los contrates cromáticos producidos por la caoba y el mármol, materiales de primera calidad para una ambiente único.

Un café no es sólo un lugar para las grandes discusiones metafísicas o para los más encendidos debates literarios; es también, y principalmente, el lugar donde tomar el pulso a la gente de la calle, a la población de Viena. Si ésta es nuestra intención, tenemos una cita en el Kleines Café, definido en su día como la más pequeña obra de envergadura. (Cuando entramos por sus características puertas verdes, podemos comprender las ideas de su autor, Hermann Czech, quien entiende la arquitectura como un decorado que no debe ser un estorbo para sus fines. El interior, pese a su reducido tamaño, se desarrolla en una serie de salas a distintos niveles en las que vemos diariamente una representación de personajes característicos de Viena en animada conversación, en tranquila meditación o leyendo el periódico. Es aquí donde encontramos la atmósfera densa y bohemia en la que el humo de tabaco y la cerveza son componentes indisociables de la decoración, que ha sabido conjugar la herencia histórica de una obra arquitectónica de primer orden con la vitalidad de un establecimiento vivo e integrado en su momento histórico.

Una visita a un café tiene, como vemos, los más variados motivos, y no hay que olvidarse de uno nada despreciable: la estupenda riqueza repostera de la ciudad. Un café schwarzer (solo), melange (con leche) o kapuziner (con nata montada) tradicionalmente suele acompañarse con un vaso de agua y, en locales como Lollita, además, podemos disfrutar de una variadísima carta de dulces a precios razonables. El ambiente es totalmente distinto de los anteriores: se trata de un lugar algo snob que, en su planta superior presenta una vista excelente de la Kärntner Strasse. Su servicio deja algo que desear, aunque si encontramos una mesa libre junto a la gran vidriera, podremos dar por conseguido nuestro objetivo en la visita al café. Algo similar ocurre con el Sky Café, establecimiento de líneas modernas situado en el piso superior de un centro comercial de la Kärntner Strasse. Un ascensor panorámico nos acerca hasta la planta inferior y, en lo que parece una escalera de incendios, está la entrada a este café- mirador cuyo mayor atractivo está en las inigualables vistas que desde el local se pueden disfrutar. Es un local perfecto tanto para tomar café o una copa como para cenar, ya que el Sky también ofrece un restaurante en el otro lado del edificio. Si no nos molesta la incomodidad de su acceso y su ambiente algo elitista y formal, estamos ante un excelente lugar para disfrutar de unas vistas insuperables de la ciudad.

Viajar a la capital austriaca, como hemos visto, es mucho más que recorrer los itinerarios turísticos marcados por los principales monumentos de la ciudad. Estos pequeños locales alejados de las grandes masas son el punto vital que lucha contra la impresión generalizada de frialdad que recibe el visitante en una rápida visita a la ciudad; el café es la personalización del espíritu vienés.