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Fin de Semana en Pompeya
Carlos J. Fernández Rodríguez
1/5/2004


Hoy nos vamos de vacaciones a Pompeya. Se trata de pasar un fín de semana entre los restos mejor conservados de la Roma Imperial que, aún hoy, sobrecogen al espectador.

Pompeya se encuentra situada pocos kilómetros al sur de Nápoles, desde donde podemos iniciar nuestro viaje. Las magníficas comunicaciones nacionales e internacionales nos permitirán tomarla como punto de entrada y salida del país, aunque otra opción, quizás la más comúnmente empleada, sea el paso por Roma, ciudad que dista poco más de tres horas de viaje de Nápoles. Hay que plantearse seriamente acceder a la ciudad en nuestro vehículo propio, ya que nos encontramos en la zona de conducción más agresiva y anárquica de Italia. Aparte de esto, podemos decir que conducir por Nápoles es una auténtica experiencia.

Desde Nápoles a Pompeya tenemos varias formas de trasladarnos; en primer lugar, la autopista si nos decidimos por la comodidad de nuestro propio vehículo. Si la elección es el transporte público,la mejor opción es coger el ferrocarril Circunvesubiano hasta la parada Pompeii. Una vez que llegamos a nuestro destino, la ciudad de Pompeya, vemos que la situación cambia por completo. Se trata de una pequeña y tranquila ciudad a las faldas del Vesubio, en la que encontraremos alojamiento de calidad y a buen precio. Esto sin duda puede deberse a que Pompeya suele incluirse en las grandes rutas por Italia, pero en escasas ocasiones recibe el turismo sosegado que merece la riqueza de su patrimonio.

La ciudad moderna no ofrece gran cosa al visitante, a excepción de la Iglesia de la Madonna, importante centro de peregrinación que resulta algo frío arquitectónicamente, pero que es objeto de gran aprecio de la población local. La visita de la ciudad romana debe hacerse con tranquilidad y evitando los periodos de afluencia masiva de visitantes. Desde luego, no cabe la visita a una ciudad romana en medio de una horda de turistas, no sólo por el reducido espacio de las villas que vamos a visitar, sino por la pérdida del encanto y el misterio que deben acompañar a toda visita a la ciudad.

La historia de Pompeya es de sobra conocida: una próspera ciudad romana de provincias que quedó petrificada el 24 de agosto del año 79 d.C. cuando el Vesubio condenó a ésta y a la próxima localidad de Herculano a perecer sepultadas por la ceniza volcánica expulsada en el momento de su erupción. La historia de ambas ciudades, así como la de sus habitantes, quedó congelada hasta que en 1748 comenzaron las excavaciones y salen de nuevo a la luz, marcando un poderoso influjo en el pensamiento y las artes de occidente.

Antes de entrar en la ciudad, debemos proveernos de un plano que nos indique los hitos más importantes, así como de una buena guía que nos introduzca en las particularidades del entramado viario y de las villas que podremos disfrutar en nuestro paseo pompeyano.

No es éste el lugar para hacer una descripción sistemática de lugares a visitar, aunque es inevitable realizar ciertas recomendaciones de sitios que no debemos dejar de lado en ningún caso. Para el acceso, hay varias puertas de entrada a la ciudad, si bien la que más interesa a nuestro recorrido será la más cercana al centro de la moderna ciudad, la Porta Nocera. Este acceso nos deja junto al anfiteatro, construido en el año 80 a. C. y perfectamente conservado siguiendo el prototipo que se extiende por todo el imperio. Dejando a un lado la Gran Palestra, llegamos a la Vía dell´Abondanza, que toma su nombre de una de las fuentes de la calle, la Fuente de la Abundancia. Es la vía principal de la ciudad, y reúne algunas de las más interesantes villas y tabernae de Pompeya. La calle presenta una escenografía asombrosa; pasear por la Vía de la Abundancia supone realizar un salto en el tiempo de dos mil años y sumergirnos en una ciudad viva, con anuncios electorales y publicitarios en los muros de las calles, con sus tabernas que conservan las barras y las tinajas de las que se escanciaban todo tipo de bebidas. Se trata de una calle, en definitiva, que reúne todo el comercio de la ciudad, por lo que la tipología de sus casas es diferente a la clásica, ya que se dividen en dos pisos para dejar el piso inferior para las actividades comerciales y el superior para la vivienda. Al ser una ciudad de recreo y habitada mayoritariamente por clases acomodadas, las viviendas no llegarán a aparecer en grandes bloques de insulae, sino que la villa tradicional en sus diferentes variantes será la más extendida por la ciudad. Caminando por la Vía de la Abundancia nos encontramos con las fuentes de suministro de agua y algunos resaltes de piedra sobre el suelo también empedrado. Se trata de lo que hoy podríamos llamar pasos de cebra en su versión romana. Los edificios que encontramos a uno y otro lado nos muestran algunas de las villas más suntuosas de la ciudad. Entre ellas, destacan las de Venus y la de Julia Feliz, con pinturas murales de tema mitológico de gran calidad. Algo interesante es pararse a observar el estado de conservación de las puertas, que mantienen su estructura metálica y las tachuelas que sujetaban la cubierta de madera, desaparecida con la ciudad en el momento de la erupción del Vesubio.

Callejear por Pompeya es una experiencia, seamos o no unos apasionados del arte clásico. Uno de los hitos que debemos visitar es el que nos conecta con el lado más trágico de la ciudad, y es que no hay que olvidar que la perfecta conservación de Pompeya se produjo a costa de la muerte violenta de sus habitantes. Algunos de los restos de esta tragedia se han conservado en perfectos moldes en la ceniza volcánica que, inyectados con escayola, muestran la figura de los aterrorizados habitantes de la ciudad. Los rostros expresan en su más crudo realismo el terror por el que pasaron en el momento de la destrucción de la ciudad. Estas figuras están expuestas en el Huerto de los Fugitivos en una macabra vitrina en la que podemos ver a pompeyanos de todas las edades mostrando su desesperación para regocijo del turista. No debemos olvidarnos nunca de lo que estamos presenciando.

Seguimos de paseo por la ciudad y nos encontramos con el majestuoso Foro, en el que destacan como principales construcciones el Templo de Apolo y la imponente basílica. Esta zona pública está rodeada de templos y edificios de ocio, como el odeón y el teatro. El Odeón es de un tamaño más reducido y presenta una particularidad: tenía un sistema que le permitía ser cubierto en caso de necesidad. El Teatro, por su parte, podía acoger a cerca de cinco mil personas que seguían las representaciones gracias a la perfecta acústica del edificio.

Quedan cuatro hitos fundamentales por visitar en este rápido acercamiento a la ciudad. El primero es el lupanar que, como su nombre indica, es el prostíbulo de la ciudad. Está totalmente decorado con pinturas murales alusivas a los trabajos que en el lugar se realizaban.Otra casa interesante por sus pinturas murales es la Casa de los Vettii, en cuya puerta nos recibe un Príapo que nos da la bienvenida a su manera a una vivienda en perfecto estado de conservación tanto en lo arquitectónico como en lo pictórico. El ciclo de pinturas murales es uno de los más interesantes de la ciudad, sobre todo, los pertenecientes al IV estilo pompeyano, caracterizado por las representaciones de mundos fantásticos que en ocasiones aluden al teatro. Es el estilo mejor representado en la ciudad. Los otros estilos responden a una estética griega en su primera época, con la imitación de materiales preciosos como el mármol; en el segundo estilo apreciamos construcciones imaginarias que simulan perspectivas, característica, sobre todo, de la Casa de los Misterios. El tercer estilo retornará al clasicismo en torno a una figura central.

En nuestro retroceso a la época imperial hemos visto los principales edificios que caracterizaban una ciudad romana; sin embargo, una visita a Pompeya no debe realizarse sin concluirla con su auténtico plato fuerte: la Villa de los Misterios. A ella accedemos por la Vía de los Sepulcros, donde tenemos espectaculares ejemplos de los monumentos funerarios romanos de todo tipo: templetes, cipos mausoleos, todos ellos con el nombre del difunto o la familia, además de su profesión. Al final de esta vía, y ya fuera del perímetro de la ciudad, llegamos a nuestro destino: la Villa de los Misterios, grandiosa tanto en proporciones arquitectónicas como por su ciclo de pinturas sobre fondos rojos (el conocido como rojo pompeyano). Esta vivienda, rodeada de jardines, nos permite vagar por sus habitaciones perfectamente conservadas: peristilo, cubicula, triclinium, etc. Es el ejemplo más acabado de villa romana que encontraremos en Pompeya y, por extensión, en el mundo entero. El ciclo pictórico se presenta en frisos de gran tamaño que ocupan toda la pared y que muestran temas ajenos a la religión oficial: se trata de una exaltación de los ritos dionisiacos que proceden de oriente y que en esta época estaban muy extendidos entre las clases más altas de la sociedad romana.

Ésta ha sido una fugaz visita a Pompeya, en la que someramente hemos podido conocer algunos de los monumentos más interesantes y sugerentes que la ciudad nos ofrece.Sin embargo, el yacimiento nos presenta infinidad de lugares y rincones por descubrir, cuya presentación excede con mucho los límites de esta sección. Por ello, no quedará más remedio que planear un estupendo fin de semana viajando por el tiempo a esta mágica ciudad al sur de Nápoles.