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La historia del camello que llora
Arturo Marcos Merelo
20/01/2005


DATOS TÉCNICOS: 

+ Título original: The Story Of The Weeping Camel.
+ Dirección: Byambasuren Davaa, Luigi Falorni.
+ Año: 2003.
+ País: Alemania y Mongolia.
+ Interpretación: Janchiv Ayurzana, Chimed Ohin, Amgaabazar Gonson, Zeveljamz Nyam,
   Ikhbayar Amgaabazar
+ Género: Documental.
+ Productora: Karma Films.
+ Música: Marcel Leniz, Marc Riedinger, Choigiw Sangidori.
+ Fotografía: Luigi Falorni.
+ Montaje: Anja Pohl.
+Duración: 93 min.



Esta historia es mágica. Hay una leyenda, y con esta comienza la película, que dice que Dios le dio cornamenta al camello, puesto que era un animal con gran corazón y se la merecía. Entonces llegó un ciervo y se la pidió prestada. El camello, tan bueno que es, se la dejó, pero el ciervo no volvió. Desde ese momento los camellos siempre otean el horizonte, esperanzados y convencidos de que el ciervo un día volverá a devolverles
la cornamenta que les pertenece.

Esta historia no tendría sentido si no se entendiera dentro su contexto, el desierto del Gobi en Mongolia, donde viven de forma sosegada unos pocos nómadas. Crían ovejas, cabras y camellos, animal este último que les ofrece una gran parte de lo que estos mongoles poseen: lana, transporte y leche. Esta dependencia del camello hace que valoren a cada uno de ellos de una manera especial. Aquí es donde entra lo mágico de este 'documental': Existe una tradición según la cual si un camello rechaza a su cría sin remedio, se llama a un músico y se canta y se toca para ellos, para la madre y la cría, haciendo así que se reconcilien tras las necesarias lágrimas ¡y es que lloran!. Uno diría que es de alegría por el reencuentro (casi primer verdadero encuentro), de emoción por el sentir del amor necesario.

Hacen falta películas como ésta que descubren la vida de personas remotas pero cercanas por serlo. No se te cuenta ni se te explica, se te muestra. Cuando se hace esto se corre el peligro de caer en la manipulación al no enseñar lo justo y necesario, pero aquí no tienen problema con esto, cada imagen retrata lo que se necesita, sin banalidades ni obscenidades. Es una historia sencilla pero con múltiples matices de los que sorprenderse y aprender. Los 'actores', sin actuar, están esplendorosos, me preguntaba durante la proyección cómo podían no estar cohibidos frente a la cámara.

El sosiego y el intentar resolver problemas cotidianos pero importantes, vitales, es algo de lo que muchas veces nos olvidamos, hace falta pararse y hablar. El pequeño quiere una televisión, pero sale muy cara, además el abuelo lo considera un aparato endemoniado, 'no vale la pena pasarse las horas viendo imágenes de cristal', pero realmente lo malo no es ver esas imágenes, sino obsesionarse con ellas, como con casi todo. Puede que al final la televisión entre en el hogar, ¿es esto el fin de algo?

Una vida ritual, pacífica y tranquila reforzada por antiguas creencias en los espíritus de la naturaleza que el hombre muchas veces rechaza. Me parece infinitamente más necesario un dios o unos dioses como estos espíritus, que simbolizan la tierra que heredamos y que dejamos. Es curioso como esta población, con lo pequeña y alejada que está, y viviendo en un desierto, donde el florecer de la naturaleza se nota menos que en otros lugares, es mucho más consciente que cualquier población occidental de su responsabilidad frente al mundo y su futura conservación.

Se ha dicho que si existiera un oscar para actores no humanos, estos camellos serían los primeros en llevárselo. Pareciéndome esto una exageración es cierto que los sentimientos (obvios) que demuestran son sobrecogedores. Se reabre el sempiterno debate sobre los sentimientos del animal y se cierra tras esta prueba conclusiva. Los lloros de la cría al saberse rechazada, el gesto corporal de depresión, los "berridos" de la
madre y las quejas durante los intentos frustrados del hijo de mamar son identificables sin problemas, algo revolucionario en cuanto a la demostración de la existencia del sentir de los animales y cinematográficamente en la manera pausada y estratificada de mostrarlo.

Los realizadores Byambasuren Davaa y Luigi Falorni, el primero original de Mongolía y el segundo Italiano, eran estudiantes de la escuela de cine de Munich hasta hace poco y es de ese lugar de donde salió la idea de la película, la cual se ha convertido en uno de los descubrimientos del año.

Plantean un estilo de documental diferente, desde dentro con la cámara pero desde fuera con el ojo. Es cierto que engaña el hecho de que se diga que son unos estudiantes, lo cual casi da a entender que acaban de salir del cascarón, los dos directores nacieron en 1971 y traían muchas experiencias detrás. Esto no quiere decir que alguien más joven no pueda hacer algo comparable a esto, que de hecho se hace, si no que para alguien
más joven y sin el bagaje profesional que tienen estos dos, sería/es mucho más difícil conseguir financianción y espacio para un proyecto tan arriesgado.

Piezas como esta son las que quiero: películas que apuestan fuerte por la originalidad y por retratar un tema que no está 'de moda'. La moda, un estigma del que casi no podemos escapar, que modela - ya lo dice la propia palabra - nuestras conversaciones, que nos hace comportarnos de maneras determinadas, que muchas veces no nos deja ni
respirar de verdad. Por esto necesito ver a un camello paciente sin ambición de superar al resto del mundo en las más absurdas clasificaciones, y a su cría llorando y demostrando que el amor existe incluso allá donde parece que sólo hay rechazo. Después entra en juego el arte, la metáfora, la poesía que cura, la canción y el armónico canto de dos cuerdas que consiguen lo impensable.