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No habrá paz para los malvados: Negrura en el alma y en el mundo
Julio Rodríguez Chico
01/11/2011



FICHA TÉCNICA DE 'NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS'

No habrá paz para los malvados+ Dirección: Enrique Urbizu
+ Guión:
Michel Gaztambide y Enrique Urbizu
+ País: España
+ Año: 2011
+ Duración
: 104 min.
Interpretación
: José Coronado (Santos Trinidad), Rodolfo Sancho (Rodolfo), Juanjo Artero (Leiva), Helena Miquel (juez Chacón), Pedro María Sánchez (Ontiveros), Nadia Casado (Celia).
+ Producción: Gonzalo Salazar-Simpson y Álvaro Augustín
+ Montaje: Pablo Blanco
+ Dirección artística: Antón Laguna
+ Música: Mario de Benito
+ Fotografía: Unax Mendía
+
Vestuario:
Patricia Monné


Un domingo cualquiera en Madrid, el inspector de policía Santos Trinidad de camino a casa, ya muy borracho, se ve involucrado en un triple asesinato. Pero hay un testigo que consigue escapar… y podría incriminarle.

Santos Trinidad inicia la caza del hombre, emprende una investigación destinada a localizar y eliminar al testigo. Mientras tanto la juez Chacón, encargada de la investigación del triple crimen, avanza meticulosamente en la búsqueda del asesino.

Ambos, Santos y Chacón, van a descubrir que nada es lo que parece y lo que empieza siendo un simple caso de tráfico de drogas, desembocará en algo mucho más peligroso .


El comienzo de No habrá paz para los malvados nos presenta a un policía dado al alcohol, que parece abusar de su placa con quien no se somete a sus deseos. En un arranque de violencia y brutalidad, ese inspector llamado Santos Trinidad mata a sangre fría a tres individuos en un prostíbulo, pero un testigo del asesinato logra huir. Lo hemos visto casi en silencio y en penumbra porque las palabras escasean y la fotografía se apunta al claroscuro, como queriendo velar el pasado de ese hombre amargado y ocultar la negrura de su alma atormentada.

  

Enrique Urbizu traza con acierto unas atmósferas turbias para descender a las cloacas de la lucha contra el narcotráfico colombiano y el terrorismo islámico, a la vez que se adentra en ese siniestro personaje que ahoga sus penas en alcohol y que está decidido a poner orden en el mundo y en su propia conciencia.

El director demuestra un buen manejo de la cámara para hablar con imágenes duras y secas, y sabe sacar partido a los silencios y miradas de un policía que vive en el abismo más sombrío y sórdido. Con pocos trazos y escasa información -los diálogos son tan parcos como pobres e insustanciales, según corresponde al ambiente marginal que muestra- Urbizu nos permite vislumbrar lo que pudo suceder en la misión colombiana de Santos Trinidad, sin llegar a explicárnoslo en detalle y dejándolo oculto en la ambigüedad de la corrupción.

No hace falta saber en que consistió su culpa, negligencia o el motivo de su venganza… porque lo importante es dejar constancia cómo ese buen policía se convirtió en un hombre derrotado, arrastrado y vacío, hasta que un día resolvió poner fin a su infierno y tomarse la justicia por su mano.

  

La planificación, fotografía y montaje ayudan a construir el personaje que interpreta magníficamente José Coronado, en un trabajo muy físico desde la contención de los gestos hasta unos andares que reflejan los tumbos de su vida… aunque también con un perfil muy interiorizado y complejo, pues su mirada perdida y oscura da tanto miedo como la pistola que usa con facilidad. Su presencia da cuerpo y densidad al trabajo, y permite que la cinta discurra por los terrenos del estudio psíquico -que no psiquiátrico- y atrapen la atención del espectador.

Por eso, si la película de Urbizu funciona como thriller psicológico es gracias al personaje y al actor que dan vida a ese nuevo ‘ángel exterminador’. Otra cosa distinta es que atrape al espectador como película de investigación policial o de thriller de acción, pues su ritmo no ayuda a seguir una trama de corrupción internacional… aunque es el adecuado para ahondar en esa perspectiva anímica. El director de La caja 507 prefiere no seguir el patrón hollywoodiense y no explicarlo todo -aunque se ajuste al género clásico del cine negro-, sino dejar que las imágenes hablen por sí mismas, como en esos dos últimos planos del Centro de Ocio en un silencio que transmite una paz… que no tenían los malvados.

  

Si el retrato y presencia de Coronado son merecedores de las más elogiosas críticas, no sucede lo mismo con los secundarios. Ninguno de los mafiosos queda caracterizado con matices, como tampoco se detiene el director en los demás policías o en la juez Chacón que lleva el caso… planos en su trabajo y en su vida interior. Estos agentes del orden han elegido la vía de la legalidad y de la ética… y siempre llegan tarde al lugar de los hechos -o al menos por detrás del justiciero-, pero también llevan una vida rutinaria y gris, sin conflictos ni demasiadas complejidades interiores.

Quizá por eso ninguno de ellos tenga peso ni color en un guión que no mira tanto a la falta de paz para los malvados, como a ese hombre de conciencia oscura y atormentada, de falta de escrúpulos y vacío existencial… A pesar de ese desequilibrio en el dibujo de los personajes, estamos ante un thriller psicológico de cuidada factura y con un director que demuestra personalidad propia, y eso es de agradecer.

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón (Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona), Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004), de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci (Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI).