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La piel que habito: El triunfo de las formas superficiales
Julio Rodríguez Chico
23/09/2011



FICHA TÉCNICA DE 'LA PIEL QUE HABITO'

La piel que habito+ Dirección: Pedro Almodóvar
+ Guión:
Pedro Almodóvar, con la colaboración de Agustín Almodóvar y basado en la novela Tarántula de Thierry Jonquet, Éditions Gallimard
+ País: España
+ Año: 2011
+ Duración
: 120 min.
Interpretación
: Antonio Banderas (Robert Ledgard), Elena Anaya (Vera), Marisa Paredes (Marilia), Jan Cornet (Vicente), Roberto Álamo (Zeca), Eduard Fernández (Fulgencio), Blanca Suárez (Norma), Susi Sánchez (Madre de Vicente), Bárbara Lennie (Cristina), Fernando Cayo (Médico) y José Luis Gómez (Presidente del Instituto de Biotecnología).
+ Producción: Agustín Almodóvar y Esther García
+ Música: Alberto Iglesias
+ Fotografía: José Luis Alcaine
+ Montaje: José Salcedo
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Vestuario
: Paco Delgado, con la colaboración de Jean-Paul Gaultier
+ Diseño de Producción: Toni Novella


Hay procesos irreversibles, caminos sin retorno, viajes sólo de ida. La piel que habito cuenta la historia de uno de estos procesos. La protagonista recorre involuntariamente uno de esos caminos, es obligada violentamente a emprender un viaje del que no puede regresar. Su kafkiana historia corresponde al dictado de una condena cuyo jurado está compuesto por una sola persona, su peor enemigo. El veredicto, por lo tanto, no es sino una forma de venganza extrema.
La piel que habito narra la historia de esa venganza.

                                                                                                                          
Pedro Almodóvar


El título La piel que habito resulta ilustrativo acerca de lo que Pedro Almodóvar pretende mostrarnos en su última película: que lo visible no siempre refleja el mundo interior y que lo importante es lo que alienta ese cuerpo y no las apariencias… que pueden por tanto cambiarse (transgénesis) sin alterar la identidad personal. De esta manera, se atreve el manchego a jugar entre el fondo y la forma del individuo, a flirtear entre la esencia de la persona y la identidad de género, a debatirse entre la ética juiciosa y la fuerza arrebatadora de la pasión, a moverse en la frontera de la imagen y la realidad, a acercarse al esteticismo visual a la vez que intenta penetrar en lo profundo de las imágenes.

    

Es la historia de Robert, un cirujano plástico de prestigio que un día pierde trágicamente a su mujer y otro a su hija, para desde entonces convertir su vida en una carrera de odio y venganza… y terminar sucumbiendo al poder del deseo y a su propia obsesión.

En su nueva propuesta, Almodóvar arriesga y continúa moviéndose entre las formas esteticistas de unos interiores de exquisita decoración y una temática en que la pasión sexual o la violencia sádica se hacen tan enfermizas como explícitas y excesivas. Sin duda, sus mayores logros están en el apartado artístico y visual, con toda la fuerza de la música de Alberto Iglesias que se impone al resto de elementos a la hora de dar dramatismo a la cinta, junto a un diseño de producción que aporta un atrezzo y unas pinturas de significado metafórico, y a una fotografía de José Luis Alcaine que encuentra en los tonos fríos el caldo adecuado para servir una historia de dolor y venganza.

El guión juega con dos tiempos para recomponer la tragedia familiar y dosificar la información que se da al espectador, y la historia discurre de manera clara a pesar de lo alambicado de una trama oscura que quiere cerrar todos sus cabos hasta rayar en lo imposible. En ese sentido, choca la esperpéntica subtrama carnavalesca, impostada y excesivamente forzada en su intento de apuntalar la tragedia, y que desentona respecto al tono grave y carente de humor del resto de la película.

  

Sin embargo, hay que decir que La piel que habito no emociona ni arranca sentimientos hondos del espectador, que navega entre el esteticismo y la pretenciosidad formal y conceptual, con momentos folletinescos de tono procaz y recurrentes fetichismos junto a otros en que se acerca a la tragedia griega con un fatalismo que condena al individuo a las fuerzas ciegas del destino.

Tanto Antonio Banderas como Elena Anaya o Marisa Paredes tratan de dar veracidad a unos personajes complejos que se debaten entre el deseo de venganza y la pasión, entre el sacrificio y el egoísmo, pero cuesta aceptar por ejemplo el giro de Robert después de tantos años de sistemática venganza o la ingenuidad adolescente de la que finalmente hace gala. Podría admitirse si se entiende como una nueva metáfora acerca de los misterios del corazón que se ocultan tras un rostro de rasgos definidos –lección del investigador con que se abre la película–, pero entonces habría que concluir que Almodóvar no profundiza en su estudio del ser humano al reducirlo a impulsos ciegos e instintos animales (sexo y violencia básicamente).

   

Guiños a la ideología de género y a la búsqueda de afectos donde los haya, superficial acercamiento a las cuestiones de bioética (con Prometeo en el horizonte y un científico que, de nuevo, quiere ser Dios) y a una identidad personal que se simplifica en lo físico y lo pasional, y obsesiva mirada a un mundo machista de padres frustrados y ausentes y madres sufridoras y luchadoras: nada nuevo en el mundo almodovariano. Con todo, el desenlace nos demuestra que Almodóvar ha permanecido en un terreno superficial, en la piel que recubre y en la que habita la película, pues esa fuerza íntima que clama venganza termina por imponerse a cualquier otra manifestación de afecto y humanidad –no sabemos si por culpa del yoga o del esteticismo–: en el dilema entre forma y fondo, triunfa lo superficial y lo visual frente a la hondura antropológica y humana, y nosotros nos quedamos tan fríos como esos cadáveres calcinados (o deprimidos) que nuestro protagonista no supo digerir y que terminaron por encerrarle en una cárcel de autodestrucción.

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón (Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona), Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004), de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci (Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI).