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Roma, ciudad abierta: La fuerza de la realidad
Julio Rodríguez Chico
26/08/2015



FICHA TÉCNICA DE 'ROMA CIUDAD ABIERTA'

Roma, ciudad abierta+ Dirección: Roberto Rossellini
+ Guión:
Sergio Amidei, Alberto Consiglio, Federico Fellini y Roberto Rossellini
+ País: Italia.
+ Año: 1945
+ Duración
: 100 min.
+ Interpretación: Aldo Fabrizi (Don Pietro Pellegrini); Anna Magnani (Pina); Marcello Pagliero (Giorgio Manfredi conocido como Luigi Ferraris); Vito Annichiarico (Marcello hijo de Pina); Nando Bruno (Agostino el sargento); Harry Feist (Major Bergmann); Giovanna Galletti (Ingrid); Francesco Grandjacquet (Francesco); Eduardo Passarelli (el sargento de policía del barrio); Maria Michi (Marina Mari); Carla Rovere (Lauretta); Carlo Sindici (comisionado de policía); Joop van Hulzen (capitán Hartmann); Ákos Tolnay (desertor austriaco).
+ Producción: Giuseppe Amato, Ferruccio De Martino y Roberto Rossellini
+ Música: Renzo Rossellini
+ Fotografía: Ubaldo Arata
+ Montaje: Eraldo Da Roma y Jolanda Benvenuti


En el transcurso de la Segunda Guerra Mundial, estando Roma ocupada por los nazis, Giorgio Manfredi, un ingeniero líder del Comité Nacional de Liberación, es perseguido por los miembros de la Gestapo. Consigue esconderse en casa de un amigo cuya novia, Pina, le aconseja ponerse en contacto con Don Pietro, un sacerdote que ayuda a la resistencia.


El neorrealismo tiene en “Roma, ciudad abierta” y en Roberto Rossellini uno de sus lugares emblemáticos, de enorme trascendencia en la historia posterior del cine. Pero lo es no sólo porque la cámara saliera entonces a la calle para mostrar la realidad de una Italia de posguerra, ni porque unos tipos populares fueran interpretados por actores no profesionales o expresasen la precariedad del momento, ni tampoco porque otorgase al cine un impagable estatuto de calidad como documento histórico. Fundamentalmente lo es porque el neorrealismo concebía el cine, con Rossellini a la cabeza, como una manera de aproximarse a la realidad auténtica y verdadera, de ponerse frente a ella en diálogo franco y sincero, de manera que la cámara extrajera de ella todo el compromiso que exigen la vida y el mundo.

  

La cámara era la prolongación de la mirada de unos cineastas humanistas que querían decir algo al espectador y servirse de unas formas y de un medio coherentes con la realidad filmada: era necesario que el celuloide se dejara impresionar por la fuerza de una situación y de unas vidas vividas al límite, en su drama histórico y también en su ámbito cotidiano.

Esa sería la tarea del director de cine, dispuesto a conjugar sinceridad y honestidad con denuncia y defensa del individuo, para hablar con la imagen al espectador y despertar sus conciencias: era su modo de entender el cine como compromiso y diálogo con la realidad. En este sentido, al hablar de esta película y de su director, el mismo Víctor Erice ha destacado cómo el movimiento italiano supo beneficiarse y nutrirse de una situación de hambre y necesidad, de un deseo de renovación social, frente al fascismo, que permitió agrupar a artistas de ideologías tan dispares como Vittorio De Sica o Rossellini, y de cómo también supo conectar con un público que “se identificó con las imágenes, con una participación emocional en lo que veían, de los sentimientos y de la inteligencia”. Se dieron, por tanto, todo un cúmulo de circunstancias que hicieron posible el milagro del neorrealismo, y que le otorgaron una fuerza excepcional que acabaría por contribuir a una renovación del cine.

Pero, al mismo tiempo, hay que reseñar que fueron elementos de la realidad que pasaron al celuloide gracias a la concepción humanista de un hombre que concedía al cine una dimensión moral y ética.

   

 

Y, siguiendo la opinión de Erice, en la actualidad se echan en falta lo uno y lo otro, con lo que quedaría descartado esperar un segundo neorrealismo cinematográfico, no estéticamente hablando, sino como concepto moral aplicado al cine y como lenguaje de la imagen, porque ahora apenas habría verdadero cine y sí productos audiovisuales: aunque nos empeñásemos, resultaría difícil encontrar un puñado de cineastas comprometidos con la sociedad, libres de prejuicios y no sometidos a las ideologías, y más bien habría que hablar de directores sometidos a una censura económica… de la misma forma que no hay una sociedad comprometida y con inquietudes sino aburguesada y consumista.

Una visión un tanto pesimista pero cercana a una industria donde lo económico se ha impuesto a lo humano y social.

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Julio Rodríguez Chico, natural de Gijón (Asturias). Licenciado en Historia y máster en Historia y Estética de la Cinematografía por la Universidad de Valladolid. Miembro del Círculo de Escritores Cinematográficos (CEC) y de la Asociación SIGNIS-España. Editor del blog La Mirada de Ulises, incluida en las plataformas digitales Paperblog y Globedia. Crítico de cine y colaborador de las revistas La Butaca, Film Historia (Univ. de Barcelona), Cinemanet, La peli que quieres ver, y En taquilla.
Autor del libro Azul, Blanco, Rojo. Kieslowski en busca de la libertad y el amor (Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid 2004), de En busca del hombre y de la libertad. El cine polaco en la Seminci (Ed. Polonica Matritensis, Madrid, 2009), así como de artículos publicados en revistas y congresos especializados, sobre todo en torno al cine de autor. Desde el 2002, he participado en cine-forum y ciclos de cine entre universitarios, y cubierto el Festival de Cine de Valladolid (SEMINCI).