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Cavilaciones en torno a Tatema y Tabú de Sidharta Ochoa
Karla Villapudúa
09/10/2011


La trayectoria de Vallecitos, relato incluido en Tatema y Tabú de Sidharta Ochoa, inicia con una negativa que nos remite a Leibnitz: El amor en definitiva es la aspiración a no ser una Mònada. Dando pauta, a un recorrido experimental que vuelca y balbucea entre varios tiempos. Al inicio, la escritora vuelve explicita la sobrevivencia de ella (Yo, he sobrevivido), ante el resto de los personajes, que quizá, ya no saldrán vivos del texto. Texto, que a su vez, lleva una curativa paradójica en sus entrañas; interlineada entre varias tonalidades, balanceadas entre el ruido de un animalito (la cigarra), capaz de armonizar la tragedia en ese viaje al cerro, y de emular una resolución metafórica al final.

Así, la voz de la autora tiene algo muy claro desde el inicio: Desde entonces, desde ese viaje al cerro que me arrancó todo lo que tenía, he olvidado la experiencia de la totalidad, antes me era más sencillo acceder a ella. Meditación permeada por el ideal plotìnico griego (el todo y el uno), ideas retomadas en el siglo XX por la teoría de sistemas, el pensamiento complejo, y por qué no, por la estética marxista. Ideales que, precisamente, quedan castrados y anulados, por esa falsa búsqueda espiritual de los personajes de la secta: camino entre las personas y las plantas… pero cuando veo a esas gentuzas con las que camino, mi estómago se revuelve… siento que estoy en una secta.

Luego, una crítica para aquellos que se la pasan pensando en el miedo, con el fin de detectar el miedo, para supuestamente erradicar el miedo: ¿Cuándo me adentré en tales cuestionamientos ridículos, innecesarios? No me gusta que me señalen el miedo, me hace sentir más miedo pensar que pienso el miedo y entre más pienso y racionalizado que es sólo miedo, el miedo crece. (Jiddu Krishnamurti estaría totalmente de acuerdo al respecto).

Visto de esta manera, las reflexiones de Sidharta nos permiten pensar en lo irrisorio que resulta un poder –sectario- que te infunde temor y precisamente, sobrecarga la imagen del miedo; nombrándolo, registrándolo, pensándolo, es decir, convirtiéndolo en un demonio que no puedes dejar de pensar, porque tienes que reconocerte en él. Entonces la prisión se vuelve doble, ya no sólo es la prisión sobre el propio lenguaje interno, si no la prisión de crear y nombrar cosas, que quizá no existían, pero que, al nombrarlas, te conviertes en súbdito de ellas.

Después, otro encaje más en la escritura de Ochoa: los psicologuitos no pueden escribir poesía, en definitiva alude a ese esquema de percibir el mundo como enfermedad. El humano enfermo, demacrado, categorizado y personalizado. En esa mascara perpetua que injustamente no es si no una creación del reduccionismo psicológico, y por otra parte, del sí mismo al asumirse como tal. Se nota claramente esa perdida de la aureola poética por parte del sujeto psicólogo, remitiéndonos, un poco, a esa desconfianza nietzcheana por la psicología, y al mismo tiempo, a esa denuncia de la ciencia parcial. La ciencia que niega por supuesto, la percepción metafórica del universo, presa de la parcialidad y el análisis que la sostienen. Y claro, pensar-vivir la poesía desde el fragmento de los traumas es una imposibilidad. Ese espacio sublimado en el texto, por varias ocasiones, remite a esa castración producto de la incesante búsqueda espiritual forzada, angustiada y temerosa, tan puesta en práctica en la actualidad por esos post.nihilistas no afirmativos; que para reafirmar su identidad necesitan ser reconocidos en un grupo con tales sintomatologías.

Hoy
Mi voz suena asfixiada
Hace poco, un reloj
Ayer

Nadaba en el mar
Hoy:
Recuerdo el canto de la cigarra
Murió
En el presente:
La taxonomía es mi pasión.

En lo sucesivo, después de sumergirnos en varios rizomas que, por un lado, es un ir hacia atrás para codificar y dar espacio a lo ya ocurrido, y por otro, el cierre preciso de una sintomatología sonora y amorosa desbordante en la elegancia que representa ser una coleccionista de insectos. Y es preciso, aquí en esta nueva ocupación, donde el espíritu de la escritora se reconcilia a sí mismo sin pertenecer a ninguna secta. Este final remite a la suficiencia y a la sencillez taoísta, es decir, hacia aquella redención en tiempos después del lenguaje. O mejor aún: sin lenguaje.

Luego, (otra vez atrás), al palpar otras de las fibras sensibles del texto, uno se puede sumergir en el terror amoroso que experimenta el amante de la escritora, quien prefiere negar el amor, para perderse en búsqueda de eso que ya tenía precisamente, pero que, un exceso de discurso oriental (perturbado) puede llevarlo a perder el pliegue y el encaje de la conciencia amorosa. En su obsesión por encontrar una especie de redención, guiada, supuestamente por alguien que ya la posee. Y aquí se revela lo peligroso, de pertenecer a una secta, donde un guía te legitima el camino entre lo bueno y lo malo, con la pretensión de dirigirte a la liberación. Y paradójicamente, uno de los aciertos de Sidartha, es sincronizar esa angustia y esa nueva esclavitud de la que forma parte. Esto se palpa en frases como: temía que le echara la culpa a mi ego, o Ya lo veía de por vida en ese lugar.

El límite es una canción aparte que encaja con una sensibilidad aguda, fina y femenina, capaz de remitir a la vibración excelsa de la liberación de la secta y la muerte de los perturbados. La metáfora del insecto nos invita a asumir la vida en su incesante devenir. Y aquí, la sentencia curativa de Vallecitos sintoniza a la perfección con las sabias meditaciones de Deleuze en Crítica y Clínica: el escritor como médico, el escritor como sanador, el escritor como afirmación: Y ahora lo sé. En ese instante he estado atrapada, desde antes del accidente, desde antes de su muerte, desde antes incluso, del inicio.


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DATOS DE LA AUTORA:

Karla Villapudúa (Culiacán, Sinaloa, México, 1979).- Licenciada en Filosofía por la Universidad Autónoma de Baja California (UABC). Textos suyos aparecen en Andante 26, Psikeba, Homines y Espiral. Directora de la revista electrónica espiral: www.revistaespiral.org. Habita en www.filosofika.blogspot.com.