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El virus
Ricardo M. Santién de la Cruz
01/06/2007


Al mover las ramas veo un bosque rojo, cada día más seco y vacío. Vidas y vidas que se esfuman. Ojalá viviera su recuerdo en nuestro corazón aunque fuese en forma de arañazo y sin embargo, ni siquiera se inmuta.

InformativosLa crueldad habitual, nos hace fríos. Vemos muerte y miseria a diario, de un modo incesante, no hemos familiarizado con el mal y la maldad. El drama ajeno ya no es más que una película que nos aburre por repetitiva. Bombas, atentados, asesinatos, violaciones, violencia y más violencia entre bocado y bocado, a la hora de almorzar y a la hora de cenar. Mamá, pásame el pan y sube un poco la tele.

Tan sólo conozco a una persona a la que le afecta verdaderamente lo que ve en un telediario, que llora y se emociona con las tragedias televisadas, que sufre con las desgracias de desconocidos. Perdónenme los restantes, pero creo que es la única persona verdaderamente humana que conozco, y me enorgullezco enormemente de conocerla. Debo confesar que su contacto contagia este extraño virus sensibilizador. Desde que soy su camarada de noticieros siento algo más mío el dolor ajeno, y a pesar de sufrir más, me alegro que así sea, no me siento narcotizado como antes.

Es un virus que ataca poco a poco, ya que debe destruir las capas y capas de mugre reseca que recubre nuestro espíritu. El grosor depende de cada cual, en mi caso lleva años puliendo mi sensibilidad, devolviéndole la vulnerabilidad inicial y todavía no lo he conseguido, pero no desisto.

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Todo este proceso es tan doloroso como gratificante. Tiene una contrapartida muy positiva, al estar menos protegido te vuelves más exigente, menos tolerante con las injusticias y más crítico con la sociedad. Más incómodo para los poderosos, un poquito, perdóneme la expresión, hijo de puta, como se dice en España.

Con el paso de los años, a revés de la mayoría, me he vuelto más loco, más inconsciente, menos conservador. Supongo que el virus está haciendo su trabajo. Ya no me contento con verlas pasar, sé que actúo mal si miro para otro lado, tengo la necesidad de intervenir, de denunciar la sinrazón humana con todas sus bajezas y ruindades. Golpear metafóricamente hablando donde duele, es lo mínimo que puedo hacer. Soy un hombre de letras, sin gran influencia, como la mayoría, pero si puedo patalear, por eso estoy aquí tecleado.

No hay que olvidar que cada cual tiene su pequeño ámbito de poder y reunido es mucho poder. Dejen que el virus les infecte.