Entrevista con el escritor
Eduardo Montagner
‘Paolo era puesto seguro en mis
aleteos sexuales, el único en quien confiaba para sentirme a
mí mismo como un joven real, aunque fuera dentro de la trasgresión.
Pero me angustiaba
saber que, de no ser Paolo, cualquier otro guapo en botas pudiera jalar
sin miramientos mi
atención. O que, de no usar ya Paolo aquellas botas, pudiera
alejarme de él’.
Carlo, personaje central de Toda
esa gran verdad
Autodefinido
como una persona ‘cuya subjetividad y esencia han encontrado el
camino de la escritura como vía de expresión y objetivo
primordial’, Eduardo Montagner, (Puebla, 1975) documenta en esta
entrevista su forma de escribir, el panorama de la literatura juvenil
y la creación de su primera novela Toda esa gran verdad,
editada por Alfaguara, la cual podría ser llevada a la pantalla
por el cineasta Jaime Humberto Hermosillo.
Es autor del volumen de relatos En la postura de mi muerte
(1998).Obtuvo el tercer lugar en la novena edición del Concorso
Letterario Internazionale in Lingua Veneta ‘Mario Donadoni’,
Sezione Estero (Bovolone, Verona, 2005). Es coordinador de la antología
de relatos Parlar par véneto, víver a Mésico
(2005) y autor de las novelas Toda esa gran verdad (Alfaguara,
2006) y Al prim (2007).
- ¿Cuándo y cómo
decides ser escritor?
Recuerdo que veía con morbo, como a las cuatro de la tarde, entre
caricatura y caricatura, los programas de Imevisión donde Ricardo
Garibay decía a gritos que quienes no leían eran cerdos,
y ése podría decirse que fue el primer contacto que establecí
con un escritor vivo. Aunque en casa siempre se habló español
—un español plagado de venetismos—, empecé
a entender palabras incluso básicas del castellano en los diccionarios
porque el lenguaje siempre ejerció atracción para mí,
aunque antes de eso vino el interés en aprender la escritura
japonesa, y lo hice. Pero llegó con los años la necesidad
de significar más cosas al escribir (por mucho tiempo satisfice
necesidades de escritura trazando ideogramas), y entonces, poco a poco,
fui dirigiéndome hacia la perspectiva de estudiar letras en la
Universidad de Puebla: de repente eran la única carrera y vocación
que me interesaban, por mucho que me largaran el trillado discurso de
que moriría de hambre si hacía eso.
Comencé a escribir, como a los diecisiete años, muy inseguro,
algunos poemas y cuentos, hasta que con un grupo de compañeros
inicié el proceso de mostrar a los demás lo que hacía
y el de publicar cosas en una revista independiente de la universidad.
Luego llegaron los talleres, participaciones en periódicos y
demás. Aunque, en mi caso, debo decir que, si alguna, por así
llamarle, frustración tengo, es la de no haber podido escribir
música, porque ésta siempre me interesó demasiado,
pero nunca pude acercármele más que como escucha.
- ¿Por qué escribir una
novela como Toda esa gran verdad?
La idea me rondaba desde mucho tiempo atrás, pero el detonador
fue la música de Michel Nyman en las películas de Peter
Greenaway, y específicamente los temas «Memorial»
de El cocinero, el ladrón, su esposa y sus amante y
«Time lapse» de Una zeta y dos ceros. Esa música
y las películas me llevaron a una situación de querer
decir algo escatológico y sublime a la vez —que eran, en
pocas palabras, las sensaciones que me producía tal música—,
y encontré el recurso del fetichismo para tal fin, además
de que siempre me han interesado las sexualidades extrañas como
expresión humana, las parafilias, el enigma, el secreto, todo
ello lo veo como una fuente inagotable para rozar el filón de
la llamada condición humana.
Quería una novela como minimalista donde un mismo asunto estuviera
machacando hasta bordear y penetrar todos sus intersticios, y espero
haberlo logrado con los pocos personajes de esta novela y con el leitmotiv
de las botas de hule. La música que más directamente me
llega, la que instintivamente me acoge, es la minimalista del tipo Glass
o Nyman. De alguna forma respondí a eso escribiendo una novela
que de principio a fin es lo mismo aunque diferente, donde lo importante
es ver las cosas desde mil obsesivos ángulos.
- El fetichismo es una parafilia común en las personas, ¿por
qué utilizar un joven homosexual (Carlo) como personaje central
en tu novela?
Bueno, no comparto la idea de que el fetichismo sea una parafilia tan
común, y menos en grados ya fuertes como el de mi personaje (aunque
no es un fetichismo puro, el de Carlo, según descubrí
después con más lecturas y con mi acercamiento a fetichistas
totales). Quise dar algunos giros al asunto en mi novela: en lo que
leí sobre fetichismo supe que se trata de una parafilia más
común entre los varones que entre las mujeres, entonces me gustó
el giro de que el fetichista de mi novela fuera hombre, pero enamorado
de otro varón, y las botas negras son también frecuentes
en el fetichismo, pero no las de hule, entonces aproveché mi
cercanía con este tipo de botas para dar el segundo giro y para
ambientar la novela en establos.
El joven homosexual me daba todo lo necesario para llegar a lo que deseaba
expresar en la novela, con el tono deseado, con la cuota de secreto
en riesgo presente en toda la historia. Tan importante como el joven
homosexual es el joven heterosexual porque así se materializa
la imposibilidad del amor y del sexo que termina creando la erupción
del fetichismo. Si Paolo hubiera encontrado, no a Carlo, sino a una
joven mujer lamiendo a escondidas sus botas de trabajo puede que se
hubiera sentido desconcertado, pero es casi seguro que al final el sexo
hubiese sido posible entre ellos, quizás el amor. Con Carlo,
en cambio, las cosas no se planteaban igual de fáciles y entonces
surgía el enfrentamiento de condición humana que me interesaba
reflejar: la amistad en juego, la traición del amigo gay hacia
al amigo heterosexual por causa de los sentimientos que el segundo provoca
en el primero, la suave y gradual aceptación que Paolo tiene
que ir permitiendo en su interior hasta volver a hablar frente a frente
con el amigo que lamía sus botas escondido en el establo, la
prima y novia en medio de todo eso, la madre adusta que lo sabe todo
aunque lo dice sólo en un rapto hasta el final, y, además,
el posible descubrimiento de Carlo en el sentido de dudar de su propia
homosexualidad cual etiqueta autoimpuesta como defensa a las presiones
sociales de su medio y ver su fetichismo como mero pretexto para enfrentar
sus verdades.
- Toda esa gran verdad es tu primera novela, y fue publicada
por Alfaguara, ¿te consideras privilegiado?
Me
considero apreciado en mis búsquedas. Cuando me enteré
de que sería publicada, lo primero que pensé fue que ese
hecho me avalaba como escritor en lengua étnica, cosa que es
muy importante para mí; luego vino una especie de toma de conciencia
del hecho de haber escrito una novela que sería publicada en
esa editorial.
El proceso fue más o menos así: Daniel Sada, desde la
primera sesión del taller, nos dijo que venía a Puebla
buscando escritores, y que quienes terminaran su novela contarían
con su apoyo para ofrecerla en las editoriales comerciales. Esto al
principio nos inquietó, pero luego nos planteó la situación
de aventurarnos de lleno en la empresa de escribir. Daniel lo que hace
con sus alumnos es abrir una vía muy importante para avalar la
lectura de tu obra. A las editoriales comerciales llega cada semana
la novela de alguien que habla maravillas de ella, gente que va desde
personas muy ilusas hasta posibles talentos verdaderos, pasando por
los que desean que las editoriales les tallereen sus trabajos, así
que no es nada sencillo para los directivos o editores enfrentar esta
situación. Pero, como me dijo Marisol Schulz, la directora de
Alfaguara, ella no puede dudar del aval de escritores de la talla de
Daniel Sada cuando recomiendan leer algo de un joven. Entonces lo que
ocurre es que, sencillamente, leen tu novela.
Con Daniel pasa algo muy curioso: mucha gente piensa que él impone
a los escritores que serán publicados, pero lo que no sabe la
gente es que varias veces las editoriales le han rechazado sus propuestas,
porque al final, con Daniel Sada o sin él, tu novela tiene que
defenderse sola. Otras novelas ya publicadas que han llegado a las editoriales
en esta forma son Adicción, en Planeta, de Isaí
Moreno, La vida a tientas, de Raúl Manríquez,
en Plaza y Janés, y Nada que ver, de Jorge Dorantes,
en Era.
Ahora Toda esa gran verdad ha entrado en una nueva etapa: el
director Jaime Humberto Hermosillo se ha interesado en mi novela para
llevar la historia de Carlo y Paolo a imágenes. El proyecto está
apenas iniciando, pero tendré que participar leyendo el primer
tratamiento del guión —que Jaime Humberto acabó
de escribir recientemente— y dando mis sugerencias.
- ¿De qué manera contribuyen los talleres en la creación
literaria?
Creo que mucho, al menos en mi caso sí influyeron. Yo me acerqué
a ellos (tomé con Laszlo Moussong, Ricardo Chávez Castañeda,
Víctor Hugo Rascón Banda, Luis Mario Moncada y Daniel
Sada) porque ansiaba pistas, saber de qué se trataba el asunto,
ver si mis ideas incipientes iban por buen camino o no, pero luego vas
descubriendo infinidad de cosas, desde aspectos técnicos, criterios,
hasta estilos de vida que te van formando. Y creo también que
los talleres cumplen una función primordial: hacer que te vuelvas
receptivo a las críticas sin matarte por eso, y provocar que
te atrevas a hacer las cosas. Sin embargo, y como dice el propio Daniel
Sada, el que va a ser escritor lo será con talleres o sin ellos.
- ¿Cómo observas la literatura juvenil actual en México?
Algo limitada. He leído novelas y cuentos de escritores jóvenes
como Alberto Chimal, David Miklos, Heriberto Yépez, Jorge Dorantes
y Tryno Maldonado, y veo que sus búsquedas van muy fuerte. Algunos
de ellos, como Tryno, son casi eruditos pese a su juventud, cosa que
me impresiona. Además, viene pronto la primera novela de Jaime
Mesa, quien es mi amigo y publicará, como yo, en Alfaguara. Como
dije antes, creo que lo que nos une es una búsqueda literaria,
pero cada quien anda en lo que más se ajusta a tal búsqueda.
- ¿Quiénes son tus influencias literarias?
El descubrimiento consciente de las posibilidades literarias que más
me interesan se lo debo a Juan García Ponce, de quien prácticamente
devoré todas sus novelas y cuentos. Luego, el que me hizo desear
la novela como género para emprenderla por mi cuenta fue Juan
Marsé con Esta cara de la luna y sus otras novelas.
Siguieron Salvador Elizondo y Sergio Fernández (Los peces,
Segundo sueño) entre los que más me marcaron, hasta
que llegó Daniel Sada, que es de una lingüística
desbordante y de un narrador muy especial. Últimamente me he
sentido apabullado por las novelas cortas de Chéjov, los cuentos
de Onetti, Houellebecq, Ian MacEwan, Pombo, Ishiguro, Gombrowicz, la
tetralogía de Mishima El mar de la fertilidad y por
Doktor Faustus de Mann.
- ¿Qué persigues al escribir?
Una especie de declaratoria de poética. Ha sido muy difícil
confrontarme con mis propias inconciencias, con las motivaciones profundas
que me llevaron a ser un bicho raro en donde nací, pero podríamos
decir que persigo sacar de mí, cosificar y sublimar, cosas que
me rondan e inquietan, que me maravillan o destrozan. Tengo ciertas
obsesiones muy definidas en cuanto a lo que quiero escribir y confío
también en que, sobre la marcha y con el transcurso del tiempo,
pueda ir creando una obra con esas obsesiones y dirigiendo mi búsqueda
hacia otros ámbitos.
- ¿Cuáles son ahora tus proyectos de escritura?
He estado escribiendo unos cuentos que parece saldrán en breve
en una antología y también he estado dedicado con intermitencias,
desde septiembre de 2005, a escribir un texto que no sé que sea,
de nombre Mo. Citaré una frase de Mo para expresarme
mejor: persigo convertir los fonemas de la oralidad perdediza en
grafemas dramáticos pertenecientes a un sistema de signos superior;
en ese texto también manejo la idea de inmolarse a través
de la escritura como salvación o búsqueda de sentidos.
Tengo planeado también recurrir pronto a un relato largo, escrito
en véneto, para traducirlo en lo que deseo que sea una especie
de novela en español donde, por intereses lingüísticos,
ese texto deba ser leído por un nativo de esa lengua, lo cual
me permitirá entreverarlo en la trama e ir ensayando un estilo
que busco desde hace tiempo. Últimamente, por fortuna, gracias
a reflexiones sobre música y a cierta obsesión catalogadora
o enumeradora que me dejó el estudio de la escritura japonesa,
busco la forma.
- Por último, ¿cómo se autodefine Eduardo Montagner?
Como una persona cuya subjetividad y esencia han encontrado el camino
de la escritura como vía de expresión y objetivo primordial,
y como un narrador que va de su lengua minoritaria a la lengua nacional,
en constante y aún incipiente búsqueda, para plasmar lo
que le interesa. La novela extensa me invade, la siento como una tormenta
que se avecina, pero creo que antes debo sacar estos otros intentos
que menciono. Durante muchos años necesité apoderarme
de la prosa en una manera muy personal y, luego de muchos tropiezos,
espero estar lográndolo.
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DATOS DEL AUTOR:
J. Carlos de León (Ciudad de México,
1981) Estudió en la Escuela de Periodismo Carlos Septién
García. Escribe cuento, crónica y perfila sus entrevistas
hacia escritores, entre ellos Mario Bellatin, Álvaro Pombo, Amir
Valle, y la poeta Dolores Castro. Colabora en la revista bimestral Diálogos-EPCSG,
y en el diario El Mercurio, de Tamaulipas. Actualmente prepara su primera
novela.