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La jocosidad impía de Teresa Dovalpage
Elena Méndez
19/05/2008



Teresa Dovalpage nació en La Habana, Cuba, en 1966. Radica en Albuquerque, Nuevo México, Estados Unidos. Es Licenciada en Lengua y Literatura Inglesas y Máster en Literatura Española por la Universidad de La Habana. Actualmente cursa el Doctorado en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Nuevo México (UNM). Su tesis doctoral aborda la literatura cubana del siglo XX.

Se ha desempeñado como traductora, editora, lingüista, instructora de español, inglés y literatura en la Universidad de La Habana, la Universidad de Nuevo México, Southwestern College, Grossmont Collage, Multilingual Translations y Systran Software Inc.

Cuentos y artículos suyos han aparecido en La Raza, El Nuevo Herald, Rosebud, Hispanic Magazine, Latina Style, Hispanic Culture Review, Latino Today, Puerto del Sol, La Peregrina Magazine, Replicante y Baquiana. De noviembre a diciembre de 2006 su obra teatral La hija de La Llorona se representó en el teatro Aguijón, en Chicago, Ilinois.

Ha publicado las novelas: A Girl like Che Guevara, Posesas de La Habana (Soho Press y PurePlay Press, respectivamente; 2004); y Muerte de un murciano en La Habana (Anagrama, 2006). Con este libro resultó finalista del XXXIV Premio Herralde de Novela en 2006 [Nota 1].

Entre las temáticas privilegiadas por Dovalpage se encuentran: Cuba, el régimen castrista, la misoginia, la violencia, el fracaso, el erotismo y la soledad. Tiende al fraseo breve, el humor negro, el sarcasmo, la mezcla de referentes cultos y populares.


Leí por primera vez a Dovalpage en la revista Replicante, donde fue incluido su cuento ‘¿Corruptora de menores yo?’, cuya crítica social a la doble moral norteamericana me impresionó por la jocosidad impía con que se planteaba. Posteriormente pude leer sus tres novelas, y regocijarme y sufrir con la sátira mordaz que se hace de la sociedad cubana y del sistema comunista, plagados de contradicciones. La abordé por internet para que nos hablara de su quehacer literario.


- ¿Qué representa La Habana dentro de su obra?

Es una presencia tanto como un espacio. El plasma vital en que se mueven, empujan, besan y estrujan esos seres cómicos y a veces terribles llamados habaneros. Es una caldera (no necesariamente del diablo, aunque yo no diría que de ángeles, tampoco) en que hierve la vida isleña.


- Según usted, ¿qué recepción tiene la literatura escrita por latinos residentes en Estados Unidos dentro de dicho país?

Ha sido muy buena, me parece. Por ejemplo, a Carlos Eire le dieron un premio muy prestigioso, el National Book Award, por sus memorias Waiting for Snow in Havana in 2003. Por otro lado, Julia Álvarez y Cristina García, latinas que escriben en inglés, han tenido una magnífica recepción de la crítica. Y los libros de los autores consagrados como Isabel Allende se traducen al inglés casi tan pronto como salen en español.


- ¿Qué perspectiva sobre la literatura cubana contemporánea le otorga el radicar en el extranjero?

Para empezar, aquí puedo leer obras a las que no hubiera podido ni echarles un vistazo en Cuba. Por ejemplo, las novelas de Zoe Valdés y Reynaldo Arenas no se publican allá. Ni siquiera las de Pedro Juan Gutiérrez se encuentran en la isla, aunque el autor vive en La Habana. De modo que vivir fuera del país definitivamente abre los horizontes... y las entendederas. Por otro lado, el acceso a Internet me ha permitido conocer y conectarme con autores, tanto cubanos como de otros países, con los que nunca habría llegado a tener relación de haber seguido en Cuba.


- ¿Qué implicó para usted el escribir su primera novela en inglés, siendo una hispana recién llegada a los Estados Unidos?

En ese momento suponía que no había tenía más opción. Puesto que estaba en un país donde la primera lengua es el inglés, me parecía que no había de otra, como dicen en México. Esto es, que tenía que escribir en inglés si quería ver mis libros publicados. Más tarde descubrí que hay un mercado para libros en español también, y encontré una agente literaria en Barcelona para las novelas en mi lengua materna. Pero sin duda fue un reto el escribir A Girl like Che Guevara en inglés a los siete años de llegar a California. Lo que luché con las preposiciones, sólo lo sabemos mi editora y yo. No fue easy, vaya.


-¿Por qué razón divide su novela Muerte de un murciano en La Habana en actos y cuadros, como si de una obra dramatúrgica se tratase?

Porque la novela sigue la estructura de una zarzuela española, Los Gavilanes, [Nota 2] incluso cito versos completos de la misma. Pero es final es aquí irónico. Es decir, retomo la fábula del indiano (en este caso, un murciano buena gente y un poco despistado) que viene a hacer dinero a las Américas. Sólo que en lugar de atesorar centenes, el pobre se encuentra con la de la guadaña donde menos lo espera.


- ¿A qué atribuye que sus personajes femeninos muestren tanto rencor hacia sus madres y viceversa?

Eso precisamente es lo que me pregunta mi madre. ‘Ven acá, Teresita’, me ha dicho mi progenitora, ofendidísima. ‘¿Tú tienes un trauma conmigo o qué te pasa? Oye, yo no soy tan grosera como esas madres que aparecen en tus novelas, eh’. Y la verdad es que nosotras no nos llevamos mal. Aparte de algunos desencuentros generacionales que hemos tenido, que supongo son naturales, no cargamos con los problemas de Maricari y la Mandonísima en Muerte de un murciano… ni de las madres conflictivas e hijas despelotadas que aparecen en Posesas de La Habana. Así que mi respuesta es que no sé a qué atribuirlo, a lo mejor a una mala pasada del subconsciente.


- ¿Por qué otorga tanta importancia a la oralidad en sus textos?

Pienso que los cubanos somos un pueblo oral. Hablamos no sólo con la boca, sino también con las manos, los ojos... Bueno, mejor me callo antes de mencionar otra parte del cuerpo que no viene al caso en este momento. En fin, que el español cubano es una lengua viva en toda la extensión de la palabra. Vivita y coleando. Por eso he tratado de reflejar la manera en que se habla en las calles de La Habana, en la cola de los camellos, en el puesto de viandas... Me gusta llevar 'la isla en peso', citando a Virgilio Piñeira, hasta los oídos del lector.


- ¿Cómo influye Reynaldo Arenas en lo que usted escribe?

Creo que Arenas ha influido, de una manera u otra, en la mayoría de los autores cubanos que hemos tenido la oportunidad de leerlo. Su irreverencia fue una vacuna necesaria contra las altas dosis de realismo socialista (¡perdóname, Manuel Cofiño!) a que mi generación fue sometida por varias décadas. Con El color del verano, la narrativa cubana recibió una bocanada de aire fresco, de la que algo nos tocó a los que llegamos después.


- Usted se ha desempeñado como docente. ¿Tal hecho estaría relacionado con que suela incluir personajes víctimas del bullying [Nota 3] (como Papirito y Lourdes en A girl like Che Guevara; Beiya en Posesas de la Habana y Teófilo y Maricari en Muerte de un murciano en La Habana) ?

Más que mi desempeño como docente, uso este tema en mi escritura porque yo misma he sufrido del bullying. Cuando iba a la escuela en Cuba siempre tenía problemas por ‘no defenderme bien’, ‘no saber fajarme’, o en buen cubano, ‘ser demasiado comemierda’ como me decían dulcemente mis compañeros de clase y los propios maestros… que realmente hicieron bien poco para ayudarme. Odette Alonso ha escrito no hace mucho un artículo muy fuerte sobre la situación en las escuelas cubanas de los 70 y 80 en su blog Parque del Ajedrez [Nota 4]. Allí cuenta como los estudiantes que no soltaban tres o cuatro malas palabras a todo pecho cada día eran considerados bitongos [Nota 5] y burguesitos, y abusados por alumnos y maestros que veían en su pasividad presa fácil. Las cosas, por desgracia, no han cambiado mucho desde esa época.


- Desearía saber si esta especie de trilogía novelística que usted ha conformado es una manera de exorcizar un sistema al cual se muestra como nefasto dentro de la ficción

Toda literatura es exorcismo, de una manera u otra, no importa si el autor está consciente o no de lo exorcizado. Y el exorcismo literario tiene sus ventajas, naturalmente. Al darles nombres a las cosas, por escrito o a boca llena, se les pierde el miedo y se les pone en su justo lugar. No importa si lo nombrado es el bullying en las escuelas o la rigidez política o el miedo a los chivatos.


(Entrevista realizada el 10 de mayo de 2008)

Fotografía de Lia Wright


Nota 1: Mismo que obtuvo Alberto Barrera Tyszka por La enfermedad.

Nota 2: Compuesta por Jacinto Guerrero (Ajofrín, 1895 - Madrid, 1951), en 1924.

Nota 3: Acoso escolar.

Nota 4: Dicha nota puede consultarse en: parquedelajedrez.blogspot.com

Nota 5: ‘Nombre dado a niños o jóvenes educados y de buena crianza, salidos de familias de bien que rechazan o son renuentes a participar en Escuelas al Campo, labores agrícolas, ‘internacionalistas’ o trabajos duros impuestos por el sistema'. www.cartadecuba.org/diccionario_de_la_revolución.htm



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Para saber más

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DATOS DE LA AUTORA:

Elena Méndez (Culiacán, Sinaloa, México, 1981).- Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Narradora. Redactora de www.homines.com Subdirectora de www.revistaespiral.org Ha participado en los talleres literarios de los escritores mexicanos María Baranda, David Toscana, Cristina Rivera Garza, Andrés de Luna, Federico Campbell, Anamari Gomís y Antonio Deltoro. Textos suyos han sido publicados en España, Chile, México, Estados Unidos, Brasil y Colombia.