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Vallejo, ¿solo tenemos la palabra en este entierro?
Rolando Gabrielli
19/09/2012


Fernando Vallejo escribe contra todo, todos y sí mismo, si le alcanza el tiempo y por seguridad que no se le escape nadie de su cirugía verbal. Se detiene solo para preguntar: ¿de quién estaba hablando mal? Sus libros así lo confirman, como sus entrevistas, apariciones, declaraciones. La virgen de los sicarios, El desbarrancadero, La Puta de Babilonia, son los titulares de sus más célebres libros en los que no descansa de fustigar desde su nacimiento hasta el último rosario del Papa.

Esa mala patria, le llama a Colombia, para que ni un centímetro cuadrado de su extensa geografía se quede por fuera de su crítica ácida, tenaz, lapidaria. No quiero volver a saber de ella, habla como si fuera una mujer perdida en algún rincón si quedara de la memoria. Lo que me reste de vida lo quiero vivir en México y aquí me pienso morir, sentencia como un mariachi, nacionalizado hace algunos años mexicano. País asesino, el más asesino de todos, descarga sin contemplación contra su natal Colombia, como si las palabras fueran a detener un gran río de sangre que él ve pasar desde su infancia. Cuántas veces, me pregunto, habrá pensado y escrito la palabra horror para llamar al espanto y describir la tragedia.

    

Bueno, considera que la física nos engaña con las ecuaciones y la literatura con las palabras. No hay escapatoria, al parecer, para Vallejo en un mundo donde se viene a sufrir como si un túnel viajara con nuestro destino sin salida. ¿Pesimista, sarcástico, aguafiestas, bilioso, atrabiliario, colérico? Probablemente el diccionario de sinónimos no alcance para definirlo. Roberto Bolaño dijo en una memorable entrevista poco antes de morir, que Fernando Vallejo estaba instalado en la desesperación y en el laberinto.

Nadie se le escapó a Vallejo, de Cortázar dijo: No lo conozco. Lo he ojeado y me da la impresión de que no sabía escribir. No sabía justamente el idioma literario, escribía pobremente. Y los jóvenes hacen este cálculo: si este escritor tan malo es nuestro gran escritor, entonces por qué yo no puedo ser igual a él. A Bolaño le dedicó estas margaritas: la prosa de Bolaño es demasiado simple, plana, elemental, ‘del tipo yo Tarzán, tú Chita’. Salpica desde el hueco que la parió hasta la estrella más lejana.

Fernando Vallejo, si lo leemos, nos daremos cuenta que es poseedor de uno de los ventiladores de mierda más fenomenales de la historia literaria universal y galáctica, tal vez.

Sorprende, que viviendo en México, un calidoscopio del horror, no escriba una línea sobre ese país, que le otorgó el expremio Rulfo. Vallejo se califica asimismo de ‘escarbador de vidas ajenas’. Se ha especializado en este tema con su compatriota Gabriel García Márquez, impartiéndole un cursillo, donde se burla de sus quehaceres de cortesano político transcontinental y relaciones con Cuba y Fidel Castro. En ese ejercicio describe una visita a Cuba y relata su experiencia: Bueno, te decía que he estado dos veces en Cuba y que me fue muy bien. En la primera me conseguí un muchacho esplendoroso, y te paso a detallar enseguida una de las más grandes hazañas de mi vida: cómo lo metí al hotel. Pero te lo presento primero en la calle vestido para que le quitemos después la ropa prenda a prenda en la intimidad del cuarto: de dieciséis tiernos añitos, de ojos verdes, morenito, con una sexualidad que no le cabía en los pantalones, lo que se dice una alucinación. Sus ojos verdes deslumbrantes se fijaron en los pobres ojos míos apagados, y la chispa de sus ojos viéndome incendió el aire. ¡Uy Gabo, qué incendio, qué inmenso incendio en Cuba, el incendio del amor! Menos mal que medio lo apagamos después en el cuarto, porque si no, les quemamos los cañaverales y listo, se acabó la zafra...

    

Biólogo, pianista, escritor, le ve la suerte a la vida, su familia, Colombia, a algunos poetas, a la iglesia católica y al Cuervo Blanco, que es el propio Rufino José Cuervo, su más reciente libro, dedicado a este filólogo colombiano del siglo XIX, constructor de un diccionario inconcluso de la lengua española.

Vallejo estaba ausente desde hace un tiempo de foros y procesiones literarias, pero ha vuelto al ruedo mediático en Buenos Aires, en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA).

La excelente periodista argentina de Página 12, ha entrevistado hace muy poco al inefable Fernando Vallejo, no confundir con César Vallejo, y bueno, los resultados están a la vista, el colombo mexicano Vallejo se ha vestido de cuervo negro y le ha sacado los ojos al propio y mismísimo Jorge Luis Borges y en casa. Debió vivir quizás la atmósfera de aquella memorable e impensada goleada que le propinó la selección colombiana a la argentina. Vallejo, no reconoce maestros, escuelas, patria, familia, religión, colegas, géneros y su mundo es este horroroso mundo que lo traduce con lo que tiene a mano y no alcanza, dice. ¿Es probable que no se mire al espejo porque lo insultaría? Habría que preguntarle si alguna vez estuvo a favor de algo, aunque sea por equivocación.

No sabemos, veamos que dice y hace con Borges el ciego irreverente. Vallejo se interroga: ¿Quién de los escritores de este idioma quiere al idioma? Borges no creo que lo quisiera, parecía que era un escritor inglés que escribió en español porque no le quedaba más remedio. ¿Quién lo quería?.

    

Silvina Friera le pregunta cándidamente: En este sentido, ¿Borges sería un gran prosista de la lengua o un gran escritor para usted? Y Vallejo, como si esperara la pregunta para desbarrancar contesta con la guadaña en una mano y la guillotina en la otra: Hay dos Borges: uno el poeta y el otro el prosista. Del poeta ni hablemos porque es lamentable. No tenía el sentido de la poesía, entendida como la poesía hecha por versos. No era su momento, ya había pasado el momento para que se hicieran grandes poemas en el idioma. Que por lo demás son muy pocos; los versos buenos de la lengua española caben en un cuadernito de escolar. El otro Borges es un escritor de relatos cortos. Uno un poco largo, ‘El aleph’, es un magnífico relato lleno de sentido del humor y desmesurado, escrito en buena prosa, con riqueza sintáctica. Todos los otros relatos chiquitos, pequeñitos, son una literatura más de divulgación del mundo árabe, por ejemplo ‘Los traductores de las 1001 noches’. No creo que eso haga un gran escritor a nadie; Borges puede ser un gran divulgador o un buen tratadista de literatura. Son curiosidades de erudito con las que ya acabaron Google, Internet y Wikipedia. Eso que era inaccesible en el tiempo de Borges, ahora con un clic lo tenemos al alcance de la mano. Borges es un personaje bonito por su amor a los libros y a la literatura. Y por su tragedia de quedarse ciego, con lo cual se escapó de leer mucha basura.

¿Vallejo juega con los tamaños literarios? ¿Se aferra a su ceguera y mira a Borges? ¿Borges sería un escritor ideal para el Almaque de Bristol? ¿Un precursor del Reader Digest en español? Un encuentro con Borges habría sido fenomenal, no era mudo, como Gardel.

    

Coloralio

Bolaño decía, ‘hay que leer a Borges otra vez’.

He leído toda la obra de Borges, al menos dos veces, y casi todos los libros que se escribieron sobre él, y hay una cosa que tengo más o menos clara: Borges era un humorista, tal vez el mejor que hemos tenido, sobre todo cuando se juntaba con Bioy, aparte de ser un gran poeta y el más grande cuentista y un gran ensayista. En fin, probablemente el mejor escritor en lengua española desde Quevedo. Decir que la poesía era un género del siglo XX sin duda es una broma. Se mire como se mire. Y decir que el cuento podía sobrevivir a la novela, también es una broma. Borges sabía, mejor que nadie, que novela y cuento son dos hermanos siameses. Uno grande y el otro pequeño, con cerebros distintos y almas separadas, pero unidos y probablemente compartiendo el mismo hígado o el mismo corazón, lo que entraña que a la muerte de uno sigue la muerte del otro.



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DATOS DEL AUTOR:


Rolando Gabrielli (Santiago de Chile, 1947). Estudió Periodismo en la Universidad de Chile. Ejerció hasta el 11 de septiembre de 1973 en su país. Fue Corresponsal Extranjero en Colombia y Panamá (1975-79). Funcionario Internacional, experto en la industria bananera, encargado de estrategias para los ocho países de la región miembros de la UPEB, Editor de la publicación científico-técnica y económica, con circulación en 56 países, columnista de la revista alemana D+C (1979-89). Escribe para varios periódicos panameños como Analista Internacional y trabaja en el programa de la Unión Europea-PNUD, Tips On Line, mercadeo de oportunidades empresariales vía Internet. Asesor en estrategias empresariales, editor de Suplementos especializados, ha trabajado y lo hace actualmente en marketing.