Las tumbas eran para los egipcios residencias
para la eternidad. Frente a la naturaleza temporal de la vida terrena,
la vida posterior tenía carácter eterno, por lo que había
que preparar adecuadamente el espacio que le serviría de marco
a esta existencia. Hasta finales del periodo predinástico, las
tumbas eran hoyos excavados en la tierra donde se depositaba un ajuar
como en otras culturas mediterráneas. Poco a poco, el pozo se
va haciendo más profundo y adquiere una forma rectangular. Se
crean nuevos espacios e incluso subdependencias. Con la llegada del
periodo dinástico, se van añadiendo estructuras de formas
geométricas y regulares.
En
el Bajo Egipto predomina una forma prismática plana o abovedada
rebajada, que se construye con ladrillos de adobe, haciendo muros rectos
e inclinados, y la piedra se reserva solo para el revestimiento tanto
interior como exterior. A este tipo de enterramiento se le denomina
mastaba. El modelo de mastaba era siempre el mismo, solo que se complicaba
en el interior haciéndose más grande. Se perfeccionan
y llegan hasta la existencia de mastabas secundarias. En el momento
de mayor expansión algunas consiguen tener hasta cincuenta cámaras
entre capillas y almacenes para las provisiones así como para
el ajuar. Excavada en el suelo, estaba la cámara funeraria. El
exterior se pinta de alegres colores imitando las esteras con las que
se adornan las casas y en el interior se disponen relieves o pinturas.
La transformación de mastaba a pirámide se lleva a cabo
en el Imperio Antiguo. En época del segundo faraón de
la III dinastía, en el complejo funerario de Zoser (Djeser).
Cuando se construyó la llamada
Pirámide Escalonada. Dicho complejo se erigió en Saqqara.
Una galaxia de patios irradia desde la pirámide. El gran patio
para la carrera ceremonial, rodeado de edificios. El patio del Heb-Seb,
más pequeño, rodeado de capillas. Y los patios de una
serie de construcciones situadas al norte y al sur. La pared este del
patio para la carrera ceremonial, se apoya en el patio del Heb-Sed.
La Pirámide Escalonada ocupa el lado norte. En el último
patio, en la cara norte de la pirámide, está el Serdab,
una cámara en forma de alacena, que contiene la estatua de Zoser.
En este complejo se celebraba la fiesta del Heb-Seb. Esta fiesta consistía
en una serie de actos rituales entre los cuales el más importante
era la repetición de la ceremonia de la coronación como
rey de los dos Egiptos. Un cortejo visitaba a los dioses del Alto Egipto
que se encontraba en el sur del país para que el consentimiento
de la realeza del Faraón fuera renovada. Una vez dado este consentimiento,
el rey era coronado con corona blanca, como Faraón del Alto Egipto.
Después se repetía la ceremonia en el norte con corona
roja. Finalmente se procedía a la unificación, que consistía
en atar las dos plantas simbólicas, el loto y el papiro. Se celebraba
cada 30 años con el fin de recuperar el poder que se podía
haber debilitado con el paso del tiempo. Sin embargo, podía repetirse
cada vez que convenía a los intereses del momento. Otra ceremonia
que se realizaba, era una carrera de velocidad en la cual el rey, generalmente
debía cubrir una ruta con la debida rapidez, porque de esta habilidad
dependía la fertilidad de los campos. La composición de
este complejo arquitectónico parece ser que trataba de preparar
el marco adecuado que facilitara el desarrollo de esta ceremonia en
el más allá. La parte más importante del recinto
es la Pirámide Escalonada. En su construcción se utilizó
por primera vez la piedra como material exclusivo por ser dura y permanente.
Se edificó en cinco etapas. Ningún otro faraón
preparó para su segunda vida un complejo igual a este y nunca
estuvo la vida terrena tan directamente proyectada en la vida del más
allá, como en este recinto sagrado. Tenían un exclusivo
propósito: proporcionar una existencia eternamente renovada.
Todo irradia, en este complejo, un alegre optimismo.
Fue en la IV dinastía cuando
se alzaron las grandes pirámides concebidas ya desde un principio
con tal carácter y no como la consecuencia de la superposición
de mastabas. La pirámide es un volumen. Sus cuatro planos triangulares
son sus elementos constitutivos. Sethe, extraordinario traductor de
textos egipcios, dice que puede considerarse el número cuatro
como el número sagrado de los egipcios. Las cuatro direcciones
del espacio exterior, los cuatro vientos, también son cuatro
los pilares del cielo para los egipcios. Inalterablemente el cuadrado
es la base sobre la que se apoya la pirámide verdadera.
El faraón Snefru, primer faraón de esta IV dinastía,
padre de Keops, según gran número de autores, se hizo
construir tres pirámides diferentes.
1ª La Pirámide de Meidum. Algunos autores dicen que no fue
para Snefru, sino para Huni, último faraón de la III dinastía
y terminada por Snefru. Se construyó en varias etapas. Primeramente
se levantó un núcleo de caliza al que se le añadieron
por los cuatro lados seis capas de piedra de tamaño decreciente
hasta construirse peldaños, pasando a ser el núcleo central,
el séptimo escalón. Más tarde, se subieron todos
los escalones a mayor altura y se añade uno más, ocho
escalones. Finalmente, estos escalones fueron unidos con un relleno
de piedras y se vuelven a revestir de caliza hasta darle la forma de
una pirámide normal.
2ª La Pirámide Encorvada,
truncada, quebrada, fue construida en Dahshur y proyectada como pirámide
geométrica romboidal. Tiene dos corredores de entrada que acceden
a cámaras interiores cubiertas con bóveda falsa. Al sur,
se construyó una pirámide secundaria para guardar los
vasos canopes. Se cree que fue acabada precipitadamente y se ha confirmado
que las piedras de la parte superior, fueron colocadas con menor cuidado
que las piedras de la parte inferior.
3ª La Pirámide Roja, que
se construyó muy cerca de la anterior, se llama así por
su color, aunque estaría recubierta por caliza. Es la primera
erigida como pirámide verdadera. La base cuadrada y sus cuatro
caras, forman triángulos isósceles con las puntas convergentes.
Su inclinación se aproxima a la parte superior de la anterior
y eso le confiere un aspecto achaparrado. Tiene tres cámaras
y es probable que se enterrara aquí el faraón Snefru.
Distintos Egiptólogos afirman
que raramente en la historia de la arquitectura es posible contemplar
tan de cerca la creación de una forma tan monumental como estas
soberbias construcciones. Ellas nos descubren avances técnicos
sin igual en la arquitectura, tales como los que hacen posible la construcción
de planos inclinados de modo firme y la utilización de las hiladas
escoradas como recursos arquitectónicos. Se trata, en buena medida,
de una sorprendente intuición de las leyes de la estática
y del movimiento de fuerzas.
Las
restantes pirámides correspondientes a la IV dinastía,
Keops, Khefrén y Micerino, construidas sobre la meseta de Gizeh,
forman un conjunto que ha sido admirado en todo tiempo y provoca una
impresión de misteriosa majestad, sentida por todos los viajeros
antiguos y actuales. Es una ordenación geométrica de sencilla
y radical racionalidad. Son un símbolo histórico pero
también lo son mágico y trascendente. Se las incluyó
entre las Maravillas del Mundo. Aparecen como una manifestación
de poder e ingenio técnico. Es cierto que la forma abstracta
de la pirámide nunca desapareció de la memoria egipcia,
ni del vocabulario de su arquitectura, pero el entusiasmo que va adquirir
en esta dinastía no perduró en las siguientes. La perfección
que alcanza en la IV dinastía es única, como la del Partenón
en Grecia, en la época clásica. Por otra parte, la aparición
de esta arquitectura de piedra, está relacionada con la necesidad
de establecer un escenario para los nuevos ritos. Esta transposición
de espacio y rito siempre va a subsistir en la historia de la arquitectura
egipcia, pero en ningún periodo posterior tiene un contenido
simbólico tan destacado como en esta fase inicial, por llegar
las prácticas rituales a una extraña complicación.
Esto demuestra el enorme poder ejercido por los sacerdotes. Es curioso,
pero cada paso en la transformación del rey difunto en dios,
encuentra eco en el marco arquitectónico. Esta expansión
del ritual alcanzó su punto culminante en el enorme complejo
erigido por Keops, hijo de la reina Hetepheres y Snefru, a quien sucedió.
Se ve perfectamente la relación entre ceremonial y arquitectura.
Los templos funerarios a ellas anexos, expresan de este modo la culminación
de los ritos fúnebres recientemente implantados por el respectivo
monarca fallecido.
Entre las pirámides, la de Keops, la Gran Pirámide,
230,25 m. de lado, 146,5 m. de altura y 2.583.283 m3 de volumen. Inclinación
51º50" 40´, pertenece al horizonte. Más allá,
el desierto. Algo propio de la cultura egipcia. Sobresale singularmente
como una de las creaciones más geniales de toda la historia de
la arquitectura. Ha llegado a ser casi un símbolo
de esta cultura. Como las restantes pirámides, la de Keops, orienta
sus caras a los cuatro puntos cardinales, limitando el delta geométricamente
con la prolongación de sus diagonales y dividiéndolo en
dos partes iguales. El lado menor mide 230,25 m. y el lado mayor 230,45
m. En obra tan colosal, la máxima diferencia entre sus lados,
es de 20 centímetros. Lo cual indica un error del 0,086%. Su
altura, coronada por un piramidium, probablemente de granito pulido,
era de 146,58 m., hoy reducida a 137' [Nota
1]. Estas magnitudes han dado lugar a especulaciones matemáticas
bastantes complejas, pues se advierte un conocimiento de las ciencias
exactas que ha de relacionarse con el posterior desarrollo de las matemáticas
pitagóricas.
Su revestimiento exterior se ha perdido por completo, tanto es así,
que los enormes bloques de piedra, hoy desnudos, permiten trepar por
ella y debe reconocerse que la vista que se disfruta en la cumbre, compensa
de sobra, la dificultad de la ascensión, aunque no a todos pudiera
parecerles así. Se cuenta que Napoleón, en vísperas
de la llamada batalla de 'Las Pirámides', así denominada
porque se podían ver en lontananza, arengó a sus tropas
diciéndoles aquella frase ya célebre,'Soldados, desde
lo alto de las pirámides cuarenta siglos os contemplan' y ya
vencedor, parece que fue invitado a escalar la Gran Pirámide
por alguno de sus generales, pero el prudente corso estimó que
aquella subida entrañaría más riesgos que ventajas
y mientras algunos de ellos ascendían, él se quedó
calculando el volumen de piedra que contenían y que según
sus conclusiones bastaría para levantar un muro de tres metros
de altura y 30 centímetros de grosor alrededor de Francia. El
matemático Monge, miembro de la expedición, confirmó
la estimación.
La estructura interna de la Pirámide de Keops, aunque también
ha sufrido modificaciones, se conserva en mejor estado. Responde a una
línea evolutiva a partir de los esquemas planteados en las construcciones
de Snefru. Para llegar a la gran galería interior, hay que recorrer
un pasadizo descendente que conduce a otro ascendente y que, a su vez,
desemboca en la impresionante Galería Principal o Gran Galería,
cuya fábrica y proporciones reflejan una perfección jamás
conseguidas hasta el momento. Este esplendor de formas arquitectónicas
no deja de sorprendernos si pensamos que la gran galería era
concebida para ser utilizada solamente una vez, cuando la momia del
Rey fuera trasladada a la cámara funeraria. Alcanza una altura
de 8,55 m., y una longitud de 48,60 m. Los sillares están cortados
con una asombrosa precisión. Para la cubierta de la galería
se recurre a un sistema de abovedamiento por aproximación de
hiladas, siete hiladas de caliza colocadas a una distancia de 8 cm.
unas de otras formando una falsa bóveda. Al final de la Gran
Galería hay un alto escalón. Detrás de él,
un bajo corredor conduce a una especie de antecámara por la que
se accede a la cámara funeraria. Las paredes de esta están
orientadas hacia los puntos cardinales y sus dimensiones, 10,46 por
5,20, así como la de los sarcófagos, han sido escrupulosamente
analizadas en busca de implicaciones simbólicas. La cámara
funeraria, revestida de granito, contiene el sencillo sarcófago
de Keops, que fue encontrado sin tapa debido a las profanaciones.
Por
el contrario, la Pirámide de Kefrén, posee 215
m. de lado, 145,3 m de altura y 2211,096 m3 de volumen, inclinación,
53º10´, mantiene su revestimiento exterior y aunque más
baja que la anterior, su cumbre queda a la misma altura por estar construida
a un nivel más elevado. Kefrén, sucedió a Djedefre
que fue el siguiente monarca de la Dinastía IV, hijos ambos de
Keops, pero posiblemente no el primogénito. Tanto su corto reinado
como el lugar de enterramiento, Abu-Roash, al norte de Gizeh, hacen
pensar que existieron luchas por la sucesión. Aunque se carece
de documentación para establecer los acontecimientos más
destacados del reinado de Kefrén, su legado artístico
nos facilita la idea del carácter de este soberano. Continuó
la tradición de su padre Keops, edificando una gran tumba, siguiendo
el modelo de pirámide perfecta, que fue ubicada cerca del recinto
funerario de Keops, al norte de Gizeh, la Pirámide de Kefrén.
La
Esfinge de Gizeh no constituye ciertamente una obra arquitectónica
pero es difícil separarla de las pirámides al encontrarse
emplazada junto al Templo del Valle Kefrén. Se aprovechó
una gran masa de piedra existente y fue realizada extrayendo material.
Es una gran montaña esculpida. Nació de un solo contrafuerte
sobrante de la construcción de las pirámides, pero tampoco
es una escultura exenta puesto que está rodeada en tres lados
por las paredes rocosas de la cantera. Mira al Este. Para los egipcios
Oriente significaba la continuación de la vida. Solamente la
cabeza sobresale por encima del horizonte, dándole al conjunto
su conocido aspecto. La imagen del 'León Guardián' era
ya una tipología conocida y dominada por los escultores egipcios.
Lo novedoso en esta titánica obra, fue la sustitución
de la cabeza del león por la del propio Faraón y aunque
no existe ninguna prueba epigráfica, es casi seguro que representase
a Kefrén, como sol-dios, guardián de la necrópolis,
cobrando así la figura del monarca una fuerza y un poder que
configuran para la posterioridad el concepto faraónico de los
gobernantes egipcios. Nunca hasta estos momentos un soberano egipcio
había desplegado tantos recursos para legitimar su propio poder.
Después de la edad de las pirámides se ha identificado
a la Esfinge de Gizeh, con el dios Horus. Nada puede reproducir el encanto
misterioso de este rostro con su mirada perdida en la lejanía.
La
Pirámide de Micerino, 102,2m. de lado, 104,66m. de altura
y 235.183 m3 de volumen. Inclinación, 51º 20" 25´,
la última y más pequeña de las pirámides
de Gizeh, pertenece a este faraón, que fue, probablemente, hijo
de Kefrén. Si bien sus dimensiones son más reducidas que
las anteriores, estaba destinada a ser la de mayor belleza, ya que se
pensó cubrir la totalidad de su superficie con granito rosado
de extraordinaria calidad, material que la haría brillar con
luz propia. El proyecto no se llevó a cabo, quizá por
la relativa brevedad del reinado de Micerino o por la falta de medios
materiales. Hay que tener en cuenta que las obras funerarias de los
faraones anteriores arrastraron un importantísimo coste de material
y humano.
Hay que decir, siguiendo a Giedion, que los volúmenes en el espacio,
establecen una relación con el universo. Los triángulos
de las pirámides elevándose hacia la altura, aparentan
poseer una entidad independiente. Las superficies inclinadas de las
pirámides de Giseh parecen liberarse de los volúmenes
a los que están unidas. Cualquier pirámide simula tener
una gran relación con el cosmo. Pero esta fuerza arquitectónica
de las pirámides, logra su punto culminante, se multiplica, cuando
hay una interacción de volúmenes. Esto es lo que sucede
con las pirámides de Gizeh, añadiéndole así,
si es posible, mayor sensación de espectacularidad a quienes
las contemplan.
Los templos funerarios incorporados a las pirámides de Keops,
Kefrén y Micerino expresan la culminación de los ritos
fúnebres implantados por los monarcas fallecidos. En el mismo
edificio se hallaban combinados y, sin embargo, separadas, las dos funciones:
uno, el lugar de veneración y otro, el altar para las ofrendas.
Del templo incorporado a la pirámide Keops apenas quedan vestigios
de los negros pilares de basalto que lo rodeaban. La doble finalidad
del templo para la veneración y ofrenda se aprecia muy bien en
la edificación de Micerino, aun cuando esta no fuese nunca completada
debido a la agitada situación de su reinado, relativamente breve.
Es cierto que lo más interesante de las construcciones ligadas
a la Pirámide de Kefrén es, sin duda, el Templo del
Valle de Kefrén, conservado casi intacto. Es uno de los ejemplos
más armoniosos de la arquitectura del Imperio Antiguo, tanto
por la sencillez de formas y nobles materiales, como por sus cuidadas
proporciones. Gruesos muros de caliza, el núcleo del paramento,
revestidos de losas de granito rojo procedentes del lejano Asuán
(Nubia), cortados con singular maestría, forman una superficie
sorprendentemente regular. La cámara central está dispuesta
en forma de T invertida. A ella se accede a través de dos vanos
exteriores flanqueados por dos leones guardianes o esfinges. Veintitrés
colosales estatuas del rey, hechas de diferentes materiales y adosadas
a las paredes, decoraban la sala.
Del ángulo norte de la antecámara salía una rampa,
de pendiente suave que llevaba al templo funerario propiamente dicho.
La cubierta de la cámara funeraria fue igualmente monumental.
Los elementos sustentantes son grandes pilares de granito rojo que sostienen
pesados elementos arquitravados. El pavimento es de una magnífica
caliza blanca que contribuye a la armonía entre las formas y
los colores. El sistema de iluminación se articula a través
de unos cortes practicados en la parte superior del muro, a la altura
del techo, que permiten la entrada de haces de luz dirigidos hacia el
brillante paramento. Este sistema producía unos efectos lumínicos
muy adecuados para la celebración de rituales religiosos. El
Templo del Valle de Kefrén es el único santuario de la
IV dinastía que todavía conserva su antigua grandeza.
Lo cual se debe probablemente a que permaneció oculto bajo la
arena del desierto, hasta que fue detectado en 1853 por la aguda mirada
de Mariette, gran egiptólogo, quien lo descubrió cuando
despejaba la arena de los alrededores de la Esfinge.
Tanto las cámaras sepulcrales como los templos a pie de las pirámides
de la IV dinastía, están ejecutadas con una falta absoluta
de adornos y molduras. Parece más que incapacidad de introducir
decoración, un deseo que raya hasta la afectación por
no querer distraer las puras formas geométricas de la pirámide
y sus dependencias con frívolos embellecimientos. En los templos
del Imperio Antiguo no se toleró ni una moldura ni un adorno.
Acaso se confiaría la decoración a frescos que iban sobre
estuco. Hay que decir también, y en esto parecen estar seguros
los egiptólogos, que las pirámides, al igual que los templos,
tampoco tenían decoración escultórica. Las paredes
podrían tener pinturas pero no tenían relieves. Las pilastras
eran prismas tallados regularmente, sin bases ni capiteles. No había
cornisas ni casetones en el techo En los templos, la luz entraba por
unas rendijas que se había dejado entre las dos hiladas superiores
de los muros. En definitiva, una arquitectura austera para unos ritos
estrictos y lúgubres, pero en cualquier caso, adecuado contexto
para unos complicados ritos de carácter mortuorio que preparaban
el viaje eterno.
Bibliografía
- ABBOUD-HAGGAR, S. Las Pirámides
de Egipto. La morada eterna. Revista Descubrir el arte. Año
VII nº 78.
- DRIOTON, E. y VANDIER, J. Historia
de Egipto, Universidad de Buenos Aires, 1977
- EGGEBRECHT, ARNE. El Antiguo Egipto,
Plaza y Janés, Barcelona, 1984.
- BARRY J. El Antiguo Egipto: Anatomía
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- GIEDION,G.: El presente eterno. Los
comienzos de la arquitectura. Alianza Forma, Madrid,1993.
- LARA PEINADO, FEDERICO. Diccionario
Biográfico del Mundo Antiguo: Egipto y Próximo Oriente.
Alderabán Ediciones S. L. Madrid. 1998.
- RICE, MICHAEL. Who's Who in Ancient
Egypt. Routledge. London & New York. 1999.
- SETHE, KURT. Urkunden der XVIII Dynastie.
Historisch-Biographische Urkunden. Akademie-Verlag. 1927.
Nota
1: ABBOUD-HAGGAR, S. Las Pirámides de Egipto. La morada
eterna. Revista Descubrir el arte. Año VII nº 78, pag. 27.
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Para
saber más
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DATOS
DE LA AUTORA:
Remedios García Rodríguez, Profesora
de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid
(1968), Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia
de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED de Madrid
(2000). Inspectora de Educación en las Autonomías de Euskadi
y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.