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Introducción a la arquitectura gótica
Remedios García Rodríguez
28/02/2008


Gótico es el convencional nombre que el historiador italiano del siglo XVI, Vasari, dio al estilo que como consecuencia de la evolución del románico, imperó durante los tres últimos siglos de la Edad Media. Para él y sus contemporáneos, el arte gótico era producto de los godos y sinónimo de bárbaro e inculto. En realidad, es uno de sus elementos. Hay quienes lo consideran un arte que se interpuso entre la grandeza clásica y el Renacimiento. Cronológicamente comprende desde finales del siglo XII, hasta entrado el siglo XVI y sobrevive sin dejar de evolucionar hasta enlazar con su resurrección romántica en el siglo XIX. Fue el Romanticismo el que da un sentido positivo a este arte al entusiasmarse por todo lo medieval. El arte gótico constituye una realidad multiforme con contrastes muy acusados entre unas y otras zonas de Europa occidental.

Portada de la Catedral de Nottre Dame      

El comienzo de la arquitectura gótica se debe al Abad Suger, constructor de la Iglesia de San Dionisio, a unas cuatro millas de París. Surge así, en el norte de Francia, en 1140. Sólo aquí y en la Toscana, Italia, se detecta una unidad en todas las artes constituyendo los modelos góticos principales que irradian al resto de Europa. Así, el gótico francés del norte se extiende a lo largo del siglo XIII por Alemania, Inglaterra y España. Mientras que el toscano, a Europa central, parte de Francia y España. La opción por uno u otro modelo, surge de la propia clientela, movida por el prestigio y el carácter de vanguardia que representara una u otra tendencia en distintos periodos. También influía en la elección, la oferta que hacían de sus obras los artistas itinerantes en ciudades alejadas de su sitio de origen.

Los siglos XII y XIII son de profunda transformaciones en lo económico, político, social y cultural, con un importante crecimiento demográfico. Afirmación de las monarquías nacionales, desarrollo de una nueva clase social, la llamada burguesía, y la aparición de la economía monetaria y de cambio.

Se ha dicho que el arte de las catedrales góticas es un fenómeno fundamentalmente urbano o burgués. Pero tal argumento no surge sólo de que en la construcción de estos edificios tengan cada vez más influencia los laicos, sino porque nunca hubiera sido posible realizarlas sin la riqueza de las ciudades. El extraordinario florecimiento que experimentan estas en este siglo, es consecuencia de la riqueza generada por la actividad comercial y la industria artesana. Hay también cambio en el ámbito de las religiones. La popularidad que tiene la orden del Cister se traslada a otras como la Franciscana, fundada por Francisco de Asís, y la Dominica, fundada por Domingo de Guzmán. Lo importante es que la atracción que tiene en el siglo XII los Cistercienses entre los fieles, se traslada ahora a los Franciscanos y Dominicos. Estos últimos se instalan en las propias ciudades, al contrario que los Cistercienses, con el doble objetivo de predicar el evangelio, los Franciscanos, y luchar contra la herejía, los Dominicos. Una y otra órdenes defienden un ideal de pobreza absoluto.

Las ciudades, así, no sólo se van a convertir en centros económicos, sino que van a ser centros culturales perdiendo los monasterios el control de la actividad intelectual, que pasa primero a las Escuelas Catedralicias y un siglo después, a las Universidades. Son estas escuelas catedralicias las que van a contribuir a los cambios de actitud y mentalidad góticas. De entre las escuelas catedralicias, la escuela más importante fue la de Charter, dominada por un humanismo católico de corte racionalista, que, entre otras cosas, planteó interpretar la naturaleza según leyes racionales.

Para el neoplatonismo implícito en el pensamiento cristiano desde antiguo, todas las cosas materiales participan de las cualidades divinas y por ello la contemplación de la belleza material o de la luminosidad de los objetos, nos permiten elevarnos al conocimiento de Dios, por cuanto Dios era la belleza absoluta y la luz por excelencia. Estas ideas fundamentan el ideal estético del Abad Suger y justifican, por ejemplo, la presencia de las vidrieras de colores de las iglesias y del oro y la plata en los objetos de culto.

Otro fenómeno que caracteriza al gótico, es la aparición de una cultura laica, consecuencia de la secularización del saber y del ascenso e influencia de la burguesía. Esta cultura laica influye en la versión más humana y asequible, más popular y menos dogmática de la religión. Explica además las modificaciones que se experimenta en estos dos siglos a nivel iconográfico. Se pretende destacar la parte más humana de Cristo y de la Virgen, para hacerlos más accesibles y semejantes al público que los contempla. También en la iconografía profana se producen cambios, exaltándose los ideales caballerescos.

No todo el transcurrir de los cuatro siglos es crecimiento demográfico y económico. Del optimismo de los siglos XII y XIII se pasa a una desaceleración de la economía y descenso de la población. La fecha de 1348 es cuando más arrasa la epidemia de peste a casi toda Europa, que pierde un tercio de su población. También hay otro acontecimiento importante, la Guerra de los 100 años que involucra a Francia y a Inglaterra. Uno y otro suceso marca un cambio en los siguientes tiempos, con respecto al optimismo de los siglos XII y XIII.

La gran crisis del siglo XIV, conduce a una religiosidad íntima, individual y de contenido más emocional. Es la época en el que se afirma el sentido de la muerte. Esto tiene su reflejo en la iconografía. Son muy frecuentes las danzas macabras, las guadañas. Se afirma también el goce y el disfrute ante lo efímero de la vida y esto influye así mismo en la pintura.

arco apuntado u ojivalEn la Arquitectura Gótica, que es lo que mejor le define, aparecen novedades. Entre ellas está el arco apuntado u ojival formado por dos segmentos de círculos. Su utilización supone una serie de ventajas. Como los dos segmentos que los forman se apoyan mutuamente, el arco apuntado resulta más seguro que el de medio punto. Su mayor verticalidad hace que las presiones laterales sean menores que la que ejerce el arco semicircular. Quizás de las ventajas que aporta el arco apuntado, la más novedosa es que tiene dos centros, lo cual permite que no exista la relación forzosa que se origina en el de medio punto, entre su ancho y la altura. Con un mismo ancho en un arco apuntado puede conseguirse, según las necesidades constructivas, alturas diferentes. El arco apuntado indica esfuerzo y dinamismo.

Una vez que se complica la arquitectura gótica, el arco apuntado se convertirá en otros arcos más complejos. Aparecen el arco conopial (arco muy rebajado con una contracurva en la clave) y el carpanel (arco trazado mediante varios arcos de circunferencia que son tangentes entre sí y con las líneas de mocheta o jambas), el Tudor (arco de cuatro centros interiores que rematan en ángulo), en Inglaterra, y el mixtilineo (que presenta un intradós formado por líneas mixtas, guardando una perfecta simetría).

arco conopial  arco carpanel  arco tudor  arco mixtilineo

La bóveda de crucería o de ojiva, otra novedad, está formada por dos arcos apuntados que se cruzan en diagonal. Estos arcos reciben el peso de la bóveda y lo transmite a cuatro puntos. En realidad lo que hace el arquitecto gótico es descomponer la bóveda en dos elementos. Por una parte, los arcos, que son las ojivas entrecruzadas y los plementos, y el arco fajón que constituyen el esqueleto de la bóveda. Sobre este patrón se van introduciendo novedades que van enriqueciendo su traza. Así la bóveda sexpartita, así llamada por los seis plementos en que resulta subdividida, las llamadas de terceletes y estrelladas, de gran valor decorativo.

Las columnas adosadas van perdiendo su personalidad y se van haciendo más finas y apuntadas como delgados baquetones. Los maestros góticos para resolver el problema de la gran elevación del templo y crear interiores luminosos, inventan un sistema revolucionario y oponen a la fuerza viva de la bóveda la otra fuerza no menos viva de otro arco, el arbotante o botarel, que va desde la bóveda de ojiva al muro de la nave inmediata, sin quitar luminosidad al ventanal abierto en el muro de la nave de la cual contrarresta. El arbotante conduce además el agua de la lluvia de las bóvedas y la boca suele terminar decoradas con figuras animadas que son las gárgolas.

Arbotantes  arbotantes de Chartre  Gárgolas de Notre Dame, París

Pero el arco ojival, la bóveda de crucería y los arbotantes, no es lo que representan íntegramente a la arquitectura gótica. Casi diríamos que lo mejor que la distingue es una diferencia de orden estético. La verticalidad, el impulso ascensional, el ascetismo y la sensación de esfuerzo. Hay también un sentido estético ante este arte, si bien el arte gótico es más complicado que el románico, como más complicada es la sociedad que refleja.

El desarrollo y aceptación que alcanza el Gótico, no es igual en todos los países, pero podemos distinguir las siguientes etapas. Una PRIMERA ÉPOCA, desde 2ª mitad del siglo XII y siglo XIII llamada del Gótico Clásico. Una SEGUNDA EPOCA, siglo XIV y 1ª mitad del siglo XV, conocida en Europa con el nombre de Gótico Internacional, y una TERCERA EPOCA, 2º mitad del siglo XV, llamado del Gótico Flamígero o Decorativo.

En el interior la diferencia entre las iglesias del siglo XII y las del XIII, reside en la manera de articular la nave central. De la segunda mitad del siglo XII es la iglesia con tribuna.

En el siglo XIII y primera mitad del XIV se suprime esta, quedando tres niveles, arquerías, triforios y ventanales. A finales del siglo XIV se suprimen los triforios y el muro se va eliminando ganando espacio la zona de ventanales y adquiriendo mayor luminosidad con abundancia de rosetones que tiene una decoración semejante a los radios de una rueda.


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Texto basado en los apuntes de clase de la asignatura Medieval II impartida por el profesor Rafael Sánchez-Lafuente Gémar, Profesor Titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Málaga en 1996.

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DATOS DE LA AUTORA:

Remedios García Rodríguez, Profesora de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense de Madrid (1968), Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED de Madrid (2000). Inspectora de Educación en las Autonomías de Euskadi y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.