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Camille Pissarro, el pintor tranquilo
Christian Mielost
07/07/2013



Hace un día desapacible, el cielo presenta un color gris amenazador, el viento es frío para ser el mes de junio y lejos de ser un día del final de la primavera más bien pareciera un anuncio del próximo otoño. Añoras la luz del verano que no llega, los prados bañados por la luz del sol, la suave brisa que te acaricia en una tarde estival, las profundas sombras de las arboledas que te ofrecen cobijo bajo sus ramas del calor inclemente. Añoras esa imagen del campo que los habitantes de las grandes ciudades, rodeados de asfalto, de ruido, de gente, de humo, hemos idealizado en nuestras mentes como una especie de paraíso perdido, un reducto de paz, de armonía, donde recuperaríamos el contacto con nuestra esencia. Recuerdas las palabras del escritor francés Víctor Hugo ‘Produce una inmensa tristeza pensar que la naturaleza habla mientras que el género humano no escucha’, y sientes que es verdad, que nos hemos olvidado de ella entre nuestras prisas cotidianas, nuestros edificios de cristal y hormigón que nos aislan del lugar de donde venimos, de esa naturaleza que siempre fue nuestro hogar y que ahora mantenemos alejada, maltratándola. Pero entonces atraviesas la puerta de un museo, pagas tu entrada y penetras en la sala donde se exponen las obras de un pintor que conoces vagamente pero que no tiene el renombre de las grandes figuras de la pintura y, de repente, te hallas inmerso en esa naturaleza que añorabas, desde docenas de cuadros parece como si se abriera una ventana a una naturaleza cálida, acogedora, apacible de brillantes colores verdes, de cielos azules, de caminos rurales que se pierden en bosques y campos, de pequeñas aldeas rodeadas de huertas donde los labriegos trabajan en las faenas agrícolas como si apenas hicieran esfuerzo alguno, disfrutando de la libertad de un mundo sin patronos, sin horarios, sin prisas. Miras el nombre del pintor. Es Camille Pissarro.

PISSARRO, Camille, Autorretrato, 1903, donación de Lucien Pissarro, hijo del artista a la Tate, 1931  PISSARRO, Camille, La Varenne-Saint-Hilaire, vista desde Champigny, c. 1863, Szépmüvészeti Múzeum, Budapest  PISSARRO, Camille, Camino de Versalles, Louveciennes, sol de invierno y nieve, c. 1870, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza, en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid

No exagero al deciros que eso es lo que me transmitió la visita a la exposición que el Museo Thyssen -Bornemisza de Madrid dedica al considerado ‘padre del impresionismo’ al que yo no conocía demasiado al margen de su relación con otros pintores contemporáneos y amigos suyos como Paul Cézanne (1839-1906) o Claude Monet (1840-1926), pero una de las grandes ventajas de vivir en una ciudad con grandes museos como Madrid es poder remediar parte de esa ignorancia dejándote seducir por una magnífica exposición como la que podrá verse hasta septiembre de este año 2013. Y quería compartir con vosotros a través de este relato la vida de un pintor que no tiene el dramatismo y la pasión de otros pintores del siglo XIX, aquellos hombres que revolucionaron la pintura buscando nuevas respuestas llenas de audacia, tanto en el color como en las formas, descubriendo un nuevo mundo que hasta entonces había permanecido oculto a nuestros ojos. En efecto, la vida de Pissarro no fue tan intensa en acontecimientos dramáticos como la de un Van Gogh (1853-1890) o la del propio Cézanne, y por eso he titulado este artículo como ‘El pintor tranquilo’ porque es lo que transmite Pissarro en sus obras, armonía, paz, tranquilidad en un entorno donde la naturaleza es la protagonista, pero una naturaleza domesticada por el hombre, un campo amable en el que el ser humano puede ser feliz y vivir en paz y armonía con lo que le rodea. Y ahora os invito a que me acompañéis a conocer mejor a este hombre que tuvo que trabajar y luchar mucho para sacar a su familia adelante, pero que supo comunicar a través de su obra su espíritu bondadoso, alegre y amable que quedaba demostrado en esas palabras del escritor Émile Zola sobre la obra de Pissarro ‘Un buen cuadro de este artista equivale a la acción de un hombre honrado’.

Hay una versión muy resumida de las primeras décadas de vida del pintor que nos ha dejado él mismo en una carta dirigida a su marchante y que nos recuerdan en esta exposición ‘Esta es mi biografía - nos dice Pissarro - Nacido en Saint Thomas. Vine a París en 1841 para entrar en la pensión Sabory. Al final de 1847 regresé a Saint Thomas, donde comencé a dibujar mientras estaba empleado en una casa de comercio. En 1852 abandoné el comercio y partí con Fritz Melbye, pintor danés, a Caracas, Venezuela, donde me quedé hasta 1855, en que regresé a París a tiempo para pasar tres o cuatro días en la Exposición Univeral. A partir de entonces me establecí en Francia. En cuanto al resto de mi historia como pintor está vinculada al grupo impresionista’. Pero creo que esto, si bien es conciso y cierto, resulta demasiado breve así que mejor vamos a viajar hasta el 10 de julio del año 1830 cuando en la caribeña isla de Saint Thomas, que desde el siglo XVII se hallaba en manos danesas y que sería adquirida por Estados Unidos en 1917 por veinticinco millones de dólares formando ahora parte del norteamericano archipiélago de las islas Vírgenes, nacía un niño al que sus padres pusieron por nombre Jacob-Abraham-Camille Pissarro. Era el tercero de los cuatro hijos de Abraham Gabriel Pisarro, un judío sefardí que a finales del siglo XVIII había emigrado junto a sus padres desde la portuguesa población de Braganza hasta la ciudad francesa de Burdeos, y de la dominicana Rachel Manzano-Pomié. Una curiosa mezcla de sangre en una familia adinerada que permitiría a Camille formarse bien y viajar. Como el mismo contaba había viajado a París en 1841 para continuar sus estudios y seis años después regresaba a su patria natal para ayudar a su padre en el negocio que tenía en la isla.

PISSARRO, Camille, El Oise cerca de Pontoise, día nublado, 1876, Museum Boijmans Van, Beuningen, Róterdam  PISSARRO, Camile, Dulwich College, c. 1871, Fondation Bemberg, Toulouse, Francia  PISSARRO, Camile, En el huerto, 1878

Pero ya entonces tenía clara su vocación artística y aprovechaba cualquier momento libre en sus ocupaciones cotidianas para dibujar aquello que sería el distintivo de su obra, los paisajes tomados al natural. En una de estas excursiones a la naturaleza se encontró con el pintor danés Fritz Sigfred Georg Melbye (1826-1869), que se había establecido en 1849 en Saint Thomas. Entre los dos nace una estrecha amistad y Melbye se convierte en el maestro de Pissarro y será quién le anime a acompañarle en 1850 a un viaje a la República Dominicana, pasando unos meses en la ciudad de Santo Domingo donde Melbye pinta la que podría ser la primera obra sobre un paisaje de la República Dominicana y Pissarro también realiza varias acuarelas. Después de unos meses allí regresan a Saint Thomas y a continuación Fritz viaja a Venezuela. Regresa un año después aunque sólo para volver a viajar a Caracas en 1852 y ahora acompañado por el joven Pissarro. Los dos pintores pasarán los siguientes dos años en Venezuela. Melbye decide quedarse durante más tiempo pero en 1854 Pissarro regresa a Saint Thomas y convence a sus padres para que le permitan viajar de nuevo a París para dedicarse a lo que sabía que era su verdadero destino, la pintura. Llega a la capital francesa en 1855 justo cuando se celebra la Exposición Universal que tendría lugar entre el 15 de mayo y el 15 de noviembre de 1855 bajo el título de Exposición Universal de los productos de la agricultura, de la industria y las bellas artes de París. Era la primera de estas exposiciones universales que reservaba un espacio a las bellas artes y allí entraría en contacto Pissarro con las nuevas tendencias pictóricas representadas por pintores como Jean-Baptiste Camille Corot (1796-1875), uno de los mejores paisajistas de su época rompiendo con el academicismo anterior con una pintura más fresca y espontánea que abandonaba el estudio para retratar la naturaleza con el caballete inmerso en ella.

La obra de Corot era controvertida y algunos le acusaban de no terminar sus cuadros, ya que era una pintura más ligera que la de los academicistas, y hasta el poeta Charles Baudelaire tuvo que salir en su defensa ‘Existe una gran diferencia entre un cuadro hecho y un cuadro acabado... La mirada del público está tan acostumbrada a esas piezas brillantes, limpias e industriosamente bruñidas que a Corot siempre se le reprocha que no sabe pintar’.

La influencia de Corot iba a ser decisiva para la formación de Pissarro que en estos años se dedica, al igual que Corot, a la realización de paisajes al tiempo que perfecciona su estilo estudiando en la Escuela de Bellas Artes y la Academia de Jules Suisses donde conocería a dos de sus grandes amigos, los pintores Claude Monet y Paul Cézanne. Ellos serían algunos de los impulsores de un movimiento que unos años después iba a revolucionar el arte. Pero antes, en 1859, Pissarro participa por primera vez en el Salón Oficial de París donde se exponían obras de pintores bajo el control de la Academia de Bellas Artes que era quién juzgaba que obras podían ser exhibidas y admitía sólo las obras que seguían los esquemas establecidos por la Academia basados en una reproducción fiel de la realidad y rechazando cualquier obra que no cumpliera con los cánones establecidos por ellos. Monet, Cézanne y Pisarro ya son amigos y Pissarro acompaña en algunas excursiones al campo a Monet para pintar paisajes del natural y tratar de captar como la luz puede transformar lo que se retrata, algo que iba contra la ortodoxia de la Academia. Un cambio se estaba fraguando.

Pissarro sigue apareciendo en el Salón Oficial donde es anunciado como un discípulo de Corot. En 1866 Pissarro se establece durante dos años en la pequeña población de Pontoisse, con unos seis mil habitantes entonces, situada en la Isla de Francia, la región francesa cuya capital es la propia París. A lo largo de los siguientes veinte años Pissarro vivirá de forma intermitente en esta ciudad que habría elegido tal vez porque ningún otro pintor se había asentado en aquella zona, por lo que podía trabajar sin que nadie dijera que seguía los pasos de otros artistas. En los cuadros de estos años comienza a mostrar la madurez de su estilo, que adquiere unos tonos más vivos y luminosos, dejando atrás los colores más sombríos de sus primeros años.

Unos años antes, en 1860, había conocido a una joven de veintidós años, Julie Velay (1838-1926), que trabajaba en la casa de sus padres como criada y se enamora de ella. La relación escandaliza a sus padres, tanto por la baja condición social de Julie como por no ser judía, pero Pissarro no piensa dejarla, mostrando ya su carácter independiente y contrario a los convencionalismos de la sociedad de su tiempo que luego le llevará a adoptar una actitud de simpatía hacia el pensamiento socialista y anarquista.Ya en 1869 se establece junto con Julie en Louveciennes, otra localidad en la región de París, pero pronto tendrán que abandonarla, porque en julio de 1870 estalla la guerra entre Francia y Prusia que tendrá un desarrollo catastrófico para los intereses de Francia y en septiembre las tropas prusianas ponen cerco a París. Antes, muchos franceses habían buscado refugio lejos de la ciudad, entre ellos el propio Pissarro que había viajado con su amada Julie a Inglaterra. Ambos se casarán en Londres en 1871 y a lo largo de su matrimonio tendrán ocho hijos, lo que obligará a Pissarro a trabajar durante toda su vida con gran intensidad para mantener a una familia tan amplia.

Camille Pissarro y su mujer, Pontoise 1877  Paul Cézanne y  Camille Pissarro acompañados  Paul Cézanne y  Camille Pissarro acompañados en Pontoise, 1877

Pissarro se llevará allí la sorpresa de encontrarse también con su amigo Claude Monet y trabajarán juntos durante todo aquel año que permanecieron en la capital inglesa. Escribe Pissarro sobre aquellos días y también sobre las obras de los maestros ingleses que conocieron allí, como las de Willian Turner (1775-1851) considerado ‘el pintor de la luz’ que tendría una considerable influencia en el movimiento impresionista del que tanto Monet como Pissarro estarían entre sus fundadores ‘Monet y yo estábamos llenos de entusiasmo por los paisajes de Londres . Monet trabajaba en los parques mientras yo, que vivía en LowerNorwood, un suburbio encantador por entonces, estudiaba los efectos de la niebla, de la nieve y de la primavera. Trabajábamos del natural. También visitábamos los museos. Las acuarelas y los cuadros de Turner y de Constable, las telas de Old Crome, tuvieron indudablemente una influencia en nosotros’ y añade ‘Sobre todo nos sentíamos impresionados por los paisajistas que entraban más en nuestras visiones sobre el aire libre, la luz y los efectos fugitivos’. Aquí se despojaría Pissarro definitivamente de los tonos oscuros de su pintura que se vuelve luminosa, esa luminosidad que, como os decía al principio del artículo, te deslumbra cuando te hallas ante sus paisajes que parecen ventanas abiertas a la naturaleza. Tanto Monet como Pissarro desarrollarían aquí la técnica del impresionismo. Claude Monet escribiría tiempo después estas palabras que resumen su filosofía artística y las intenciones del impresionismo ‘Trata de olvidar que objetos tienes delante: un árbol, una casa, un campo. Simplemente piensa : aquí hay un pequeño rectángulo de color azul, allí una circunferencia rosa, ahí una raya amarilla, y píntalo tal y como te parece’.

En 1871 termina la guerra franco-prusiana y Pissarro y su ya esposa Julie regresan a su hogar en Louveciennes para descubrir que había sido saqueada por las tropas prusianas y deciden establecerse de nuevo en Pontoise y permanecerán allí hasta 1882. Durante su estancia en Londres había conocido al marchante de arte Paul Durand-Ruel (1831-1922) que será uno de los principales apoyos para los pintores impresionistas cuando el movimiento comience su andadura en el mundo del arte ante la incomprensión de los académicos. En 1873 recibe en su hogar de Pontoise a su amigo Paul Cézanne y al igual que había sucedido con Monet en Londres, ambos trabajarán juntos realizando diferentes versiones de un mismo motivo, como una calle o un paisaje. Sobre Cézane escribe en 1872 ‘Nuestro Cézanne nos da muchas esperanzas. Tengo en mi casa una pintura de notable vigor, de fuerza notable. Si, como espero, permanece durante un tiempo en Auvers, donde va a residir, muchos artistas que lo condenaron apresuradamente se asombrarán’. Vemos en sus palabras el carácter bondadoso y protector de Pissarro, que lejos de sentir envidia por el talento de sus amigos, los admiraba y protegía y por eso luego merecería el nombre de Padre del Impresionismo, porque se comportó como el protector y padre de todos ellos, también porque por edad era el mayor de ellos.

Los grandes protagonistas de las obras de Pissarro en estos años son los paisajes, donde los caminos que se abren entre la hierba, los árboles y el maravilloso verde de su pintura los auténticos protagonistas de estos cuadros. Trata de transmitir la paz y la armonía del mundo rural, retratando escenas de la naturaleza mezclada con otras de la vida cotidiana en el campo. Pero sus protagonistas no muestran el sacrificio y la dureza asociada con la vida del campesino, sino la satisfacción del que disfruta con lo que hace y se sabe libre, sin nadie que le ordene, dueño de su tiempo.

PISSARRO, Camile, El camino en cuesta de la Côte-du-Jalet, Pontoise, 1875, Brooklyn Museum of Art, adquirido con fondos del legado de Dikran G. Kelekian  PISSARRO, Camile, La forrajera, 1884  Camille con su familia

Ya en 1874 pintores como Claude Monet o Edgar Degas (1834-1917) están cansados de ver como año tras año sus obras son rechazadas por el Salón de París por no ajustarse a la ortodoxia de la Academia Francesa y deciden fundar la llamada Sociedad Anónima, cuyos estatutos fueron redactados por el propio Pissarro, y organizan la que llamaron Primera Exposición que tendría lugar entre en el 35 del Boulevard des Capucines en Parísentre el 15 de abril y el 15 de mayo de 1874. Se convertiría en la primera exposición del movimiento artístico que sería bautizado poco después con el nombre de Impresionismo. En él participaron 39 pintores de este nuevo movimiento que se alejaba de los cánones clásicos establecidos por la Academia de Bellas Artes, intentando plasmar la impresión, de ahí su nombre, que causaba en el artista la luz y el color en un instante concreto . El desarrollo y evolución del impresionismo rompería las rígidas reglas que habían dominado el arte en general y la pintura en particular, abriendo las puertas a nuevas formas de expresión y estilo que se sucederían durante las décadas siguientes desde el sintetismo al que se adscribiría parte de la obra del propio Gauguin, al fauvismo, el cubismo o la abstracción. Y entre aquellos pintores se encontraba Camille Pissarro que sería el único que expondría en las ocho exposiciones del movimiento impresionista que tendrían lugar hasta el año 1886.

En cuanto al nombre con el que fue conocida esta nueva corriente del arte se debía al célebre crítico de arte francés Louis Leroy (1812-1885) que en la primera exposición de 1874 había descrito con estas palabras las sensaciones que le había provocado una de las obras expuestas, Impresión, sol naciente de Claude Monet ‘Me estaba diciendo a mí mismo que, dado que estaba impresionado, alguna impresión debía de haber en la obra ¡y que libertad, qué factura! El papel de empapelar en su estado embrionario está más acabado que esto!’. Curiosamente, el título empleado por Leroy en su crítica sería por el que fue conocido el nuevo estilo pictórico, el Impresionismo.

Sin embargo, y a pesar del buen trabajo del marchante Paul DurantRuel, Pissarro no tendría un gran éxito comercial hasta una edad avanzada. Por eso, en 1878 se asombra cuando el crítico italiano Diego Martelli (1838-1896) adquiere a los pocos meses de su realización la obra de Pissarro titulada En el huerto. Pissarro escribió sobre Martelli, 'es bastante entusiasta de esta pintura (haciendo referencia a En el huerto). Tiene tanta estima de mi arte que estoy confuso. No me atrevo a creerlo'. Pissarro no se valoraba a sí mismo de la misma forma que valoraba a los demás, no creía que tuviera su mismo talento y por eso le asombraba que otros si lo reconocieran.

Durante todos estos años sigue colaborando estrechamente con Cézanne que siempre le tendría en una gran estima, como lo demuestran estas palabras muchos años después, ya al final de su vida ‘En cuanto al viejo Pissarro, fue un padre para mí. Era un hombre a ser consultado, como Dios’. En 1882 la familia Pissarro se traslada a Osny, situada a las afueras de Pontoise donde trabajará los siguientes tres años. Pissarro siente que el impresionismo ya ha dado todo lo que podía ofrecer y estaba buscando nuevas formas de expresión pero de momento no encuentra ese estilo. Sus cuadros ya son apreciados por muchos críticos, entre ellos el gran escritor Émile Zola que escribe sobre sus cuadros de paisajes ‘Hay en estos cuadros de la vida rústica como un eco de las penas y fatigas de la ruda labor en los campos. El pincel de Pissarro parece una azada que remueve penosamente la tierra’. El mismo Zola escribiría en otra ocasión ‘Un buen cuadro de este artista equivale a la acción de un hombre honrado’. La obra de Pissarro no tardará en ser muy cotizada y a partir de la década de los noventa conocerá el reconocimiento que no había tenido en sus primeros años.

PISSARRO, Camile, Rue Saint-Honoré por la tarde. Efecto de lluvia, 1897, Museo Thyssen-Bornemisza, Madrid  PISSARRO, Camile, Boulevard Montmartre , mañana de invierno, 1897  PISSARRO, Camille, Pont Boieldieu y Pont Corneille, Ruán, efecto de lluvia, 1896, Staatliche Kunsthalle, Karlsruhe

En 1885 los Pissarro hace de nuevo las maletas para establecerse en Eragny-sur-Epte, situado en la Picardia, al norte de Francia, donde consigue comprar una casa gracias al préstamo que le hace su amigo Claude Monet. Aquí vivirá Pissarro los últimos años de su vida y será en ese mismo año de 1885 cuando conozca a los pintores Georges Pierre Seurat (1859-1891) y Paul Victor Jules Signac (1863-1935), que le introducirán por los caminos de un nuevo estilo, el Puntillismo que será el estilo que dominará la obra de Pissarro durante los siguientes cinco años. El puntillismo, un nombre que nunca le gustó ni a Seurat ni Signac, sustituía las pinceladas en el lienzo por puntos de color que de cerca parecían no significar nada pero al alejarse formaban lo que el pintor había querido representar. Pissarro se entusiasma con esta nueva técnica pero si finalmente la abandonó hacia 1890 fue por el excesivo trabajo que requería, lo que retrasaba su realización y que era incompatible por el ritmo de trabajo que requería para poder mantener a su familia aunque Signac también recoge en su diario personal otra razón para el abandono de este estilo por parte de Pissarro ‘No consigue encontrar su etilo en nuestra técnica de oposición y contraste. Busca la unidad en la variedad, y nosotros la variedad en la unidad'.

A partir de 1890 el protagonismo es de los paisajes de Eragny. En sus cuadros integra las fábricas, ya que Pissarro era partidario del progreso y estaba convencido que era posible compatibilizar el respeto a la naturaleza que amaba tanto como al desarrollo industrial que traería un nuevo bienestar a la sociedad. Pero en 1895 se agrava una afección ocular que ya padecía desde años atrás y se ve obligado a abandonar la pintura al aire libre porque el sol dañaba sus ojos. A partir de ahora se dedicará a retratar la vida en París así como también los puertos industriales de la costa atlántica francesa y otro de sus motivos favoritos, los nuevos puentes que veía como un símbolo del progreso.


De esta forma nacen series de cuadros de un mismo escenario urbano bajo diferentes luces, condiciones climatológicas y estaciones del año. En 1896 pasa dos temporadas en Ruan para pintar sus puentes sobre el Sena. Escribe a su hijo Lucien ‘He enviado al instante a Eragny quince cuadros donde he intentado dar una idea del movimiento, de la vida, de la atmósfera, del puerto tan poblado de barcos humeantes, puentes, chimeneas, barrios de la ciudad en la bruma, en la niebla, el sol poniente’, y añadía ‘He tenido suerte de tener barcos con mástiles rosas, amarillo oro, negros’. Estos cuadros estaban llenos de vida y si vais a la exposición encontraréis obras como el Pont Boieldieu y Pont Corneille, Ruan, efecto lluvia y el Puente de Piedra de Ruan, día nublado, ambas de 1896 .También se pueden ver algunos de los cuadros que formaban parte de una serie de obras dedicadas a los boulevares de París, para lo que alquiló una habitación en un hotel de la ciudad ‘Una serie sobre los boulevares me parece una buena cosa para hacer y a mi me divierte vencer la dificultad. He reservado una habitación espaciosa desde donde veo toda la enfilada de boulevares’. Son obras con un sorprendente enfoque de arriba a abajo, no olvidemos que lo hacía desde la altura de su habitación en el hotel, llenas de vida y con diferentes efectos, como los que aparecen en la exposición Boulevard Montmartre, mañana de invierno del 1897 y ese mismo escenario pero en un día muy diferente Boulevard Montmartre, martes de Carnaval por la tarde también de 1897 donde vemos el contraste entre la luz gris y las calles mortecinas del invierno con el alboroto y las luces del día de Carnaval.

PISSARRO, Camile, El huerto en Éragny, 1896, Colección Carmen Thyssen-Bornemisza en depósito en el Museo Thyssen-Bornemisza  Los Pissarros  PISSARRO, Camile, El Anse des Pilotes, El Havre, por la mañana, día nublado y niebla, 1903, donación de Lucien Pissarro, hijo del artista a la Tate, 1948

A los puertos industriales dedicará más de ciento veinte obras a lo largo de dos décadas y serán ellos los protagonistas de sus últimas obras. La exposición se cierra con esta carta escrita por Pissarro en septiembre de 1903 a su hijo desde uno de esos puertos que tanto entusiasmo le despertaban ‘Todos los días veo pasar ante mi ventana los grandes vapores transatlánticos y otros buques de la mañana a la noche y veo también los muelles, el tráfico, es un espectáculo grandioso’. Apenas dos meses después de escribir esta carta, el 13 de noviembre de 1903 Camille Pissarro, el hombre que sería recordado como el Padre del Impresionismo, el artista bondadoso, siempre de buen humor y con una vida tranquila lejana a los dramas de otros artistas, fallecía en París.

En comparación con Monet, Gauguin, Cézanne, Van Gogh o Renoir, su nombre parece brillar menos pero cuando te encuentras ante sus obras, a esos paisajes cotidianos del campo, a las escenas de la vida rural, pareces sentir el calor, el aroma de las flores, la caricia de la brisa, la paz y armonía que emana de sus pinceladas que transmiten, por encima de todo, una mirada amorosa sobre el mundo que le rodeaba, un profundo sentimiento de amor por la naturaleza y por el hombre . El poeta polaco Stanislaw Przybyszewski escribía que 'El arte es aquello que representa lo que hay de eterno en el mundo’. y Pissarro, con esas pinturas aparentemente tranquilas, en las que pareciera que no sucede nada, con escenas cotidianas, logra capturar esa belleza eterna que está presente a nuestro lado pero que a veces no nos da tiempo a percibir. Un mundo para ver despacio, unas obras para perderse en sus verdes, para sentarse bajo sus árboles, para charlar con esa labriega que descansa mientras ve acercarse a su hijo. Pissarro, el pintor tranquilo, sereno, armonioso. Un pintor luminoso que nos recuerda lo hermosa que es la vida.


Pissarro
Del 4 de junio al 15 de septiembre de 2013
Museo Thyssen-Bornemisza, Paseo del Prado 8, 28014 Madrid, España


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DATOS DEL AUTOR:

Christian Mielost, diplomado de Turismo. Posee un blog llamado El Mentidero de Mielost, donde refleja las impresiones que le provocan películas, exposiciones, libros, conferencias…