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El Erecteion (adjetivado)
Nicolas Fratarelli
25/09/2020


Existen cientos de teorías sobre el Erecteion. Cientos de autores se animaron a examinar a esta pequeña maravilla de la arquitectura.

¿Qué podemos decir nosotros, hoy, frente a tanto material? ¿Ante tantos estudios realizados sobre esta joya construida hace dos mil cuatrocientos años? Lo más conveniente, sería, creemos, detenernos frente a la obra, hacerles preguntas e interpretar las respuestas que nos da este “juego sabio de volúmenes bajo el sol”.

Apenas se acerca la obra ante nuestros sentidos, lo primero que se nos ocurre ensayar, es que el Erecteion no es una obra más. Su “flexibilidad”, “gracia” y “elegancia” (Roth) nos habla de una obra singular, de una obra intersticial dentro del período de la Grecia clásica. Su diseño revela que la obra circunvala lo clásico, lo rodea, lo escudriña, lo estudia. Que mientras da vuelta a su alrededor, examinando sus reglas, desconfía de las mismas.

  

El Erecteion no nos habla de clasicismo a simple vista (como sí puede hacerlo el Templo de Afaia en Egina: Templo dórico, simétrico, hexástilo, períptero, que cumple con casi todas las reglas del ideal clásico) sino, por el contrario, nos invita a dilucidar la clasicidad (la clasicidad, no sólo su clasicidad). Porque si bien, esta obra de arte es una obra eminentemente clásica, se acerca más a una obra experimental (de búsqueda, de inspección a las herramientas clásicas existentes) que a una de las obras paradigmáticas del período en la que se diseñó y construyó.

El Erecteion se implantó en la Acrópolis alrededor del año 420 a.C., aproximadamente veinte años después del Partenón y a poco más de 50 metros de distancia de éste.

Menudo desafío fue, para el proyectista, tener que implantar un edificio en el mismo terreno (sagrado) en el que se encontraba nada menos que el Templo que era el paradigma de la clasicidad y la obra de arquitectura más importante de toda la Hélade. ¿Cómo hacer para interactuar “respetuosamente” con semejante vecino?

Para hacerlo se podían tomar por lo menos dos caminos. Uno, seguro, pero menos interesante: repetir o continuar los lineamientos del gran ejemplo contiguo; otro, más desafiante aunque incierto: crear un objeto artístico-arquitectónico distinto, un ejemplo único, que rompiera con los modelos conocidos pero que pudiera dialogar con “la austeridad olímpica del Partenón” (Roth).

El arquitecto al que se le adjudica la obra, ¿Filocles? ¿Mnesicles? , optó por este segundo camino. Sin despegarse de los cánones clásicos, revisando sus conceptos y organizándolos de otra manera, buscó conciliar su creación con la obra más importante de la clasicidad griega: Mantuvo, en el Erecteion, la idea de armonía y orden, y cambió el lenguaje y el modo de composición unitario hasta el momento utilizado.

En el Erecteion se pueden advertir numerosas diferencias con el paradigma clásico. Citaremos tres como ejemplo.

La primera tiene que ver con su implantación en el lugar. El edificio se adapta al desnivel del terreno y no posee como es habitual en las obras clásicas, una plataforma uniforme (estilóbato) donde “apoyarse”.

Otra de las diferencias significativas que se puede notar rápidamente, está relacionada con la ruptura de las reglas de unidad y de simetría en su composición general. En este caso la simetría afecta a las partes (tanto a los segmentos en planta como en elevación) pero no a su totalidad.

Y por último podemos enumerar, como variación importante de este edificio (en comparación con el orden tradicional clásico) la ruptura del lenguaje, porque además del cambio del orden dórico por el jónico, el templo presenta por primera vez el uso de cariátides como elemento arquitectónico, pasando así de la alegoría a la figuración, del símbolo femenino del jónico a la figura rotunda de la mujer; avisando contundentemente que lo que antes significaba lo femenino, ahora era lo femenino, sin mediación.

  

FIRMITAS, UTILITAS ET VENUSTAS

A pesar de su tamaño El Erecteión es un edificio complejo. El templo está destinado a celebrar a personalidades míticas del Atica, a reyes como Erecteo y Cécrope y a dioses como Poseidón y Atenea; además de exaltar dos elementos sagrados preexistentes muy importantes para el mundo griego: El olivo, símbolo de Atenea, y la roca donde Poseidón clavó su tridente, desde donde comenzó a fluir el manantial de agua salada. Ambos símbolos del nacimiento y de la vida de la cultura griega.

Su movimiento volumétrico, producto de los cambios de alturas y de los desniveles, sumado a la utilización de diversos órdenes expresados en cada una de sus caras, se equilibra con el uso de un cuerpo central (principal) que se destaca en tamaño y que es enmarcado por una cubierta a dos aguas en su totalidad.

El volumen principal resalta por su tamaño pero también por su pureza. Su claridad se destaca en el conjunto. El mármol blanco que remite a la iconografía occidental, colabora con esa sensación.

Debajo de este volumen (que se asemeja a un templo áptero clásico, o sea que carece de columnas laterales) se encuentran las tres salas destinadas a los dioses: La de Atenea (A) que mira hacia el este y, sin conexión alguna, a su espalda -y partido en dos- el de Erecteo (E) y el de Poseidón (P).



Las ubicaciones de estas cellas (hay varias reconstrucciones, hubo varios cambios en el interior del templo. Tomamos aquí la planta más divulgada) nos llevan a realizar algunas especulaciones.

Desde un origen Atenea y Poseidón se disputaron la preeminencia del comando espiritual de la ciudad. Atenea se impuso. Y predominó: la ciudad terminará denominándose Atenas. A ésta diosa se le adjudicará la parte más importante del templo: tendrá un “ingreso” (pórtico) individual, y la orientación más importante del conjunto (orientación este). A Poseidón se le otorgará una cella especial del mismo tamaño que la del mítico rey de la ciudad Cécrope o Erecteo (que le da el nombre al conjunto) y que forma parte de un espacio compartido. La fachada Oeste, con la aparición de un elemento plástico que luego será utilizado con asiduidad en el helenismo: las medias columnas adosadas al muro; mirará hacia el olivo triunfante de Atenea. No obstante, y a pesar de ser un “ingreso” hacia una zona compartida, la vista Norte, lleva un gran atrio cuya dimensión es tan importante como el que tiene el frente Este del templo del Atenea (aunque queda en una cota de nivel más bajo).

El frente Sur -que mira al Partenón- es el que le da mayor singularidad al edificio: allí está la galería donde aparecen las cariátides (seis). Aquí se encuentra la tumba de Erecteo (primer rey de Atenas). Esta es la parte más característica del templo y a su vez es la vista más austera. La galería de cubierta plana tiene apenas en su costado derecho la gran pared desnuda de la cella del templo de Atenea (lo que hace que resalte aún más la aparición de las cariátides).

El edificio, en su composición parcial, no se aparta de las reglas clásicas. Cada parte es simétrica en sí misma y a su vez cada parte respeta las proporciones áureas que se repiten en diversos tamaños, y sucesivamente, donde hace falta.

 

A pesar de ser un templo compartido por personalidades míticas masculinas, el Erecteion es un templo eminentemente femenino (¿ironía?), dado que se utiliza en su totalidad el orden jónico que alaba a la figura de Atenea.

Además, la imagen de las cariátides mirando (¿pendencieramente?) hacia el Partenón desde lo alto a toda la ciudad (Fig 1), y conteniendo el paso que insinúa que en cualquier momento va a ser dado, más que dar la sensación de ser símbolos de mujeres esclavizadas que soportan el peso de la masa en su cabeza (como lo juzgan algunos libros de historia) puede pensarse como el triunfo de Atenea que tiene la ciudad bajo sus pies.

A medida que vamos recorriendo el edificio vemos que en cada detalle hay un persistente cuestionamiento a lo clásico, una especie de “manierismo” (interesante) que disloca las convenciones establecidas, un nuevo argüir que recorre lo formal, pero también lo constructivo porque hasta la misma idea del uso de la estructura trilítica, tan típica en la arquitectura de la Grecia clásica, aquí tampoco se ve con claridad, ya que a simple vista, el edificio denota una construcción muraría, austera, con poca decoración agregada (típico, esto sí, de esta clasicidad griega) pero muraría al fin, tan muraría como serán las arquitecturas sucesivas, las arquitecturas sucesoras.

Como epílogo, podríamos decir que, tal vez, el clasicismo griego nunca fue tan clásico y que, tal vez, esta idea del clasicismo griego incluido en una batea con código de barras, sólo resulta pedagógicamente necesaria para que la historia de la arquitectura pueda organizar un discurso explicativo de la antigüedad.


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Realidades. Fantasías. Disquisiciones. Inferencias. Partiendo de información cierta, o consensuada como cierta, todo es posible en el análisis arquitectónico. Quizá sea esta la enseñanza que nos deja tener delante de nuestros sentidos a este edificio (muy estudiado) y construido hace más de dos milenios. Dicho de otro modo, el Erecteión, como cualquier otro edificio tomado bajo este criterio, es muchas arquitecturas.

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Para saber más

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DATOS DEL AUTOR:

Nicolas Fratarelli, Buenos Aires. Argentina, 1961. Arquitecto y Especialista en Historia y Crítica de la Arquitectura del Urbanismo. Docente de Historia de Arquitectura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de Buenos Aires (FADU-UBA) desde hace 30 años.
Actualmente es profesor adjunto en la Cátedra de Carlos Gustavo Giménez, en la materia Historia de la Arquitectura y desde 2014 Jefe de Trabajos Prácticos en la Cátedra de Julio Valentino, en la misma asignatura. Además de diversos artículos en revistas especializadas publicó los libros: “Mirada y Crítica, Ciudad, Arquitectura, Globalización y Territorio” (Contratiempo Ed. 2010), y “Acerca de la Ciudad Antigua y Medieval, Principios de la cultura urbana” (Ed Nobuko. 2010).
En el período 2013 al 2015 fue co-director del proyecto "La arquitectura pintoresquista en la Argentina” con sede en la Secretaria de Investigación (SI) de la FADU UBA.
Desde 2015 hasta la fecha dirige el Proyecto SI referido a la obra de Virginio Colombo y a la tarea realizada por los arquitectos italianos en la Argentina.
Es de próxima aparición el libro de su autoría: “Virginio Colombo. Persistencia, arte, oficio”.
Su interés por la literatura lo llevó a escribir dos libros de ficción y a ganar a varios premios en los rubros cuentos y relatos.