Arte prehistórico: El
Neolítico
Se ha dicho, y con razón, que a la Prehistoria debería
llamarse Historia de los pueblos indocumentados porque Historia
la tuvieron, y acaso un día podamos conocerla a través
de sus inscripciones y otras fuentes literarias, hoy por descubrir o
perdidas. Por ahora, nos valemos de sus restos artísticos y utensilios
que emplearon para su ocio y trabajo. Le llamamos arte porque ponemos
énfasis en la emoción estética que los ha originado
y atendemos a las formas por sí mismas y a su belleza, sin pedernos
en tecnicismos y cronologías excesivas.
Al comenzar el Neolítico
hay un cambio de atmósfera cultural en la vida del hombre prehistórico,
que constituye, de alguna manera, una nueva civilización. En
Europa no puede hablarse de Neolítico hasta fechas posteriores
al 5000. El término hace alusión a la nueva destreza de
pulimentar la piedra utilizada en este periodo para fabricar armas y
utensilios. La época neolítica se caracteriza también
por el aprovechamiento de otros dos grandes inventos, como son el cultivo
de cereales y la domesticación de animales que, normalmente,
van acompañados de la alfarería. Durante este periodo,
el hombre deja de ser cazador o recolector, para convertirse en agricultor
o ganadero, es decir, pasa a ser productor. El hombre ganadero y agricultor
habita en un lugar determinado, tiene necesidad de fijar su vivienda
y ésta, por lo general, son chozas que pueden estar aisladas
o agrupadas de forma circular, aunque no se descarta la cueva como lugar
de habitación y enterramiento. Al retirarse los heleros del último
periodo glacial, dejaron llanos sin arbolado que eran lugares apropiados
para hacer en ellos experimentos de cultivo.
Según V. Gordon Childe en su libro La evolución de
la sociedad, las primeras formas de vida neolíticas surgen
en Oriente. Incluso tal vez puede hablarse de un preneolítico,
de una sociedad que todavía no utiliza la cerámica y posee
técnicas enormemente rudimentarias de cultivo. Este preneolítico
se situaría en Jericó, unos 6.000 años a.C. La
cuenca del Nilo, por tanto, parece no ser el seno de la revolución
neolítica, que luego habría de extenderse a Europa. No
cabe duda, según escribe Gordon en la obra ya mencionada, que
las bases de este nuevo modo de existir fueron introducidas en Europa
por grupos de agricultores y pastores emigrantes, pero que no dejaron
vestigios en los testimonios arqueológicos hasta ahora encontrados.
Es mucha la literatura existente sobre la llamada arquitectura megalítica,
por el gran interés que el fenómeno ha despertado. Se
trata de edificaciones levantadas con piedras gigantescas y, como ocurre
con la pintura paleolítica, el hombre moderno también
se sorprende al encontrar arquitecturas tan monumentales realizadas
con los utensilios rudimentarios de la prehistoria. Además, el
arte de la época neolítica forma un contraste con el de
la época paleolítica, todavía mayor que el que
ofrecen las dos culturas. La idea de magia que obligaban a pintar animales,
se han sustituido por otras religiones. En cambio, otras necesidades
sociales, obligan a levantar esos monumentos, algunos gigantescos, que
llamamos megalíticos, de la palabra griega mega, grande
y litos, piedra. En ocasiones, son simples piedras sin labrar,
clavadas en el suelo como bárbaros obeliscos a los que se les
da el nombre de menhir, compuesto de dos palabras bretonas,
men, piedra, e hir, larga. Mucho se ha divagado sobre
la utilidad y significación de los mehires.
Desde que podían tener un significado fálico y solar,
hasta que tenían una idea más universal, desconocida por
el momento, al encontrarse repartidos por un área bastante extensa
de la tierra. También se ha considerado posible que fuese un
sistema de identificación que ayudase a la determinación
de puntos fijos astronómicos, facilitando así, la división
del año. Sin embargo, se ha comprobado que estas hileras no tienen
ninguna precisión matemática, no son paralelas ni rectas
y, en ocasiones, se ondulan. Más bien piensan los historiadores
que podría tratarse de recintos sagrados, en los que el extremo
más lejano de donde se hallaba el enterramiento es mayor que
el más cercano al mismo, pudiendo terminar en Cromlechs.
Así se llama a las barreras de piedra que rodeaban a los enterramientos
y lugares de culto.
El menhir, es como una columna tosca, por lo general
labrada, que se hunde en la tierra de forma vertical hasta una quinta
o cuarta parte de su longitud. A veces, se apoyan en bloques de piedras
más reducidos. Generalmente tienen una altura de 3 a 6 metros.
Podemos imaginarnos que la erección de un monolito de gran altura,
exigiría la colaboración de gran número de hombres,
lo que hace suponer una perfecta organización social en el mundo
megalítico. Pueden aparecer aislados, en alineamientos o en cromlechs.
Los que se agrupan en alineamientos, suelen estar formados por bloques
irregulares y se dan, sobretodo, en la Bretaña Francesa e Inglaterra.
El mayor Menhir es el de Locmariaquer, en Morbihan,
Francia. Tenía 20 metros y pesaba casi 280 toneladas. Hoy, cuatro
enormes bloques descansan en tierra recordando lo que podía ser
una de las más grandes empresas técnicas de la humanidad.
El Menhir Manio, en Carnac, al sur de la región
de Morbihan, sí permanece en pie, con algo más de seis
metros de altura.
Otros muchos núcleos megalíticos
abundan en las afuera Carnac, cuyo nombre significa lugar de montículos
de piedras. El más importante es el de Menec.
Sus cifras son impresionantes. Está formado por 1099 menhires
dispuestos en filas de 100 metros de ancho por 1200 metros de largo.
También destaca el alineamiento de Kemario que
incluye 1029 menhires, distribuidos en 10 filas, que se extienden a
lo largo de 1100 metros y el de Kerlescan formado por
555 menhires distribuidos en 13 filas de 139 metros de ancho y 880 de
largo.
Otro tipo de monumento megalítico,
casi universal, es el dolmen. Palabra también
bretona, formada por dos voces, dol, mesa y men,
piedra. Término moderno, pues los dólmenes aparecen como
mesas, sólo cuando están descarnados o desprovistos de
túmulos que los cubría. La mayoría, por no decir
todos, fueron sepultados bajo túmulo o montículo artificial
con el que se cubría la cámara y corredor, antes construida.
Es un monumento funerario colectivo y en su forma más simple,
consta de diversas piedras clavadas en el suelo y una losa que la cubre.
Las piedras verticales no se alzan con una verticalidad perfecta, sino
que se inclinan hacia el interior para distribuir el empuje de la losa.
Las puntas de las piedras que forman las paredes, suelen rellenarse
con una masa muy compacta y se tapan con piedras para formar verdaderas
montañas artificiales. Las plantas de estos dólmenes pueden
ser circulares, poligonales u ovoides, y el suelo suele ser tierra prensada.
El hombre neolítico atribuía a los difuntos un papel protector,
era el mediador ante ‘el dios del cielo’, por lo que se
debía ofrecer al muerto, manjares y bebidas, de ahí que
no se trataba meramente de enterramientos, sino de lugares donde el
difunto perpetuaría su presencia en la tierra como mediador.
Por este motivo los dólmenes eran más grandes que las
viviendas. El túmulo dolménico hace la misma función
que la pirámide egipcia, sólo que además de ser
mucho más primitivo y circular, en ellos no ha aparecido nada
con valor artístico o propio de la cultura dolménica.
Este es el gran contraste. Los túmulos tienen a veces tal magnitud
que se confunden con colinas naturales. Muchas tumbas megalíticas
fueron reutilizadas por generaciones posteriores. Por ejemplo, en el
túmulo de Saint Michael, en Bretaña, que tiene 115 metros
de longitud por 58 de anchura, hubo un templo romano reemplazado hoy
por una capilla a San Miguel. Bajo la colina artificial se han descubierto
una serie de galerías que conducen a cámaras laterales,
probablemente tumbas. Es algo interesante, según J.Pijoán,
que en los monumentos megalíticos, las piedras estén colocadas
sin labrar. Parece que hay un empeño en la cultura megalítica,
por no profanar la piedra con alteraciones exteriores. Los semitas también
reconocían en la piedra un principio de santidad, que aparece
en la Biblia y que reaparece de un modo extraño en el occidente
de Europa, aunque su concepto en la cultura megalítica era diferente.
Esta admiraba más que la virtud interior que poseían en
sí misma la piedra, su apariencia externa de color y forma, de
ahí que, por lo general, no quisieran transformarlas ni intervenir
su estado natural en el universo. Algunos de estos monumentos, como
los dólmenes, pueden decorarse con pinturas, pero sobretodo con
grabados de forma geométrica (petroglifos), pero se suele creer
que estos grabados exteriores fueron ejecutados después de haberse
desmoronado la colina artificial de tierra, formada por el túmulo.
En cambio, los grabados de la piedra del interior, sin duda son contemporáneos
de la construcción del monumento. Los motivos más usuales
son líneas, zig-zag, líneas onduladas, círculos
concéntricos, arcos, espirales y estrellas. Las líneas
ondulantes y los círculos que se forman podían aludir
al agua como elemento dispensador de la vida, recordando las circunstancias
que se forman al arrojar una piedra al agua. También aparecen
objetos reales como hachas, que pueden ser de guerra o bastones, e incluso
se han descubierto algunas representaciones humanas muy estilizadas,
casi irreconocibles.
En
Inglaterra hay menhires y alineaciones de menhires, aunque no tan importantes
como en Francia. En cambio, sí conserva los más gigantescos
círculos de piedra o stone-circles, en inglés,
o cromlecs, como los llaman los franceses, de toda el área
de la civilización dolménica. Los mayores de la gran Bretaña
son los de Avebury y Stonehenge. Este último,
especialmente, es uno de los monumentos más populares del mundo
entero y sin duda, uno de los más espectacular de la prehistoria.
En realidad es digno de su fama En el centro de la inmensa llanura del
Wilshire, sin árboles ni poblados vecinos, no hay nada que pueda
disminuir por comparación su efecto grandioso, en aquel llano
silencioso, verde hoy como hace treinta siglos. Consistía en
cuatro cromlechs concéntricos. El primero,
un círculo exterior de monolitos unidos por un arquitrabe continuo
o una piedra horizontal y dos verticales. El segundo y el cuarto, semicírculos,
están realizados con mehires de menor tamaño y entre ellos
se disponen cinco trilitos de siete metros de altura. El conjunto dispone
de más de cien piedras, aunque sólo subsisten cuarenta
en su emplazamiento original. En el interior del recinto se encuentra
el altar. No se ha conseguido averiguar su finalidad, si bien parece
que pudo ser un observatorio astronómico por la precisión
de las piedras alineadas, orientadas hacia el este, según la
salida del sol. También se han hallado enterramientos cercanos
por lo que no debe excluirse que el culto funerario y el culto al sol,
se complementaran. Se ha llegado a comprobar que el primer rayo del
sol del 21 de julio, solsticio de verano, pasaba por el trilito central.
En
Irlanda el más importante de los monumentos megalíticos
es el círculo de Stennis, en una de las Orcadas,
las islas Orkneys, al otro lado del peligroso canal del Pentland Firh.
Tiene una mesa central con piedras alrededor, talladas en forma singulares.
Al hablar del megalitismo en España
hay que referirse a Andalucía. Existen numerosas tumbas en la
sierra de Huelva. Suelen ser monumentos funerarios de cámara,
cubiertos con túmulos o abovedamientos. En la segunda mitad del
tercer milenio, esta cultura vive su mayor esplendor. El mejor momento
lo representa la fortaleza de los Millares, en Santa
Fe de Mondújar (Almería). En el Museo de Barcelona existe
una maqueta que hace ver el monumento según una sección
longitudinal. Consta de un gran muro con bastiones circulares y fosa,
que protegen una serie de viviendas circulares. Estaba construido enteramente
con placas delgadas de pizarra en saledizo. La cámara sepulcral,
revestida con lajas, tenía en el centro, un pilar donde debía
apoyarse la bóveda de hiladas horizontales. Todo el monumento
se encontraba enterrado en un túmulo de grava sostenido por losas.
Las paredes y el pilar estaban enlosados. En los alrededores, aparecen
multitud de tumbas de cámaras con cúpulas o tholos.
Este tipo de mausoleo se extendió
por la parte occidental de Andalucía. Los mejores ejemplos son
los de la provincia de Sevilla como el dolmen de Matarrubilla
o el de la Pastora y los de la provincia de Málaga llamados Cueva
de la Menga, el dolmen de la Viera y el dolmen
del Romeral.
Las paredes del dolmen de Matarrubilla, Valencia de
la Concepción, Sevilla, están cubiertas también
con aparejo de mampostería de hiladas, placas pequeñas
de arenisca, alternando con capas de mortero de barro. En la cámara,
las hiladas de piedras sobresalen paulatinamente, formando una bóveda
parabólica de poca curvatura. No llegan a cubrir todo el techo.
Queda un gran ojo central cerrado por una losa gigantesca de granito
de casi un metro de espesor. Hace de clave y de techo. El corredor está
también cubierto con grandes bloque de arenisca y granito.
Los sepulcros megalíticos en
la provincia de Málaga son numerosos. El dolmen de Menga,
a un Kilómetro de Antequera, comúnmente llamado Cueva
de la Menga, del 2.500 a. 2.200 a C, ya era conocido en el
siglo XVII. En 1940 se restauró definitivamente. Tal vez sea
el de mayores dimensiones y mejor conservado de la cultura megalítica.
Presenta una planta intermedia entre los sepulcros de corredor, aquellos
formados por una cámara central y un pasillo de acceso diferenciados,
y los de galería, formados por una cámara y corredor unidos
en un sólo cuerpo. La cámara del monumento funerario se
desarrolla a partir de un corredor ovalado, compuesto por cinco enormes
losas situadas a cada lado, y consta, a su vez, de quince grandes monolitos,
distribuidos a razón de siete a cada lateral y uno en la cabecera.
La cubierta, arquitrabada, se dispone en base a cinco losas, la última
de las cuales descansa sobre un pilar del corredor de acceso. Falta
la primera piedra que formaba el cerramiento de entrada a la construcción.
Su orientación apunta a un monte pintoresco llamado Peña
de los Enamorados, el cual, si se contempla desde la carretera
que va hacia El Torcal, paraje de piedras calizas de formas caprichosas,
asemeja al perfil de un rostro humano. La forma de construcción
del dolmen debió ser la tradicional, es decir, arrastrar losas
sobre troncos de árboles hasta la parte superior del montículo
y dejarlas caer de pie sobre las zanjas abiertas en el suelo. Antes,
se habría dibujado en el suelo la planta del conjunto. Una vez
formadas las paredes del sepulcro, serían colocadas las losas
que forman el techo. Parece ser que las losas del techo llevan grabadas
las líneas de su planta y que hay grabados de difícil
visibilidad en las paredes. El conjunto se cubre con un túmulo
de 50 metros de diámetro. Las piedras parece que provienen del
Cerro de la Cruz, a un kilómetro de distancia del dolmen. Desde
un punto de vista artístico, el Dolmen de la Menga, tiene importancia
por las colosales proporciones de su estructura. Los bloques de piedra
calcárea, sin apenas alisar, hablan de un lenguaje de gigantes.
Hay pocas construcciones en el mundo que con tanta simplicidad de elementos
produzcan tan magna impresión de belleza lítica en el
reino de la piedra, como este dolmen produce. Llegó ya profanada,
pero en 1904 un visitante curioso, hurgó el suelo y descubrió
un hacha de serpentina pulimentada.
El dolmen de Viera,
Antequera, 2000 a.C., de los llamados de corredor, se encuentra a setenta
metros del anterior, apuntando hacia el Sur. Fue descubierto en el año
1905 por los hermanos Viera, vecinos de Antequera que le dieron su nombre.
También es un sepulcro megalítico, aunque las piedras
que lo forman son más pequeñas. Consta de un largo corredor
al final del cual se encuentra una cámara sepulcral cúbica
separada por una losa horadada. Parte del corredor está cubierta
y su suelo es de tierra apisonada.
El dolmen del Romeral,
de 1800 a.C., a un kilómetro de los dos anteriores, en el Cerrillo
Blanco, el más moderno y orientado hacia el Norte, tiene un corredor
de 23 metros de largo por casi dos de ancho. Es de los llamados de falsa
bóveda o tholos. Las paredes laterales ya no están revestidas
con lajas, sino con muros de mampostería en seco. El corredor
conduce a dos cámaras, de planta circular, la primera mucho mayor
que la segunda. Ambas están cubiertas con hiladas sucesivas de
lajas calizas, proyectadas unas sobre otras, en saledizo Así
se va formando una especie de falsa cúpula que va estrechándose
hacia arriba. Pero al llegar hacia los dos tercios, acaba plana, cerrándose
con una gruesa losa que descansa horizontal. El suelo está pavimentado
con piedras llanas.
En cuanto a la Arquitectura
Balear o Cíclopea, son las construcciones
de Mallorca y Menorca, monumentos construidos con grandes piedras colocadas
sin mortero.
Esta muy emparentada con la megalítica y se le denomina cultura
talaiótica, pero poco tiene que ver con el proceso de evolución
de las culturas prehistóricas de la península. Se relacionan,
más bien, con la cultura de Cerdeña, Malta y Pantellería.
Todas estas islas se asemejan por su abundante caliza y existen en ellas
monumentos semejantes.
Una de las construcciones, es la naveta, de planta
rectangular o alargada terminada en ábside, Llamadas así
por su semejanza a una nave invertida, y construidas con piedras perfectamente
trabajadas, son enterramientos colectivos cuyos restos más antiguos
proceden del neolítico. Tienen una cámara pequeña,
sin más apertura que la puerta de entrada, estaban cubiertos
por una bóveda de hiladas horizontales que avanza hasta cerrar
el área de la cámara. Para conseguir que no se desplomase,
como las navetas carecían de túmulo que hiciera de contrapeso,
era necesario exagerar el grueso de los muros. La naveta baleáricas
tienen mucho de común con los dólmenes abovedados, por
lo menos es idéntico su carácter funerario, pero tienen
algo distinto, obedecen a otras mentalidad. El dolmen parece desear
esconderse en el seno del túmulo, mientras las navetas hacen
ostentaciones de su carácter sepulcral. La distribución
espacial de las navetas indica núcleos de población en
los que viven unas pocas familias, con un aprovechamiento inteligente
de los recursos naturales y cerca de barrancos u otros puntos, con posibilidad
de proveerse de agua potable. La mejor es la d´es Tudons
en Ciudadela, Menorca. Se han encontrado más de 100 cadáveres
con ajuares.
Otro de los monumentos, es el talaiot.
Son torres de forma circular o cuadrada con finalidad defensiva, aunque
en algunas se han hecho enterramientos. De estructura troncocónica,
con bóvedas falsas, sujetas por un pilar formado a su vez por
piedras dispuestas verticalmente. Son casi macizos al tener las torres
gruesas paredes. Algunos están construidos con singular esmero
y tienen escaleras o rampas de piedra para subir a la plataforma superior.
El mejor ejemplo es el de Torelló en Menorca.
Y el de Sa Canova, Artá, Mallorca. Los talaiots
aparecen indistintamente, aislados, en conjuntos dentro de poblados
o formando parte de sus murallas.
Otro tipo de construcción,
solo encontrado en Menorca, son las taulas o altares.
Se trata de grandes mesas de piedra, compuestas por una piedra horizontal
y una vertical, aunque a veces necesita un contrafuerte. Se han dado
distintas explicaciones sobre su función, entre ellas podemos
destacar, la que nos habla de un altar de sacrificio o incluso el pilar
central de un edificio. Sin embargo, la investigación actual
sostiene que es un monumento, sin otra función que la de dar
culto a una divinidad, al disponerse en el interior de un recinto religioso
donde se desarrollaron rituales en su honor. El principal ejemplo es
la de Talatí de Dalt, Maó, en Menorca,
en unos de los poblados talaióticos, más significativos
de la prehistoria menorquina.
En el poblado de Torralba
d´en Salort, Alaior, Menorca, se conserva una monumental
taula de cinco metros de altura, que posee una gran belleza por sus
dimensiones y perfección constructiva. También destacan
dos talayotes de plantas circulares además de otros restos históricos.
Otros poblados importantes en las
Islas Baleares son el de Ses Paisses, Artá,
Mallorca, organizado alrededor de un talaiot. El de Son Carlá,
Ciudadela, Menorca, a unos 8 kilómetros de Ciudadela, cuyo recinto
alberga restos de talaiotes, la taula y restos de viviendas talaióticas.
El poblado de Trepucó, Mao, Menorca, con una
extensión de 5.000m2, dos talaiotes y la taula más grande
de la isla, así como casas talaióticas de diferentes tipos.
En definitiva, auténticas ciudades
diseñadas para dar culto a los difuntos, que se levantan en las
zonas más relevantes de la cultura talaiótica menorquina
en los momentos más avanzados.
Bibliografía
- FERNÁNDEZ MIRANDA, Arte prehistórico en las Baleares.
Cuadernos de Arte Español, nº50 Ed. historia 16. Madrid1992.
- GORDON CHIDE, V. La evolución de la sociedad. Ed. Ciencia
Nueva. Madrid. 1968.
-IBÁÑEZ ORTS, V. y FERRAR RIBES, F. (1998): Taulas de
Menorca. Análisis geométrico. Revista de Arqueología
n. 209 Págs. 12-23. Madrid .
- JORDÁ, F Y BLAZQUEZ,J.M. Historia del arte Hispánico.Editorial
Alhambra.Barcelona.1978.
- LEROI-GOURHAN, A. Préhistoire de L´art occidental,
Mazenod. Paris, 1971.
- PIJOÁN, J. Arte prehistórico europeo. Summa
Artis. Tomo VI. Espasa Calpe. Madrid.1991.
- SANCHIDRIAN, J. L. Manuel de Arte Prehistórico, Ariel
Prehistoria, Barcelona, 2001.
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Para
saber más
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DATOS
DE LA AUTORA:
Remedios García Rodríguez,
Profesora de Educación, Licenciada por la Universidad Complutense
de Madrid (1968), Licenciada en Psicología por la Universidad
Pontificia de Salamanca (1969), Master en Psicología por la UNED
de Madrid (2000). Inspectora de Educación en las Autonomías
de Euskadi y Andalucía desde 1980. Redactora de Homines.com.