Se cumplen 100 años de la Revolución
Rusa, un acontecimiento crucial del siglo XX. Este hecho da pie a la
Royal Academy of Arts de Londres para realizar la muestra “Revolución:
arte ruso entre 1917 y 1932” una mega exposición que abre
al público el próximo sábado.
La componen más de 200 obras, con las que se quiere recrear la
exposición llevada a cabo en 1932 por Nikolai Punin en el Museo
Estatal de Leningrado. En aquella ocasión, al igual que ahora,
se hacía un repaso por los 15 años de eclosión
artística de ese país. Fue una muestra colosal: 2.640
obras en 33 salas. Resultó también el canto del cisne,
la última vez que la vanguardia más moderna convivió
en público con el arte oficial recomendado.
Artistas de renombre como Kandinsky,
Malevich, Chagall y Rodchenko se encontraban entre los que vivieron
los fatídicos acontecimientos de 1917, que pusieron fin a siglos
de dominio zarista y sacudieron a la sociedad rusa hasta sus cimientos.
En medio del tumulto, las artes prosperaron, se creó un arte
transgresor y moderno, pero el optimismo duró poco, a finales
de 1932, la supresión brutal de Stalin había corrido la
cortina contra la libertad creativa. Muchas de las obras que hasta entonces
habían simbolizado el espíritu de la revolución
fueron proscritas. El auténtico arte fue enterrado en los sótanos
de los museos y en la trastienda de los coleccionistas. Las purgas de
Stalin se cebaron con los intelectuales y los artistas. El realismo
socialista se convirtió en el “nuevo, único y verdadero
método”, en palabras de Stalin. Nikolai Punin, fue enviado
al gulag en 1949, por atreverse a comentar que los retratos hagiográficos
de los líderes soviéticos estaban faltos de gusto. Murió
en el campo de concentración.
Esta exposición muestra, de
nuevo, después de 85 años, todo el panorama artístico
de la Rusia post-revolucionaria, que abarca composiciones de Kandinsky
audazmente innovadoras, las abstracciones dinámicas de Malevich
y los suprematistas, el modernismo de Chagall, el futurismo de Mayakovski,
y la aparición del realismo socialista, que vendría a
definir arte Comunista como el único estilo aceptado por el régimen.
No podía faltar el realismo de Isaak Brodsky, pintor de cámara
de Lenin, ni la pintura analítica de Filonov. Ni por supuesto
Kuzma Petrov-Vodkin, autor de la famosa Madonna de Petrogrado, empeñado
en darle un toque rafaelista a la realidad post-revolucionaria.
La Royal Academy viaja en el tiempo y reconstruye aquella exposición
de la vanguardia soviética, con algunas que otras concesiones,
tal y como explicó John Milner, comisario de la exposición
"No hemos pretendido una reproducción exacta de la exposición
original, sino una revisión crítica de lo que supusieron
las vanguardias y de la represión casi simultánea que
tuvo lugar".
La muestra
arranca intencionalmente con una sala llamada "Saludo al líder",
donde se ve el desaforado culto que se le tenía a Lenin, en ella
puede verse el retrato que tomó el pintor figurativo Kuzma Petrov-Vodkin
del revolucionario en su ataúd. Estuvo prohibido y guardado durante
décadas, porque un dios no puede morir.
Otra licencia que se ha permitido la exposición de la Royal Academy
es la sala monotemática dedicada a Kazimir Malevich, marginado
en la muestra original. Sus Campesinos sin rostro son el símbolo
mismo del arte revolucionario, al igual que los trazos del "suprematismo",
sus prototipos para "una nueva arquitectura" o sus diseños
para cerámica.
“El hombre y la máquina” da título a otro
de los apartados más imponentes de la exposición, con
“El Herrero” de Mayakovski golpeando el yunque de nuestras
conciencias. Las escenas de "Octubre: diez días que conmovieron
el mundo" de Eisenstein y Aleksandrov, nos recuerdan por último
la temprana alianza entre cine y propaganda.
En "Nueva Ciudad, Nueva Sociedad" se muestra los logros y
carencias de la Nueva Política Económica (NPE), y en la
visión peculiar de los constructivistas de Talin a Ginzburg,
pasando por Alexander Rotchenko. En los tumultuosos años que
siguieron a la Revolución, las vanguardias tuvieron la misión
imposible de imaginar un nuevo mundo, y ésa era la idea detrás
de la exposición original en el Museo Estatal de Leningrado.
El recorrido termina con “La utopía de Stalin”, donde
se recoge los proyectos faraónicos y el tono eugenésico
del realismo socialista, tan similar al del arte. Pero la exposición
aún nos da un apunte más sobre el horror vivido durante
la represión stalinista, en la sala denominada “La habitación
de la memoria”, vemos una pequeña estancia negra, sin sonido,
en la que se proyectan fichas policiales de represaliados, con su nombre,
profesión, fecha de la detención y lo qué les pasó.
Artistas, amas de casa, campesinos, profesores, médicos, músicos,
policías, soldados… Casi siempre con la frase “muerto
a tiros” o “muerto en el gulag” como epílogo.
La exposición de la Royal Academy
de Londres lo que ha querido con esta muestra es dar a conocer las dos
caras del arte de la revolución rusa, la vanguardia y el realismo
socialista, y recrear el rápido y trágico viaje desde
la revolución al gulag.
Revolución: arte
ruso entre 1917 y 1932
Royal Academy of Arts
Millbank, Westminster, London SW1P 4RG, Reino Unido
Desde el 11 de febrero hasta el 29 de mayo de 2017
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