La dificultad
para explicar el sentido del arte del siglo XX se debe la dificultad
de dar una definición del arte que abarque los distintos períodos
de su historia. Las numerosas opiniones que se han vertido son, el mejor
de los casos, descripciones -y parciales. Tal hecho ha permitido que
muchos autores hayan confeccionado obras que se ajustan al criterio
de algún teórico y por ello deben ser admitidas por la
crítica. Otras veces, se simula el trabajo de otro artista reconocido
y tampoco se poseen razones para poder negarle la calificación
de artista. Estos hechos que nada tienen que ver con el arte, oscurecen
su interpretación. Finalmente, las consideraciones vertidas sobre
esta cuestión tienen por objeto justificar ciertas obras o justificar
al autor de las consideraciones, pues el prestigio del crítico
exige que alcance la definición adecuada; y, en muchos otros
casos, es una determinada intención la que dirige la opinión
del crítico.
Por otra parte, la consideración
del arte del siglo XX como trasgresor nada dice de la obra sino del
uso. La mayoría de los artistas son personas comprometidas, de
la misma forma que durante muchos siglos los artistas eran creyentes.
Pero sería absurdo analizar el trabajo de Miguel Ángel,
Leonardo y Rafael por su contenido religioso. En cambio, los críticos
modernos aceptan revisar obras del siglo XX por su intención.
Lo único que se deduce de tal hecho es la ideología del
crítico y con ello su dificultad para realizar un análisis
más perfecto de las obras que estudia. Si de la existencia de
la Capilla Sixtina no podemos deducir la existencia de Dios podemos,
en cambio, emplear este ejemplo para entender que en el arte corrosivo
su intención corrosiva carece de valor artístico y que
el análisis de las obras debe ser el de su forma y contenido.
Por lo tanto, para entender el arte del siglo XX debemos aclarar qué
es el arte pues no parece que se haya llegado a ofrecer respuesta a
tan necesaria cuestión y las teorías tan diversas han
resultado incomprendidas por el público y hasta por los artistas
que quedan, con tantas explicaciones, más confundidos que sin
ellas. El error en la definición del arte es lo que ha producido
los errores en la explicación del arte del siglo XX.
Podemos decir que el arte es la expresión del sentimiento del
hombre. Pero debemos precisarla. En primer lugar, debemos ampliarla
diciendo: cuando se conoce el mundo. En segundo lugar, se observa que
esta definición supone al artista como hombre universal, como
sujeto cognoscente que se erige en representante de la humanidad.
Entonces, tal definición de hombre universal con un conocimiento
universal sólo podría ser aplicada a los artistas griegos,
y a los pocos que han existido después de ellos con sus mismas
características. Y así es: Fuera de las obras supremas,
las que expresan el conocimiento del Hombre, no hay Arte. Pero nos queda
el arte que expresa el sentimiento individual del hombre y que, en el
siglo XX, a la vista de sus expresiones, ha planteado una absoluta incomprensión
y se nos exige la pertinente aclaración.
¿Por qué desapareció
el arte griego? Porque el hombre desea el cambio. Pero todo cambio sólo
se concibe como una evolución. La era griega evolucionó
a partir de sus inicios hasta el siglo XXI pero no, como se ha venido
creyendo, como degeneración de las formas. Lo que evoluciona
es el modo de pensar que ha dado lugar a esas formas. ¿Cómo
si no podría mostrarse tan continua la historia del arte? Por
ejemplo, sobre el arte del siglo XX también se ha pensado que
toda la evolución de ese siglo ha sido una imitación de
las formas de las primeras vanguardias. Pero no ha sido así.
Esas opiniones son mera descripción formal de las obras. Se sorprenden
los sabios del origen simultáneo y variado del arte abstracto
y del arte pop. El origen está en el modo de pensar - en la evolución
del modo de pensar que es algo general de un tiempo.
Cuando analizamos una obra debemos preguntar cuál es su sentido,
o si acaso tiene alguno, sólo entonces, si le posee, determinaremos
que es arte. Sin conocer el sentido, no distinguiremos la intención
–ya sabemos que nosotros debemos distinguir la intención
interna (el sentido) de la externa (la utilización). Por eso,
hoy no tendría sentido pintar como Miguel Ángel porque
cada tiempo exige una aportación. Determinado el sentido, el
que corresponde a su tiempo, debemos valorar la altura del estilo resultante
con respecto a otros ¿Deberemos recurrir a Aristófanes
para que mida y pese los estilos de nuestra historia?
El arte es algo concreto, no es un convenio. El arte del siglo XX se
caracteriza por tres factores muy bien percibidos por la crítica
pero mal valorados. 1º, La negación de
la obra como arte y su consideración de objeto. 2º,
La mayor consideración al concepto que se quiere expresar que
a la obra y su acabado. 3º, El anonimato del pintor,
al menos como intención inicial del artista.
1º.- Como nosotros
mantenemos, las vanguardias realizaron un estudio científico
de la obra de arte lo cual significa analizar los elementos que la componen,
materia, técnica y figura. Según nuestra definición,
el artista de ese siglo no ha realiza arte sino ciencia. El estudio
científico presenta los elementos que estudia por separado. Tales
elementos son objetos. Las obras de los artistas no son obras de arte,
son la exposición de los elementos que las componen, es decir,
son componentes.
El arte del siglo XX presenta objetos en lugar de arte, como manifiestan
numerosos artistas y como confirma la teoría. El error no es
de descripción, es de interpretación. El artista no reduce
el arte a un objeto sino que nunca hace arte, luego no precisa reducirle,
y lo que hace es mostrar ese objeto.
2º.- a) Al faltar la idea y la unidad en la obra
de arte, el crítico debe explicar el sentido de una construcción
tan simple y tan ajena al mundo del arte. Ante la falta de una fundamentación
teórica que hubiera permitido definir claramente el significado
de esas obras, se buscan argumentos con los que justificar la validez
de tales objetos. Entonces se dan vueltas alrededor de las obras de
los artistas -los cuales actúan con honestidad-, para conjugar
las formas externas con algún principio aceptado por la crítica
y la sociedad.
La valoración, por ejemplo, de los cuadros negros de Stella solo
nos demuestra que el pensamiento del siglo XX ha sido un pensamiento
racional. Por irrefutables que resulten los argumentos con los que se
justifiquen esas obras (y todas las de contenido similar) no dejan de
ser unas rayas negras. La satisfacción que pueda producir su
contemplación será el indicador del grado de sensibilidad
de quien juzga.
Los griegos creían en las ideas eternas; los romanos, en el poder
terrenal; el hombre del renacimiento, en la belleza; y el hombre moderno
en la ciencia. Y, en cada época, el hombre ha producido las obras
de arte que se ajustan al pensamiento de su tiempo. Por eso, el arte
griego es el arte supremo de nuestra cultura y el arte del siglo XX
no siempre alcanza esa calificación. Sin embargo, con la valoración
del arte-ciencia que hace el hombre racional puede aparecer por encima
de las creaciones áticas. Esto solo demuestra el perspectivismo
que posee el hombre actual que juzga como supremas las obras que se
expresan de la forma que él mismo siente, y es una necesaria
interpretación que muestra la coherencia entre el sentir y el
juzgar del hombre de un tiempo, pero un hombre que no ve más
que su tiempo
b) Aún así,
nosotros afirmamos que tales obras poseen un sentido y que son necesarias.
De esta forma, se entiende que se llamen obras de arte a estas construcciones
tan vacías de emociones. Se precisan como forma de continuidad
del arte anterior pues esta forma de evolución es inevitable,
por lo que resultan imprescindibles ya que sin ellas no se podría
dar el siguiente paso de la evolución cultural. Pero que sean
necesarias no dice nada de su valor, mejor dicho, del grado de su valor.
El contenido de estas obras es, en ocasiones, tan pequeño que
se agota con una mirada, después de la cual, no merece la pena
volver a verlas –suponiendo que con esa mirada se haya captado
su sentido.
Estas obras deben conservarse en los museos y deben ser tratadas en
los libros de arte para expresar su sentido y para poder presentar la
evolución artística de forma continua. Pero en modo alguno
pueden ser presentadas como obras de arte ni exaltado un contenido del
que carecen: porque no son obras de arte, son los elementos con los
que los artistas verdaderos confeccionan sus obras, las cuales ya son
obras de arte. El que en el siglo XX las obras de arte (hablando de
aquellas cuya catalogación como arte nos sorprende) posean un
sentido artístico, no significa que posean un valor artístico.
Por eso, desde un punto de vista, el del contenido, negamos que sean
arte, mientras que desde otro, como necesidad de expresar una determinada
forma de pensamiento, afirmamos que lo son. En el siglo XX hay obras
de arte intrascendentes porque, a diferencia de tiempos precedentes
en los que el artista mostraba el conocimiento del hombre a través
de sus sentimientos, este siglo ha mostrado conocimientos científicos
sobre el arte. Por eso, se habla del arte como objeto del arte, porque
el ojo que todo lo ve se ha querido ver él mismo. Como confirmación
de esta exposición recordamos que muchos artistas negaban que
sus obras fueran arte y que, otros muchos, no deseaban que su labor
llegase a los museos ni a las galerías. Como decimos, los artistas
eran honestos en lo que hacían y en lo que decían sobre
su trabajo. La teoría moderna ha trasladado la cuestión
artística a la social, la cual dominan. Sus argumentaciones han
consistido en convencernos de que toda evolución es un progreso,
tomando este término como perfeccionamiento. Entonces, el arte
más tardío debía ser superior al anterior. En cuanto
a la técnica es cierto, pues el progreso la ha perfeccionado,
en cuanto al contenido que expresan, no. Este ha sido el error de apreciación
del arte del siglo XX, suponer que se habían superado las creaciones
anteriores. En torno a esta idea se han generado las teorías
de arte. Pero, si observamos la vida individual, pronto nos percatamos
de que la existencia se permite un perfeccionamiento en las primeras
etapas del crecimiento y que todo lo demás es reducción.
En la misma cultura, el arte griego, del cual procede toda otra forma
de la cultura en el mundo occidental, fue superior a todo lo que le
sucedió, lo cual es visto como decadencia de la cultura griega.
3º.- El último aspecto referido del arte
del siglo XX, el del anonimato, es otra postura del artista honesta
y coherente con la labor realizada, la de ofrecer un catálogo
de elementos de construcción artística; labor absolutamente
aséptica, carente de individualidad y sin mérito alguno
que pueda reclamar su autor.
Los artistas del siglo XX realizaron una labor necesaria. Estaban, pues,
obligados a ejecutarla, les gustara o no. Nadie les ha pedido su opinión,
como nadie se la pidió a los griegos. La causa, el desarrollo
del principio generador, existe, luego, es necesario que se produzca
su efecto, es decir, resultaba inevitable que, en ese preciso momento,
el arte se trasformara en ciencia. No existe efecto sin causa. Dando
la vuelta a la expresión (toda causa produce un efecto), se entenderá
cómo es que nosotros hemos podido realizar la interpretación
de las obras científicas de los artistas del siglo XX mediante
la aplicación de los Principios de Razón Suficiente.