¿Dónde situar la belleza
en el transcurrir habitual de la vida humana? ¿Se emplaza en
la mirada del observador, o es intrínseca al objeto o espacio?
¿Se basa la belleza en una característica intencional?
¿Tratan los artistas de evadirla, o se afianzan en su idea como
objetivo principal de su arte? ¿Se encuentra la belleza alejada
de la expresión visual de cuestionamiento y denuncia? ¿Dónde
se encuentra la relación del arte con lo cotidiano? ¿De
qué manera el arte agrega belleza a la actividad cotidiana del
ser humano?
El resultado de las prácticas artísticas, o se halla confinado
a los estudios de los artistas y espacios del coleccionismo, o se encuentra
diseminado en lugares físicos, medios de comunicación,
nuevos dispositivos y disciplinas, algunos de los cuales no llegan a
ser identificados como expresión artística. La imagen
se infiltra en todos los ámbitos de la sociedad e influye en
la conducta del individuo. Es por aquí donde la belleza producida
por el artista, o por quien funcione como artista sin saberlo, se cuela
en lo cotidiano.
El artista se desliza por tres niveles
en su evolución individual. Primero, implicado en su identidad
desde la inquietud de expresión y comunicación personal
a través de los medios plásticos. Segundo, en marcha hacia
la expansión, muestra y difusión que los concursos, galerías
y ferias ofrecen. Y, tercero con la realización de una obra que
realmente se inserta en la existencia cotidiana adoptando una función
y utilidad en la sociedad. Los esquemas económicos de la sociedad,
el carácter personal, y las etapas del desarrollo de conciencia
y ética individual, junto a las estructuras visuales de su entorno
social constituyen parámetros que concretan el desarrollo del
pensamiento del artista. Este nivel final es al que aspira la auténtica
esencia artística en la que la belleza puede ser intrínseca
o incidental, pero el contenido y su inserción en la esfera cotidiana
diferencia este arte de impacto social que detona ideas e impulsa actitudes
y percepción a través de los espacios del diseño
y la publicidad, el entretenimiento o la información; espacios
cotidianos del público a través de los medios digitales,
elementos funcionales u otros complementarios.
La belleza se ajusta a esos diferentes niveles de evolución.
En esas etapas iniciales de interioridad creativa no resulta ni inmanente
ni aparente, resulta ambigua, suscita vaguedad, produciéndose
la belleza en los estratos de significación identificativos de
razones y motivos culturales e ideológicos que se narran u ocultan
a través de la obra, recursos que constituyen la matriz de la
vivencia plástica. Estrategias de belleza; emoción involucrada.
Pero, ¿Qué ocurre en la orientación hacia concursos,
u otros medios, cuando el artista trata de aparecer, aparentar, fingir,
imitar, dramatizar para alcanzar la atención sobre sus piezas?
La realización artística se extiende en ‘prácticas
culturales de complicidad’ como Johanna Drucker identifica al
arte contemporáneo. La producción de los artistas atrapados
en un estilo y esos otros que comienzan a desarrollar su discurso, busca
la visibilidad y legitimación provistas por concursos y ferias
comerciales. El artista se doblega en muchas ocasiones, sometido a esos
parámetros establecidos para seguir las pautas que la Institución-Arte
ha forjado y que la conforma como es: La comercialización y la
especulación de un producto mercantil que absorbe y crea significados
y sentidos a través de la materialización sensible de
ideas culturales. En esta área de estrategias estéticas,
la belleza del objeto artístico se instaura como sostén
de gran parte de las producciones visuales, belleza que responde a representaciones
de expresión simbólica conformada a las pautas imperantes
de la cultura de masas.
En el último nivel, la intención
de belleza no destaca por someterse a cánones prefijados como
ideal, sino más bien por contraponerse al mismo acercando su
argumentación visual más a lo sublime; ese proceso mental
que el espectador aprecia al contemplar el objeto, y que llega a reconocer
como belleza.
La interioridad creativa a la que
el ser creador recurre, emblema distintivo de la primera etapa de evolución
del artista, la cual condensa una situación de belleza ambigua,
vaga, queda especialmente sintetizada en la obra de la artista francesa
Annette Messager quien expuso la retrospectiva de su
obra en el Museo Amparo de Puebla y en México DF con piezas e
instalaciones que han marcado su larga trayectoria desde los años
70 cuando imperaba el estilo Minimal y el Arte Conceptual. Ella misma
confiesa que se sentía diferente ante las ideas que dominaban
con aquella orientación estética; quería alejarse
de lo frío y lo intelectual profundizando en sus aspectos como
mujer, como artista, como coleccionista, como ser enamorado.
La belleza no reside aquí en los objetos, es la experiencia del
observador la que se proyecta sobre los artefactos, del mismo modo que
la propia autora vuelca sus experiencias y recuerdos embebidos en los
elementos de las obras. Aunque, indudablemente, Annette ha configurado
una forma peculiar de su trabajo, mantiene cierta familiaridad de fondo
y con algunos aspectos inspirados por la obra de su marido, Christian
Boltanski, quien en 2002 realizó la instalación
‘Sombras’ específica para el Museo Santa Rosa de
Puebla. Ambos artistas tratan sobre la memoria, se sumergen en el pasado
o en lo imaginado a través de los elementos de desecho, ropas
y otros objetos. La poesía visual de Annette Messager está
constituida por el espacio de la vida diaria, una lucha contra el discurrir
de la vida coleccionando y atesorando esos fetiches y emociones, mientras
Boltanski aborda la muerte en forma casi mística con espacios
que ahondan en el misterio desde fotografías e instalaciones
de luz que revelan la transitoriedad de la vida. Ambos abordan historias
de referente general y anónimo que aunque están basadas
en sus vivencias no relatan episodios concretos de sus vidas.
La actitud archivista del arte contemporáneo nutre especialmente
gran parte de la orientación creativa de Annette Messager. Los
hilos significativos de su obra se desgranan a través de un despliegue
lúdico en un mundo de simbolismos que articulan o descomponen
significados vitales corporeizados en construcciones veladas, fotografías
y figuras de muñecos.
La obra de Annette inquieta y conmueve en su mezcla de delicadeza y
ternura al tiempo que indaga en la existencia femenina, la angustia
humana o incluso en la idiosincrasia local actuando como etnógrafo
como cuando realiza una pieza específica en Puebla; juguetes,
telas y marionetas establecen un diálogo de forma y significado
dinámico. Las partes del cuerpo, instantes de la visión
representadas en algunas de sus piezas, abren posibilidades a la conciencia
del deseo como vehículo de la pasión que anima la vida,
la configuración erótica del ser más allá
del género. En general, en sus piezas, el protagonismo temático
se halla en las emociones y formas de la conducta humana. No hay lectura
predeterminada; no hay mensaje literal, lo cual permite que el observador
se involucre interpretándolas desde su propia historia personal.
Objetos, fotografías y dibujos se ligan de manera extensional
o se superponen en formaciones geométricas originando escenarios,
muchas veces tétricos, que atraen la percepción como insondables
espacios del alma humana.
Esta exposición era una reducción
de la amplia muestra en Monterrey que abarcaba más obra de su
etapa inicial. Los espacios dedicados a la muestra han resultado estrechos
y varias de las piezas no recibieron en la museografía el lugar
físico que necesitaban. Se advertían estrategias diferenciadas
a través de distintas opciones creativas con el transcurso del
tiempo en la obra que Annette concibe como series, pero es en las instalaciones
desde los años 90 cuando reúne lo textual y lo formal
en diversos contextos, donde la vibración emocional alcanza una
enunciación efectiva de calidad e interés. Cuerpo, tramas,
muñecos, telas, fotos, dibujos y palabras ahondan en las actitudes
del ser humano que revelan una belleza que fluctúa desde un ambiente
misterioso a la tierna atracción.
Desde las tres etapas señaladas en la evolución
del artista, la segunda actúa en la expansión y difusión
de su obra en concursos, galerías y ferias con una implícita
inclinación a aparentar, imitar, dramatizar para alcanzar la
atención sobre sus piezas. Una especie de actitud escurridiza
que se amolda y se ajusta a cánones imperantes, estilos premiados
o expresiones solicitadas; la COMPLICIDAD y el ESCURRIMIENTO como recursos
para lograr la visibilidad y la legitimación. La belleza en esta
etapa se centra prioritariamente en el objeto, en esos valores universales
de armonía, proporción y orden como soporte de la producción
visual.
Un enorme tronco de madera recuperado del abandono,
recubierto de pasta en parte y barnizado en otras, franqueaba la entrada
de la muestra en Puebla de la IX Bienal de Monterrey FEMSA, obra premiada
en categoría de tridimensional a un artista poblano: José
Lazcarro, Naturaleza Muerta IV, que al igual que la mención
honorífica bidimensional, de Pablo Rasgado Unfolded Architecture
que surge de los restos desprendidos de los muros de una galería,
construyen belleza con la manipulación de los elementos encontrados
y seleccionados desde una estrategia de abierta significación.
La Bienal se ha constituido como punto de encuentro y difusión
del arte mexicano, y en esta convocatoria resaltaron las obras de los
artistas poblanos: César López, José Carlos Jurado,
Marcelino Barsi, Juan Manuel González y Ulises Matamoros.
La belleza se encuentra, ciertamente, entre las
95 obras seleccionadas de las más de 3.600 presentadas de 1.300
artistas. Una magna labor de exploración para escoger las destacadas.
No deja de representar una orientación general de la inclinación
actual del arte mexicano que, sin embargo, no hay que olvidar su carácter
de curaduría, una visión personalizada, no una visión
fidedigna. Llama la atención que cuando la sociedad mexicana
se encuentra consternada por la violencia del narco, la economía
estancada, la desigualdad social, la inseguridad... producto de una
serie de gobiernos fallidos, el producto de la reflexión visual
de los artistas se encuentra escasamente comprometido con lo político.
¿Es una decisión del jurado de estimular una visión
más indefinida valorando la expresión artística
que comunica la incertidumbre, decepción, el vacío, y
la desolación? ¿Una expresión decantada por la
evocación más que por la definición? ¿Es
la manera que el arte mexicano sublima la realidad? Creo que no. ¿Es
el resultado de la actitud escurridiza adaptando las obras al ámbito
de los concursos? Creo que pudo haber un acuerdo en el juicio de selección
desechando lo excesivamente evidente con referencias críticas
desde la plástica a los elementos de gobierno, a la inconformidad
ciudadana, valorando más la simbolización y la denuncia
soterrada aunque, claro, se premia una fotografía San Francisco
Javier basada en la serie Tierra Arrasada que comenta
la exterminación de la población indígena de Guatemala
en los 80. ¿Es que los artistas mexicanos no están alzando
su mensaje sobre los desatinos con nuestra población indígena
masacrada y vilipendiada por el ejército o la policía
federal, los cuales amañan la justicia a su favor?
El panorama
de esta agrupación de piezas aparentaba carecer, en un principio,
de pauta o estructura. Resultaba, en una primera impresión, más
como un caos de diversas piezas donde predominaba la propuesta bidimensional.
Aunque, con una reflexión atenta se apreciaba más ordenado
y resultaba más predecible de lo que se cree: Desmantelamiento
y ruina aparecían como concreción del abandono y la destrucción
manifestadas como regularidad temática de las obras.
Las vivencias y relaciones amorosas, contempladas bajo variados aspectos
con sus repercusiones de ilusión o depresión, abundaban
entre las temáticas afrontadas. La permanencia del sentir, las
decisiones afrontadas o las expectativas albergadas, marcaban una etapa
crucial de la vida. Las relaciones familiares constituyen, por otro
lado, otro importante aspecto del ser humano. Tanto la dependencia económica
con la familia, como las vinculaciones profundas entre las personas
aparecen tratadas con intensidad en las narrativas desplegadas con los
objetos y formas tridimensionales.
La cuestión de la identidad, centrada con varios trabajos en
los procesos atravesados en las etapas de transformación y búsqueda
personal, se comporta como otra de las claves temáticas que motiva
al estudiante a plasmar intensas vivencias. Varios trabajos podrían
señalarse como piezas ejemplares que condensan adecuadamente
forma y contenido en su agrupación objetual. Con todos en su
conjunto, se aprecian los niveles de calidad que pueden lograrse con
individuos entusiastas que supieron percibir su potencialidad tecnológica
con los nuevos medios, y en los que la enseñanza del arte promueve
el desarrollo de la dimensión artística desde su esencia
personal.
Una Bienal de enorme tamaño, aunque sin dimensión. Es
decir, extensa y grandiosa pero compuesta por múltiples puntos
dispuestos sin vinculación, carentes de dimensión como
narrativa interrumpida por la exageración de los intervalos.
Ésta es quizás, a fin de cuentas, la suerte actual del
arte que simplemente sigue la impronta dominante en la cultura contemporánea
de secuencias aleatorias, asuntos ocasionales, fugacidad y olvido...
En
la tercera fase de la evolución del artista, el objetivo de su
obra se integra con su ámbito social y la dimensión de
la belleza se expande sin límites estetizando la experiencia
con la modificación de la percepción del espectador; el
artista produce obras que redirigen la mirada hacia los objetos y situaciones,
encarándola con acciones que describen en su contextualización
y contradicción la esencia de conductas y actitudes sociales.
Un destacado artista mexicano emergente, Oscar Hernaín Bravo
-del que aseguro hay que atender su desarrollo- patentiza en su producción
este nivel de ahondamiento y coherencia propositiva entre belleza y
acción que envuelve al espectador en cuestionamientos. Oscar
ha presentado desde imágenes fotográficas, intervenciones
pictóricas, hasta videos que funcionan como registro de acciones
que exploran significados y vivencias urbanas que por cotidianas, muchas
veces, pasan desapercibidas.
Oscar surge en el arte convencido en comunicar su visión volcándose
en estas disciplinas activas de la imagen acortando etapas personales
evolutivas del artista, yendo al grano de su vivencia social. El oficio
que ejerció como rotulista le introduce en la auténtica
vibración social de la imagen, y posteriores contactos con propuestas
renovadoras impulsaron su distintivo enfoque: Oscar brota desde dentro,
desde el estrato profundo de la existencia visual. Desdeñó
paradigmas que impulsan la representación pictórica como
construcción ideológica conservadora, vertiéndose
con intensidad en la dimensión significativa de la imagen fija
o en movimiento.
Su ánimo
le lleva a confrontar situaciones donde se expone como individuo provocador
haciendo de la imagen algo más que el mero registro fotográfico:
como ejemplo, las complicaciones judiciales sufridas al ser detenido
por la policía -quienes le robaron cámara y dinero- al
escenificar la atadura de un vagabundo para la fotografía De
pies y manos ¡Por la que fue acusado de privar de libertad
al vagabundo! cuando ninguno de los corruptos oficiales que se presentaron
ante la llamada de un ‘responsable ciudadano’ liberó
al implicado por el nauseabundo olor que despedía. Su obra evidencia
la desatención social encubierta en la mascarada de seguridad
policial: la aparente preocupación social engañosa que
tan sólo oculta intereses personales. El vagabundo envuelto en
el mecate, cuerdas que le sujetan e impiden el movimiento, nos confronta
con la visibilidad de la pobreza y la apariencia desplegada de atención
engañosa.
Entre las más sólidas estrategias empleadas en sus piezas
figura la intervención ‘in situ’. El espacio común
de la ciudad se convierte en el ámbito de reflexión plástica.
Oscar traza una idea de injerencia casi impalpable sobre el espacio
urbano operando entre lo formal y lo significativo que deviene en fotografía
o video: del mismo modo crea acciones con vagabundos revelando la auténtica
esencia de la interrelación con el individuo que nos rodea, que
destapa mecanismos de control gubernamental en los espacios de convivencia
con imágenes sobrepuestas en espectaculares. Sus piezas convocan
la implicación mental del espectador en la operación,
pues éste observa lo que realizó y se sitúa en
esa acción donde el tiempo se interrumpe o la ejecución
provechosa se opone a sí misma: Hacer la parada y no subir al
autobús, dibujar en el vidrio de la ventana del autobús
la imagen que contempla durante la parada, ayudar a cruzar -con los
ojos cerrados- la calle a un ciego, instalar un puente imposible sobre
una zanja abierta con las mismas tiras plásticas que impedían
el paso. La última obra que prepara reúne carros de compra
de vagabundos estacionados como vehículos en un centro comercial;
sarcasmo de la brutal opresión mercantil que todo lo envuelve
y desplaza a quien no se incorpora.
Oscar Hernaín Bravo representa al grado elevado del artista en
el compromiso del quehacer visual involucrado con su entorno social
expandiendo la belleza al ámbito cotidiano como estetización
de la experiencia.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva
York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’
en 1992 por ‘World Education Services’. Título de
Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando,
Madrid.