Cuando se ahonda
en las razones del arte, se hallan varios factores que determinan ciertas
propiedades identificativas. Contando con el fundamento histórico
y contingente (aquello determinado por las circunstancias históricas
concretas) el arte adquiere dimensiones variadas desde los conceptos
de la representación, la expresión, la estética
placentera, o la dimensión política. Pero, lo más
primordial del arte resulta de su aspecto de práctica simbólica
y transformadora de sentido en el que hoy se sitúa, funcionando
como dispositivo de apertura cognoscitiva; constituyendo un medio de
concienciación y apertura al mundo.
El artista es protagonista imprescindible
del arte. Pablo Helguera desentraña la naturaleza de las artes
visuales, desde una radical postura desdeñando aspiraciones idealistas
y éticas, intentando advertir al artista de los crudos procesos
a los que el mundo del arte obedece señalando que, aquellos que
lo entienden con gran pragmatismo y poco interés en la transformación
espiritual se adaptan mejor a las relaciones de interés e hipocresía
entre curadores, coleccionistas, galeristas, críticos y directores
de museo afirmando: ‘El arte es una profesión poco
común que se define mejor como una religión empresarial,
pero a la vez opera como cualquier empresa individual de nuestro mundo
capitalista’. Integrado al sistema del mercado, el artista
centra su interés en la apariencia de éxito y alcance
de renombre social buscando destacar como figura con fama, a lo que
la sociedad del espectáculo lo impulsa, diluyéndose sus
productos en la especulación como producto mercantil en una actividad
comercial dentro del actual sistema de consumo.
El arte ensimismado en la dimensión estética superficial,
o el arte envuelto en un soliloquio de realización personal es
válido…, pero tiene -en mi opinión- que dirigirse
a comprometerse en revitalizar la conciencia colectiva de la cual, el
artista es agente y depositario. Debe instigar hacia una dimensión
ética, el compromiso de realización humana, el compromiso
con la justicia social, el compromiso de despertar la conciencia colectiva
en el ser individual humano; debe asumir como su función, la
expansión de la experiencia del ser humano.
La conciencia se identifica como el ámbito común interior
del hombre, más allá de la conciencia individual psíquica,
que se asocia al nivel integrador de la especie humana a través
de conceptos transcendentes de dimensión perceptiva profunda,
donde se fusionan materialidad y espiritualidad disolviendo la dualidad
objeto-sujeto. La conexión entre conciencia individual y conciencia
social es la misma que existe entre el discurso y el lenguaje; el proceso
de la representación constituye un acto de conciencia que se
estimula con la interiorización consciente de la realidad, o
las acciones sociales que construyen el imaginario. Desde la etapa de
la Ilustración en la Modernidad, el arte se emancipa de la Iglesia
y el Estado impulsando una vocación revolucionaria y, por otro
lado, se propaga el mundo del Arte como ahora se concibe, convertido
en lujo decorativo y de disfrute elitista marcando el distintivo gusto
de clase social. Así, el artista cuyo objetivo es elevarse con
prestigio trata de complacer la demanda de esa clase social, en la que
hoy se envuelve toda la estructura del mercado del arte, que son operaciones
especulativas de incremento de valor de la mercancía como cualquier
otra.
Recientemente se difundió la
noticia de una niña de Australia de 5 años, Aelita Andre,
exponiendo desde los dos años con un estilo expresionista abstracto
evocativo de la pintura de J. Pollock con objetos reales. Su destreza
verbal y despliegue pictórico subyuga en la primera aproximación.
A menudo, niños con inclinación plástica destacada
son impulsados por sus padres que conocen los entresijos del espectáculo
artístico. En este caso, los padres supieron capitalizar el potencial
de la niña pequeña criada en un ambiente creativo dirigiéndola
hacia ‘Agora gallery’ de Nueva York la cual, se alquila
para exhibición ¡Pero que de ningún modo legitima
el arte que realiza!
En Puebla, México existen casos análogos, aunque abordados
desde actitudes contrapuestas. Samuel McNaught, artista de una extensa
obra figurativa, con un hijo de 7 años, de mismo nombre, quien
ya desde los 4 años realiza una ingente obra de dibujo, modelado
y grabado que resulta atractiva por su talento y precocidad. Sin embargo,
no lo promueven sacando ventaja comercial de su producción caracterizada
por la realización espontánea centrada en temas que progresivamente
le atraen. Los padres aprecian su talento y lo apoyan, pero se preocupan
por su desarrollo global sin enviciarlo al presionarlo con esa espectacularidad
y atención que la precocidad artística genera.
Otro artista que destaca desde muy joven es Esteban Fuentes de María
Huitrón, quien desde sus 4 años ha mostrado cualidades
sobresalientes en la ciencia y el arte. El empuje de su madre Isabel
buscó desde los comienzos reivindicar su labor como muralista
difundiendo su trabajo más allá de las fronteras de México.
Con un talento inusual en la realización gráfica fue adquiriendo
herramientas básicas de realización pictórica emprendiendo
encargos que la labor intermediaria de la madre obtenía. Así
mismo, se impulsaron muestras de recientes obras que circularon, desde
su presentación en el Congreso del Estado, por Barcelona llegando
hasta el vestíbulo del Teatro de la Ciudad en Puebla, espoleado
por un afán de promoción mercantil, en desmedido precio
de la obra y de fama, sin criterio artístico curatorial acertado
arropando su obra tras la cubierta de sentido humano y de acción
social enraizado en la militancia de 'Legionario de Cristo'. Se ostenta
su trabajo como una glorificación del espíritu de México
con sus colores y tradiciones; pero lo que permanece, al final, es el
rastro concreto plástico y no la parafernalia expositiva empleada
con los medios de comunicación e individuos de prestigio local;
y es aquí donde apunto serias consideraciones sobre la obra expuesta.
Tratan de mostrar a Esteban como un elevado valor plástico cuando
se advierten en él grandes carencias en elementos de color, composición
y anatomía de la figura humana fácilmente encubiertas
para el neófito en la representación visual, pero lo cierto
es que con todo su talento aún precisa de mayor formación
para completar el potencial que se advierte a través del gesto
y la intención artística donde se exalta su grafía
espontánea de transparencias que tiene un resultado positivo,
en ocasiones, sobre todo enfocado en ese estilo que se alumbra tras
la imaginación surrealista utilizada en las últimas obras.
Es, sin duda, un error de trayectoria impuesta por la dirección
de su madre que lo alentó como ‘El muralista más
joven del mundo’, desvelándose a través de
las maniobras expositivas una razón equivocada para el arte.
Otra de las situaciones donde se contraponen
conciencia y prestigio en la realización artística es
el que representa Sary Haddad. Ahondar en la memoria de los espacios
del pasado detenidos en el tiempo representa una fuente de posibilidades
que Sary Haddad ha desgranado en una extensa intervención ‘FABER
68-09’ de una ex-fábrica textil (Haddad Textil, Calzada
Ignacio Zaragoza 432, Puebla) que muestra voluntad y capacidad de asimilación
del ya establecido lenguaje internacional de la instalación.
Observando las acciones performáticas
de Sary en el espacio de la fábrica a través de un video
de inicio de la instalación, el espectador se podía adentrar
por las inmensas bodegas con maquinarias y calderas o lúgubres
vacíos que convocan el recuerdo de un tiempo activo a través
de instalación sonora y luminosa que tiene como bisagra la presentación
in situ de los casilleros de los empleados recuperados en el mismo estado
que se abandonaron al cerrar la fábrica en 2009, los cuales viajaron
hasta la Bienal de Arte Contemporáneo de Florencia -que no tiene
selección curatorial- obteniendo la medalla de primer premio
de instalación.
Su obra es un testimonio de la crisis que golpeó la industria
textil poblana que, desde un lamento plástico de abandono y ruina
se convierte en riqueza propositiva artística cuando se abrió
al público por unos días, del 25 al 28 de Agosto 2012,
con el trabajo de intervención de Sary Haddad, una instalación
oportuna y única, que recuperó una mirada sobre la fascinante
y aleatoria acumulación de materia, textura y tinieblas en donde
desplegó su discurso actuando sobre los residuos mecánicos
y la organización espacial con varias actuaciones que involucraron
los hilos y el algodón. Objetos que condensan significados del
contexto, al unísono que personales, y que a través de
su afirmación como obra de arte se convirtieron en patente comunicación.,
pues estos lugares desaparecerán en su estado actual de abandono.
Un emblemático contenedor de madera, reliquia de 1968 que trasladó
desde Europa la primera maquinaria que haría de la industria
textil en Puebla una próspera actividad de la comunidad libanesa,
marca la entrada a inmensos espacios caóticos con diseminados
objetos donde, por momentos, la intervención de Sary puso un
sentido de intimidad a la sensación de olvido y misterioso eco.
La entrañable recuperación de los casilleros dejó
paso a la reflexión de otros espacios de luz concentrada, o a
una gran área a cielo abierto donde un insistente sonido de telares
por el sistema de audio materializaba la memoria que evocaba imágenes
en el espectador. Lo sugestivo del recorrido por las bodegas fue encontrar
extrañas maquinarias y residuos de telas en medio de un ambiente
polvoriento. Los telares que armaban los tejidos aparecian en algunos
momentos utilizados como vestigios activos entre pasajes de luz, marañas
de hilos que cruzaban el aire, creando un nuevo espacio plástico.
Sary podría haber ahondado más en la denuncia latente
del fraude y contrabando de telas de origen asiático que cruzaba
la frontera de USA como si fueran fabricados allí y así
eran exentas de impuestos por el TLC, causando el derrumbe de la industria
textil en Puebla.
Pero hay un componente más en
esta operación expositiva que no hay que eludir para no confundir
lo estético y lo social, y donde se contraponen conciencia social
y prestigio, pues junto a la atractiva situación plástica
fraguada con la introspección histórica personal desde
la ruina textil, toda esta parafernalia admirable es apoyada por cierta
élite social y empuja un nombre, Haddad, ligado al poder económico
en la vinculación de familias con dominio político y económico
en Puebla que da respaldo a la idea sensible de una persona, Sary Haddad,
la cual, no dejando de patentizar una idea válida y meritoria,
conviene que sea matizada desde su contexto de encumbramiento y competencia
de abolengo familiar, que deberá comprometer a la artista a proseguir
una auténtica aportación propia en su carrera plástica
que no quede limitada al resplandor mediático, social y político
que ahora la sostiene. ¿Podremos verlo? Las puertas las está
abriendo, como hizo con una instalación en el zócalo poblano,
pero deben ser de su propia cosecha no tan ligadas a las herencias del
apellido.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.