La polémica
de la consideración del diseño como arte sigue vigente.
Las manifestaciones gráficas del diseñador, similares
a las de los artistas, y la vinculación de sus aspectos creativos
con los del arte originan bases para la identificación de las
dos disciplinas, y al mismo tiempo, conceptos asumidos como características
intrínsecas al objeto de arte como los de singularidad e inutilidad,
se encuentran opuestos a las condiciones del diseño que son reproducibilidad
y utilidad. Una de las mayores objeciones para la consideración
artística del objeto de diseño es la propia naturaleza
del diseño emanada de un requerimiento del cliente que enmarca
la libertad del diseñador, aunque se revalida hoy, al mismo tiempo,
el status del diseñador de firma e individualidad que impone
su estilo sobre el encargo, añadiendo el valor de diseño
de autor, a veces incluso a costa de los requisitos del cliente.
En el dilema permanente surgido entre
las semejanzas y diferencias de estas dos disciplinas incide fundamentalmente
la aproximación al concepto de las palabras ‘diseño’
y ‘arte’, sus funciones y significación. El arte
estaba revestido del aura del objeto único y distinguible, mientras
que el diseño era una actividad menor dirigida a la función
de relleno estético de un producto. Pero, desde que el diseño
fue tomando un papel preponderante en los procesos de producción
y comercialización rebasó la demarcación de lo
visual y formal expandiéndose a la información como constituyente
de la percepción en la sociedad. Y el arte actual, asimismo,
rebasa la adscripción al objeto de arte, desmaterializándose,
deslocalizándose y desplazándose mientras se diluye en
la esfera de lo cotidiano propiciado por el uso de las nuevas tecnologías
y las estrategias de difusión de los nuevos medios. Los cambios
que se producen en el ámbito de la imagen colocan al diseñador
en la entraña de la acción artística más
actual o modifican, en sí, las prácticas artísticas
transformando en diseño el concepto de arte que se desenvuelve
fuera del marco de la institución-arte.
El debate entre el diseño y
el arte, iniciado con la emergencia del postmodernismo en la década
de los Ochenta, se reanuda en la actualidad con la extensión
de las nuevas tecnologías de comunicación y difusión
de las que el artista hace uso de la misma manera que el diseñador.
Y de hecho, el diseñador imita las mismas estrategias de difusión
que el artista utiliza en el mercado del arte para difundirse como individuo
creador. Y de otro modo el artista, como un diseñador, se vuelve
un manipulador social de signos artísticos. Finalmente, este
debate se vuelve más un asunto de individuos, y no de disciplinas.
La consideración artística o no del producto de un creador
es resultado de una situación del mercado y de los intereses
impuestos. Es parte de un proceso sociológico donde se advierte
el juego de luchas dentro de un campo determinado. Identificarse como
artista, es un problema de decisión y de concepto propio sobre
el arte.
A ese determinado concepto sobre qué
es arte contribuyen de manera importante los espacios de enseñanza
sobre los estudiantes. Tiempo atrás, la identificación
del diseñador con un artista podía llegar a tener connotaciones
peyorativas. El diseño nació con las vanguardias del siglo
XX desde una actitud de renovación de las nociones decimonónicas
del arte. Estas primeras manifestaciones del diseño se desvinculaban
del otro ‘arte tradicional’ denominándose como ‘arte
industrial’. La carrera de diseño proviene de otra denominada
‘Artes Gráficas’, convergencia entre el diseño
gráfico y las artes plásticas: Las escuelas tradicionales
de arte iban incluyendo especialidades que abarcaban materias propias
de la disciplina del diseño gráfico, pero siempre el diseño
se juzgaba con desdén contemplado desde la posición del
artista encumbrado en su oficio de productor de obras singulares y desprovistas
de utilidad práctica.
En la enseñanza de las artes plásticas se enfatiza en
el artista una actitud de dimensión simbólica-individual-creativa,
mientras en el diseñador se impulsa una visión involucrada
en la realidad, comprometida con la resolución de problemas de
comunicación y de información. El papel del diseñador,
como individuo y productor de ideas, es a menudo desdeñado desde
el campo de las artes. Y es más, debido al esquema todavía
preponderante del arte como producción material bajo las características
de singularidad e inutilidad, la valoración del diseñador
en la sociedad se encuentra todavía por debajo del aprecio que
se tiene por el artista. Incluso es el propio diseñador el que
se desconsidera frente al artista, pues no estima su producción
digna de ser contemplada bajo esa óptica.
Pero la situación de las prácticas
artísticas se transforma invirtiendo la polaridad de las funciones
entre el diseño y el arte, como ha sucedido entre el arte y la
publicidad. El dominio de la imagen en los medios de comunicación
junto al uso de la misma por el poder impulsa al arte a desplazarse,
a disolverse en espacios alejados del culto elitista. El arte se está
produciendo fuera del marco establecido hasta ahora por la institución-arte.
La nueva etapa económica del capitalismo impulsa, asimismo, a
una nueva concepción transformando el arte desde un sistema productivo
a un sistema de servicios. Y aquí, el papel del diseño
y sus estrategias tiene especial relevancia. Un amplio examen de la
acción del diseño en el campo artístico señalaría
la extensa intervención del diseñador en todas las expresiones
del arte. El diseñador se encuentra en las entrañas de
la acción artística más actual, o el artista se
ha convertido en diseñador para desenvolverse fuera de los marcos
de la institución-arte.
De cualquier modo, no se trata de afrontar de una manera simplista la
situación de este dilema entre el diseño y el arte. Existen
una multiplicidad de expresiones y no cabe una postura radical-reduccionista.
Lo que puede apreciarse es el incremento en el extremo de la actuación
del artista que se aleja de la idea convencional del arte y se interna
en el campo del diseño y la circulación de sentido fundiendo
la esencia de las dos disciplinas.
¿Puede establecerse algún
concepto que unifique la noción de lo que se define como ‘Arte’?
Existe una compleja variedad de manifestaciones en el arte, por lo que
ninguna teoría satisface completamente los requerimientos analíticos
que perfilan las condiciones mínimas y necesarias para que una
obra sea denominada arte. Unas teorías centran la atención
sobre las propiedades intrínsecas del producto y otras en sus
propiedades relacionales. Según un exhaustivo análisis
de Stephen Davies (‘The Philosophy of Art’, Oxford,
Blackwell Publishing. 2006) sobre las definiciones de arte pueden establecerse
genéricamente tres clases: Funcionalismo Estético, Teoría
Institucional e Historicismo. El Funcionalismo Estético mantiene
que algo es una obra de arte si su intención es proveer a la
persona que contempla con una experiencia estética de significante
envergadura sobre las bases de una apreciación de sus cualidades
estéticas, siempre que el receptor se encuentre en un apropiado
estado mental. La Teoría Institucional señala que para
que un artefacto sea una obra de arte debe ser colocado apropiadamente
dentro de una red de prácticas, roles, y parámetros en
que consiste, el mundo del arte, institución informalmente organizada.
La Teoría Historicista sostiene que algo es arte si mantiene
una apropiada relación histórica con sus precedentes artísticos.
El concepto de ‘Arte’ no ha sido homogéneo a través
de las épocas. La idea moderna de las Bellas Artes proviene de
los cambios sociales ocurridos a finales del siglo XVII y XVIII que
estuvieron marcados por los prejuicios preponderantes de clase y género.
Estos cambios de pensamiento fundamentales sucedieron entre los años
1680 y 1830 afirma Larry Shiner en su libro ‘La invención
del arte’ (Paidos Estética, Barcelona 2004). Las distinciones
y valoración efectuadas por el pensamiento filosófico
y social de aquella época determinaron la idea del Arte que hoy
prevalece. Las artes se encontraban integradas en la sociedad con una
función precisa. Con la expansión de la clase media en
Europa y el impulso del sistema del mercado enfocado en las artes, se
desarrollaron todas las instituciones y prácticas modernas del
arte: Exposiciones, subastas, marchantes, museos, críticos, historiadores
de arte y el énfasis en la autoría que exaltaría
al artista, durante los consiguientes siglos, como genio de la imaginación
creativa, junto al ideal de la libertad. A través del siglo XX,
el moderno sistema de las bellas artes ha sido capaz de asimilar las
nuevas disciplinas y apropiarse de las formas de resistencia aparecidas,
aunque se evidencia rápidamente un resquebrajamiento del sistema
como múltiples autores señalan, esto aunque la audiencia
de las artes visuales y su mercado permanecen en crecimiento.
Por un lado, el Arte se ha convertido
en una industria multimillonaria promocionada por titanes corporativos,
líderes ciudadanos, inversiones mercantiles, desarrolladores
urbanos, empresas de relaciones públicas y agencias de turismo.
Pero por otro lado, la extensión del campo del arte hacia las
áreas de todas las prácticas visuales de simbolización
ha producido su fusión con la actividad propia del diseño
gráfico, inmerso en la esfera amplia de la cultura visual que
abarca signos, símbolos e imágenes que van desde los impresos
desechables a las fotografías satelitales de vigilancia presentadas
en cualquier cosa desde una caja de cerillas a una pantalla de plasma
de dos metros. En las sociedades avanzadas, el impulso constante de
las prácticas artísticas por situarse en el entorno vital
común y popular, evadiendo la asimilación del poder y
la comercialización en la sociedad capitalista, genera la activación
de estrategias de visualidad en la globalización, que promueve
la circulación de imágenes, que es el territorio propio
del diseño gráfico, convirtiéndose ambas en prácticas
de producción de significado cultural. Afirma Peter Plagens,
artista y crítico de arte, en un artículo de la revista
más reciente de ‘Art in America’: ‘No
hay duda que los teóricos del arte contemporáneo, asentados
en lo académico, han desertado, en gran número, de sus
campos respectivos. Se han convencido de que el arte –ya sabes,
el ‘Arte’ – es, o no tan especial después de
todo, o ni tan siquiera existe como entidad cultural distinguible.'
(Meter Plagens, ‘Contemporary Art, Uncovered’ Art
in America, Febrero 2007, Pág. 45) En un reciente diccionario
crítico del diseño, Juan G. Tejeda después de apuntar
las diferencias establecidas en el proceso histórico del arte
entre arte bello y artesanía, anota que en el pasado, arte se
adscribía al saber hacer y encontraba su plenitud en la vida
cotidiana, como el diseño hoy. Así que... ‘Podríamos
considerar que el diseño es el arte de nuestros días’
(Juan Guillermo Tejeda, ‘Diccionario crítico del diseño’
Ediciones Paidos Ibérica. Barcelona, 2006, Pág. 31).
Las facetas en las que el diseño
se revela hoy actuando como arte son diversas, siendo la más
directamente palpable y aceptada, aunque cuestionada como arte: El mundo
de la ilustración. También dentro de esta línea
creativa estaría la conversión del diseñador a
la producción tradicional del artista plástico como es
la de uno de los más reconocidos artistas jóvenes mexicanos
residente en New York, Víctor Rodríguez,
egresado de la carrera de diseño de la Universidad Iberoamericana.
Después habría que considerar la franja del diseñador
gráfico cuyo trabajo se apega al concepto clásico del
diseño en los aspectos de cartel y editorial logrando una depuración
de estilo como es el caso de Germán Montalvo,
sin identificarse bajo el rol del artista plástico convencional,
aunque se inicia como artista y se inspira en parámetros artísticos
y se despliega en varias disciplinas artísticas.
Dentro del espectro donde arte y diseño se funden como una operación
intrínseca de acción o selección hay muchos artistas
manejando el diseño como es el caso del español Josechu
Dávila (www.josechudavila.com)
y el cubano Ernesto Oroza.
Prosiguiendo
con las facetas abarcadas por el diseño, y que más apropiadamente
refleja las modificaciones que el arte experimenta en función
del nuevo estatuto de la imagen, la globalización y la producción
inmaterial, se encuentran los cuatro diseñadores gráficos
que deciden montar la primera emisora de radio por Internet en Tijuana,
Radio Global (www.radioglobal.org)
que funde los conceptos visuales con los musicales junto al compromiso
social y de comunidad contemporánea sin fronteras. Igualmente,
se encuentran el colectivo Nortec (www.nor-tec.org)
fundiendo el diseño con la música, y Acamonchi
(acamonchi.com)
con sus neograffitis que propone una difusión a través
de carteles, postales y camisetas, como una conducta activa crítica
en los espacios urbanos y en la red.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva
York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’
en 1992 por ‘World Education Services’. Título de
Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando,
Madrid.