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Economía del conocimiento
Ramón Almela
09/11/2011


El descalabro económico mundial desencadenado, además de tambalear estructuras, ha puesto de relieve la divergencia entre el capital y lo simbólico, entre la especulación financiera y las estrategias de producción simbólica.

Es inevitable el efecto de esta debacle económica en lo social y lo cultural. Las transformaciones se producen sin que se puedan evitar. Los cambios son forzados cuando las ideas que sustentaban una mentalidad anterior se hunden. La merma del potencial económico no sólo influye en los presupuestos, sino en la orientación de la sobrevivencia: recursos y valor del trabajo se modifican hacia la subsistencia. Las posibilidades anheladas por la industria del conocimiento se van al traste. La circulación del conocimiento con su distribución extendida en diversos ámbitos sociales se desmorona. En cualquier caso, se incrementa la visión del espectáculo, el hecho de la imagen como mediadora de la realidad, sustitutiva de realidad, y que sigue dirigida por los grandes intereses capitales de entretenimiento y medios de comunicación.

  

La economía que el conocimiento y lo cultural expandían se hunde con la adversidad económica imperante; hasta las grandes librerías de USA sucumben en la crisis junto a las universidades. Las prácticas visuales se van ajustando a las nuevas condiciones, pero el crecimiento esperado en este rubro se deteriora, estimulando de nuevo el escenario para la ideología banal, puramente mercantil y de nula ética.

Como síntoma esperpéntico, Damien Hirst, quintaesencia de la cínica manipulación del valor mercantil de la obra de arte, se saltó el orden de la disposición progresiva de ofrecimiento de la obra al mercado alcanzando sin mediación de galería alguna la casa de subasta; un movimiento que impactó y destacó en la Institución-Arte, pero que tan sólo destapa los entresijos de este capitalismo cultural que una vez añoraba conformarse como un sector de innovación y desarrollo en la transformación de lo social.

En malos tiempos, la gente necesita el arte más que nunca’ dice la directora del New Museum of Contemporary Art de New York. Resistiendo toda esta superestructura cultural se difunde más la actitud de la estética relacional: promueve sensibilizar a la gente con su entorno cotidiano buscando estimular la comunicación y conexión humana, que la tecnología y el consumo anula.

Las estrategias de la estética relacional, condensada por Nicolas Bourriaud, engloban situaciones, objetos funcionales, performances, o situación donde compartir gratis lo entregado por el artista. Esto llega hoy más allá de los espacios alternativos de arte, al aparecer el Museo Guggenheim presentó la obra de varios de esos artistas en la muestra theanyspacewhatever prosiguiendo la asimilación de las formas de resistencia por parte de la Institución-Arte.

  

Esta banalización y espectacularidad animada por la posmodernidad progresista, formalista que lidera la diseminación de lo neoconservador, tiende a establecer dominios culturales únicos y privilegiados. Los museos se obligan a menudo a la especulación artístico-financiera (y con ellos se hunden también) del corporativismo... como ‘El Museo Nómada’ mostrando Ashes & Snow de Gregory Colbert patrocinada por Rolex y difundida como la exposición de arte más visitada de la historia.

Muchos son los museos que han organizado muestras que encajan en esta dinámica exhibicionista, en las cuales reprocharía el sustrato esencial más que la calidad: la falacia expresiva aunada a la euforia comercial fomentando la idea del artista-héroe.

En esta devastación económica en la que la incipiente economía del conocimiento sufre estragos que modifican las actividades culturales, la orientación de la estética relacional impulsada por artistas comprometidos en revelar, concienciar, y expandir la percepción del individuo sobre su realidad cotidiana resulta imprescindible. Y como dijo Albert Einstein: ‘En momentos de crisis sólo la imaginación es más importante que el conocimiento.


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Para saber más __________________________

DATOS DEL AUTOR:

Ramón Almela (Lorca, Murcia, España, 1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992 por ‘World Education Services’. Título de Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.