La exposición, comisariada por
Mark Veldhuysen, CEO de la M.C. Escher Company, y el coleccionista Federico
Giudiceandrea, está producida y organizada por el grupo italiano
Arthemisia, empresa que ya organizó otra gran muestra en Madrid:
Kandinsky, una retrospectiva en Centro Centro Cibeles (20 octubre 2015
– 28 febrero 2016) y que fue todo un éxito, con más
200.000 visitas.
La muestra está compuesta de 200 obras del visionario holandés
Maurits Cornelis Escher (Leeuwarden 17 de junio de 1898-Laren 27 de
marzo de 1972), cuyas creaciones han marcado las mentes de los científicos
y el imaginario de los diseñadores, además de haber ejercido
una fuerte influencia en el mundo del arte. La completa una serie de
experimentos científicos, áreas de juego y recursos educativos
que contribuyen a que comprendamos sus perspectivas imposibles, sus
imágenes desconcertantes y sus universos aparentemente inconexos.
El señorial Palacio de Gaviria
es el lugar escogido. Una construcción con 170 años de
antigüedad, que fue residencia principal del banquero Manuel Gaviria
Donza, marqués de Casa Gaviria, e inaugurado por la Reina Isabel
II con un baile en el salón de los espejos, en 1851. A pesar
de toda su historia y estar blindado por Patrimonio (desde que en 1977
la Comunidad de Madrid incoara un expediente de protección para
declarar el Palacio de Gaviria como Bien de Interés Cultural),
llevaba casi en estado de abandono desde hace 10 años, cuando
cerrara la discoteca, del mismo nombre, sin licencia de actividad. Antes,
en los ochenta se ubicó allí el Centro Asturiano, con
mesa de billar y bingo, lo que lo convirtió en un destacado centro
social de Madrid.
Pero dejemos de lado toda la historia que envuelve a este singular inmueble,
para centrarnos en esta exposición que llena este espacio, a
su vez lleno de espejos, cortinas y frescos, un ambiente tan anacrónico
como cautivador para revisar las visiones paradójicas de Escher.
La exposición se divide en siete
ámbitos, dispuestos de manera cronológica. En ellos se
muestran obras (xilograbados, litograbados, etc.) que van desde la principiante
etapa italiana, cuando aún era estudiante, y su relación
con el Art Nouveau, hasta sus célebres imágenes
de geometrías imposibles, infinitas cintas de Moebius, paradojas
espaciales, espejos convexos, teselaciones y otras obras desconcertantes
que, a través de los artificios de la percepción, deja
asombrado al espectador. Enriqueciendo esa imagen colectiva que poseemos
de Escher, como autor de arquitecturas casi mágicas, pobladas
de escaleras que suben y bajan al mismo tiempo, y techos que son suelos
o viceversa.
Especial hincapié se hace en su visita a Granada. Según
Veldhuysen, “es en su visita a la Alhambra cuando su carrera da
un giro y deja los paisajes para iniciar su obra más intelectual
basada en la teselación”. El artista empieza a abarrotar
sus imágenes de aves, peces o mamíferos sin que quede
un solo resquicio libre, en algunas de sus obras, incluso, los pájaros
negros se convierten en peces blancos, como por arte de magia. “La
obsesión de Escher era llenar el plano”, explica el catedrático
de Geometría de la UNED Antonio Félix Costa, “y
en la Alhambra vio como se hacía”.
Otro elemento
al que dedicó horas de estudio y numerosas obras fue la esfera,
que refleja los rayos procedentes de cualquier dirección, representa
íntegramente el espacio que la rodea, con la particularidad de
que el que la mira siempre está en el centro, y esto para Escher
significaba que “el Yo es protagonista indiscutible, a cuyo alrededor
gravita el mundo”. Pero no fue el único también
le obsesionaban los cristales, con sus leyes de organización
molecular en el espacio.
La línea que separa a Escher de los matemáticos es sutil,
pero determinante. Una atracción recíproca y provechosa,
hasta el punto de que el genio holandés fue el único capaz
de plasmar en imágenes las paradojas geométricas. Ejemplo
de ello o vemos en Galería de grabados (1956), una tamizada versión
del artificio de la “imagen dentro de otra imagen”, llamado
también “efecto Droste” (por la caja del famoso cacao
holandés), origen de cuarenta y siete años de debates
en el mundo científico, sin que se lograse resolver un problema
que de tan enigmático y complejo parecía insoluble [Nota
1].
Casi llegando al final del recorrido, nos encontramos con una serie
de delicados trabajos centrados en cumplir las exigencias del cliente,
más que a su investigación artística personal.
Encargos, principalmente Exlibris o tarjetas de visita, que el autor
planteaba como oportunidades para experimentar con soluciones que más
tarde le sirvieron en sus grandes obras maestras.
Por último, la muestra nos enseña la “Eschermanía”,
es decir, la influencia que este artista ha tenido sobre la cultura
popular. Portadas de discos como Umma Gumma, 1969 de Pink Floyd
o Stairway to Escher, 2003, de Bauhaus; en películas
como Dentro del laberinto (Labyrinth), 1986 dirigida
por Jim Henson, y con David Bowie como actor; Noche en el museo
3 (Night at the Museum: Secret of the Tomb), 2014 dirigida
por Shawn Levy, o las famosas escaleras mágicas del castillo
de Hogwarts, de la saga de Harry Potter. En publicidad Mano con
esfera reflectante, Otro mundo II y Belvedere
se usaron en 2006 para un anuncio de los cafés Illy. Sus composiciones
han llegado hasta las prendas de vestir.
La obra de Escher, caracterizada por el estudio detallado de los efectos
ópticos y del motivo decorativo, constituye una de las más
originales e idiosincrásicas del siglo XX. Espléndido
dibujante, exploró las contradicciones de la perspectiva tradicional
en la forma de paisajes e imágenes "imposibles" dotados
de una insólita belleza.
Unas obras que en pleno 2017 siguen
influyendo en los artistas contemporáneos que se rinden ante
“su universo imaginativo”. Y muestran la misma intención
de Escher, que en 1953 escribió: “El objetivo es representar
sueños, ideas o problemas de un modo tal que otras personas puedas
observarlos y ponderarlos”.
Maurits Cornelis Escher, (Leeuwarden, Países
Bajos, 17 de junio de 1898-Hilversum, Países Bajos, 27 de marzo
de 1972), artista conocido por sus grabados xilográficos, sus
grabados al mezzotinto y sus dibujos, que consisten en figuras imposibles,
teselados y mundos imaginarios.
No fue pun gran estudiante brillante, llegando a destacar tan sólo
en dibujo. En 1919 y por presión paterna empieza los estudios
de arquitectura en la Escuela de Arquitectura y Artes Decorativas de
Haarlem, estudios que abandonó para pasar a ser discípulo
de Jesserum de Mezquita, un profesor de artes gráficas. Alcanzó
buenos conocimientos de dibujo, y destacó en la técnica
de grabado en madera, la cual llegó a dominar con gran perfección.
Entre 1922 y 1935 se traslada a Italia donde realiza diversos bocetos
y grabados principalmente de temas paisajísticos. Es en Roma,
en 1924 donde se casa con Jetta, con quien tiene tres hijos, George,
Arthur y Jan. Abandona Italia junto a su familia debido al clima político
y se traslada a Suiza, pero sin dejar de frecuentar el sur de Italia.
También viaja a España, y en particular a Granada, donde
visita la Alhambra, de la que copia numerosos motivos ornamentales.
Estos supusieron la base de sus trabajos sobre la partición periódica
del plano.
En 1941 se mudan a Baarn (Holanda), tras una estancia difícil
en Bélgica (plena 2ª Guerra Mundial). Hasta 1951 vivió
básicamente dependiendo económicamente de sus padres.
Es a partir de esta fecha cuando comienza a vender sus grabados y a
obtener un buen dinero por ellos. Esto le permitió vivir sus
últimos años con una economía personal excelente.
Abandona los motivos paisajísticos como modelos y se centra en
su propia mente, encontrando en ella una impresionante fuente de inspiración.
En este período su producción es muy fructífera
y regular, y sólo se verá interrumpida por la operación
que sufrió en 1962.
En 1970 se traslada a la Casa Rosa Spier de Laren, al norte de Holanda,
donde los artistas podían tener estudio propio. En esa ciudad
fallece dos años más tarde, en 1972.
El lugar paradójico
de Escher
Palacio de Gaviria
C/ Arenal, 9, Madrid, España
Desde el 2 de febrero hasta el 25 de junio de 2017
Nota
1: El efecto Droste hace que la obra esté incompleta,
debido a la dificultad de que los elementos encajen en el centro. Por
eso Escher dejó un espacio vacío, que llenó con
su firma. El misterio del "hueco" dejado por Escher, y de
si era posible llenarlo, no fue resuelto hasta 2003 por Henrick Lenstra,
matemático de la universidad de Leiden.
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