Guernica de Pablo Picasso
Marc Montijano Cañellas
01/01/2004
Nombre:
Guernica
Autor: Pablo Ruiz Picasso
Fecha: 1937
Técnica: Óleo sobre lienzo
Medidas: 349,3 x 776,6 cm.
Ubicación: Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid
A lo
largo de este breve estudio, no pretendemos aportar ningún dato nuevo
sobre una de las obras más importantes y conocidas del recién extinto
siglo XX, y mucho menos, diremos algo que no se haya mencionado anteriormente,
y seguramente con mucho más acierto, sobre su genial autor. Nuestras
pretensiones son otras, están mucho más ligadas al goce, al disfrute
del espectador con la obra de arte. Se ha derramado mucha tinta en vano,
intentando descifrar lo más absurdo y anecdótico de esta obra, como
de tantas otras. Especulaciones tales como qué significa el caballo
o el toro, en las que nos detendremos en su justa medida un poco más
a delante, han sido en ocasiones el eje fundamental de muchos escritos.
Muy mala tiene que ser una obra para que requiera de una comentario
de esta índole previo a su apreciación y este no es el caso de Guernica
de Picasso, aunque sí, porqué no decirlo, de otras muchas obras del
arte del siglo XX que ha seguido erróneamente la senda abierta por Picasso.
Guernica es una metáfora inigualable
del horror producido por el hombre, que no requiere mayor explicación
que su contemplación. No por ello queremos insinuar que no sea necesario
un correcto análisis, pues de ello nos ocupamos en estas líneas. Sin
más datos, que los extraídos visualmente ante este grandioso, a la vez
que grandísimo lienzo, el espectador percibe lo principal, pero no puede
pasar de aquí, su conocimiento se queda en la superficie y el disfrute
por lo tanto se reduce notablemente.
Para contemplar el Guernica
en su plenitud, es fundamental conocer bien el marco histórico y cultural
en el que se inserta. Aunque esta idea no puede cegarnos y mucho menos
debemos dejarnos engañar por la más simplista de todas las interpretaciones,
la que se fundamenta en la temática. Pues una obra de arte, en este
caso un pintura, es considerada buena por el modo en que está resuelta,
es decir, por el grado de maestría con que ha sido pintada. El tema
es secundario y en muchos casos, no pasará de ser un mero pretexto,
para que el pintor desarrolle su creatividad. Por tanto, debe quedar
claro que no es posible tomar el tema como base de todo significado
artístico, haciéndolo así solo podremos “entender” las obras cuyo tema
esté dentro de nuestro bagaje cultural, lo cual es tristemente restrictivo.
Basta para demostrar estas palabras un simple ejemplo: tal vez, una
de las obras más conocidas del arte occidental sea La Cena, de
Leonardo da Vinci, trabajo que fue realizado por el genial pintor renacentista
entre 1495 y 1497. La interpretación de esta obra parece única, pero
no es así. Prescindiendo de todos los conocimientos sobre la religión
católica, con una mirada limpia, se puede llegar a la conclusión que
Leonardo ha pintado a un grupo de hippies o vagabundos, con melenas
y barbas, que sentados en una larga mesa ya han terminado de comer y,
por lo visto, deben haber bebido demasiado porque están discutiendo
entre ellos, como se aprecia en sus gestos y muecas. Tal vez, el origen
de esta pequeña trifulca resida en que no se ponen de acuerdo en quien
va a pagar la comida, o tal vez, y esto parece aún más acertado, el
personaje central acaba de anunciar que uno de los presentes no a puesto
su parte del dinero, lo que naturalmente ha originado el estupor general
y ha creado un clima un tanto incómodo.
Todo el mundo quiere comprender
la pintura. ¿Por qué no intentan comprender el canto de los pájaros?
¿Por qué a la gente le gusta una noche, un flor, todas las cosas que
rodean al hombre sin tratar de comprenderlas? En el caso de la pintura,
en cambio, se quiere comprender. Que comprendan sobre todo que el
artista obra por necesidad (...) Quienes intentan interpretar un cuadro,
casi siempre se equivocan.
Pablo Picasso,
1935.
Sin más dilaciones, hecha esta breve
introducción, vamos a adentrarnos en el universo de Picasso. La obra
objeto de nuestro estudio, Guernica, fue pintada por Pablo Ruiz
Picasso (1881-1973), en 1937. El título de esta obra alude a un episodio
concreto de la Guerra Civil española: el bombardeo de la población vasca
de Guernica, que tuvo lugar el 26 de abril de 1937. Cuarenta y tres
bombarderos y cazas alemanes de la Legión Cóndor y algunos italianos,
al servicio de los nacionales, arrasan la ciudad vasca de Guernica.
En este momento, España estaba inmersa en la Guerra Civil, iniciada
un año antes, el 18 de julio de 1936, cuando las tropas nacionales se
sublevaron contra el gobierno republicano. Mientras tanto, Europa, a
grandes rasgos, tras haber sufrido las consecuencias de la depresión
económica mundial y dividida por el fascismo, se preparaba para el inminente
estallido de la Segunda Guerra Mundial.
Se ha especulado mucho sobre si Guernica
fue o no, un cuadro encargado por el Gobierno republicano a Picasso.
Está claro que Guernica es fruto de un encargo, pero es necesario
aclarar varios puntos al respecto que han inducido varias veces a error.
En 1937 se celebra en París la Exposición Universal, para los republicanos
era vital que el Gobierno español estuviera bien representado, de modo
que le piden a Picasso que haga algo para el pabellón español, un pabellón
que tenía, evidentemente, un marcado carácter propagandístico de la
república [Nota 1].
Picasso se comprometió a pintar una gran obra para este cometido, una
pintura que ocupara una pared entera del pabellón español, pero en ningún
momento se comprometió a pintar Guernica, entre otras cosas porque
el bombardeo sobre la citada ciudad vasca no se había producido todavía.
Sin embargo, el artista español sufrió
una parálisis creativa que le impidió llevar a cabo dicho encargo durante
unos meses. Las causas pudieron ser varias, en primer lugar, el marcado
carácter propagandístico que le exigían para la obra, le maniataba mucho;
por otro lado, estaba atravesando una crisis sentimental bastante profunda.
Hay que recordar que en este momento, que se conozca, Picasso estaba
casado con su primera mujer Olga Koklova, vivía con Marie-Thérése Walter
con la que tenía una hija y, desde 1936, Dora Maar era su amante oficial
[Nota 2].
Pablo Picasso salió de su aparente
atolladero creativo y vital el 26 de abril de 1937. Por fin encontró
el tema que estaba buscando, el atroz bombardeo le permitiría materializar
perfectamente ese encargo del Gobierno republicano. Esta idea es importante,
Picasso inmortalizó con esta obra el nombre de Guernica, simplemente
porque su destrucción le inspiró ese enorme, a la par que genial, cartel
propagandístico en contra del fascismo. Picasso era consciente que esta
obra debía ser contemplada no sólo por entendidos del arte, sino, y
principalmente, por todo tipo de personas que visitaran el pabellón
español. Por tanto, el mensaje debía ser perfectamente claro, y que
mejor modo para ello, que partir para la creación de una masacre de
resonancia internacional como la de Guernica. No queremos insinuar con
esto, que Picasso no sintiera una gran repulsión por lo acontecido,
ya que la rabia y la indignación del artista queda visiblemente palpables
sobre el lienzo objeto de nuestro estudio, pero es igualmente evidente,
que este fatal hecho se amoldaba a la perfección al encargo que había
recibido.
Fue un episodio gratuitamente cruento,
no había razones aparentes que justificaran el ataque de una pequeña
ciudad como aquella, sin especial valor militar, poblada entonces casi
exclusivamente por mujeres, niños y ancianos, ya que los hombres se
encontraban en el frente. El bombardeo de esta ciudad vasca duró tres
horas y cuarto, desde las cuatro y media de la tarde hasta las ocho
menos cuarto. Durante las cuales, una poderosa flota de aviones consistente
en tres modelos alemanes, bombarderos Junkers y Heinkel y cazas Heinkel,
no cesó de descargar sobre la ciudad bombas de quinientos kilos, a demás
de un número de proyectiles incendiarios de aluminio, que se ha calculado
en más de mil. Mientras tanto, como relató un corresponsal del Times
de Londres llamado Steer, los cazas volaban rasantes ametrallando a
las personas que huían de la ciudad para refugiarse en el campo. Toda
Guernica quedo inmediatamente en llamas y cualquier rastro de vida,
tanto humano como animal, fue aniquilado brutalmente. Pero estos hechos
que ahora narramos y que se encuentran perfectamente documentos, no
siempre fueron contados así. Confirmando una vez más aquella sentencia
de Esquilo que dice La primera baja en la guerra es la verdad,
se acusó durante mucho tiempo desde el bando nacional, y posteriormente
con el franquismo, de haber sido los propios vascos los que incendiaron
su ciudad con latas de gasolina. A pesar de las pruebas, de los testigos
internacionales y de las confesiones por parte de los alemanes (juicio
de Nuremberg), en España se sostuvo durante años la tesis de la autodestrucción.
El primero de mayo de 1937 París vivió
una fiesta del trabajo marcada por el rechazo vehemente de la destrucción
de Guernica [Nota 3] y por una
fervorosa oposición al franquismo. Ese mismo día Picasso encontró su
tema y se pudo a trabajar en él de un modo febril. Durante los siguientes
diez días hizo numerosos bocetos de lo que podría ser el cuadro en su
conjunto, así como de diversos elementos y personajes del mismo. El
día 11 de mayo, Picasso, comenzó a trabajar sobre el soporte definitivo.
Se trataba, como ya hemos apuntado, de una tela de 349 x 776 centímetros,
instalada en un taller especial que Dora Maar había buscado para este
propósito. Era tan inusualmente grande el tamaño del cuadro que ocupaba
por completo toda la altura de la pared, y aún tenía que inclinarse
un poco para que cupiese entre el suelo y las vigas del techo. Esta
circunstancia y el hecho de que estuviera destinada a adherirse al muro
del pabellón de la República Española forzaron al artista a ejecutarlo
con un material que ofreciera una superficie sin brillos, por eso eligió
una pintura vinílica Ripolin mate, de tipo industrial. El cuadro,
que lo concluyó el 4 de junio de 1937, está pintado en blanco y negro,
con una variadísima gama de grises y algunos toques azulados casi imperceptibles.
Un error muy común a la hora de enfrentarse
al análisis de una obra de arte, es confundir la interpretación del
arte con especulaciones acerca de la psicología del artista, y describir
la obra como un retrato de los deseos y conflictos privados de su
autor. Focalizando generalmente todas esas especulaciones, diríamos
mejor, invenciones, en aspectos sexuales, cuanto más truculentos y
enfermizos mejor. Ya que la vida sentimental de Picasso, de sobra
conocida, fue de gran actividad y por ello muy propicia a este tipo
de inventiva, hemos creído oportuno hacer esta advertencia. Por otra
parte, la otra versión de este disparate historiográfico, tanto o
más común que el anterior, consiste en dar a la vida privada del artista,
a través de los amigos, conocidos y familiares que aparecen en sus
obras, un valor desorbitado. Valor que eclipsa cualquier otro tipo
de análisis, que tampoco estamos indicando que deba ser meramente
formalista, y que convierte a la obra en cuestión, en un culebrón
de media tarde. Picassso, como cualquier artista, pinta lo que tiene
a mano, sea un hijo suyo, su mujer, su amante, su perro o una pera.
Pero esta elección, por mucho que le pese a los románticos del arte,
no pasan de ser un mero vehículo, un pretexto
para la creación.
La composición
está distribuida a modo de tríptico, ocupando un caballo agonizante
el panel central. En total el cuadro reproduce seis seres humanos y
tres animales. Picasso encuadra los grupos en dispositivos triangulares,
de los cuales, el más importante es el central. En la parte superior
de este triángulo, un poco desplazada a la izquierda, aparece una especie
de tulipa en perspectiva en cuyo centro, Picasso situó una bombilla
eléctrica. La base del triángulo central está señalada por el cuerpo
caído del guerrero muerto, un cuerpo desmembrado, descuartizado, que
se convierte en un símbolo visual de la matanza. El brazo de la derecha,
que acaba también sosteniendo una flor, agarra la empuñadura de una
espada rota, mientras el otro brazo acaba en una mano fuerte y callosa,
con poderosos surcos cruzados. Entre esas líneas puede reconocerse el
dibujo de una estrella de cinco puntas. Esa flor, que puede ser interpretada
como una pequeña luz de esperanza dentro un panorama tan visiblemente
descorazonador, también, por el contrario, puede que no signifique nada
especial. Siendo una reminiscencia, un resto, de la primitiva escena
desarrollada en el exterior, en la que la flor brotaba al lado de una
cabeza femenina yacente.
La cabeza del guerrero fue redondeada,
como si fuera un canto rodado. Cabezas cortadas ha habido muchas en
la historia del arte, pertenecientes casi siempre a mártires inocentes,
pero no suelen tener los ojos desmesuradamente abiertos como ocurre
aquí. Observemos que la forma de este elemento no es casual: las órbitas
oculares del toro y del guerrero, pertenecientes a entes masculinos,
son óvalos con los extremos apuntados; los de las mujeres de ambos laterales
con forma de lágrima, pertenecen a otro grupo, que es el preferido por
Picasso para expresar el extremado sufrimiento femenino; los ojos de
las dos hembras restantes y los de la yegua están constituidos por un
círculo con un punto central, representan más bien una dolorida sorpresa.
La mujer que
entra en la escena por la derecha tiene el trasero al descubierto, existe
una divertida anécdota entorno a esta figura, que nos ayudará un poco
más a advertir, que los discursos grandilocuentes entorno a una
obra de arte parten de críticos e historiadores, pero pocas veces del
propio autor. El significado de la figura nos lo proporciona un curioso
testimonio aportado por Henry Moore, contando una visita al taller donde
se pintaba esta obra maestra: “Todavía faltaba bastante para que Guernica
estuviese terminado (...) ¿Recuerda a la mujer que llega corriendo desde
la cabina de la derecha con una mano levantada delante de ella? Bien,
Picasso nos dijo que allí faltaba algo, se marchó, cogió un rollo de
papel y lo pegó en la mano de la mujer, como para decir que había sido
sorprendida en el cuarto de baño cuando cayeron las bombas. Así era
él. Por supuesto estaba tremendamente conmovido por España y sin embargo
podía tratarlo como una broma”.
Sobre esta curiosa figura se sitúa
la mujer que entra por la ventana sosteniendo con su brazo una lámpara,
una figura que irrumpe en la estancia por la ventana, de un modo surrealista,
mirando la escena horrorizada e iluminando la estancia con su quinqué.
Según algunos autores, podría tratarse de una especie de alegoría fantasmagórica
de la república española, según nuestra opinión, no se trataría de ninguna
alegoría, sino más bien de una simplificación de una figura que huye
horrorizada del bombardeo, con un semblante descompuesto, con una mirada
ausente, casi en estado de shock. A su derecha, se sitúa la mujer
que cae envuelta en llamas, con los brazos en alto. Las mujeres, hacen
de Guernica la imagen de una humanidad inocente e indefensa convertida
en víctima.
La madre con
el niño muerto, fue un asunto muy mimado por el pintor, que realizó
numerosísimas variaciones en dibujos preparatorios. El común denominador
de todos estos trabajos es el rostro desgarrado de la mujer que llora,
superando mucho en su patetismo a las tradicionales imágenes españolas
de la Virgen Dolorosa. Junto a los ojos, el otro componente esencial
para la expresión del dolor, es la boca desmesuradamente abierta, de
la que sobresale una lengua afilada. Una lengua como la de la yegua,
una imagen extrema que nos trasporta, inevitablemente, a los caballos
destripados por el asta de un toro, de esas corridas a las que tanto
le gustaba asistir a Picasso. Deudoras, por otra parte, de esas tardes
de finales del XIX, en las que acudía junto a su padre, José Ruiz Blasco,
a la Malagueta, la plaza de toros de Málaga. Se ha hablado poco de la
importancia que tuvo en Picasso su padre, y sobre todo la importancia
que tuvo para Picasso el haber nacido en un hogar de artistas, un olvido
un tanto injusto.
En la pintura mural en la que
estoy trabajando, y que titularé Guernica, y en todas mis últimas
obras expreso claramente mi repulsión hacia la casta militar, que
ha sumido a España en un océano de dolor y muerte.
Pablo Picasso,
1937.
Una vez realizado este pequeño recorrido por
los aspectos más generales de la interpretación, debemos ahora adentrarnos
en un estadio más. Sirviéndonos de las fotografias de Dora Maar, se
puede reproducir el proceso creativo de esta magnifica obra, llegando
a interpretaciones muy distintas a la que se puede hacer partiendo
del trabajo definitivo. Corroborando la idea que cada uno de los elementos
que lo componen no forman un equilibrio complejo e indisoluble, sino
que han sido el fruto de numerosos retoques y correcciones, lógicos,
por otra parte, dentro de cualquier proceso creativo. Por tanto, no
pueden ser analizados como si se tratara de verdades absolutas, ya
que ningún elemento que conforma Guernica significa nada extraído
del conjunto.
Lo primero que nos llama la atención al contrastar el trabajo definitivo
con las fotografías tomadas durante el proceso de la obra, es la ubicación
espacial de la escena. Guernica, la obra definitiva, se desarrolla
en un interior, iluminado principalmente por la luz artificial, pudiendo
ser perfectamente una escena nocturna. En origen, la escena era en
el exterior, en plena calle, con un hermoso y esférico sol, como ocurrió
realmente la tarde del bombardeo. La figura femenina fantasmagórica
que parece entrar por una ventana, realmente está saliendo por una
ventana de su hogar, candil en mano, una casa en llamas situada al
fondo a la derecha.
El caballo, o yegua, y el toro, también han experimentado notables
transformaciones. La yegua no aparece con esa expresión de dolor,
que anteriormente hemos analizando, como si la acabaran de atravesar
con una lanza; en un principio, se recogía agonizante sobre si misma,
torturada por el dolor, efecto de una herida previa que le estaba
consumiendo la vida. El toro, también a sufrido varias modificaciones
a lo largo del proceso, la más seria afectó a su ubicación, pues en
un principio estaba dispuesto con el cuerpo en la dirección contraria,
sobrepasando el extremo de su rabo el candil que aparece en el centro
de la composición.
Con estas dos figuras han surgido muchos problemas interpretativos.
Algunos autores, consideran al toro la alegoría de la muerte, que
vuelve la cabeza sin importarle el dolor. Por el contrario, otros
textos lo consideran el tótem peninsular, una imagen heroica del pueblo
español. En correlación, también se interpreta el caballo como alegoría
del bien o del mal, así algunos lo consideran la imagen de la España
fascista, que pisotea al guerrero, mientras otros ven en esta figura
animal la imagen del dolor y la agonía del indefenso pueblo español.
Picasso ha dado la razón a todos, permitió a Jerome Seckler que en
su nombre dijera que el caballo representaba al pueblo español y el
toro la brutalidad, pero en otra ocasión, sin embargo, ante la pregunta
de si el caballo representaba al franquismo, respondió que había que
ser ciego, tonto o crítico para no verlo. Las interpretaciones son
todas válidas y ninguna realmente verdadera, cada espectador puede
sacar sus propias conclusiones. Para nosotros, el caballo es, visiblemente,
un ser que sufre, como las mujeres de esta obra, es una consecuencia
de la barbarie, del bombardeo, de una masacre en la que murieron personas
y animales, es una víctima. El toro sin embargo, posee una lectura
algo más compleja. En la composición primitiva, contrarresta el peso
de la casa en llamas, es un elemento dentro de la composición muy
importante, ya que la equilibra. Posteriormente pierde parte de esta
función, aunque sigue siendo importante estructuralmente. Su lectura,
pasa por la más simple y evidente, representa a un toro, un animal
típico y emblemático de España, un reclamo que servirá a los espectadores
del Pabellón Español para situar rápidamente esa masacre en nuestro
país. De todos modos, en un cuadro tan meditadamente propagandístico
de la situación de España, y que además había sido encargado a Picasso
-el artista español más conocido del momento-, tenia que surgir, inevitablemente,
por algún sitio este mito ibérico, que por otra parte, tanto iba con
la imagen pública que el pintor daba de si mismo.
El guerrero es otro de los elementos que ha sufrido mayor número de
modificaciones, en un principio se encontraba, sin desmembrar, con
los pies en dirección a la izquierda, y con un puño alzado, puño que
recogerá posteriormente un manojo de espigas enmarcadas por ese radiante
sol, cuya simbología es fácil de discernir, y cuyo espacio posteriormente,
ocuparía la cabeza de la yegua, el hecho que apareciera completo,
sin descuartizar, desmonta muchas de las teorías que afirman que se
trata de una escultura despedazada. Detenemos aquí este análisis descriptivo,
para no hacer tan pesada esta lectura, y remitimos, para quien este
interesado en profundizar en el estudio de esta obra, a la bibliografía
que aportamos al final del documento.
Siempre se ha dicho que Guernica es
como “un grito en la pared”, un enorme cartel que nos pega un fuerte
bofetón. No resulta difícil encontrar, entre el gran número de visitantes
del Reina Sofia que se amontonan alrededor de Guernica, a alguno
un tanto emocionado mientras contempla esta obra. Gran culpa de este
éxito comunicativo se lo debe a que fue creado recurriendo al lenguaje
cubista, que era el más radical de los varios modos de expresión utilizados
por este artista tan versátil, vivificado por las deformaciones de
las poéticas surrealistas. De ningún otro modo, habría podido condensar
tanto en tan poco, esa es la magia del arte del siglo XX. No representa
tan sólo el bombardeo de Guernica, sobrepasa esas circunstancias,
presenta la tragedia de la guerra, el desafortunado devenir del ser
humano. La información sobre hechos concretos es prácticamente inexistente,
pero la intensidad del horror y la violencia se respiran al primer
golpe de vista, es un cuadro muy perturbador, donde todos son víctimas,
tanto hombres como animales. Picasso denuncia la primera gran masacre
de civiles de la época contemporánea, un triste precedente que tendrá
sonoros imitadores, pocos años después, en la Segunda Guerra Mundial,
y que llega hasta nuestros días en pleno vigor.
Tras la clausura del Pabellón, Guernica se expuso en Noruega
e Inglaterra antes de llegar a Nueva York. A fines de 1939, formó
parte de la gran exposición Picasso: forty Years of his Art
en el MOMA, concretamente desde el 15 de noviembre de 1939 hasta el
7 de enero de 1940. La derrota de la República española, a quien el
artista había donado el cuadro, lo mantuvo en préstamo hasta que pudo
volver a España, en 1981 [Nota 4], certificando
el final de la época que lo vio nacer.
[Nota 1]: La asociación
entre Picasso y la república no es nueva, el gobierno republicano buscó
desde el principio de la guerra la colaboración y el apoyo moral del
artista español más conocido internacionalmente. Picasso, de hecho,
fue nombrado director del Museo del Prado por el Gobierno republicano
en septiembre de 1936, aunque nunca llegó a tomar posesión efectiva
de este cargo, por el devenir del conflicto. También conviene recordar,
que la Guerra Civil española era considerada como una manifestación
del belicismo y la agresividad fascista y nacionalsocialista, a los
que, por parte de la izquierda intelectual y política, se oponía una
ideología pacifista y social. Guernica no era sólo un testimonio
del bombardeo, ni siquiera de la Guerra Civil española, era también
un alegato contra la guerra, contra la barbarie y todos los desastres
que conlleva la sinrazón. Por otra parte, siguiendo con el tema político,
indisoluble a esta obra, Picasso es el maestro indiscutible de todo
lo que Hitler teme del arte moderno, él es el creador de lo que los
nazis llaman “el arte degenerado” (kunstbolchevismus). A modo
de anécdota, se cuenta que un día la Gestapo fue a indagar en la casa
de Picasso. Durante este registro un oficial nazi, al ver sobre la mesa
una foto del Guernica, le preguntó al artista español: “ha sido
usted quien ha hecho esto?” “¡No, ustedes!”, respondió Picasso.
[Nota
2]: Precisamente Dora Maar, una inteligente fotógrafa de
izquierdas, a la que le debemos una interesantísima serie de fotografías,
que nos permiten seguir minuciosamente el proceso creativo de Guernica,
le encontró a Picasso el lugar idóneo para realizar este proyecto, una
hermosa casa del siglo XVII en el número 7 de la rue des Grands-Agustins,
en pleno corazón de París.
[Nota
3]: RAMIREZ, Juan Antonio.: Guernica. La Historia
y el mito, en proceso. Electa, Madrid, 1999. pp.38-41.
[Nota
4]: Exactamente el 10 de septiembre de 1981, se instala en
el Museo del Prado de Madrid, hasta que en 1992 se traslada definitivamente
al Museo de Arte Reina Sofía.
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- RAMIREZ, Juan Antonio.: Guernica. La Historia y el mito, en proceso.
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- SEBASTIÁN, S.: El “Guernica” y otras obras de Picasso: contextos
iconográficos, Departamento de Historia del Arte de la Universidad
de Murcia, Murcia, 1984.
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Publicado originalmente en SUMA Revista científica
de Estudios Histórico-artísticos nº1 ISSN: 1698-5869
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DATOS
DEL AUTOR:
Marc Montijano Cañellas
(n. 1978, Vic, Barcelona), artista visual y performer, es también
un destacado investigador. Doctor en Historia del Arte por la
Universidad de Málaga, Experto en Organización y
Gestión de Empresas Culturales, y Postgrado en Gestión
Cultural por la Universitat Oberta de Catalunya. Tiene una amplia
experiencia académica y profesional en diversas instituciones
y empresas culturales. Sus principales líneas de investigación
en la actualidad son: el arte de acción, con especial atención
a los trabajos realizados en España y Latinoamérica;
el estudio de los procesos creativos y el desarrollo del proyecto;
y el papel de las nuevas tecnologías en la difusión
y autonomía del arte actual.
proyecto; y el papel de las nuevas tecnologías en la difusión
y autonomía del arte actual.
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