La fotografía se ha convertido
en una de las disciplinas artísticas destacadas en las prácticas
artísticas contemporáneas, y de las más directamente
enfocadas a la realidad, en el sentido estricto de su esencia de huella.
La función de la fotografía se ha desplazado desde la
tarea de representación perdurable hasta adquirir un predominante
rol en el contexto de la imagen actual cargada de significaciones y
multiplicidades simbólicas como arte o como transmisión
de ideas. Las fotos colocadas en las páginas web de redes sociales
como Facebook llegan a alterar la realidad de las personas. Desde el
descubrimiento de identidades a la captura de delincuentes que impunemente
se ostentaban en su página. La fotografía actual se convierte
en catalítico de todas las realidades insertas en la sociedad.
La fotografía surge en el encuentro
de la mirada del individuo con el manejo técnico. El registro
fotográfico no resulta de una mirada ingenua; siempre es una
realidad interpretada, seleccionada, manipulada. La eficiencia de la
fotografía en el arte no se puede aislar de la mecánica.
Así abordaba Walter Benjamín [Nota
1] la apreciación de la fotografía;
en la relación del fotógrafo con su técnica.
Dos fotógrafos distintivos presentaron su obra en Puebla, México:
‘25 de fotografiar’ de Kino (Joaquín Ríos
Martínez) y el joven César López ‘Espacio-tiempo’.
Dos aproximaciones separadas por una generación, técnica
y conceptual. Kino, con el trabajo de laboratorio, artimañas
mecánicas y químicas en el campo analógico, experimentando
en su obra una evolución que va desde el collage a la incorporación
de nuevas estrategias estéticas, sea abstracción o composición
tridimensional pasando por el arte de acción. Y con César
López, la fotografía se convierte, dentro de la opción
digital, en la convergencia de heterogéneas actitudes visuales,
en las que lo fotográfico deja de ser disciplina para convertirse
junto a la pintura, la escultura o el video en medios de expresión
de un concepto, el de lo opuesto y la ironía; actitudes que revelan
la pluralidad de las prácticas visuales actuales.
En su amplia trayectoria, y no sólo
como fotógrafo, Kino se ha destacado como un inquieto rebelde,
activo en el progreso de los conceptos artísticos y comprometido
crítico con la sociedad. La retrospectiva de su obra fotográfica
en la galería ACD (17 Sur 3105) no rinde una adecuada revisión
de su enfoque vital de la fotografía, se limita a la exploración
cronológica, como un índice, de 12 series de trabajos
fotográficos. A través de estas series se revela la preocupación
inherente en todas las imágenes: el cuerpo como síntoma
del placer erótico, la muerte, el sufrimiento y la condición
humana.
A través
de su evolución se constata cómo toma Kino la fotografía
con la descarnada presencia del blanco y negro que condensa la intención
temática, sin distracción trivial. En sus comienzos, el
tema era descompuesto por la retícula formal geométrica
que enfoca la texturalidad óptica del mismo modo que lo hacía
con el desdoblamiento caleidoscópico, la fotografía ensimismada
en los recursos de diseño pictórico. Finalmente, emerge
su tendencia fundamental con el cuerpo como metáfora a lo largo
de varias series donde las técnicas de revelado fotográfico
en el cuarto oscuro son empleadas para componer, homogeneizar, velar
o contrastar. La manipulación de la imagen, huella de la realidad
contemplada, sirve para adentrarse en el cuerpo humano, en su vulnerabilidad
y fragilidad que la corriente de la década de los Noventa implantó.
Pero en Kino, esa actitud no era adquirida, surgía como vocación
radical: el desnudo humano, siniestro o sublime, era objeto de su lente
que con diferentes acercamientos estratégicos armaba el discurso
entre sombras y oscuridades, rincones y objetos. La figura humana como
metáfora de sensaciones, emociones y pensamientos. Los títulos
de algunas obras revelan las preocupaciones substanciales: El deseo,
la muerte y la ofrenda del cuerpo. Abordó la abstracción
aislando los detalles de la realidad, con lo que la fotografía
a color se iría incorporando a su discurso sin abandonar su dedicación
al claroscuro. De este modo, llega a la impresión directa impulsada
desde una mirada escrutadora de los ámbitos de la ciudad y las
personas, que pasan a ser entonces el eje de su acción fotográfica;
actividad unida a la visión crítica y activista cultural
en los medios de comunicación en Puebla.
César López, no está
limitado por la disciplina; desde su orientación como experto
en fotografía asume la predominante actitud contemporánea
de hibridación extendiéndose en varias manifestaciones
plásticas. En su última exposición ‘Espacio
– tiempo’, en el Instituto Municipal de Arte y Cultura
de Puebla, reunió diversas piezas que oscilan desde la más
descarnada ironía y sarcasmo a la provocativa conjugación
espacial plástica centrado en el ahondamiento individual de las
categorías de espacio y el tiempo. La formación de nuestras
vivencias es determinada por la adecuación de la materia a esos
ejes físicos. El arte, la reflexión visual, conduce hacia
la conciencia de esa configuración del tiempo y el espacio que
ilumina la existencia. César cruza el lenguaje visual con el
escrito desplegando conceptos esenciales que apuntan a lo transitorio
de la vida a través de figuras de animales y vivencias humanas.
César
hace uso de formas retóricas en su discurso plástico.
Las canas, esos cabellos decolorados que marcan nuestro decaimiento
físico, se presentan como estrategia visual de retrato, ‘Retrato
a los 32’; condensación sígnica del autor como
congelamiento del tiempo. O en ‘El retrato del fuego’
donde con los efectos del incendio de una obra fotográfica sobre
el muro de la galería sustituye el efecto por la causa. O en
la obra de arte objeto que con la disposición de varios frascos
de perfume vacíos alude al romance ‘Recolecté
los aromas de París para que te enamoraras de mí’.
Con unos perros de juguete que acercan el hocico separados por la pared
de un vaso de cristal enuncia la pulsión negativa de una situación
amorosa: ‘Tratando de darte un beso’. Sus piezas
responden a la intención de señalar un elemento a través
de un referente que remite a otra realidad por medio de giros retóricos
identificables: sinécdoque, metonimia y metáfora.
En su obra se
yuxtaponen efectos figurativos con la presencia real. En anteriores
piezas incorporaba las texturas reales fotografiadas con las pintadas.
Ahora como en ‘De la serie Erosión 2’, premiado
en la Bienal de Monterrey, añade la imagen fotopictórica
de la cabeza de un reno sobre papel tapiz donde un contacto eléctrico
refuerza el campo ilusorio creando una imagen cautivante entrecruzándose
el espacio y el tiempo. La pintura se une intuitivamente en su discurso
a la fotografía logrando el objetivo del mensaje como en ‘De
la serie Calentamiento’ con osos polares en tierna actitud
donde evoca la extinción con el referente al calentamiento global,
así como en ‘Polo Norte’ localizando en una fotografía
la figura de un oso polar dentro del congelador.
Dos generaciones
de fotógrafos, Kino y César López, que muestran
la vitalidad de la disciplina en sus dos diferentes aproximaciones,
coherentes, comprometidas y motivadas desde su existir artístico.
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Para
saber más
Nota
1: Walter Benjamin (Berlín, 1892 – Portbou, 1940)
filósofo y crítico literario judeo-alemán. ‘Las
Tesis sobre la filosofía de la Historia’, junto
con ‘La obra de arte en la era de su reproducción
técnica’ y ‘Para una crítica de
la violencia’ están entre sus textos más
leídos.
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense
de Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión.
Proceso Artístico Diferenciado’. Constatación
en Nueva York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’
por ‘World Education Services’. Licenciado en Pintura,
Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid.
Revalidado como ‘Bachelor´s and Master´s Degree
in Fine Arts and Art Education’ en 1992 por ‘World
Education Services’. Título de Profesor de Dibujo por
la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.