La mirada desempeña
una función primordial en el desarrollo de la persona y para
el reconocimiento psíquico del ser humano. El otro que nos mira
constituye nuestra individualidad; y el ser social se construye con
las miradas y los deseos que instauran lo simbólico, introduciendo
lo icónico como despliegue del pensar humano.
La mirada va más allá
de cómo el ojo percibe fisiológicamente el efecto lumínico.
Mientras el fenómeno de la visión es ya en sí complejo,
y determinado por el procesamiento cerebral de los datos captados por
la retina, también la mirada además es, según Lacan,
un registro externo a modo de espejo de la constitución del sujeto;
ese algo que nos mira que somos nosotros mismos mirándonos.
La mirada supone siempre un movimiento activo que ordena y da sentido
al entorno visual. Nuestra percepción del mundo es influida por
nuestro concepto de cómo las cosas deberían aparecer.
El individuo común es inconsciente de ello; sabe del poder de
la mirada, pero ignora que la visión no es asunto de pasiva percepción,
sino que condiciona el pensamiento construyendo la realidad. De aquí
la necesidad de formar la habilidad de ver adecuadamente en el proceso
de la educación artística, la cual se desatiende enfocada
a transmitir la elaboración técnica; pero eso es otro
asunto.
Así como el lenguaje edifica y conforma el pensamiento dentro
del marco social, la mirada erige la identidad. Formularía la
mirada como esa introspección proyectiva que anticipa y selecciona
lo visible entre el espectro disponible en el campo visual. Esta elección
cultural y mental determina los componentes de la representación,
cuya esencia es subjetiva y se desliza entre lo visible y lo enunciable,
identificándose como el régimen escópico de la
visión. Se ve lo que se espera ver, y se ve lo que somos... y
determinado por la situación cultural. Sólo se percibe
lo que se conoce.
Aunque la fotografía trascendió como una práctica
cultural de representar la verdad legitimando lo real, se erige como
instrumento de la conformación del imaginario colectivo en la
cultura visual posmoderna. La mirada del observador se aproxima a la
imagen fijada en soporte o pantalla impulsado por el deseo y la apreciación
cultural de la imagen. Las prácticas artísticas contemporáneas
promueven la creación de subjetividad alejadas del mero registro
visual. Por lo tanto, al gestar una imagen se decanta la esencia de
ese mirar que identifica el discurso cultural, los deseos, aspiraciones,
influencias y expectativas.
El modo en cómo se fotografía,
en el modo como se selecciona el objetivo de la escena se revela la
preocupación de la mirada, mostrándose las condiciones
del pensamiento. El acto fotográfico desentraña la mirada
desglosándola en tres aspectos básicos: La mirada sensible,
la mirada crítica, y la mirada funcional. Si bien es difícil
emplazar la reflexión visual de la práctica fotográfica
de un artista categorizándolo de manera reductiva con una simple
distinción exclusiva de grupo, situaría la obra fotográfica
de varios artistas expuesta recientemente en Puebla, México bajo
esas tres categorías distintivas de la mirada.
Se puede rastrear la actitud de “mirada sensible” en la
obra de Yveline Etienne que fue expuesta en la Fototeca
Juan C. Méndez como participante en un proyecto de la fundación
Arquetopía que cumple cinco años, y que le brindó
su residencia en Puebla y en donde llevó a cabo un taller de
fotografía para niños. Arquetopía genera un espacio
de encuentro y confrontación albergando artistas internacionales
invitados a generar obra que compagina el contacto social con la práctica
contemporánea del arte.
Se exhibieron dos muestras de la artista francesa. La serie “Trouble”
reúne capturas en película análoga de escenas cotidianas
del espacio social mexicano revelando en sus tomas ese encuentro de
la mirada indagadora foránea, sensible al contraste de su bagaje
con la realidad que encuentra interponiendo su mirada con la existencia
popular que rescata con las formas básicas de luz y composición
que subyacen en cada imagen. Aunque, más bien las imágenes
resultan convencionales por el discurso del entorno social del diario
acontecer en México, Yveline construye con su selección
un registro íntimo de valor sensible a través de una fotografía
que apela más bien a la dimensión plástica de la
imagen coordinada con el interés por atrapar esos instantes que
revelan situaciones y emociones humanas: el anhelo de los niños,
la atareada compra, la prisa, el descanso.
Se aprecia mejor el mérito de su obra con la muestra “Eclasts/Astillas”
que agrupa cinco años de reciente producción compuesta
por imágenes fotográficas de reducido tamaño que
rondan la abstracción con la sutileza del momento captado en
el ámbito natural. Esa mirada utilizada para transcribir el entorno
poblano proviene de la sensibilidad con la que desde el paisaje explora
su propia emoción.
La actitud de “mirada crítica”
en la fotografía se adscribe a la exposición de Bruno
Bresani realizada en el espacio de galería de oficinas
del IMACP; una exigente mirada crítica a la realidad humana,
entre testimonial y etnográfica, que se adentra en el proceso
de extinción de una comunidad que giraba en torno a la fábrica
de papel Loreto con las viviendas de los obreros y la capilla; este
ámbito que las fotografías e instalaciones de la muestra
“Loreto; la muerte de una comunidad” revela se levanta como
ignominia de la sociedad de consumo que postula por erradicar y destruir
los vestigios de la sociedad obrera que una vez constituyó el
núcleo de la producción económica industrial, hoy
desplazada por la economía de servicio. El drama se agudiza en
el aspecto de la memoria colectiva de las 600 familias que componían
el barrio, y el presente en el que se encuentran 37 familias aferrándose
a la titularidad legal de los espacios habitacionales que les quieren
arrebatar.
Esta articulación conceptual
se profundiza en capas de sentido cuando se reconoce que la primera
publicación de la Constitución Mexicana de 1917 fue impresa
en papel de baja calidad producido en esa fábrica. La galería
se carga de significación con las imágenes que revelan
lo acontecido con los 21 presidentes que gobernaron México desde
entonces destrozando los principios plasmados en aquella carta magna,
resultado de la lucha revolucionaria, y que ha sido enmendada sin fin.
Las tenebrosas copias en papel translúcido configuran collages
de la siniestra agonía vivencial con aves muertas, detalles de
recuerdos personales y el ambiente de la fábrica.
La tercera actitud,
la de “mirada funcional”, se adscribe a la obra de César
López expuesta en la galería La Miscelánea
de UNARTE reunida bajo el título “Scrap” como postura
creativa desde el concepto de la reutilización del material fotográfico
desechado.
La realidad se percibe y se entiende a través de imágenes.
La labor de un fotógrafo conlleva la acumulación de registros
que en el proceso no considera válidos; se archivan o desechan
las tomas que no fueron exitosas. Muchas veces, son fragmentos de obra
que no llegaron a constituirse en su totalidad y quedaron como promesas
que podrían ser.
Mientras la mirada ejercida en el proceso creativo de la captura de
aquellas imágenes se sostenía por el interés sensible
o crítico, ahora, al volver sobre los residuos y acumulación
de archivo se trata de rescatar y dotar de sentido al conjunto actuando
con una mirada funcional. César López vuelve sobre sus
pasos convirtiendo en útil lo aparentemente inútil para
crear un nuevo espacio de sentido, ese que se consuma en la exhibición
de lo íntimo al mostrar descarnadamente las claves del proceso
de los proyectos: los que fueron forjados con la idea del encuentro
y el azar, y otros con propósito escenográfico, todos
aquí son objeto de la mirada que escruta la reutilización
de la idea que los forjó.
Aunque el concepto
de la exposición de estar compuesta con residuos de los proyectos
se anuncia, no demerita el efecto convirtiéndose, más
bien, en una suerte de epílogo de los proyectos. César
logra extender con ellos una narrativa dislocada, pero encajada en este
lenguaje de la imagen desenvuelta a través de múltiples
acechanzas visuales que rodea al individuo. César desentraña
momentos de su vida haciendo del acto fotográfico un continuo
salto entre el referente y su huella en el papel. La fotografía
como testimonio de sus pasos, fila de instantes colgados en el espacio;
lo mismo buscando un Volgswagen amarillo, que interviniendo un automóvil,
envolviendo lo rutinario o captando lo inusitado. Convoca el pasado
con la forma fotográfica que dilata entre propuestas objetuales
integradas en la imagen como componentes de un juego visual dinámico.
La fotografía puede exaltarse en su racionalidad técnica
desde las consideraciones del objeto o situación fotografiada
y el dispositivo empleado, o se impulsa la acción de la mirada
y el significado en la actuación estética de tres actitudes,
la mirada sensible, la mirada crítica y la mirada funcional.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, Madrid.