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Las intervenciones de Diego Rivera en el Cárcamo de Dolores
Susana Hermoso-Espinosa García
29/07/2020


En 1943, se inició la construcción de un enorme y complicado sistema de aprovisionamiento de agua potable para la ciudad de México desde el río Lerma. El sistema Lerma-Cutzamala hace que el agua haga un recorrido de 334 kilómetros que comienza en las presas de Michoacán y termina en el Estado y la Ciudad de México. Una obra civil en la que participaron científicos e ingenieros. Para ello se construyó, en la primera etapa, el túnel Atarasquillo-Dos Ríos, que con 2'5 metros de diámetro y 62 kilómetros de largo, iba desde la Sierra de las Cruces hasta la Segunda Sección del Bosque de Chapultepec. Justo en el final de este recorrido se construyó el Cárcamo de Dolores, un edificio funcional diseñado por el arquitecto Ricardo Rivas (1913-1998) [Nota 1]. Y fue precisamente Rivas, quien quiso que tuviese también una función estética, para ello invitó a Diego Rivera, para que creara una obra para este lugar.

Cárcamo de Dolores, 1951. Fotografía de Juan  Gúzman Edward Weston 1923"Retrato de Tina Modotti"

Rivera aceptó el reto, e ideo dos obras monumentales, que hoy día lucen en todo su esplendor tras una exhaustiva restauración. Una fuente con una gigantesca esculto-pintura exterior de Tláloc, dios mexica del agua, realizada en piedra cubierta con azulejos de colores (esta técnica ya la había trabajado en el Anahuacalli, en 1944, con el constructor, Juan O'Gorman, en los colados de los techos). La fuente presenta a la deidad recostada, rodeada de varias serpientes, peces y ranas que pueblan el mundo acuático. Posee dos cabezas, es bifronte. La primera mira hacia el exterior con los ojos mirando hacia el cielo, y la boca entreabierta y la otra mira hacia el interior del Cárcamo, a la tierra, con la boca abierta. Una dirigida al ingreso del agua y la segunda a la salida.

El rostro de la primera, se forma por el entrelazamiento de dos serpientes. Sus ojos redondos como chalchihuites (nahuatlismo para designar a las piedras verdes semipreciosas) revelan su naturaleza no humana. Complementa el rostro una amplia boca,en la que se despliegan unos largos y afilados colmillos de jaguar, elementos propios de las representaciones mesoamericanas del dios.

Cabeza de de Tláloc, dios del agua Cabeza de de Tláloc, dios del agua Cabeza de de Tláloc, dios del agua

 

El color rojizo, de la piel de la cara de la segunda, le da apariencia humana. Este segundo rostro no parece representar al dios como comúnmente se menciona sino que integra al hombre en la tarea de ofrecer el agua.

Entre sus manos un elemento fundamental en la cultura mexicana, el maíz. Con la mano izquierda siembra sus granos, que germinarán y darán lugar a las mazorcas que ofrece con la mano derecha.

Otros elementos que hay que destacar son las suelas del calzado del dios. De la suela derecha, nace a borbotones el agua de la tierra necesaria para la ciudad, se interponen en su paso una serie de relieves montañosos. Así que para ayudar en la tarea de atravesarlos una mano y un águila posada sobre el nopal, equipados con sendos picos, trabajan para crear un camino. En la suela izquierda la tarea se ha realizado, el agua encuentra una ruta que pasa por debajo de las montañas, en directa alusión a la obra civil, y lleva su cauce a la ciudad.

 

Con respecto a esta obra Rivera comentó: “En esta fuente tuve la oportunidad de realizar la integración plástica de la pintura y la escultura, haciéndolas vivir dentro del agua, la cual da movimiento a sus formas. El cielo reflejado en el espejo acuoso lanza al espacio la escultura extendida sobre él. La máxima visibilidad se obtiene desde la altura. Un cuerpo pétreo, polícromo, con sus verdes, rojos, blancos, amarillos, logrados con mármoles, basalto, mayólica, piedras de diferentes tonos y azulejos fragmentados. Por eso Tláloc se hace visible desde el cielo y ofrece en sus formas movimientos que recuerdan los de las serranías. Las modulaciones de los detalles de las vestiduras unen sus diseños puros con movimientos rítmicos e integran un todo plástico homogéneo. Tláloc ofrece el medio líquido indispensable a la vida del ser humano y con la mano izquierda planta cuatro granos de maíz, esos granos a los que el poeta Juan Rejano llamó ‘tiernas dentaduras fragantes'”.

Diego Rivera supervisando la fuente en 1951. Fotografçia de Juan Gúzman Fuente de Cabeza de de Tláloc, dios del agua

Y el muralEl agua: origen de la vida en la tierra”, como le llamó Rivera, quizás una de sus obras menos conocidas. Ubicado en el interior del edificio, parcialmente sumergido en el agua, se le considera el primer mural subacuático del mundo, (desde 1992 el agua fue desviada por los costados del Cárcamo para conservar el mural ya que con el paso de los años la pintura comenzó a deteriorarse y desprenderse), concebido como culmen y símbolo de la importancia de las obras. Rinde homenaje al enorme trabajo que supuso y recuerda a los 39 trabajadores que fallecieron durante su construcción.

Actualmente sabemos que no concluyó la decoración integral del edificio que proponía como "un contensor de plástica especialmente levantado para hacer vivir en las superficies de sus macizos, desde el fondo del cárcamo, subiendo por las paredes de éste hasta los muros laterales, para culminar en la cúpula y extenderse al exterior como sobre una forma de abanico, en el vizo de un espejo de agua que debería ser surtido de ésta con un movimiento erecto en su centro". [Nota 2]. Sin embargo, tan sólo pintó la parte inferior, el túnel que conducía a un tanque ubicado en el centro del edificio, por donde entraban las aguas provenientes del Sistema Lerma hacia los tanques y el receptáculo final del sistema hidráulico, usando poliestireno y hule líquido, a instancias del arquitecto Rivas, que consideraba que estos materiales resistirían el paso del agua.

Diego Rivera pintando el suelo del tunel en 1951. Fotografçia de Juan Gúzman Diego Rivera pintando el suelo del tunel en 1951. Fotografçia de Juan Gúzman 

  

El hilo conductor de la pieza parte del suelo. En el centro, un compendio de elementos minerales dan paso a las formas de vida más elementales, que van multiplicándose conforme se acercan a las paredes, formando flora y fauna acuáticas cada vez más complejas, se aprecian peces, crustáceos, reptiles y anfibios, con una importante presencia de sapos, ranas y ajolotes, (esto podría interpretarse como una representación del propio Rivera, hay que recordar que lo llamaban sapo) hasta llegar a la aparición del ser humano, representados por un hombre de África y una mujer con rasgos orientales, que representan a los primeros Homo Sapiens de la Tierra, de los muros norte y sur. Toda una interpretación de la teoría del origen de la vida del biólogo ruso Alexander Oparín.

Arriba y a los lados de esta composición, envuelta por la simulación pictórica del agua, se muestran escenas urbanas, así como los distintos usos del agua en la sociedad moderna, como la higiene y la agricultura.

En una de las esquinas representó a su hija Ruth nadando, mientras que en otro extremo se observa a cuatro miembros de una familia que reclama beber unas gotas de agua en medio de un paisaje árido.

Toda la composición está unificada por unas manos monumentales a modo de cuenco que salen de la roca, por encima del túnel, que vierten el agua al interior, son las manos de Tláloc que da el líquido elemento para que pueda ser entregado a los habitantes de la tierra.

  

  

Rivera tomó en cuenta los efectos ópticos del reflejo y la refracción del agua en la perspectiva, esta es la razón por la que las figuras antropomorfas tienen las cabezas tan alargadas y desproporcionadas con respecto al cuerpo.

Otra parte de la composición se encuentra en el muro oriental, realizado sobre un bastidor metálico y no directamente sobre la pared como el resto de la obra. En él aparecen los autores intelectuales y materiales de la construcción durante una junta en la que revisan los planos del proyecto.

Desde su inauguración el 4 de septiembre de 1951 por el presidente Miguel Alemán Valdés, los responsables de la obra hidráulica olvidaron colocar los cernidores que impedirían que la materia orgánica se filtrara, por lo que para 1991 el mural se encontraba bajo una capa de limo de 5 milímetros de grosor. Esto, sumado a los cambios drásticos en la temperatura habían provocado cuarteaduras en las paredes. El muro oriente era el más dañado, pues tampoco colocaron nada que detuviera la fuerza y el impacto de la corriente que entraba por el túnel poniente. La obra se dio por perdida, pero gracias a esa capa de limo pegado a los paramentos el mural que hizo de protector, solo se había desprendido un 20% de la capa pictórica, por lo que se procedió a su restauración. Sin embargo el suelo si tuvo que reconstruirse casi en su totalidad por una invasiva impermeabilización que se le había aplicado años antes [Nota 3].

Diego Rivera pintando el muro donde aparecen los constructores, 1951. Fotografçia de Juan Gúzman   

El Instituto Nacional de Bellas Artes fue el encargado de realizar la restauración de esta obra plástica; sin embargo, el mural quedó en el olvido durante casi dos décadas, ya que el acceso al público quedó restringido durante este periodo.

Hubo que esperar hasta el año 2010 para poder volver a disfrutar de esta obra maestra de la integración plástica de mediados del siglo pasado, que conjuga en un mismo espacio la obra arquitectónica e ingenieril, la pintura, la escultura, el mosaico y el paisaje del Bosque de Chapultepec, gracias al rescate del gobierno de la Ciudad de México y el Fideicomiso Probosque Chapultepec.


Bibliografía


- AGUIRRE, C., EDID, G. y SANDOVAL, Y. (s.f.) La Fuente de Tláloc. Recuperado de: http://www.planverde.cdmx.gob.mx/carcamodedolores/la-fuente-de-tlaloc/

- Diego Rivera, "Integración plástica en la cámara de distribución del agua del Lerma. Tema medular: El agua, origen de la vida en la Tierra", en Espacios, núm. 9, México, febrero de 1952.

- NOELLE, L. "Integración plástica y funcionalismo. El edificio del Cárcamo del Sistema Hidráulico Lerma y Ricardo Rivas". An. Inst. Investig. Estét., vol.23, n.78, 2001, pp.189-202.

- OLIVARES SANDOVAL, Omar, “Viejos olores en la moderna “acuápolis”. El mural del cárcamo de Chapultepec”, Arqueología Mexicana Vol. XXIII, no. 135, pp. 60-63. México (septiembre-octubre 2015)

- SUÁREZ, O., (1972). Inventario del muralismo mexicano. México. UNAM

- TOVAR DE ARECHEDERRA, Isabel y MAS, Magdalena coomps., Ensayos sobre la Ciudad de México IV: Reencuentro con nuestro patrimonio cultural, México, CDMX/UI/CONACULTA, 1994, pp. 188-189.


Nota 1: Ricardo Rivas, nació en Oaxaca, Oaxaca, el 28 de mayo de 1913, y murió en la ciudad de México el 20 de enero de 1998; muy poco es lo que se sabe de quien durante largos años fue profesor de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del IPN, de 1953 hasta su fallecimiento. En especial recordamos su sociedad con Enrique Yáñez en el Sindicato Mexicano de Electricistas, entre 1936 y 1940, y su actividad en el grupo conocido como la Unión de Arquitectos Socialistas, que realizó diversas acciones relevantes de 1938 a 1940.

Nota 2: Diego Rivera, "Integración plástica en la cámara de distribución del agua del Lerma. Tema medular: El agua, origen de la vida en la Tierra", en Espacios, núm. 9, México, febrero de 1952.

Nota 3: TOVAR DE ARECHEDERRA, Isabel y MAS, Magdalena coomps., Ensayos sobre la Ciudad de México IV: Reencuentro con nuestro patrimonio cultural, México, CDMX/UI/CONACULTA, 1994, pp. 188-189.

 

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DATOS DE LA AUTORA:

Susana Hermoso-Espinosa García (Málaga, España) es licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Málaga, y Master en Museología por la Universidad de Granada. Tiene una amplia experiencia profesional en diversas instituciones y empresas culturales. Directora de la Revista Científica de Estudios Histórico Artísticos SUMA. Es fundadora y Directora del portal de Arte y Cultura Homines.com.