Se trata de la mayor y más exhaustiva
retrospectiva hasta la fecha, dedica a la artista americana Ida Applebroog
(Nueva York, 1929). La exposición, comisariada por Manuel Borja-Villel
y Soledad Liaño, muestra una selección de obras que abarca
un periodo de más de cinco décadas, e incide en los intereses
y preocupaciones constantes que han acompañado a Applebroog a
lo largo de su vida.
Las más de 200 obras y ocho instalaciones que podemos ver a lo
largo del recorrido, abordan de forma crítica cuestiones como
la indefinición de los límites entre lo privado y lo público,
las violencias que subyacen tras las relaciones patriarcales normalizadas,
el creciente proceso de medicalización de las sociedades
avanzadas o la insensibilización del dolor ajeno que asume el
discurso mediático, entre otras.
Applebroog se sirve de una amplia
gama de medios y materiales: dibujos, acuarelas, pinturas, esculturas,
libros de artista, instalaciones, etc., para llevar a cabo sus obras
sin renunciar al humor y la ironía, indagando con crudeza en
los vicios atemporales de nuestra sociedad. Obras en las que lo teatral
y lo performativo juegan un papel fundamental y reclaman un espectador
activo que se implique en su interpretación a partir de su propia
vivencia.
Su posicionamiento como pionera del feminismo,
su propuesta del objeto como elemento performativo y la variedad de
su producción son los pilares de una práctica que comenzó
como estudiante en el Art Institute de Chicago, en 1956. Tras este intenso
y enriquecedor periodo de doce años, se trasladó con su
marido y sus cuatro hijos a San Diego California. Allí pasó
años difíciles que la llevaron a una profunda depresión,
derivando en una crisis nerviosa que hizo que en 1969 tuviera que ingresar
en el Mercy Hospital de San Diego. Los médicos la animaron a
canalizar su dolencia dibujando, gracias a lo cual realizó una
introspección que le ayudó a perfilar su verdadera identidad
y, por otro, empezar a cimentar su nuevo lenguaje artístico.
Realizó varios cuadernos de dibujos a tinta china, pastel, grafito
y acuarela. Esta exposición toma precisamente como punto de partida
una selección de estos dibujos y la instalación Monalisa
(Vagina House), 2006- 2009, donde la artista revisa y reinterpreta
también otros dibujos que realizó de su vagina en los
meses siguientes a su paso por aquella institución. Tanto el
conjunto de dibujos del Mercy Hospital como los de su vagina, pueden
concebirse como un ensayo bidimensional de sus grandes esculturas biomorfas
en las que comenzó a trabajar inmediatamente después y
de las que no se conserva nada, tan sólo el archivo técnico
y fotográfico que puede verse expuesto en una vitrina de la primera
sala de la muestra.
En
1974 volvió a Nueva York donde se asoció al colectivo
feminista Heresies participando de forma activa en esta organización
junto con, Mimi Shapiro, Judy Chicago o Lucy Lippard. En este contexto,
sus obras adoptan un enfoque explícitamente feminista y desarrolla
una crítica a la sociedad patriarcal como un síntoma más
de una sociedad enferma y sometida. En 1992 se integró en la
Women’s Action Coalition (WAC).
Por otra parte, la centralidad de lo performativo se hace visible en
los denominados stagings (teatrillos), que desarrolla la artista
entre 1975 y 1977, fundamentales para una artista que reconoce la influencia
del dramaturgo irlandés Samuel Beckett, como referencia clave
para entender el tiempo como una convención fútil y absurda
que nada resuelve. Estos teatrillos de pergamino derivaron en escenarios
de mayor escala que pronto alcanzaron el tamaño de las ventanas
reales. En algunos de ellos, el espectador puede escudriñar escenas
privadas, domésticas, como en Trinity Towers (1982)
que muestra el drama solitario de los primeros casos de VIH en Estados
Unidos desencadenantes de cientos de suicidios.
La instalación Galileo Chronology, 1975, evidencia cómo
lo escénico va cobrando vigencia en la obra de Ida Applebroog
al incorporar ya una serie de patrones que frecuentará en trabajos
posteriores, concretamente, el uso del telón y del pergamino
como soporte manipulable que permite la creación de volumen y
sombras propias del aparato teatral, así como un dibujo simplificado
cercano al cómic derivado de su formación en diseño
gráfico; o la repetición mecánica de escenas, que
remiten a las convenciones sociales que atrapan a los personajes.
A partir de la década de los ochenta, Applebroog
va abandonando el formato más intimista y comienza a crear grandes
lienzos individuales que en ocasiones se plantean como instalaciones
de conformación abierta y variable. En algunas de ellas, retrata
a una sociedad enferma, poniendo de manifiesto la preocupación
de la artista hacia un mundo medicalizado. El lenguaje y los conceptos
clínicos que utiliza subrayan la vulnerabilidad del enfermo,
la intercambiabilidad de los roles de médico y paciente, y la
inconsistente línea que separa la cordura y la locura.
Los dibujos y lienzos que conforman, la instalación Variations
on Emetic Fields, 1990, exhiben, sin escatimar, sarcasmo y humor,
el desalentador paisaje de la banalidad social. La sociedad enferma,
desestructurada y disfuncional que vemos retratada en la obra de Applebroog
en parte refleja, según Liaño, comisaria de la exposición,
una interpretación distorsionada de la medicina y de la ciencia
como fábrica de individuos afectados, medicalizados, y, en definitiva,
sumisos.
La investigación médica es asimismo el punto de partida
de la otra instalación que podemos ver en esta muestra, Everything
is Fine, 1990-1993. Como en otras piezas, la artista elude en su
formalización todo juicio de valor o posicionamiento, dando aquí
todo el protagonismo a los simios. En este mismo contexto se muestra
otra instalación que está compuesta a partir de Marginalias,
título de una serie amplia y abierta de piezas que funcionaba
para ella a manera de “notas a pie de página” y que
da nombre a la presente exposición. En ella se combinan escenas
que, según sugiere Liaño, quebrantan la quimera del denominado
“american way of life” que anestesiaba a una sociedad crecientemente
distópica y disfuncional y se alude a la omnipresente violencia
televisiva y su invasión en la vida diaria.
De forma similar y como reacción a la frivolidad social, entre
1994 y 1996 Applebroog realiza un conjunto de piezas con el título
Living que el público puede contemplar en otra sala.
Sin abandonar esta línea temática,
se presenta la instalación Catastrophes, un conjunto
de dibujos a tinta realizados a lo largo de 2012 lleno de imágenes
que confirman su turbación ante la medicalización de la
sociedad. A modo de sala de espera de un hospital, se distribuyen un
conjunto de sillas que invitan a contemplar el discurrir de los extraños
sucesos que acontecen en la sala. La exposición se cierra con
una última instalación, Angry Birds of America,
un proyecto iniciado en 2016 que responde al interés de Applebroog
por la ornitología, a su permanente cuestionamiento en torno
a la investigación científica, e incluso a la situación
política de la era Trump. En los últimos cinco años
la artista ha dibujado, pintado y modelado pájaros de diversas
especies inspiradas en el libro de láminas Birds of America
realizadas en el siglo XIX por el naturalista estadounidense John James
Audubon.
La artista tiene muy presente que los admirables estudios ornitológicos
de aquella época se llevaron a cabo con ejemplares muertos de
un disparo para reflejar en sus propios dibujos la violencia implícita
en este legado. Y esta reflexión sobre la violencia es precisamente
la que da la clave para una lectura más compleja de esta serie.
Ida Applebroog. Marginalias
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. MNCARS
Edificio Sabatini, Planta 1
c/ Santa Isabel, 52, Madrid, España
Desde el 2 junio hasta el 27 septiembre de 2021