El Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid
expone en sus salas, parte de la obra del artista Balthasar Klossowski
de Rola (1908-2001), conocido como Balthus, organizada conjuntamente
con la Fondation Beyeler en Riehen / Basilea. También han colaborado
y prestado obras para esta exposición el MoMA y el Metropolitan
Museum de Nueva York, el Centre Pompidou de París, así
como el Hirshhorn Museum and Sculpture Garden de Washington, entre otras
instituciones y colecciones privadas.
La muestra, comisariada por Raphaël
Bouvier, con el apoyo de Michiko Kono, y Juan Ángel López-Manzanares,
reúne pinturas clave de todas las etapas de su carrera desde
la década de 1920, arrojando luz sobre las diversas formas de
interacción intelectual en sus cuadros entre las dimensiones
de espacio y tiempo, la relación entre figura y objeto, así
como sobre la esencia de su enigmática obra. Está organizada
cronológicamente en siete secciones, donde se va viendo la evolución
desde las oscuras y volumétricas pinturas hacia unas más
planas y de tonos pastel. En su última etapa, además,
el pintor incidió menos en la crudeza carnal de las figuras adolescentes
o púberes de sus primeros años. Y declaró que él
no había pintado niñas con un sentido erótico;
había pintado “ángeles”.
Considerado como uno de los grandes maestros del arte del siglo XX,
Balthus es sin duda uno de los pintores más singulares de su
tiempo. Su obra, diversa y ambigua y tan admirada como rechazada, siguió
un camino virtualmente contrario al desarrollo de las vanguardias. El
propio artista señala explícitamente algunas de sus influencias
en la tradición histórico-artística, de Piero della
Francesca a Caravaggio, Poussin, Géricault o Courbet. En un análisis
más detenido, se observan también referencias a movimientos
más modernos, como la Neue Sachlichkeit, así como de los
recursos de las ilustraciones populares de libros infantiles del siglo
XIX. En su desapego de la modernidad, que podría calificarse
de ‘posmoderno’, Balthus desarrolló una forma personal
y única de arte de vanguardia, un estilo figurativo alejado de
cualquier etiqueta. Su personal lenguaje pictórico, de formas
contundentes y contornos muy delimitados, combina los procedimientos
de los maestros antiguos con determinados aspectos del surrealismo y
sus imágenes encarnan una gran cantidad de contradicciones, mezclando
tranquilidad con tensión extrema, sueño y misterio con
realidad o erotismo con inocencia.
Como ha dicho
Juan Ángel López-Manzanares, uno de los comisarios, “fue
un pintor independiente que estuvo al margen de las vanguardias, de
la abstracción, sobre todo. Siguió un camino personal
y, como ha demostrado la teoría posmoderna, no solo siguió
una línea uniforme hacia el futuro, sino que se fue nutriendo
de los pintores del pasado, de la pintura oriental y de los primitivos
italianos”.
Esta exposición propone una revisión del artista a través
de 47 piezas de gran formato, de las que más de 15 no se han
visto antes en España. Además es la primera exposición
monográfica dedicada a Balthus que se presenta en este país
en más de veinte años.
Los desnudos de adolescentes, los paisajes de postguerra, los autorretratos,
o alguna escena callejera es lo que vemos dentro de este recorrido.
Pueden verse algunas de las obras principales de la producción
de de este gran artista como “La calle” (1933), en España
por primera vez, “La toilette de Cathy” (1933), “Los
hermanos Blanchard” (1937), ), que perteneció a Picasso
y fue la primera obra de un artista vivo que se expuso en el Louvre,
“Los buenos tiempos” (1944-1946), “Thérèse”
y “Thérèse soñando”, ambas de 1938
o “La partida de naipes” (1948-1950), una pieza que forma
parte de la colección Thyssen, recientemente restaurada.
Todas sus obras son impactantes, pero donde el artista alcanza su cúspide
es en los trabajos sobre las adolescentes, donde algunos gendarmes de
la moral sitúan el escándalo. Precisamente sobre esto
habló Guillermo Solana, director artístico del Thyssen
que dijo: “Balthus es un artista como muchos artistas modernos
que exploran los límites de la experiencia humana y sondea al
espectador y lo pone en situaciones complejas. Nos tienta; y eso, a
veces, produce un malestar, una inquietud, pero el espectador es libre
de dejarse sondear o no por un artista. Uno puede decir no leo a Shakespeare
porque no me gusta que haya tantas muertes en escena”.
López
Manzanares ha quedido dejar claro en este mismo sentido que el museo
“no ha querido ser censor” de la obra de un Balthus que
“va más allá de la provocación. Es un gran
maestro de la pintura, uno de los grandísimos del XX”.
Debido a la gran polémica generada por el escándalo que
hace poco más de un año se vivió en Nueva York
por la petición para que el Metropolitan Museum retirase la obra
“Thérèse soñando”, donde una preadolescente
aparece sentada en actitud de relax y muestra ligeramente su ropa interior,
Setsuko Klossowska, viuda de Balthus, en la presentación de la
exposición también quiso hablar preguntándose:
“¿Hablamos de arte o hablamos de otra cosa? Si hablamos
de cosas ajenas al arte, me parece muy bien que haya gente con valores
distintos..., aunque a mí no me importa nada lo que digan”.
Pero es una pena, añadió, “que se cree un problema
por esta clase de observaciones que desvían la atención
respecto a la creación artística”. Se trata, como
se dice en Macbeth, concluyó, de “una historia contada
por un idiota”.
Más allá de toda esta
polémica y de estrechez de miras de algunos, la muestra es, sin
lugar a dudas, una buena ocasión para ver buenas obras de arte
de un artista que nadó contracorriente en pleno desarrollo de
las vanguardias.
Balthus
Museo Nacional Thyssen-Bornemisza
Paseo del Prado, 8, Madrid, España
Desde el 19 de febrero hasta el 26 de mayo de 2019
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