Un aspecto contemporáneo
del arte se cifra en los objetos; las cosas diarias que nos rodean.
El artista las interviene, las manipula, las descontextualiza. En México
se ha venido a llamar desacertadamente ‘arte-objeto’: un
género -cuasi escultórico- en el que el objeto mismo se
incorpora como elemento primordial de la obra, dejando de lado el cuestionamiento
taxonómico. Conviene constatar los parámetros definitorios
del arte cuando el objeto se haya inserto en el ámbito de la
creación escultórico-gráfico-pictórica,
pues ya no puede limitarse a reducciones disciplinarias. ¿Qué
es lo que le da a la obra el rango de arte cuando ya no llega a diferenciarse
apenas del objeto original o, simplemente, es el mismo objeto sin otra
injerencia por parte del artista que la de elegirlo y situarlo como
objeto de contemplación?
El objeto se ha entronizado como recurso
fundamental en la expresión contemporánea hasta el punto
de no diferenciarse del objeto real... De la obra Brillo Box
de Andy Warhol a la caja de zapatos de Gabriel Orozco, las cosas han
tomado la palabra y hablan. Y este giro determinante en la producción
visual desde finales del siglo pasado con las propuestas visuales que
siguieron al Expresionismo Abstracto forjando el Arte Pop, junto a las
aportaciones de principios del siglo XX con el Dada, constituyeron la
tendencia de mostrar el propio objeto de representación deshaciendo
la ideología estética basada en los valores de belleza
y armonía de la forma.
Arthur Danto trató en profundidad
filosófica la cuestión objetual y concluyó que
lo que hacía que una obra pudiera ser abordada como arte es que
encarnara un significado ‘Nada es una obra de arte sin una interpretación
que la constituya como tal’. El artista crea algo como arte apoyándose
en una compartida teoría de arte que la audiencia puede asimilar.
De ahí deriva lo que George Dickie formula en su teoría
para definir un artefacto como obra de arte, la ‘Teoría
Institucional’, que permite abarcar un mayor de número
de creaciones artísticas, acorde a la cual, lo que hace a un
artefacto ser arte es el conferirle el estatus de candidato para apreciación
por parte de una persona o personas actuando en nombre de cierta institución,
que ha venido a identificarse como ‘el mundo del arte’.
Es decir, tal objeto o artefacto es arte si se habla de él como
arte, si se presenta en un espacio artístico o es tratado como
tal en otros lugares. Lo que hace a una obra ser arte, no es intrínseca
sino concedida, lo que resuelve la reticencia de cómo juzgar
a propuestas que levantan las dudas generalizadas. El artista empuja
la propia definición del arte a nuevos límites.
Así, en esta tendencia del arte
manipulando objetos se condensa con nitidez la esencia del arte contemporáneo
que se construye no solamente por la habilidad técnica de imitación,
la construcción de un símbolo, o la creación de
un discurso plástico, sino también por la encarnación
de un significado en la presentación del objeto que, del mismo
modo, puede radicar en otro; no comportándose el objeto como
la pieza artística, sino como mero medio físico por el
que se comunica un sentimiento o pensamiento.
El ser del artista evoluciona unido
a las circunstancias vitales y plásticas que experimenta. Por
un lado, los hechos vitales, y por otro los procesos de su reflexión
plástica; de las experiencias artísticas a las que se
expone. La asimilación de esta conjunción crea las peculiaridades
personales que caracterizan el estilo.
El crecimiento personal atraviesa por etapas en las que el individuo
debe posponer objetivos para proseguir posteriormente en el camino de
la intención inicial. Cuando estas circunstancias se imponen
se experimentan como impedimento y obstrucción. Parecen desviar,
pero resulta que apuntan y redirigen por caminos insospechados que consolidan
una diferenciadora actitud estética al haberse cargado inconscientemente,
o rescatado de su interior, aspectos que conducirán hacia el
ajuste adecuado entre la persona y la obra.
El acercamiento al objeto como detonador
de una nueva conciencia plástica se muestra como uno de los resortes
expresivos más significativos en el artista. Esto ha ocurrido
en el proceso creativo de Patricia Mosqueira quien transforma su discurso
plástico tras su etapa de dedicación intensa a la labor
de maternidad y ama de casa. Patricia se desenvolvía en los procedimientos
del grabado con los que desarrolló una obra de carácter
narrativo de imágenes situadas en el espectro del dibujo caligráfico
de texturas y efectos de impresión en aguafuerte, aguatinta y
punta seca. La condición doméstica le impulsó a
interpelar los objetos de su entorno desde su mirada artística
involucrándolos en su discurso plástico originando una
interesante obra que mostró bajo el título ‘De nunca
acabar...’ en el Gabinete de Arte San Pedro (4 Norte 203, Centro
Histórico de Puebla, México).
La condición femenina con las
tareas domésticas persiste y Patricia, desde su obra, apela a
la mente de la mujer que se siente condicionada al estatuto de ‘Feliz
ama de casa’, y en la que la costumbre relega, todavía,
la actividad de tantas mujeres en este siglo XXI. Patricia aborda este
espacio como lugar de interacción objetual-gráfica: una
instalación donde muebles y elementos comunes del hogar se vuelven
superficies de grabado, intervenciones que en su cotidianeidad describen
la frustración de una labor continuada ‘de nunca acabar’
que transcurre sin ser apreciada. Este espacio transcribe nuevos espacios
de posibilidad, ámbito de reflexión en los que vuelca
su interior que asume el consabido discurso de protesta, pero que lo
vuelve satírico en su forma de comunicación.
Patricia Mosqueira profundiza con sus
medios gráficos en el espacio del hogar, el lugar al que se siente
atada y a través del cual escapa a un mundo donde sartenes, sillas
y mesas, microondas, mandiles y rodillo, expresan irónicamente
inquietudes a través de los objetos que, mientras apuntan a sus
convencionales significados, se contraponen en su propuesta artística.
El autorretrato, con elementos que identifica su estilo de imagen, se
conforma de varios grabados en papel colgados con pinzas como tendedero,
y remite a la frecuente tarea del lavado de ropa configurando espacios
de posibilidad, lugares donde la grafía, el objeto y el espacio
interaccionan basados en una aproximación realista. Su obra ofrece
una realidad, al tiempo que posibilita la reflexión de la propia
realidad del ‘hogar’. Este imaginario, al que Patricia invita
a incorporarse, se nutre del quehacer doméstico impreso en objetos
que lo identifican, desde el dibujo a punta seca sobre una sartén,
a la xilografía sobre la superficie de una mesa de comedor en
la que todo el servicio normal de platos y vasos aparece como representación
plana, pasando por los mandiles, que se presentan como uniformes bordados
de inscripciones. Objetos intensos que cargan un significado y detona
en el espectador la rutina de vida que sufre el género femenino
en el rol que la sociedad le ha marcado, y que Patricia desenmascara
en una acción satírica y, al mismo tiempo, de acierto
estético.
La intervención del objeto por parte del artista reviste múltiples
actuaciones que comparten un mismo asunto: liberarse de la funcionalidad
del mismo. Los objetos pasan a ser elementos de actividad crítica
al entrecruzarse el orden funcional y simbólico; en cierto modo,
una actuación perversa. Se establece un discurso subversivo a
través del objeto que adquiere nuevos significados: se convierte
en símbolo de algo y al mismo tiempo de su negación. El
objeto pasa a ser una proyección fantasmal donde convergen objeto
y sujeto aproximando la distancia semántica entre ambos, una
cercanía que deja ver esa tensión hacia donde apuntan
las cosas por su propia ausencia. Con la perversión, con la perturbación
del estado de las cosas, el artista se sumerge en el objeto para hacerlo
expresar su propio yo y hablar de la sociedad, del sistema.
Esto es lo que un grupo de artistas
de México, Colombia y Venezuela, bajo propuesta de Ulises M.
Ascensión, realizaron con la muestra ‘Para que las cosas
tomen de nuevo la palabra’ que fueron reunidos en un espacio inusual
nuevo: en Atlixco, en una plaza comercial poco transitada (La Central
Galería. Plaza Mariposas Local No.3, Blvd. Niños Héroes).
En la exposición, destacados creadores en Puebla como Michael
López dirigían su crítica al mercado del arte,
o al consumo alienado como hace Bernardo Cintora sarcásticamente
en un juego de suplantación kitsch, apuntando a la ideología
imperialista global, con su ‘Fuck Mickey’, y que no cesa
a través de varias de sus piezas que convocan la mirada a lo
romántico surrealista mexicano ‘Huajolo-jet: Proyecto para
un plan nacional de desarrollo’. Roberto Rugerio desde su verde
inclinación desplegó un frágil velo en la metáfora
de lo custodiado y encerrado que ha de brotar al exterior. La sutil
y delicada construcción de una diminuta camisa de papel ‘La
vestidura del pueblo’ en alegórica crítica social
de Luis Hernández convocó el sarcasmo político
que llegó en forma de crítica política aplastante
con la simple exposición de una papeleta de votación de
Luis Olguín, quien además apunta hacia la transparencia
con el ingrato recorte de los espacios de los partidos, para hacerlos
transparentes... y, por cortar, hasta la piedra compartida a machetazos
en la escultura de César López que llevaba un sinfín
de connotaciones sociales. La realidad social fue también abordada
a través de fotografía de objetos o las fotos convertidas
en objetos: Kena Enríquez con escalofriantes mastectomías,
y Annijames Rivero con la denuncia de los robos de niños.
En fin, un punto de partida que como
Luis Olguin plasma admirablemente en dos pares de tenis ensamblados
por la parte posterior, no parecieran ir a ningún sitio en su
posición de pisadas contrapuestas pero sujetas, como ocurre con
la gran mayoría de los asuntos que el arte encara a través
de estas piezas donde el objeto, un objeto pervertido, denuncia con
valentía e inteligencia a través de la visión de
estos artistas.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva York,
1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’ en 1992
por ‘World Education Services’. Título de Profesor
de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando. Madrid.