Por muchos siglos, nuestro conocimiento
del mundo derivaba principalmente de los textos y las imágenes
pero, en las últimas décadas nuestros modos de acceso
al mundo incluyen no sólo la actividad de leer y ver, sino también
oír.
La gestación del imaginario del artista se nutre de la percepción
de múltiples mensajes auditivos además de visuales, los
cuales conforman la idea del mundo que nos rodea. Hoy, en México,
la violencia es una incesante acechanza junto a la corrupción
de la clase política. El ciudadano vive inmerso en una dolorosa
realidad social. Aún seguros de la certeza de intensidad actual
de la violencia habría, no obstante, que profundizar en los datos:
un análisis comparativo sobre la criminalidad en la región
sudamericana relativiza su nivel en México, apuntando que este
índice es resaltado por los medios de comunicación y el
propio interés del crimen por mostrar sometido al gobierno. La
consistente manifestación auditiva de la idea de la violencia
se ha ido filtrando en la amplitud de la sociedad mexicana, aún
y cuando está focalizada en unos determinados Estados de la República
Mexicana donde se produce la lucha entre los carteles de la droga.
Así, el artista, como ciudadano,
se implica en la reflexión social llevando a cabo la acción
de expandir la percepción, inconscientemente muchas veces, hacia
nuevos ámbitos; en lo que Marshall McLuhan identifica la esencia
del artista como creador de anti-ambientes que amplían las nuevas
formas de experiencia del ser cotidiano. Es decir, sin el realce del
artista, los ambientes pasan desapercibidos. Es la peculiaridad del
arte: proveer con anti-ambientes que posibilitan percibir el ambiente.
El arte actúa abriendo la percepción e interviniendo en
las prácticas culturales del imaginario social desentrañando
los mecanismos que sostienen la política de lo real, alejándose
de la ensoñación fatua que alimenta el sistema institucional
que busca persistir en aquellos ambientes de los que procede. Con una
aproximación crítica, social y política, el arte
se inserta como posibilidad en la dinámica de la existencia afirmándose
como herramienta en la evolución de la percepción del
ciudadano convocando las experiencias del individuo hacia nuevas dimensiones.
Las prácticas visuales del artista comprometido se tornan críticas
al develar las tendencias dominantes en los dispositivos mediáticos
que constituyen la vivencia social. Apunta con su representación
las nuevas posibilidades ya inscritas en la existencia y que aparecen
aún adormecidas.
Sin embargo,
los discursos del arte se frustran cuando esta actividad del artista
es absorbida por la institución y el mercado del arte respondiendo
a la economía de la especulación. Esa es la problemática
sobre la que se asienta el arte actual que sobrevive desde ese implícito
dogma de fe de su existir de siglos, cuando no actúa como verdadera
práctica crítica de la cultura y el mundo contemporáneo.
Muy a menudo aparentan un movimiento crítico contra ese entramado
de intereses y dependencias con las prácticas de producción
del imaginario, pero en el fondo su aportación se instala en
los procesos rituales dominantes sin posibilidad real de distanciamiento,
y las prácticas visuales terminan por ser una réplica
de lo que se oye, de las posturas hegemónicas, que reafirman
las estrategias desde las que se operan.
En esta etapa donde México celebra el Bicentenario de la Independencia
y el Centenario de la Revolución, la crítica sobre la
situación político-social y el manejo ostentoso de la
celebración subsiste con una insidiosa duda que se respira en
el aire: ¿Orgullosamente mexicano? Así, los artistas se
vuelcan a comentar desde sus disciplinas sobre estas circunstancias.
Los resultados premiados del 10°
Encuentro Estatal de Arte Contemporáneo, convocado con anticipación,
y exhibidos los premios tan sólo por unos días en Septiembre
de 2010, comentan con osadía y desparpajo la tendencia preponderante
en la reflexión crítica del ciudadano en esta inequitativa
sociedad. Es tan descarada e insultante la manipulación interesada
y la corrupción, encubierta como legalidad, que se lleva a cabo
en gobiernos e instituciones mexicanas que ofenden la mente. ¿Qué
estamos celebrando? Manuel Molina ridiculizó con su obra de audio
‘XL’ con grabaciones sonoras describiendo tales realizaciones
donde los mexicanos destacan por su exageración (México
ya rebasó a USA en ser el número uno de obesidad mundial).
Los premios se repartieron en tres secciones: artistas emergentes, con
trayectoria, y consolidados. Se insinuó una visión deprimente
y desalentadora sobre México a través de la ejecución
de las obras premiadas. Queda la duda si éste fue el ánimo
preponderante en todas las piezas presentadas. Desde luego, la reproducción
en el video de Carlos Ortega de la bandera de México que ondea
desecha, mientras resuena de fondo la voz de Felipe Calderón
en el discurso tras su forzada inauguración presidencial, mostró
sarcásticamente los síntomas de la decepción política
dominante, así como la ironía de la subyugación
estadounidense sobre la soberana bandera mostrada con el video ‘Edipo’
de Edgar Torres en esa alusión alegórica a la patológica
vinculación con el vecino país. Otro de los artistas emergentes
premiados, Edgar Morales, ahondó en la paciencia del pueblo:
hormas de zapato aplastando cabezas humanas mostraron la capacidad de
aguante mexicano que acoge una y otra vez gobernantes abusivos, que
están ‘Sólo de paso’. Frase tan indecorosa
como la que Vicente Fox manifestó al afirmar que podía
decir lo que quisiera pues él ya se iba, que fue utilizada con
tintes siniestros en la video-instalación ‘Charro Negro’
del Colectivo Oso con la proyección de unos perros con un emisor
electrónico con el que se insiste en la frase.
César
López, inquieto artista con una destacable trayectoria, incidió
en la celebración de la Revolución al cubrir de una manera
luctuosa monumentos en Puebla, de lo que presentó el registro
fotográfico de la acción. La independencia que México
concreta en ‘El Grito’ se desvela como un clamor mudo, taponado,
obra de Gustavo Mora que prosiguió su plástica altamente
expresiva en la reducción formal de la figura.
El valor de intercambio del billete y la moneda revisten un valor simbólico
como espacio de reflexión crítica que Mónica Muñoz
trató en ‘Paisaje no oficial’ y en el que Alberto
Ibañez se adentró, con estrategia distanciada de su actitud
pictórica, con una impresión digital donde el papel moneda
intervenido como Narco de México, ‘La tierra es de quien
la secuestra’, reproduce el discurso de denuncia de su serie ‘We
need another hero’, añoranzas para salir de esta encerrona
como la transcribió con esa cajita de música en cerámica
de forma geográfica mexicana Patricia Martínez, y que
Alberto Vizcarra con ‘Enter, Pancho’ en un arte objeto con
un teclado invocó la presencia de Pancho Villa.
Muchas de estas obras cayeron en lugares comunes y estrategias manidas,
pero en conjunto dejaron ver que los artistas de Puebla en estas celebraciones
centenarias demandaron un pensamiento social de la Independencia y Revolución,
reconsiderando la Historia para alejarse de esta difusión fragmentada-simplista
y patriotera que alimenta la ignorancia y la magnificencia como se vio
en la conmemoración para TV de boato presidencialista al estilo
californiano de desfiles de carros alegóricos, o paradas militares
dictatoriales que emboban al espectador con su esencia espectacular.
La
sociedad es zarandeada por fuerzas de intereses particulares y ambición
de enriquecimiento. El artista se hunde en su obra exhalando un grito
de protesta. En muchas ocasiones, esas obras de arte contemporáneo
no hablan por sí mismas pues tratan sobre el concepto mismo de
arte con estrategias que impulsan la expansión de la percepción
común. Pero en otras obras, la lectura se produce desde propuestas
icónicas ajustadas al sistema de lenguaje visual imperante, que
permite ahondar en la temática de resistencia y crítica.
Alberto Ibañez conformó su producción desde estrategias
pictóricas o escultóricas trazando caminos simbólicos
recurriendo al uso de imágenes desde arquetipos del imaginario
colectivo que señalan aspectos de la economía y la política
global. Su trabajo se agrupaba en series bien determinadas como la que
actualmente desarrolla y que, a pesar de las veces que sus piezas han
sido premiadas, no habían sido expuestas en modo conjunto hasta
ahora.
Su reclamo era contundente: ‘Necesitamos otro héroe’
contraponiéndose a la declaración pacifista ‘We
don´t need another hero’ en la canción de Tina Turner
en 1985. Utilizando fotogramas de una película embebida en la
cultura popular fílmica mexicana, ‘Santo y Blue Demon contra
los monstruos’, fue desgranando conceptos de la lucha de poder,
seguridad y temores en la sociedad actual conformadas desde los títulos
que describen situaciones con el narcotráfico, el control mediático
y la inseguridad.
En su obra convergen
dos campos semánticos bien delimitados, pero que se nutren respectivamente.
Uno, la imagen evocada, y el otro la presencia plástica de la
realización técnica realista. La realidad fílmica
remite a escenarios de confrontación e inseguridad que el héroe
resuelve a través de la fuerza satisfaciendo el anhelo de justicia.
Los títulos realizaban una trasposición significativa
de este contexto orientándose hacia la realidad social mexicana,
que reclama agraviada desde el hastío social. En el campo de
lo técnico, la reducción colorista de la técnica
del óleo al blanco y negro y la ampliación del grano superficial
que disuelve la resolución de la imagen apela al ensamble entre
el concepto de la imagen archivada y el culto a lo vernáculo
del pasado. La concordancia entre estos dos ámbitos ilustraba
un discurso eficiente tanto en su comunicación al gran público
como en la satisfacción de las esferas comerciales y conceptuales
del arte contemporáneo.
Para esta muestra en la galería Lazcarro, Alberto organizó
su ambientación incorporando piezas que apuntan hacia un pensamiento
no limitado al objeto pictórico y que complementa su propuesta
coherentemente, desde el plantío vertical, mural, de mariguana
al fardo de droga ensartado con machete que simula la espada sobre la
roca del Rey Arturo con la mitología de Merlín. De nuevo,
apelando al rescate del héroe por el que clama en su discurso
haciéndose eco de la problemática mexicana donde el Estado
ha dejado de ser garante de gobierno y seguridad, como ahora se evidenció
en la editorial de ‘El Diario’ de Ciudad Juárez solicitando
una tregua con la autoridad ‘de facto’, los narcos, para
que dejen de enviar mensajes asesinando periodistas. Y la población
de Ascensión, en Chihuahua, harta ya de la delincuencia, se organiza
linchando a plagiarios, sicarios del narco, desmantelando la policía
local encarando el abandono de las autoridades. Retumba el bramido de
la sociedad ‘Necesitamos otro héroe’, un héroe
que encarne la virtud que sirva de cohesión social ante esta
sinvergüenza clase gobernante que impide el adecuado desarrollo
de la sociedad mexicana estancados en un modelo político sin
proyecto nacional. Los artistas críticos en Puebla, tanto consolidados
como emergentes, claman por la concienciación y la liberación
de la percepción, apremiando a facinerosos gobernantes por un
cambio en las instituciones.
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Para
saber más
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DATOS
DEL AUTOR:
Ramón Almela (Lorca, Murcia, España,
1958). Doctorado en Artes Visuales por la Universidad Complutense de
Madrid. Tesis doctoral: ‘La Pictotridimensión. Proceso
Artístico Diferenciado’. Constatación en Nueva
York, 1989-90. Revalidado como ‘Ph.D. in Art’ por ‘World
Education Services’. Licenciado en Pintura, Facultad de Bellas
Artes de la Universidad Complutense de Madrid. Revalidado como ‘Bachelor´s
and Master´s Degree in Fine Arts and Art Education’
en 1992 por ‘World Education Services’. Título de
Profesor de Dibujo por la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando,
Madrid.