Contemplar la
obra de Regina José Galindo (Guatemala, 1974), resulta en ocasiones
turbador. A vote pronto, para quien no conozca su trabajo, es como ver
la vida de una persona que ha vivido muchas vidas, y ha sobrevivido
a demasiadas penalidades e infortunios. La obra de Galindo es impactante,
es una artista soberbia sin duda, cuya gran virtud es saber centrar
la atención del espectador en una serie de problemas cruciales
de la sociedad actual a través del discurso de su cuerpo.
Efectivamente su cuerpo es su herramienta
y por medio de él se materializan sus ideas, y a la vez es el
producto del que fluye su discurso, un mensaje muchas veces áspero
y doloroso porque su temática así lo requiere. En consecuencia
sufre, en ocasiones incluso padece terribles ficciones que subrayan
terribles realidades. Sin llegar afortunadamente al masoquismo ritual
de algunas obras, muchas veces huecas, del accionismo vienés
de los años sesenta.
En su primer trabajo realizado en 1999
(El dolor en un pañuelo) [Nota
1], aparece desnuda, con lo ojos ventados y atada a una cama
vertical, mientras proyectan sobre su cuerpo noticias de violaciones
y abusos cometidos a mujeres en Guatemala. Esta imagen de Galindo, marca
el compás de su corpus artístico, pleno de verdad y denuncia.
Expresiva y directa, aparece como un moderno crucificado en el que se
puede leer titulares bochornosos como: 'Treinta violaciones en sólo
dos meses'.
Aunque llevaba tiempo vinculada al
mundo creativo, principalmente a través la escritura, es en 1999
cuando comienza a trabajar con su cuerpo de un modo más directo.
Sin adoptar de forma consciente la performance como principal vehículo
expresivo, desde esta fecha sus obras se materializan en performances
o acciones artísticas, ejecutando medio centenar en menos de
una década.
Conforme se escarba en su trabajo desparece
el mito y nace el sujeto que hay detrás del hecho artístico,
y sin embargo no se esfuma su fuerza. Tal vez parte de su magnetismo
esté en su valentía creativa, sus performances no se acobardan
ante su empuje intelectual, aceptando con entereza cada nuevo desafío.
Lo que nos lleva ante experiencias creativas extremas de las que el
espectador no puede ausentarse. No representa un teatro, su cuerpo es
un altavoz que grita, como grita en ocasiones la mexicana Lorena Wolffer
o lo hacía la prematuramente desaparecida Ana Mendieta o Gina
Pane en sus acciones cargadas de simbolismo, salvando las distancias
entre los diversos universos creativos de cada una.
En su obra Mientras, ellos siguen
libres [Nota 2],
con ocho meses de embarazo, permanece atada a una cama, con cordones
umbilicales reales. Con esta acción intenta recordar la violación
sistematizada a mujeres indígenas embarazadas durante el conflicto
armado en Guatemala, como parte de una cruenta estrategia militar, para
que las mujeres abortaran y dificultar así la supervivencia de
los pueblos indígenas.
Las performances de Galindo beben de
mil fuentes pero sobre todo de la vida, de la realidad no siempre esperanzadora
de su entorno. A pesar de ser impactante, su trabajo huye de la provocación
por la provocación o del espectáculo mediático
vacío, sólo pretende crear, transmitir ideas, devolver
los influjos que recibe de la sociedad. Y para ello recurre a su cuerpo,
como mecanismos para expresarse, cuerpo aparentemente frágil,
por su pequeña estatura y delgadez, que aumenta más si
cabe el valor poético de sus performances.
Su trabajo saca del contexto privado
u oculto los males de nuestra sociedad, muchos en clave femenina, como
el asesinato de mujeres, el maltrato, la violación, la doble
moral, y los exhibe en el gran teatro del arte en primera persona, sin
ningún tipo de grandilocuencia, y eso es lo más provocador
sin duda, lo que más escuece de su obra.
En las sociedades opresoras de la verdad,
como la mayoría de las nuestras, el hermetismo y el oscurantismo
pretende apagar las voces del infierno, cuando lo único que logran
es crear un ambiente aún más irrespirable. Nuestra actitud
permisiva, pasiva y egoísta protege y alimenta el mal. Y ella
consciente o inconscientemente, con mayor o menor grado de voluntariedad,
genera con su obra chillidos imposibles de amortiguar, dando voz a causas
cruelmente silenciadas.
Pero debe quedar claro, a pesar de
toda esta retórica, que su misión no es salvar el mundo,
ella es una artista con una postura crítica que subyace en su
trabajo, pero ahí queda todo. Su objetivo principal no es denunciar,
sino generar ideas. Voluntariamente se aleja de posturas hipócritas
y utópicas, sabe muy bien que no es una activista o una cooperante
internacional. Los frutos de su trabajo, como los de cualquier artista,
son ilusiones muchas veces generadas para un entorno reducido e incluso
elitista, el arte puede aspirar a llamar la atención, a lo sumo
a crear denuncias veladas muchas veces en un contexto lúdico.
Aunque esto no implica ningún
tipo de frivolidad, su obra es profundamente franca. Galindo se revela
y nos expone una lacerante verdad que duele más a quien aparta
la mirada que a quien la contempla con atención. Porque Regina
José Galindo no se disfraza ni finge, porque su obra es sincera,
porque ha recibido 279 golpes con un cinturón por cada mujer
asesinada en Guatemala del 1 de enero al 9 de junio del 2005 [Nota
3]. O porque con un cuchillo ha escrito la palabra 'PERRA'
sobre su pierna izquierda, denunciando los sucesos cometidos contra
mujeres en Guatemala, donde han aparecido cuerpos torturados y con inscripciones
hechas con cuchillo o navaja [Nota
4]. O incluso, llegando más lejos, en su obra Himenoplastia
(2004), se somete a una operación quirúrgica en la cual
le reconstruyen el himen en una clínica clandestina para volver
a ser 'virgen'. Denunciando el cinismo y la doble moral de la sociedad
y la explotación sexual que sufren las mujeres [Nota
5].
Y a pesar de no ser más que
una artista, que huye de simplificaciones y etiquetas, que comunica
y se expresa sin más pretensiones, me resisto a verla con tanta
simpleza. Cuando decide absorber los males de una sociedad y vomitarlos
en forma de arte, no es sólo una creadora, sin quererlo su responsabilidad
aumenta porque también trasmite y da luz a una realidad oculta
para muchos de nosotros. Y no sólo se queda ahí, como
en Los Desastres de la Guerra de Goya [Nota
6], el hecho concreto es lo menos importante, sus performances
crean unas imágenes con una fuerte carga simbólica, extrapolables
a otros tantos contextos y susceptibles de amplias lecturas, que confluyen
casi siempre en la barbarie y la sinrazón humana.
Tal vez entre sus obras, es en El
Peso de la Sangre (2004), en la que brota más gráficamente
esta idea. En dicha performance un litro de sangre humana, va cayendo
gota a gota, sobre su cabeza y su cuerpo. Galindo aparece con la frente
repleta de regueros de sangre, como un pequeño Cristo de color
miel que habla sobre la violencia imparable en Guatemala, y de cómo
este derramamiento injustificado de sangre pesa sobre todos, porque
todos somos participes al permanecer pasivos ante esta realidad.
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Para
saber más
Nota
1: El dolor en un pañuelo, 1999, Colectiva PAI
Sin Pelos en la Lengua, Guatemala.
Nota 2: Mientras,
ellos siguen libres, 2006, Edificio de Correos, Guatemala. Para
esta obra se basó en testimonios de las mujeres agredidas, alguno
de ellos los recogemos a continuación:
'Fui violada consecutivamente, aproximadamente unas 15 veces, tanto
por los soldados como por los hombres que vestían de civil. Tenía
siete meses de embarazo, a los pocos días aborté'. C 16246.
Marzo, 1982. Chinique Quiché. Guatemala: Memoria del Silencio.
'Me ataron y me vendaron los ojos, tenía tres meses de embarazo,
pusieron sus pies sobre mi cuerpo para inmovilizarme. Me encerraron
en un pequeño cuarto sin ventanas. De repente vinieron al cuarto,
me golpearon y me violaron. Empecé a sangrar mucho, en ese momento
perdí a mi bebé'. C 18311. Abril, 1992. Mazatenango, Suchitepequez.
Guatemala: Memoria del Silencio.
Nota 3: (279) Golpes,
2005, Bienal de Venecia.
Nota 4: Perra,
2005, Prometeo Gallery, Milán, Italia.
Nota 5: Por el video
Cinismo, en el que filma su proceso de reconstrucción
del himen, ganó León de Oro al mejor artista joven, menor
de 35 años, en la edición de 2005 de la Bienal de Venecia.
Nota 6:
Serie de 82 estampas realizadas por Francisco de Goya entre los años
1810 y 1815, en las que narra con gran expresividad la sin razón
humana y las crueldades cometidas durante la Guerra de la Independencia
en España.
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DATOS
DEL AUTOR:
Marc Montijano Cañellas (n. 1978, Vic, Barcelona)
es licenciado en Historia del Arte por la Universidad de Málaga,
Experto en Organización y Gestión de Empresas Culturales,
y Postgrado en Gestión Cultural por la Universitat Oberta de
Catalunya. Tiene una amplia experiencia académica y profesional
en diversas instituciones y empresas culturales. Es fundador y
codirector del portal de Arte y Cultura Homines.com.