Antonio Sant'Elia, el proyecto
de la Città Nuova.
Carlos Ferrer
Barrera
12/03/2006
Antonio Sant’Elia
(1888-1916), la Città Nuova y su influencia en Metrópolis
de Fritz Lang (1926)
Antonio Sant’Elia nace
en Como en 1888, y desde su infancia desarrolla una predisposición
natural hacia la arquitectura y el diseño, además del
deporte. En 1903 completa sus estudios técnicos y se inscribe
en la Scuola di Arti e Mestieri ‘G. Castellini’ en el curso
de construcciones civiles, hidráulicas y viales, que finaliza
en 1906, y es contratado para las obras del Canal Villoresi en Milán
[Nota 1].
En
1907 colabora con el Ufficio Tecnico Comunale de Milán,
como diseñador de construcción. Dos años más
tarde publica un artículo en el que hace un estudio para una
villa en la revista ‘La casa’, tras lo cual se inscribe
en Arquitectura en la Academia de Brera, con una duración de
tres años. Allí recibe la influencia de Angelo Cattaneo,
maestro de perspectiva, y toma contacto con el escultor Girolamo Fontana
y los pintores Mario Chiattone y Carlo Carrà.
A los 23 años participa en un concurso de la Unione Cooperativa
di Milanino para un villino según los conceptos
de higiene, confort y economía. Tras obtener un diploma de honor,
reutiliza el mismo proyecto, con pocos cambios, para construir la Villa
Elisi, con la decoración de Fontana, para Romeo Longatti.
Participa asimismo en el concurso
para el nuevo Cementerio de Monza junto con su compañero de estudios
de Brera, Italo Paternóster. El jurado considera el proyecto
muy original, pero falto de correspondencia entre alzado, sección
y planta. Según Kenneth Frampton, el dinamismo de este proyecto
debe mucho a las obras de Giuseppe Sommaruga en Milán, especialmente
el Mausoleo Faccanoni, construido en Sarnico en 1907 [Nota
2].
En
1912 Sant’Elia se examina en la Academia de Bellas Artes para
obtener el diploma de Profesor de diseño arquitectónico,
consiguiendo una alta puntuación (67 sobre 70).
De vuelta en Milán, abre su propio estudio en 1913, donde realizó
muy pocos encargos, que además fueron posteriormente demolidos
o transformados. Uno de ellos fue el de una tumba para la familia Caprotti,
en el Cementerio de Monza. En 1914, con motivo de la muerte de su padre,
proyecta y realiza otra tumba en el Cementerio Mayor de Como.
En marzo de 1914, Sant’Elia expone unos bocetos en Milán,
como parte de una muestra de la Asoziazione dei Architetti Lombardi,
donde aparece la llamada Città Nuova. Posteriormente
publica dos ensayos: Mesaggio (‘Mensaje’), y firma
el Manifesto dell’architettura futurista (‘Manifiesto
de la arquitectura futurista’), junto con Marinetti y Carlo Carrà,
publicado en la revista Lacerba en 1914. El 11 de julio aparece
en unas octavillas de la dirección del Movimiento Futurista.
En estos años (entre 1912 y 1914) destaca la influencia de la
Secesión Vienesa (sobre todo Wagner, pero también Adolf
Loos), y admira las grandes ciudades de Estados Unidos y sus rascacielos,
así como el tipo de ciudad industrial de Tony Garnier. A esto
se une su rechazo a la tradición clásica, y su interés
por los edificios monumentales, a pesar de que en el manifiesto de la
arquitectura futurista se situara en contra de los edificios <<solemnes,
teatrales y decorativos>>. [Nota
3]
Aquí hay una contradicción,
ya que, en el Messaggio, Sant’Elia se enfrentaba a la
arquitectura conmemorativa, y sin embargo vemos en sus dibujos numerosos
edificios que responden a este carácter (incluso grandes iglesias).
[Nota 4]
Al estallar la Primera Guerra
Mundial se alista en el ejército italiano (1915), compartiendo
las ideas de otros futuristas como Boccioni, Marinetti, Piatti o Russolo,
con quienes había firmado el manifiesto Orgullo italiano. Entra
en el Batallón de Voluntarios Ciclistas y pierde el contacto
con sus compañeros de grupo. Muere en el frente en 1916, cerca
de Montefalcone, donde había recibido el encargo de diseñar
el cementerio de la Brigada Arezzo, con las tumbas dispuestas en fila,
y según la jerarquía militar [Nota
5]. En 1921 sus restos son trasladados al cementerio de Como.
LA CITTÀ NUOVA
El gran proyecto de Antonio Sant’Elia,
la llamada Città Nuova (Ciudad Nueva), pretendía
crear una ciudad que asumiera las nuevas tipologías de la construcción.
Era una ciudad pensada para grandes aglomeraciones de gente, y realizada
con materiales que permitiesen ser sustituidos sin problemas. El dinamismo
radica en la arquitectura efímera y el movimiento de la ciudad,
con distintas vías de circulación. Es en ese dinamismo
donde los futuristas encuentran la belleza y el lirismo de la ciudad.
Entre 1913 y 1914, Antonio Sant’Elia proyecta una ciudad que debía
adaptarse a los nuevos tiempos. Por aquellos años, Italia se
encontraba en el inicio de su revolución industrial, y uno de
los temas de mayor interés para los futuristas era el de la gran
ciudad. Para ello, contaban con dos modelos: Milán, cuya estructura
decimonónica se encontraba en un momento de expansión;
y Nueva York, ejemplo de metrópoli proyectada hacia el futuro.
[Nota 6]
La arquitectura de comienzos del siglo XX en Italia era de un difuso
eclecticismo, donde la estructura tenía una importancia mínima
frente a lo decorativo. El gusto neoclásico se abría paso
mediante elementos egipcios u orientalizantes. En un momento en que
Otto Wagner o Adolf Loos se encuentran renovando la arquitectura europea
gracias a los nuevos materiales, en Italia predominaba un efecto decorativo
tradicional.
Ante todo esto, Sant’Elia inventa una nueva forma de proyectar
la ciudad en la que la funcionalidad y la estructura son lo más
importante, y por ello queda desnuda y a la vista. La arquitectura queda
así desprovista de ornamentos: «El problema de la arquitectura
futurista no debe solucionarse hurtando fotografías de la China,
de Persia y de Japón, o embobándose con las reglas de
Vitrubio, sino a base de intuiciones geniales acompañadas de
la experiencia científica y técnica».
En marzo de 1914, Sant’Elia tuvo la oportunidad de exponer sus
ideas arquitectónicas en la sala Permanente de Milán,
que luego verían la luz de un modo más provocativo en
el ‘Manifiesto de la Arquitectura Futurista’. En esa misma
muestra participaron Mario Chiattone, Dundreville, Erba y Carlo Carrà.
El tono con que redacta su manifiesto refleja la influencia de los anteriores
como el de Marinetti, de 1909. Busca un alejamiento de la tradición
en la necesidad de ser moderno y de adaptarse a su tiempo, y además,
en el uso de los nuevos materiales facilitados por la industria, defendiendo
la «esbeltez y la fragilidad del cemento armado» frente
al aspecto «macizo del mármol». [Nota
7]
El nuevo ideal de belleza que propone Sant’Elia con su Casa Moderna
tiende a la ligereza y a lo práctico, asemejándose a una
enorme máquina. Esto no quiere decir que su resultado no sea
‘artístico’. La «arquitectura del cálculo,
de la audacia temeraria y de la sencillez» [Nota
8] basa su artisticidad en una emotiva exaltación
de la máquina y de la industria, y por lo tanto la belleza no
está reñida con el Calcolo Fredo. De ahí la utilización
del cemento armado, el hierro, el vidrio, el cartón, la fibra
textil, etc. Estos materiales tienen un valor expresivo por sí
mismos, haciendo referencia a su propia época. El cemento, el
vidrio, etc., son bellos en sí, y dan imagen de un nuevo ideal.
Este interés por los materiales se une al de mostrar la estructura
desnuda, y por eso se sacrifica el exterior, la fachada, para favorecer
la utilidad del edificio. De ahí que llegue a afirmar: «Yo
combato y desprecio (…) El uso de materiales macizos, voluminosos,
duraderos, anticuados y costosos». [Nota
9]
La imagen de su ciudad es ahora el resultado de un modelo de belleza
bastante particular, como es el de las obras, «Nosotros debemos
inventar y volver a fabricar la ciudad futurista como una inmensa obra
tumultuosa, ágil, móvil, dinámica en cada una de
sus partes, y la casa futurista será similar a una gigantesca
máquina».[Nota
10] El aspecto de una ciudad en continua construcción
–y por tanto evolución desde el punto de vista futurista-
es el mayor atractivo que ésta podía ofrecer al individuo
moderno, también copartícipe de ese movimiento imparable
que es característica clave de la modernidad en Sant’Elia.
Con otras palabras lo describe Frampton: «Ante los valores italianos
clásicos, caducos, proclamaba la primacía cultural de
un entorno mecanizado que más tarde influiría igualmente
en la estética arquitectónica del futurismo italiano y
del constructivismo ruso». [Nota
11]
Y la apariencia de la ciudad alcanza su máximo esplendor durante
la noche, cuando la energía eléctrica sustituye la fuente
de luz natural que es el sol. Ese triunfo técnico del hombre
sobre la naturaleza forma parte del concepto de belleza futurista. Algo
semejante propugna Marinetti en La Splendour Géometrique
et Mécanique en 1914: <<Nada en el mundo es más
bello que una gran central eléctrica en pleno funcionamiento,
que retiene las presiones hidráulicas de toda una cordillera
montañosa y la energía eléctrica para todo un paisaje,
sintetizadas en cuadros de mando en los que surgen palancas y brillan
los interruptores>>.[Nota
12] El titánico esfuerzo de desprenderse de la necesidad
humana de la naturaleza tenía un sentido visual y estético
con la Città Nuova, el progreso situaría al hombre
por encima de sus necesidades físicas y materiales, lo que obviamente
no pasó de ser una utopía. Pero no deja de ser llamativa
esa angustiosa visión del pasado como una carga demasiado pesada
para el viandante del presente, así como su coherencia en la
concepción de sus propias obras como efímeras y con grandes
posibilidades de remodelación.
Con la misma intención
estética y dinámica se disponen al exterior de los edificios
las escaleras y los ascensores, antes escondidos por su carácter
utilitario. Es a partir de ahora cuando las vías de comunicación
interiores de los edificios (como máquinas de perfecto funcionamiento)
salen a la fachada y muestran su energía y movilidad. Las vías
de transporte adquieren una enorme importancia. Funiculares, elevadores,
puentes y carreteras se organizan en diversos niveles, con vías
subterráneas, circulación en la superficie y pasos elevados
en distintas alturas permitiendo el continuo movimiento. No es nada
nueva la idea de estructurar la ciudad en diferentes alturas, y el propio
Leonardo da Vinci ya poseía diseños con una parte al nivel
del suelo que requería la mayor belleza –la imagen de la
ciudad al exterior-, y una bajo tierra más funcional, dedicada
a la evacuación de residuos.
En definitiva, y como reza el
final del Manifiesto, «Cada generación deberá
fabricarse su ciudad. Esta constante renovación del entorno arquitectónico
contribuirá a la victoria del Futurismo que ya se impone con
las Palabras en libertad, el Dinamismo plástico, la Música
sin cuadratura y el Arte de los ruidos, y por el que luchamos sin tregua
contra la cobarde prolongación del pasado». [Nota
13]
LA INFLUENCIA DEL PROYECTO DE SANT’ELIA EN EL CINE: METRÓPOLIS,
DE F. LANG (1926).
Si bien los diseños de
Sant’Elia no tuvieron repercusión práctica en la
arquitectura, y sus proyectos no fueron llevados a la realidad, mayor
fue el peso de sus ideas en el cine, y particularmente en una de las
películas de las que más se ha hablado y escrito. Se trata
de Metrópolis (1926), un film producido por la UFA que
para algunos marca el final del cine expresionista y da comienzo a la
Nueva Objetividad, si bien los límites no son tan evidentes.
Como
dijo Luis Buñuel, «el cine servirá de fiel intérprete
a los sueños más atrevidos de la arquitectura» [Nota
14], y así la arquitectura visionaria de Sant’Elia
tiene respuesta en los decorados que Fritz Lang utiliza en Metrópolis.
Para llevarlos a cabo, se sirvió de un equipo de prestigio: Otto
Hunte, uno de los arquitectos cinematográficos más prestigiosos
del momento en Alemania y colaborador de Lang entre 1919 y 1928, esboza
los trazos básicos de todo el decorado, mientras Erich Kettelhut
y Karl Vollbrecht desarrollan sus bocetos para que se puedan construir,
ocupándose sobre todo de las cuestiones técnicas Kettelhut,
autor de las maquetas y de los procedimientos.[Nota
15] El equipo, junto a Fritz Lang y Thea von Harbou,
[Nota 16] prepara los decorados tras largos meses de debate,
entre mayo de 1925 y octubre de 1926. Para ello también contaron
con la estrecha colaboración del cámara Günter Rittau.
La gran ciudad de Metrópolis toma vida propia en la película,
como un ente dinámico que posee cerebro, manos y corazón.
Es sin duda una metáfora de la condición humana y social.
Pero aquí la visión apasionada de Sant’Elia por
las grandes ciudades se convierte en algo negativo, en Metrópolis
se hace necesaria una revolución seudo-socialista que una a todos
los hombres, divididos en dos tipos: obreros e industriales (o lo que
es lo mismo, manos y cerebro). Para su unión, y tomando mucho
de las culturas tradicionales religiosas, han de llegar una especie
de ‘Mesías’ y una ‘María’ que
medien para la solución del conflicto.
Las máquinas, bajo el mando del ‘cerebro’ Joh Fredersen
(dueño de la ciudad, productora incansable de dinero), tiranizan
al obrero y le convierten en un ser cuya única actividad es el
trabajo absolutamente mecanizado y organizado por un reloj que sólo
marca las diez horas de la jornada laboral.
Ante
esta situación, los obreros van gestando una pequeña revolución,
animada en parte por Joh Fredersen para luego aniquilarla. [Nota17]
El resultado del enfrentamiento será negativo para
ambos bandos ya que van a perder a sus hijos por culpa de su batalla.
La intervención de María (Brigitte Helm) salva a los niños,
y el hijo de Joh, Freder, le ayuda en esta tarea, para finalmente unir
las manos de Grot, el capataz, con las de Fredersen. Con esta escena
finaliza la película, dejando una sentencia que resume el mensaje
de Lang: «Mediador entre el cerebro y las manos ha de ser el corazón».
[Nota 18]
Freder es por tanto el corazón, un personaje a medio
camino entre la idea de Lang y la de Harbou. El primero pretendía
hacer una especie de mito cercano a Sigfrido, mientras que la novelista
buscaba más un líder que dominara mediante «la superioridad
sobre los demás y por el poder de la voluntad».[Nota
19]
La ciudad tiene por tanto cerebro, manos y corazón. Es un símil
a tres niveles: Ciudad - Hombre – Máquina. Y es sólo
tras el pacto cuando la gran ciudad del futuro [Nota
20] puede funcionar correctamente. Aquí Lang avanza
un paso más desde los proyectos de Sant’Elia y se plantea
–cosa que el italiano no hace- la función vital del hombre
frente al funcionamiento de la gran ciudad, quizá en un atisbo
de búsqueda de la felicidad.
Los barrios se ordenan verticalmente, con la parte superior ocupada
por los rascacielos, las autopistas, vías férreas y tráfico
aéreo, [Nota 21]
coronado por la nueva ‘Torre de Babel’.
Primer boceto para la maqueta
de la ciudad, con la iglesia gótica dominada por rascacielos.
Segundo boceto, con la Torre de Babel, aunque diferente al diseño
definitivo.
En el primer diseño de
Kettelhut para el centro de la ciudad, aparecía una catedral
gótica, dominada por los altísimos edificios modernos.
Después la catedral es sustituida por la Torre de Babel, cuya
planta superior es un aeródromo en forma de pentágono.
Esa torre parece una evolución del estudio que Sant’Elia
hizo para un edificio monumental, coronado por una enorme cúpula,
en 1911-12.
En el barrio situado en la parte
alta se encuentra la llamada Ciudad de los Niños, con las construcciones
para el ocio: estadios, jardines… a los que se unen dos elementos
medievales que parecen desentonar con el conjunto de esta zona: se trata
de la casa de Rotwang, el científico, y la catedral. [Nota
22] Algo más apartado se encuentra el lugar de ocio
nocturno, Yoshiwara.
En la parte inferior se encuentra
el barrio de las máquinas, centro de abastecimiento de energía
de la ciudad. Las dos máquinas principales son la máquina-corazón,
y la máquina M. En un sueño de Freder, esta máquina
convierte en Moloch, antigua divinidad que exigía sacrificios
humanos infantiles, y cuyo vientre era un horno gigantesco.[Nota
23] De ello se puede concluir
la evidencia de que ese culto a la máquina exige sacrificios
humanos, y aquí se sitúa gran diferencia entre la mirada
de Fritz Lang, que concluye el dilema con un ‘pacto’ entre
los diferentes intereses sociales y la de Sant’Elia, para quien
esos sacrificios eran necesarios.
En la última zona de la ciudad se encuentran las catacumbas,
comunicadas por pasillos, escaleras y pozos. Una especie de cripta en
el centro es el lugar de reunión de los obreros, con un significado
simbólico e incluso religioso. Es aquí donde María
pronuncia sus discursos, en un altar atestado de cirios y alargadas
cruces.
Evidentemente, toda esta estructura
metropolitana es absolutamente ficticia, no está pensada para
ser llevada a la realidad, a pesar de inspirarse en modelos anteriores.
A la influencia de Sant’Elia podemos añadir otras, como
la de la arquitectura industrial de Peter Behrens, la de los rascacielos
estadounidenses,[Nota 24]
la de la publicidad que se adhiere a los edificios en las grandes ciudades.
No es nueva en Alemania esa admiración por la gran ciudad. Artistas
anteriores se habían hecho eco de este cambio sustancial en su
entorno cotidiano. La estructura metrópoli influye sobre la vida
de sus ciudadanos, y en este sentido Lang nos da una imagen a medio
camino entre la visión optimista de Sant’Elia, y la pesimista
de Grosz, cuyo más claro ejemplo es la obra titulada Metrópolis
en 1916.
Otra diferencia notable entre
el arquitecto italiano y el cineasta alemán es la inclusión
en la película de elementos religiosos, que sigue jugando un
papel crucial y necesario en la vida moderna, mientras Sant’Elia,
como sus compañeros futuristas, pretendía el destierro
de toda religión, al estar asociada a lo tradicional. La ciencia
también forma parte de la metrópolis, y aquí aparece
otra ligera diferencia: si Sant’Elia ponía todos los progresos
técnicos a disposición del vertiginoso funcionamiento
de la ciudad, en Lang hay una crítica al dominio y control que
esta puede ejercer, convirtiendo al hombre en un ser automático,
cuya vida se basa únicamente en trabajar para la máquina.
La Ciencia viene representada por la figura de Rotwang, que trabaja
para Joh Fredersen creando el Ser-Máquina, una falsa María
que llevará a los obreros a su autodestrucción. Este ser
es, como señala Pilar Pedraza, la mujer mecánica,
una versión femenina del monstruo del Dr. Frankenstein (Mary
Shelley), «un calco de Hadaly, la mujer eléctrica que protagoniza
La Eva Futura de Villiers de l’Isle Adam». [Nota
25]
Las connotaciones éticas no parecen interesar en exceso a Sant’Elia,
pero el ritmo de vida de la ciudad sí es algo que plasma Lang
con la misma intensidad que Sant’Elia propone en sus escritos.
Y es que en las visiones de la ciudad parece que se trata de recrear
en imágenes los textos del italiano: coches a toda velocidad
por las autopistas, trenes por raíles en una altura superior,
rampas, puentes, escaleras, ascensores de cristal en las fachadas de
los edificios, además de los aeroplanos que sobrevuelan estas
vías.
La máquina es quien señala la velocidad y el dinamismo
de la nueva metrópolis, tanto en Sant’Elia como en Lang,
y los pistones son los que marcan los segundos que pasan. La vida moderna
se acelera, al ritmo del vapor y de las máquinas. Como en la
metáfora de la cinta, el reloj ya sólo tiene diez horas,
las de la jornada laboral, y ni el cambio de turno hace despertar a
los obreros, todos al mismo paso inanimado, mecánico e indolente.
Como única solución al problema que impone la vida moderna
y de la gran ciudad, ha de existir una colaboración entre los
ciudadanos para que todos se beneficien de la producción gran
urbe. A la película de Fritz Lang podemos aplicarle entonces
las palabras que Thea von Harbou [Nota
26] escribía acerca de la novela anterior, «Tiene
una moraleja que se desprende de una verdad fundamental: Entre el cerebro
y el músculo debe mediar el corazón».[Nota
27] Los orígenes románticos de estos postulados
no esconden la cercanía a los regímenes totalitarios emergentes,
pero eso es algo de lo que no escapan ni la película de Fritz
Lang ni los proyectos urbanísticos de Sant’Elia. Aún
así, puede hablarse de ambas obras maestras como hitos clave
del devenir artístico en el siglo XX.
Bibliografía
- FRAMPTON, K, Historia
crítica de la arquitectura moderna, versión en
castellano de Esteve Riambau, Gustavo Gili, Barcelona, 1981.
- LANG, F, Metrópolis,
versión de Enno Patalas restaurada por la Friedrich Wilhelm
Murnau Stiftung, edición en DVD distribuida por Divisa Home
Video, Madrid, 2003.
- MARCHÁN FIZ (ed.),
La arquitectura del siglo XX -Textos-, traducción
de J. Martínez de Velasco y S. Marchán, Editorial Alberto
Corazón, Madrid, 1974.
- MICHELI, M. De, Las
vanguardias artísticas del siglo XX, Alianza, Madrid,
2002.
- PEDRAZA, P, Fritz Lang.
Metrópolis, Paidós Ibérica, Barcelona,
2000.
- REVILLA, F, Diccionario
de iconografía y simbología, Cátedra, Madrid,
2003
- TIETZ, Jürgen,
Historia de la arquitectura del siglo XX, Könemann,
Hong Kong, 1999.
Links
- AA. VV, Antonio
Sant’Elia. Museo virtuale. En la dirección http://www.sant-elia.net/bio.htm.
- MARINETTI, F. T, Ese
deplorable Ruskin. Edición digital en http://www.iespana.es/legislaciones/Ruskin.htm.
- MARINETTI, F. T, MAZZONI,
A, y SOMENZI, M, Manifiesto Futurista de la Arquitectura Aérea
(1934), edición digital en la página de Internet de
la Universidad de Castilla La Mancha, en la dirección http://www.uclm.es/cdce/sin/sin6/9tres.htm.
- MARINETTI, F. T, Primer
Manifiesto Futurista (1909), edición digital en http://ar.geocities.com/vanguardiasliterarias/manifiestofuturista.htm.
- SANT’ELIA, A,
Manifiesto de la Arquitectura Futurista (1914), edición
digital en Ideasapiens, en la dirección http://www.ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20arq.%20futurista.htm.
Nota 1: AA. VV, Antonio Sant’Elia.
Museo virtuale. Edición digital en http://www.sant-elia.net/bio.htm.
Obtenido el 2 de febrero de 2006.
Nota 2: FRAMPTON, K, Historia crítica
de la arquitectura moderna, versión en castellano de Esteve Riambau,
Gustavo Gili, Barcelona, 1981, pag 88.
Nota 3: TIETZ, JÜRGEN, Historia de
la arquitectura del siglo XX, Könemann, Hong Kong, 1999, pag 29.
Nota 4: FRAMPTON, K, Historia crítica
de la arquitectura moderna, versión en castellano de Esteve Riambau,
Gustavo Gili, Barcelona, 1981, pag 90.
Nota 5: AA. VV, Antonio Sant’Elia.
Museo virtuale. Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.sant-elia.net/bio2.htm.
Nota 6: AA. VV, Antonio Sant’Elia.
Museo virtuale. Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.sant-elia.net/city.htm.
Nota 7: AA. VV, Antonio Sant’Elia.
Museo virtuale. Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.sant-elia.net/city.htm.
Nota 8: SANT’ELIA, A, Manifiesto
de la Arquitectura Futurista, edición digital de Ideasapiens.
Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20arq.%20futurista.htm.
Nota 9: SANT’ELIA, A, Manifiesto
de la Arquitectura Futurista, edición digital de Ideasapiens.
Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20arq.%20futurista.htm.
Nota 10: Idem.
Nota 11: FRAMPTON, K, Historia crítica
de la arquitectura moderna, versión en castellano de Esteve Riambau,
Gustavo Gili, Barcelona, 1981, pag 87.
Nota 12: Idem, pag 88.
Nota 13: SANT’ELIA, A, Manifiesto
de la Arquitectura Futurista. Obtenido el 2 de febrero de 2006 en http://www.ideasapiens.com/textos/Arte/manifiesto%20arq.%20futurista.htm.
Nota 14: El caso de Metrópolis,
documental incluido en LANG, F, Metrópolis, versión de
Enno Patalas restaurada por la Friedrich Wilhelm Murnau Stiftung, edición
en DVD distribuida por Divisa Home Video, Madrid, 2003.
Nota 15: LANG, F, Metrópolis, versión
de Enno Patalas restaurada por la Friedrich Wilhelm Murnau Stiftung,
edición en DVD distribuida por Divisa Home Video, Madrid, 2003.
Nota 16: Autora de la novela en la que
se basa el film (Metrópolis, 1926), y guionista junto con el
director.
Nota 17: Para ello crea un Ser-Máquina
diabólico, con los rasgos de María, quien trata de guiarlos
mediante la paz.
Nota 18: LANG, F, Metrópolis, versión
de Enno Patalas restaurada por la Friedrich Wilhelm Murnau Stiftung,
edición en DVD distribuida por Divisa Home Video, Madrid, 2003.
Nota 19: PEDRAZA, P, Fritz Lang. Metrópolis,
Paidós, Barcelona, 2000, pag 68.
Nota 20: Metrópolis plantea cómo
sería la ciudad del año 2000.
Nota 21: Un calco de lo que Sant’Elia
proponía más de diez años antes.
Nota 22: Esto nos distancia del futurismo
y nos acerca al expresionismo de películas anteriores como Das
Kabinett des Doktor Caligari o Nosferatu. Ya desde los inicios del grupo
Die Brücke (El Puente), los artistas alemanes se habían
interesado por lo medieval, y aquí se recupera como elemento
misterioso y simbólico.
Nota 23: REVILLA, F, Diccionario de iconografía
y simbología, Cátedra, Madrid, 2003, pág 300. En
la entrada “Moloc”, se añade que se utiliza esta
palabra en el lenguaje actual <<para referirse a un Estado o a
las instituciones arbitrarios o despóticos>>.
Nota 24: Especialmente los de Nueva York,
que fascinaron a Lang y su equipo en su viaje a los Estados Unidos.
Nota 25: PEDRAZA, P, Fritz Lang. Metrópolis,
Paidós, Barcelona, 2000, pags 68-84.
Nota 26: Aunque la credibilidad de la esposa
de Lang haya quedado desprestigiada por su adhesión al nazismo,
sus palabras contienen un mensaje que no debe ser pasado por alto.
Nota 27: PEDRAZA, P, Fritz Lang. Metrópolis,
Paidós, Barcelona, 2000, pag 136.
|