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La transvanguardia, un movimiento artístico fallido
Alfredo Rodríguez Iglesias
23/01/2012


A finales de los años 70 el panorama artístico estaba siendo dominado por movimientos no pictóricos, como el caso del arte povera, el conceptual o el land art, movimientos que en algunos casos ya estaban empezando a dar señales de agotamiento por lo que se estaba empezando a abrir paso la idea de un retorno a la base pictórica del arte.

Achille Bonito Oliva Sandro Chia, Enzo Cucchi, Francesco Clemente, Nicola de Maria y Mimmo Paladino, entre otros Achille Bonito Oliva

En ese contexto un tanto difuso en el que se estaban empezando a producir algunas respuestas todavía no formalizadas a cien por cien de una vuelta a los valores pictóricos, va a nacer en Italia una agrupación de artistas alrededor de la figura del crítico de arte, Achille Bonito Oliva, bautizada como transvanguardia con la idea de superar a una vanguardia ya agotada e ir un paso más allá con la recuperación de los valores pictóricos, algo que no dejaba de tener una cierta paradoja después de que el propio Oliva afirmara en una conferencia celebrada en Madrid a finales del franquismo, que España era un país atrasado artísticamente precisamente porque aquí los artistas pintaban mucho. Así lo afirma José Manuel Bonet en el artículo de 1995, La transvanguardia italiana vista desde Madrid.

Dejando de lado esa aparente contradicción en un crítico muy aficionado a los focos, lo cierto es que la transvanguardia se insertó de una forma muy oportuna en un contexto en el cual el nuevo expresionismo alemán también empezaba a reivindicar la importancia de la pintura aunque con resultados de mayor calado de los que conseguirían sus coetáneos italianos.

La presentación en sociedad de Sandro Chia, Enzo Cucchi, Francesco Clemente, Nicola de Maria y Mimmo Paladino, es decir, del núcleo duro del grupo, tuvo lugar en el año 1979 en la colectiva Opere fatte ad arte. Al año siguiente, en la que algunos consideran como una de las peores bienales de la historia comisariada por el propio Oliva, se asomaron al escaparate internacional que tendría su continuidad al año siguiente en la Documenta de Kassel. En 1982, la transvanguardia presentará sus respetos al público español en la primera edición de Arco.

 Sandro Chia Enzo Cucchi. foto Loredana Vaccari Francesco Clemente. Fotografía: Norbert 2011 Miguletz Mimmo Paladino

Oliva sería el encargado de elaborar el manifiesto identitario del grupo en el que se formulan los principios básicos de un movimiento nacido en un momento en el que el arte había sido empujado ‘hacia una impersonalidad de expresión que no podía conjugar el ego siempre apostado detrás del impulso creativo de la imagen’, según escribe el propio crítico.

Se reivindica entonces un regreso al trabajo manual al servicio del subjetivismo del artista, una subjetividad que, en palabras de Oliva ‘se afirma justamente a través de la accidentalidad de la imagen que no es nunca un momento unitario y totalitario, sino una visión precaria que no recoge, o no quiere hacerlo, el sentido del mundo y la idea del infinito que lo acompaña’.

Es la reivindicación del genius loci, expresión muy del gusto de Oliva, tomando como base la riqueza artística italiana del manierismo, el barroco, el futurismo ahora convertidas en fuentes de las que apropiarse y reconducir por medio de un eclecticismo individual síntoma de la nueva libertad animadora del devenir artístico de cada individualidad, de un artista ya no volcado en la transformación del arte, ni en plantear dudas, reflexiones, inquietudes al espectador, sino que busca que sus obras, aún a pesar de la importancia dada al fragmento, capaces de abrir y de cerrar el enigma al mismo tiempo.

Sandro Chia, La bugia, 1979-1980, óleo sobre tela, 148x130 cm., Collezione Giorgio Franchetti, Roma Francesco Clemente, Son, 1984 Mimmo Paladino, I Dormienti (Poggibonsi, Fonte delle Fate), 1998 Enzo Cucchi, Olé, 1980, charcoal on paper, mounted on canvas, 185 x 241 cm.

A ese respecto Oliva afirma: ‘El arte pierde así su lado nocturno y problemático, de solamente interrogar, en favor de una gloriosa visualización que significa la posibilidad de realizar obras hechas con arte, en la que la obra es realmente hipnotizadora en el sentido que doma la mirada inquieta del espectador, acostumbrado por la vanguardia a la obra abierta, al proyectado inacabado de un arte que exige la perfectiva intervención del espectador’.

Para llevar adelante esos presupuestos los artistas transitan por los diferentes momentos artísticos en una suerte de práctica nómada también amparada por los presupuestos teóricos de Oliva. Un transitar del que vuelven cargados de fragmentos, de recuerdos luego pasados al lienzo en composiciones de una buena carga colorista generalmente tendentes hacia una figuración afirmada ‘a través de la accidentalidad de la imagen que no es nunca un momento unitario y totalitario, sino una visión precaria que no recoge, o no quiere hacerlo, el sentido del mundo y la idea del infinito que lo acompaña’.


Oliva desgrana otros de los presupuestos de la transvanguardia cuando escribe: ‘El dibujo en los trabajos de Chia, Clemente, Cucchi, De Maria y Paladino es signo, trazo, imagen, retrato, línea, esbozo, arabesco, paisaje, planta, diagrama, perfil, silueta, viñeta, ilustración, figura, escorzo, grabado, sección, boceto, calco, caricatura, claroscuro, grafito, incisión, mapa, litografía, pastel, aguafuerte, xilografía. Los instrumentos pueden ser, carboncillo, lápiz, pluma, pincel, lápiz, compás, tiralíneas, escuadra, pantógrafo, regla de cálculo, regla, esfumino, molde. El proceso puede ser: Trazar arabescos, calcar, componer, copiar, borrar, corregir, lustrar, recabar. El resultado: campo, contorno, sombra, ornato, perspectiva, bosquejo’.

Francesco Clemente Francesco Clemente, Parábola, acuarela sobre papel, 137 x 132 cm., Colección Douglas B. Andrews. Francesco Clemente, Name, óleo sobre lino, 1983, Col. privada

El final de un recorrido no demasiado largo del grupo, lo que quedará para la historia del arte es más bien poco, apenas un puñado de nombres la mayoría de los cuales se han ido diluyendo con el paso del tiempo, si hacemos excepción de Francesco Clemente considerado como una de las figuras claves del arte europeo de los años 80.

En relación a esto Juan Manuel Bonet, en el artículo que cito más arriba es categórico al afirmar que ‘los transvanguardistas no se nos aparecen como pintores de una gran importancia. Sus universos son limitados. Su fuste, considerablemente menor que el de sus coetáneos alemanes, norteamericanos o incluso españoles, y no digamos que el de los italianos del novecento’.

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DATOS DEL AUTOR:

Licenciado en Geografía e Historia, especialidad en Historia del Arte, además de Especialista Universitario en Gestión Cultural y master en Dirección de Comunicación y Nuevas Tecnologías. Todo ello por la Universidad de Oviedo. Trabaja como periodista. Autor del blog lavidanoimitaalarte.blogspot.com, además de publicar artículos en la sección de música de la revista digital alenarte.