Fotografías
Carlos J. Fernández
Viena
es una ciudad conocida mundialmente por su rico patrimonio artístico
procedente de la época de esplendor imperial. Éste es
el principal motivo de la visita para miles y miles de turistas que,
anualmente, convierten a la ciudad en una de las más concurridas
de Europa por visitantes de todo el mundo. Sin embargo, cada viajero
tiene sus propios motivos para viajar a la capital austriaca, cuya variada
oferta le permite adaptarse a los más variados intereses. Quizá
el visitante que menos suele preparar la visita es aquel que avanza
por Viena sumergido en una expedición guiada que tiene
a la ciudad como vértice del triángulo de las Capitales
Imperiales, gracias a su cercanía con Praga y Budapest. Una visita
a Viena requiere una preparación antes del viaje, lo que nos
permitirá descubrir lugares con un gran sabor, y todo el encanto
de la capital austriaca.
Descubrir los cafés tradicionales de Viena es una experiencia
que supera el disfrute puramente gastronómico; por encima de
la consumición que deseemos, lo que verdaderamente vamos a saborear
en estos locales es la conexión de un pueblo con su pasado, el
latido conjunto de varias generaciones que han dejado su impronta en
la escenografía y el ambiente. Éste nos hace sumergirnos
en la pasión que los vieneses sienten por una tarde en compañía
en torno a un café o por la búsqueda de un momento de
total relajación detrás de un periódico. Entrar
en uno de estos establecimientos permite contemplar la galería
de tipos humanos que la ciudad nos ofrece, así como disfrutar
de unos momentos de merecido sosiego alejado de las turbas de turistas
que en esos momentos ponen cerco al casco histórico.
El café vienés como tal, es una institución en
la ciudad. Estos establecimientos permanecen abiertos durante una horquilla
horaria verdaderamente amplia, lo que está relacionado con la
gran variedad de productos que podemos consumir en ellos. Por supuesto,
podremos tomar café, si bien estos locales también son
idóneos para tomar algo sólido o incluso adelantarnos
a la noche con una excelente cerveza del país o una copa de vino
de Baden, uno de los mejores tintos del país.
En nuestro recorrido por los cafés de Viena encontraremos unos
locales que, por uno u otro motivo, han pasado a conformar una identidad
de la ciudad ligada a unos establecimientos en los que la palabra tiempo
adquiere un significado relativo. Las siguientes Kaffehauser
no son todas las cafeterías con encanto de Viena, pero su visita
es obligatoria para el viajero que desee sumergirse en la atmósfera
vienesa.
Para
empezar nuestro itinerario, vamos a comenzar por un establecimiento
que, en parte, se aleja del prototípico café vienés,
justificándose su inclusión por el extraordinario marco
arquitectónico que lo envuelve.Se trata de la cafetería
del Kunsthistorisches Museum (Museo de Historia del Arte),
situado en la rotonda principal del edificio. La cafetería se
sitúa en torno a una balaustrada que se abre a la planta baja
del museo, donde está situada la entrada. La bóveda, de
extraordinaria riqueza decorativa, abre sus ventanas a las salas de
exposición del piso superior. Tomar un café en el Kunsthistorisches
es una experiencia por la grandiosidad y la monumentalidad del entorno,
factor que, sin embargo, puede volverse en contra de nuestra tranquilidad
por la frecuencia con la que los grupos de visitantes del museo pasan
entre las mesas a disfrutar del lugar. Hay que tener en cuenta que la
cafetería es un punto central que comunica varias salas del museo,
por lo que el tránsito de visitantes es continuo.
El café en Viena comenzó a popularizarse a mediados del
siglo XIX, época en la que se levanta uno de los cafés
más emblemáticos de la ciudad: el Café Central,conocido
como el café de los literatos. Su
fama le llegó por las visitas de intelectuales renombrados como
Sigmund Freud o el poeta Peter Altenbergh, de quien se conserva en la
entrada del establecimiento una estatua realizada en pasta de papel.
Aquí podemos encontrar el ambiente bohemio y refinado (de un
refinamiento lejano del elitista café Sacher, junto a la Ópera)
de una cafetería en la que el excelente servicio, su amplia carta
y su apacible inquietud hacen de ella una visita obligada. El
ambiente del Café Central es el más imitado en las cafeterías
de medio mundo por su estilo decadente y su monumentalidad arquitectónica.
Este café está situado en los bajos del palacio construido
por Heinrich Ferstel (1856- 1860) en pleno periodo ecléctico
en el que busca conjugar la decoración historicista moderadamente
sobria, con la amplitud de sus ventanales, cuya luz entra suavemente
tamizada, consiguiendo un ambiente que propicia largas tertulias.
Los principales cafés de Viena,
como veremos, están firmados por arquitectos de renombre, que
proyectan en ellos toda su libertad creadora, tanto en los espacios
interiores como en el mobiliario, cuya conservación es, por norma
general, bastante aceptable y respetuosa con la idea que el autor imprimió
en su obra.Es el caso del extraordinario American Bar
de Adolf Loos. En un espacio diminuto (4´45 x 6´15 m), Loos
supo sacar un gran partido a las dimensiones de la sala, para lo que
se ayudó de grandes espejos que multiplican el espacio y de una
falsa cristalera de ónice que contribuye a realzar la atmósfera
serena del interior gracias a la filtración de una luz lechosa
al interior. Es el lugar ideal para tomar una copa a cualquier hora,
en un ambiente que sabe conjugar la decoración interior con una
música que se realza con la iluminación tenue procedente
de lámparas y mesas. Quizá lo que más llame la
atención es la absoluta modernidad del establecimiento, diseñado
en 1907. Desde el punto de vista estético, no debemos perder
de vista los contrates cromáticos producidos por la caoba y el
mármol, materiales de primera calidad para una ambiente único.
Un café no es sólo un lugar para las grandes discusiones
metafísicas o para los más encendidos debates literarios;
es también, y principalmente, el lugar donde tomar el pulso a
la gente
de la calle, a la población de Viena. Si ésta es nuestra
intención, tenemos una cita en el Kleines Café,
definido en su día como la más pequeña obra
de envergadura. (Cuando entramos por sus características
puertas verdes, podemos comprender las ideas de su autor, Hermann
Czech, quien entiende la arquitectura como un decorado que no debe ser
un estorbo para sus fines. El interior, pese a su reducido tamaño,
se desarrolla en una serie de salas a distintos niveles en las que vemos
diariamente una representación de personajes característicos
de Viena en animada conversación, en tranquila meditación
o leyendo el periódico. Es aquí donde encontramos la atmósfera
densa y bohemia en la que el humo de tabaco y la cerveza son componentes
indisociables de la decoración, que ha sabido conjugar la herencia
histórica de una obra arquitectónica de primer orden con
la vitalidad de un establecimiento vivo e integrado en su momento histórico.
Una visita a un café tiene, como vemos, los más variados
motivos, y no hay que olvidarse de uno nada despreciable: la estupenda
riqueza repostera de la ciudad. Un café schwarzer (solo),
melange (con leche) o kapuziner (con nata montada) tradicionalmente
suele acompañarse con un vaso de agua y, en locales como Lollita,
además, podemos disfrutar de una variadísima carta de
dulces a precios razonables. El ambiente es totalmente distinto de los
anteriores:
se trata de un lugar algo snob que, en su planta superior presenta una
vista excelente de la Kärntner Strasse. Su servicio deja algo que
desear, aunque si encontramos una mesa libre junto a la gran vidriera,
podremos dar por conseguido nuestro objetivo en la visita al café.
Algo similar ocurre con el Sky Café, establecimiento de
líneas modernas situado en el piso superior de un centro comercial
de la Kärntner Strasse. Un ascensor panorámico nos acerca
hasta la planta inferior y, en lo que parece una escalera de incendios,
está la entrada a este café- mirador cuyo mayor atractivo
está en las inigualables vistas que desde el local se pueden
disfrutar. Es un local perfecto tanto para tomar café o una copa
como para cenar, ya que el Sky también ofrece un restaurante
en el otro lado del edificio. Si no nos molesta la incomodidad de su
acceso y su ambiente algo elitista y formal, estamos ante un excelente
lugar para disfrutar de unas vistas insuperables de la ciudad.
Viajar
a la capital austriaca, como hemos visto, es mucho más que recorrer
los itinerarios turísticos marcados por los principales monumentos
de la ciudad. Estos pequeños locales alejados de las grandes
masas son el punto vital que lucha contra la impresión generalizada
de frialdad que recibe el visitante en una rápida visita a la
ciudad; el café es la personalización del espíritu
vienés.