Fotografías
Carlos J. Fernández
En
Caminos Paralelos pretendemos
ofrecerte propuestas
para que tus vacaciones sean algo más que las habituales sangrías,
paellas y todas esas cosas a las que nos hemos ido acostumbrando. Desde
luego, no voy a criticar aquí el turismo de sol y playa;
sólo voy a intentar mostrar, en los diferentes capítulos
en los
que se irá desarrollando esta sección, las alternativas
a este consumo turístico de masas que, como veremos, no es la
única opción para pasar unos tranquilos días de
vacaciones (bueno, tranquilos o no, eso ya es opción tuya). Caminos
Paralelos irá desarrollando puntualmente propuestas que en
ocasiones se alejan de los destinos turísticos clásicos
y que en otras, nos mostrará rutas distintas para saborearlas
de forma diferente.
El primer itinerario que te proponemos podríamos denominarlo
Francia Medieval, y durante seis días nos llevará
a recorrer toda la variedad artístico-paisajística del
sur de Francia, desde el valle del Dordogne al pintoresco Languedoc,
en un ruta que nos descubrirá las bellezas ocultas de una gran
ciudad como Toulouse o las singularidades de poblaciones como Cordes
o St-Cirq-Lapopie. La fecha ideal para realizar este viaje es difícil
de precisar. Desde luego, en primavera podréis disfrutar de la
mejor temperatura y de la práctica ausencia de hordas de turistas,
aunque, al ser localidades fuera de los circuitos habituales, corréis
el riesgo de encontrar cerrados los principales servicios tan necesarios
en ocasiones. Esto viene unido al problema de la diferencia de horarios
de trabajo de algunos monumentos franceses, de forma que os encontraréis
con una mayoría de monumentos que cierran a las 12:00 h. del
mediodía y a las 18:00 h. por la tarde.
Día 1: Burdeos.
El primer día de la ruta es el menos relacionado con el título
de nuestro viaje, pero es un excelente punto de partida para la ruta
que realizaremos l día siguiente. En este día llegaremos
desde nuestra localidad de origen hasta Burdeos (siempre es recomendable
realizar una pequeña parada en San Sebastián). Burdeos
tiene
poco patrimonio medieval que ofrecer al viajero, si excluimos, por supuesto,
la imponente catedral de San Andrés. Esta catedral no es lo mejor
que nos vamos a encontrar en nuestra ruta; además, las agresivas
restauraciones que se le aplicaron en el siglo XIX nos hacen pasar
de largo, aunque una pequeña visita (sobre todo, para ver
el imponente órgano interior) sea recomendable. Sin embargo,
por lo que destaca Burdeos es por su rico patrimonio del XIX. En esta
época del II Imperio, por influencia de las reformas urbanísticas
del barón Haussmann en París, las grandes capitales inician
procesos de aperturas monumentales sobre los barrios históricos,
dando como resultado una conformación urbanística de desigual
valor. En Burdeos destacan las Plazas de la Bolsa y del Parlamento,
zonas de gran animación nocturna. Otros hitos destacados para
visitar en Burdeos son el Teatro Municipal y el cercano Monumento a
los Girondinos. Este espectacular conjunto es una de las obras que justifican
una salida nocturna por la capital, ya que su iluminación refuerza
la estética del grupo escultórico.
Burdeos es, además de una ciudad excelente para una primera toma
de contacto con el país galo, un sitio excelente para encontrar
plazas hoteleras de calidad a precios verdaderamente asequibles. Nuestra
recomendación para toda Francia (por supuesto, depende del tipo
de viaje que desees) es la reserva en hoteles tipo IBIS, establecimientos
funcionales, con una aceptable carta de servicios y cuyo atractivo principal
radica en el más que aceptable precio de sus habitaciones.
Día
2: Burdeos- Périgueux- Sarlat- Beynac
La
ruta por los monumentos medievales del sur de Francia comienza este
día por el recorrido de la carretera que bordea el río
Dordogne (dirección Bergerac). Los menos pacientes pueden coger
la autopista dirección Périgueux, aunque no podrán
disfrutar del paisaje de la región de viñedos que envuelve
a Burdeos. Estas pequeñas plantaciones vitivinícolas están
salpicadas de pequeños castillos y mansiones que por sí
solos ya merecería la pena dedicarles un día entero para
su visita. Éste es un problema que se repite en la zona, y es
que la riqueza patrimonial que vamos a dejar de lado es tanto o más
importante que la que vamos a visitar. Esta región soportaría,
desde luego, varias otras rutas del tipo de la que estamos describiendo.
El itinerario de la autopista llega a Périgueux, donde
es imprescindible la visita a Sant-Front, basílica románica
característica de esta región de Auvernia, que tiene en
su sistema de cubiertas
el rasgo distintivo que hace de ella el tipo que caracteriza el arte
románico de la región. La cubierta se organiza en una
hilera de cúpulas ligeramente ovoides, rasgo que entronca con
las características del arte bizantino y que llega a esta región
tras las cruzadas. En Cahors veremos otro ejemplo de este tipo.
Ambas carreteras confluyen en la siguiente parada de nuestro camino,
Sarlat-la-Canéda. Esta localidad tiene varios monumentos
reseñables, pero lo verdaderamente admirable en ella es la riqueza
patrimonial de su casco histórico, donde destacan las construcciones
en una piedra local que presenta un característico color melado.
Estas construcciones nos muestran un entramado de madera y unas techumbres
muy inclinadas, que le proporcionan ese singular aspecto evocador que
se repite por toda la ciudad.
La Catedral de St-Sacerdos se sitúa junto al espectacular
cementerio visitable, donde destaca una curiosa construcción
llamada linterna de los muertos, del siglo XII y que nos presenta
una inusual cubierta cónica. Otro espacio que hay que visitar
es La Boétie, edificio emblemático de la ciudad,
así como la plaza del Ayuntamiento, a la que accederemos por
intrincados callejones de indudable regusto medieval. Esta plaza es
un filón para los amantes de la fotografía, aunque los
amantes de la buena mesa tendrán que buscar otro sitio para tomar
algo; un buen lugar está en el conjunto de restaurantes cercanos
a la catedral. El plato más característico de la zona
es el pato, cocinado de diversas maneras y que inunda las cartas de
estos restaurantes. También es reseñable la gran tradición
de postres de la población, tanto por su calidad como por su
gran variedad.
La región de Sarlat nos ofrece otros puntos de indudable interés,
como la cercana y espectacular Beynac, acomodada a lo largo del
río y sobre la montaña. También es interesante
la visita a La Roque Gageac y a las cuevas de Lascaux,
aunque en esta última tendréis que conformaros con admirar
la reproducción de las pinturas situada al exerior, ya que el
acceso a la cueva original (al igual que ocurre en Altamira) está
estrictamente limitado.
DÍA
3: Rocamadour, St-Cirq-Lapopie y Cahors
El tercer día nos va a transportar a unos pueblos perdidos en
carreteras de montaña y con un escaso volumen de población.
Ambas circunstancias, unidas a su alejamiento de los circuitos turísticos,
han conseguido mantener el espíritu de Rocamadour y St-Cirq.
Cahors, como veremos, es otra cosa.
La carretera que conduce a Rocamadour es una de esas en las que
no cabe más remedio que disfrutar la conducción a lo largo
de un recorrido en el que los kilómetros se suceden con extrema
lentitud. Sin embargo, la llegada al antiguo centro de peregrinación
bien merece este esfuerzo. Rocamadour se erige en el siglo XI a partir
de un eremitorio. El hallazgo en esta época del cuerpo incorrupto
del eremita, al que se llamó Amador, supuso la aceptación
del hecho religioso en una época en la que la religión
buscaba antes las evidencias del paso de Dios por la tierra que el planteamiento
de una reflexión teológica más erudita. Consecuencia
de esto, se van erigiendo hasta nueve capillas entre los siglos XII
y XV, que conforman el llamado parvis de las iglesias, la planta
intermedia de la localidad. Rocamadour se divide en tres plantas situadas
a lo largo de una única calle que zigzaguea por la montaña.
La gran pendiente entre la primera planta y el parvis se salva
con la grand-escalier o via sancta que, según la
tradición, los peregrinos debían subir de rodillas. Al
ser una escala del Camino de Santiago en Francia, Rocamadour ha tenido
a lo largo de la historia una gran importancia como centro de peregrinación,
pasando de ser un santuario local entre otros en el siglo XII a cobrar
la gran importancia que en el siglo XVII equiparaba la visita a sus
nueve capillas con el recorrido por los altares del Vaticano. A nivel
práctico, hay que señalar que todas las plantas están
comunicadas por ascensores que cierran a las 18:00 h.
Tras la visita de Rocamadour, lo ideal sería llegar a comer a
St-Cirq-Lapopie, aunque hay que tener en cuenta que la carretera
retrasará mucho nuestro camino. St-Cirq-Lapopie fue en época
medieval uno de los cuatro vizcondados de Quercy, dominado por la dinastía
de los Lapopie. Es considerado
por algunos como uno de los pueblos con mayor encanto de Europa, y su
fama viene por haber sido el centro de un grupo artístico en
los años ´50 con André Breton a la cabeza. Situada
en lo más alto de un acantilado que domina el río, lo
más interesante que podemos hacer aquí es el simple vagabundeo
por sus calles, descubriendo a cada paso un rincón más
pintoresco que el anterior, además de unas impresionantes perspectivas
del paisaje que le rodea.
El último punto de este tercer día es Cahors, interesante
por su Catedral de St-Étienne, que sigue las características
de la iglesia de Périgueux que antes señalábamos,
y, sobre todo, por el Pont Valentré, uno de los monumentos
más fotografiados de Francia. Se trata de un puente fortificado
con tres esbeltas torres que ha sido escenario de un gran número
de películas y cuyo momento más adecuado para ser visitado
es por la noche, ya que su iluminación se refleja en el río
que circunda Cahors, creando un efecto escenográfico impresionante.
Por la noche, llegaremos a Toulouse, ciudad con un gran ambiente nocturno
que será el punto donde pasemos las próximas tres noches.
Día
4: Toulouse- Moissac- Montauban
Toulouse es la capital de la región y un importante centro
aeroespacial. Su importancia histórica viene por ser cabeza de
la Vía Tolosana en el Camino de Santiago, lo que le ha
dejado alguna de las muestras más interesantes del arte románico
europeo. Su visita la vamos a estructurar a lo largo de los dos días
que nos vamos a quedar en ella, para aprovechar el horario de apertura
de los monumentos a primera hora de la mañana y el gran bullicio
de las calles del centro por la tarde. Así, al amanecer de este
cuarto día de viaje, vamos a visitar la basílica de St-Sernin,
edificio imponente que se levanta según el tipo de iglesia de
peregrinación según el modelo compostelano. Dividida en
cinco naves para albergar grandes masas de población, tiene tres
puntos fundamentales: La Tour Nolare, o el cimborrio de cinco
plantas sobre el crucero, los relieves de la girola y, sobre todo, la
Porte Miégeville (llamada así por estar en la calle
que partía en dos la ciudad), que presenta el primer programa
escultórico monumental
aplicado a una portada románica. Su influencia se irradiará
a toda la escultura de la región, especialmente, al próximo
punto de nuestra visita, la abadía de St-Pierre, en Moissac,
a la que llegaremos en poco más de cuarenta minutos por la autopista.
Lo más destacable de St-Pierre es el claustro historiado, el
primero de su género, y la gran portada románica del Juicio
Final, icono fundamental de la historia del arte mundial. No es el sitio
para realizar un análisis de ambos elementos, aunque, como curiosidad,
hay que señalar que este imponente conjunto fue salvado de la
destrucción por Villet-le-Duc, ya que en el S.XIX se pretendía
hacer pasar el trazado de las vías del tren por la mitad del
claustro. De todas formas, no deja de ser curios oir el estruendo de
un tren desde uno de los lugares en teoría más apacibles
como es un claustro, y es que la vía pasa a escasos diez metros
de éste, sobre las antiguas cocinas del monasterio.
Una buena idea puede ser quedarse a tomar algo en las terrazas que,
con el buen tiempo, se colocan frente a la portada del monasterio. Si
decidimos dar por concluida nuestra visita a Moissac, a veinte kilómetros
en dirección Toulouse encontramos la localidad de Montauban,
ciudad natal del pintor J.D.Ingres y del escultor Bourdelle. Ambos tienen
expuestas sus obras en el Museo Ingres, aunque sólo recomendaría
su visita para los fanáticos del arte del siglo XIX. En Montauban
tenemos otras cosas que ver, como la catedral, imponente pero
fría y las plazas, realizadas en ese característico ladrillo
rojo que le da un aspecto similar al de Toulouse, la roja.
A primera hora de la tarde volvemos a Toulouse para visitar, esta vez
sí, un museo que no podemos perdernos: el Museo de los Agustinos,
con colecciones de pintura y escultura desde época altomedieval
al siglo XIX. La riqueza de estas colecciones contrasta con su forma
de presentación, propia de principios de siglo y que les acerca
más al concepto de almacén visitable que al de
museo, pero la extraordinaria calidad de sus fondos bien merece pasar
por alto esta cuestión.
Una vez que cae la tarde (a las 18:00 h., recordemos, cierran los monumentos
franceses) es un momento perfecto para introducirse en el tumulto de
gente que abarrota la zona comercial y dirigirse a la plaza del Capitolio,
donde el Ayuntamiento preside con su majestuosidad esta zona salpicada
de restaurantes y cafeterías. Una recomendación es Florida,
una cafetería-restaurante-pub que tiene dos ambientes para distintos
públicos y momentos. La planta baja se decora en un estilo decadente
que le da un toque especialmente agradable para mantener una conversación
tranquila. La planta alta está decorada con motivos de la India
y es más apropiada para tomar una copa por la noche, sobre todo,
durante el fin de semana, ya que es uno de los lugares preferidos por
los jóvenes en Toulouse.
Día
5: Toulouse- Albi- Cordes
Si en días anteriores veíamos los mejores ejemplos de
arte altomedieval de la zona, este día lo dedicaremos al arte
gótico en sus representaciones más interesantes: los Jacobinos
de Toulouse y la catedral de Albi como monumentos punteros. El monasterio
de los Jacobinos se sitúa en el centro de Toulouse, junto
al Capitolio. En su construcción destaca la imponente torre (que
sigue el modelo de St-Sernin) y la iglesia, que se divide en dos naves
separadas con un hilera de columnas que sustenta una gran bóveda
de palmera. En esta iglesia se conservan los restos de Sto. Tomás
de Aquino bajo el altar mayor.
Tras esta visita en la que hay que incluir el claustro y la sacristía,
emprenderemos la ruta a Albi, localidad situada a setenta kilómetros
de Toulouse en un trayecto muy cómodo por autopista. Albi tiene
muchos encantos, sobre todo en las viviendas que que bordean el centro
marcado por la catedral y el palacio de la Berbie. Una primera vista
panorámica
de la ciudad debe realizarse desde la orilla opuesta a la catedral,
donde gozaremos de la vista inmejorable de todo el casco monumental.
Tras esa parada, es aconsejable darse una vuelta por las calles cercanas
a la catedral, donde podremos encontrar edificios de entramado de madera
y ladrillo rojo característicos de la ciudad. La catedral se
presenta como una fortificación en lo alto de un pequeño
cerro. Este carácter se debe a su erección tras el aplastamiento
de la herejía albingense, que tuvo su centro en esta ciudad.
La gran catedral es muy sobria al exterior, a excepción
del suntuoso baldaquino flamígero de la portada, que recibe a
los visitantes con su particular estilo escultórico propio de
la escuela que floreció en esta ciudad en épocas ya cercanas
al renacimiento. El interior es grandioso, destacando el coro y la zona
del altar mayor.
Junto
a la catedral está el Palais de la Berbie, actual sede
del museo dedicado a Toulouse- Lautrec, natural de Albi. Este palacio
se realiza siguiendo las formas de la catedral, y presenta una colección
con algunas de las obras más importantes del pintor, a las que
se añade una interesantísima colección de pinturas
desde finales del XIX a las vanguardias históricas. El tercer
punto que hay que visitar son los restos de la iglesia de St-Saveur,
cuyo claustro historiado, curiosamente. Hoy es el portal de una comunidad
de vecinos. Albi ofrece una excelente variedad de restaurantes para
comer bien y a bajo precio. Quizás lo mejor sea no alejarnos
del centro, donde encontraremos varios lugares que pueden interesarnos.
A treinta kilómetros de Albi se encuentra Cordes-sur-Ciel
(Cordes sobr el cielo). El nombre ya es lo suficientemente significativo:
se encuentra enclavada en un monte al que cubre con su arquitectura
tradicional de piedra. Lo mejor para subir es coger la navette o
microbús gratuito que sube hasta el centro, donde, por señalar
algunos puntos de interés, podremos ver el grand puits
(pozo de más de cien metros de profundidad y que se rodea da
multitud de leyendas) y los distintos edificios (casa del alguacil,
del halconero, etc) que le confieren el aspecto de una ciudad anclada
en el tiempo. Sus piedras bañadas por olas de musgo, la tranquilidad
que se respira por sus callejones y la extraordinaria belleza tanto
de su trazado urbano como de las vistas del entorno invitan a prolongar
la visita varios días; sólo la visita a Cordes podría
justificar este viaje.
Al llegar a Toulouse, en nuestra última noche, podemos dar un
paseo por la zona de la catedral de St- Étienne y el boulevard
de Estrasburgo, donde se encuentran algunos de los locales de moda.
No podemos irnos sin tomar algunos de los platos típicos de Francia,
como la imprescindible sopa de cebolla y las clásicas fondues
y raclettes. Las raclettes son "pequeños"
artilugios en los que una resistencia eléctrica calienta poco
a poco un queso partido por la mitad. El queso fundido se va apartando
y se sirve acompañado por una guarnición. Se trata de
un plato muy adecuado para tomar en grupo, con el que se pueden pasar
horas de animada conversación regada por vinos de la zona, de
extraordinaria calidad.
Día 6: Carcassonne
El sexto día es la última etapa de nuestro viaje, y lo
dedicaremos a visitar la ciudad fortificada de Carcassonne, justo
antes de volver a nuestra localidad de origen. Carcassonne se nos presenta
como una
localidad salida de un cuento de hadas, con sus murallas, torres y chapiteles
completamente intactos. Esto se debe a la intervención restauradora
en el siglo XIX de Viollet-le-Duc, responsable de la reconstrucción
excesiva y en ocasiones falsificadora de gran parte de los monumentos
medievales franceses. Sin tener esto en cuenta, hay que decir que la
atmósfera medieval de Carcassonne es sobrecogedora; sus calles
y murallas nos transportan a otra época, sobre todo, si vamos
en alguna fiesta medieval, tan frecuentes en la ciudad. Una de estas
fiestas se celebran a principios de marzo, la fiesta del cerdo,
en la que se realizan recreaciones históricas y se venden productos
de la tierra por las calles: patés y vinos del Languedoc. Es
un gran momento para realizar las últimas compras, tras haber
visitado la basílica de Ste- Nazaire y el Castillo
Condal.
Esta ruta es, como decíamos al principio, sólo una de
las muchas que esta riquísima región del sur de Francia
nos ofrece. Por otra parte, la duración, que hemos propuesto
en seis días, puede prolongarse tanto como podamos resistir y
cuanto nuestro bolsillo nos permita. Como opción alternativa
a los grandes circuitos masificados y como lugar de descubrimiento continuo
y sorpresa permanente, este viaje nos presenta una cooperación
íntima entre paisajes naturales y monumentales que lo hacen especialmente
recomendable para pasar una estupenda semana de vacaciones.