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Atenas más allá de la Acrópolis
Carlos J. Fernández Rodríguez
19/06/2004


Fotografías
Carlos J. Fernández

Atenas es mucho más que la Acrópolis, aunque sea éste el motivo que anualmente atrae a millones de turistas de todo el mundo. La ciudad se presenta al viajero como una perfecta unión entre la cultura occidental predominante en el país y los rescoldos orientales que les otorga su cercanía geográfica e histórica a Turquía. Grecia es la máxima expresión de lo que entendemos por un país mediterráneo: cocina, colorido, modo de vida y unas grandes dosis de sol hacen del país un lugar perfecto para unas vacaciones.

Atenas es el foco principal de atracción de turistas del país, debido en parte a la importancia de su puerto, El Pireo, punto de inicio, atraque o finalización de numerosos cruceros, cuyas excursiones organizadas son fácilmente distinguibles en el trasiego de turistas que invaden la ciudad diariamente. El punto fuerte de estas excursiones es, sin duda, la Acrópolis. Este conjunto, ordenado por Pericles tras la destrucción de la acrópolis arcaica por los persas, acoge a un número de visitantes desorbitado, lo que se percibe en las aglomeraciones que diariamente se dan en el museo que ésta alberga en su recinto. Esto puede deberse a su magnífica colección o a que es el único espacio con aire acondicionado del conjunto, en el que las temperaturas en verano pueden llegar a ser asfixiantes. La exposición presenta una colección en pequeñas salas que muestran una evolución cronológica y temática que culmina con la decoración en piedra de los grandes monumentos de la Acrópolis, incluyendo las cariátides del Erecteion (que han sido sustituidas por réplicas en el monumento) y los pocos restos que el estado griego aún conserva de metopas y friso del Partenón. Aquí sería conveniente recordar la polémica existente entre los gobiernos griego y británico a cuenta de la posesión de los frisos del Partenón, robados o comprados legítimamente por Lord Elgin, según la versión. Esta disputa no hay que tomarla a la ligera haciendo juicios simplistas: hay que tener en cuenta los argumentos de peso de ambos contendientes.

El resto de la Acrópolis es bien conocido, aunque hay que tener siempre en cuenta los trabajos perpetuos de restauración del conjunto: en estos momentos, el templo de Niké Áptera ha sido totalmente desmontado para subsanar los graves errores de la primera restauración. La mejor hora para visitar la Acrópolis es la primera hora de la mañana, momento en que las temperaturas son más bajas y los turistas aún no han acudido en masa.

Una vez que salimos de la Acrópolis, parece que a estos miles de turistas se los traga la tierra, lo cual es una ventaja para visitar el resto de áreas arqueológicas de la ciudad. A los pies de la colina encontramos los dos principales conjuntos de la ciudad: el ágora clásica y el foro romano. El acceso a ambos conjuntos se realiza con la misma entrada de la Acrópolis, que además incluye otras áreas como el templo de Zeus, que luego veremos. El ágora ateniense tiene varios puntos fuertes para el visitante, aunque lo más normal es que el turista poco avisado sólo pueda disfrutar de un catálogo inacabable de malas hierbas de más de medio metro de altura. Sin embargo, debemos destacar algunos puntos para su visita. Empezaremos por el templo de Hefesto, edificio magistralmente conservado (si no tenemos en cuenta las ayudas contemporáneas) y que da al visitante una visión casi completa de la estructura de un templo en la antigüedad clásica. Descendiendo aún más pasamos por el ágora y el teatro, hasta llegar a la Stoa de Atalo, reconstrucción realizada en los años cincuenta por la escuela americana. Este edificio resulta una falsificación y una destrucción del entorno propias de unas ideas sobre restauración hoy totalmente superadas. Sin embargo, es de agradecer la sombra que proporcionan sus pórticos tras unas horas de visita bajo el fuerte sol ateniense.

El foro romano es el tercer hito de nuestra visita, y un lugar perfecto para completar nuestra visión de conjunto sobre los matojos y las malas hierbas que acompañan a todo monumento descuidado. El punto fuerte lo encontramos en la Torre de los Vientos (s. I a.C.), edificio de mármol utilizado como reloj de agua en la Antigüedad y que aún hoy ofrece un excelente estado de conservación.

El resto de la visita arqueológica (además de la imprescindible visita al Museo Arqueológico Nacional) nos llevará al otro lado de la colina de la Acrópolis, donde encontramos el imponente templo de Zeus Olímpico, cuyos escasos restos nos muestran su monumentalidad, y la Linterna de Lisícrates, pequeño monumento que centra una plaza de indudable sabor griego que abre las puertas al barrio de Plaka.

La ciudad antigua se divide en distintos barrios, cada uno con una peculiaridad. Si Kolonaki es el mejor sitio para realizar algunas compras, Plaka se presenta como el lugar perfecto para tomar un café en cualquiera de sus numerosas terrazas. Sin embargo, el ambiente más característico de la ciudad (aunque también el más turístico) lo encontramos en Monasteraki. Este barrio está centrado por la plaza del mismo nombre, lugar presidido por la antigua mezquita (hoy museo de folclore griego). Monasteraki está literalmente cubierto por terrazas tapizadas con los característicos manteles a cuadros que podemos encontrar por toda la ciudad. No es raro encontrarnos en este lugar con el espectáculo de un sirtaki espontáneo animado por los distintos músicos que se encargan de animar estas terrazas día y noche.

Otro motivo para acercarse a Grecia es, sin duda, su cocina. La cocina griega se basa en unos cuantos ingredientes básicos que le dan una gama de sabores desconocidos para la cocina internacional. Cuando nos enfrentamos a una carta nos encontramos con las típicas meze o tapas, entre las que hay que destacar el tzatziki (crema de yogur con ajo y pepino), el queso frito y la inevitable ensalada griega con queso feta. El yogur es una pieza clave de la cocina, como también lo es el pan pitta, con el que se toma el conocido kebab y otros platos de carne, como las brochetas. Como platos fuertes, haríamos bien en tomar una ración de moussaka, el plato nacional griego, o de stefado, un guiso de carne con canela.

El acompañamiento de estos platos es fundamental para apreciar todo su sabor; en verano, la reina indiscutible es la cerveza, de las que Grecia posee una buena selección encabezada por la marca Mythos. En lo referente a los vinos, el país presenta una carta muy característica, en la que podemos apreciar desde el tinto seco Naussa al blanco afrutado Retsina. Éste es el vino más conocido de Grecia gracias a ese aroma especial conseguido con la adición de unas gotas de resina a la cuba antes de empezar la fermentación. Algunos platos más pesados recomiendan el acompañamiento con Ouzo, otra bebida nacional de sabor parecido al anís y que se puede tomar a cualquier hora. Para concluir esta carta de bebidas tradicionales no hay que olvidarse del Raki, originario de Creta y sólo apto para estómagos blindados.

De vuelta a la ciudad, vamos a realizar una ruta por las iglesias ortodoxas más significativas para adentrarnos en la pomposidad de las grandes realizaciones y en el encanto y la sobriedad de las pequeñas ermitas. Tras la visita a la catedral, situada en pleno barrio de Plaka, es interesante acercarse por algunas pequeñas iglesias, destacando la diminuta ermita de Ayios Demetrios, enclavada en el tranquilo parque que da acceso a la Acrópolis.

Otro punto que debemos incluir en nuestra agenda es el inevitable, masificado y pintoresco cambio de guardia, en el que unos soldados vestidos de época realizan cada hora una representación turística que, por exagerada, poco seria y teatral no deja de tener su pequeña dosis de encanto.

Atenas ha estado históricamente condicionada por el mar, por lo que una visita a la ciudad sin acercarse al Golfo Sarónico parece un tanto incompleta. La visita que se puede recomendar, tanto por su cercanía (de 45´ a 1h30, según el tipo de ferry) como por su encanto es la isla de Egina, famosa por albergar el templo de Afaia que, de nuevo, nos vuelve a mostrar el gran respeto que las autoridades griegas sienten por las malas hierbas como elemento decorativo. Para visitar el templo debemos atravesar la isla, para lo que tenemos varias opciones; la opción más cómoda es, sin duda, alquilar unos ciclomotores en Egina, aunque la opción más pintoresca es el autobús que enlaza Egina con Aghia Marina. Pero si de verdad buscamos algo pintoresco, lo vamos a encontrar sin duda en el horario de apertura de los monumentos de la isla, abiertos sólo en horario de oficina y cerrados los domingos y festivos.

De vuelta al pueblo de Egina, no tendremos problema para encontrar un buen lugar para comer. Como es natural, la base de la carta de la isla es el pescado, y sobre todo, el pulpo a la parrilla, que le da un olor característico a las calles del pueblo. Una particularidad de Egina es su gran producción de pistachos, que encontraremos a cada paso en tiendas y confiterías, bien dentro de bolsas para consumo directo o como ingrediente principal de todo tipo de pasteles y helados. En nuestra visita a Egina no debe faltar un baño en las playas de aguas cristalinas y poco profundas que nos ofrecen el escenario natural de las costas del Peloponeso y de las mesas de las tabernas a pie de orilla.

El recorrido en ferry es otro de los alicientes de esta pequeña excursión. Podemos elegir entre el rápido Flying Dolphin, que un El Pireo con el puerto de Egina en 45´ o el ferry convencional que, a pesar de tardar el doble en el recorrido, ofrece un viaje en el que las vistas espectaculares del golfo se ofrecen a cada instante, en una travesía continuamente acompañada de gaviotas tan acostumbradas a la presencia del hombre que no tienen ningún problema en aceptar comida en manos de los viajeros del barco.

De vuelta a Atenas, una buena opción es cenar en Monastiraki y tomar algo en las terrazas cercanas al ágora, desde donde podremos disfrutar de una vista inigualable de la Acrópolis iluminada si no nos importa pagar los desorbitados precios de los locales de la zona. La calle norte del ágora, junto a la Stoa de Atalo, nos ofrece unos cuantos locales donde tomar algo, entre los que podemos destacar Gallery (33, Adrianou). Este local, que combina el gran ambiente de un auténtico bar de copas con una carta bastante aceptable, puede ser el lugar ideal para tomar una copa o alguno de los licores tradicionales griegos. Eso sí, si nos decidimos por un batido (una bebida muy frecuente entre los atenienses), deberemos tener en cuenta que no sirven chocolate a partir de las diez de la noche.

Grecia es, como vemos, un destino de vacaciones de primer orden si sabemos alejarnos de los grandes grupos de turistas y nos atrevemos a descubrirla por nuestra cuenta. La riqueza de la ciudad de Atenas, si obviamos la ciudad moderna, se basa en esa sucesión de culturas que, sobre la base clásica, ha dejado en la ciudad una conformación urbana y humana irrepetible en cualquier otra zona del mundo. Atenas es, como vemos, mucho más que una visita a la Acrópolis.


Índice fotográfico

1. Partenón

2. Cambio de guardia en el parlamento

3. Foro romano

4. Templo de Hefesto

5. Iglesia de Ayios Demetrios

6. Templo de Afaia en Egina

7. Egina- Terraza junto al mar

8. Terrazas en Monastiraki