Las
fiestas y escenificaciones medievales se están extendiendo por
toda la península desde hace algunos años. Estas celebraciones
tienen, por lo general, un escenario histórico, como puede ser
un castillo, en la mayoría de los casos, o una plaza monumental,
en otros. La tipología de estas fiestas es muy variada, aunque
siempre nos remite a esa imagen romántica del medievo que tanto
partido le han sabido sacar en el cine, responsable último de
la fascinación actual por todo lo relacionado con este periodo
histórico.
Habitualmente,
encontramos varios tipos de fiestas que se repiten con éxito
desigual en las diferentes regiones en que nos encontremos. Por un lado,
tenemos el cada vez más clásico mercado medieval, en sus
dos vertientes: la representación teatral de calle en la que
se hace partícipe al espectador en una historia que se va desarrollando
en su recorrido itinerante, y, por otra, el mercado de artesanos en
el que se recuperan ciertos oficios y se venden los más variados
productos. Por otro lado, tenemos las fiestas en torno a tabernas, que
recuperan el sabor del cine de Hollywood, en las que el exceso es la
nota dominante y la ambientación está muy cuidada. Por
último, tenemos las diferentes animaciones teatrales en diversos
espectáculos en los que se trasladan al público las diferentes
leyendas y cuentos populares relacionados con el entorno en el que se
desarrolla la fiesta. Las comidas medievales y los juegos para los más
jóvenes complementan esta oferta de ocio.
La
ruta que vamos a proponer nos llevará a pasar dos fines de semana
en las fiestas medievales más relevantes del sur de la península:
Cortegana y Castro Marim. Estas celebraciones se organizan
con quince días de diferencia según el año, por
lo que se trata de dos escapadas muy apropiadas para combatir la rutina
de sol y playa en la que a menudo se convierten las vacaciones de verano.
La
primera ruta que vamos a realizar nos va a llevar a la Sierra
de Aracena, en Huelva, donde se encuentra la pequeña localidad
de Cortegana, dominada en lo alto de un cerro por la imponente
figura de su castillo. La fiesta medieval se celebra en los días
centrales del mes de Agosto en el patio de armas del castillo, aunque
no será éste el único punto de interés en
la primera ruta de nuestro viaje a la época medieval. La Sierra
de Aracena es por sí misma un motivo más que suficiente
para salir de nuestro letargo veraniego, gracias a su excelente clima
y a la variedad de paisajes que nos ofrece. Dominado por el obligado
bosque de encinas, nos encontramos en una de las zonas productoras de
jamón ibérico de mayor calidad: el jamón de Jabugo.
La presencia de este producto invade todos los comercios y los inevitables
centros de souvenirs, donde nos ofrecen los productos de la tierra,
junto a los estrafalarios botijos que recrean el acontecimiento por
el que se conoce a la cercana Archidona en toda España desde
hace unos treinta años.
La
zona se compone de pequeñas poblaciones entre las que destaca
la localidad de Aracena, donde podremos hacer una visita a su
casco antiguo y a la famosísima Cueva del Agua, donde
tendremos que hacer nuestro buen rato de cola para poder admirar la
belleza de esta formación natural. Esta localidad y su sierra
cercana ofrecen muchos puntos de interés, pero el objeto de nuestro
viaje es la fiesta medieval de Cortegana, así que después
de comer por los alrededores, no perderemos tiempo y nos marcharemos
en busca de la fiesta.
Una vez llegados a Cortegana, y después de subir la gran
cuesta que nos conduce al cerro del castillo, nos encontramos con un
conjunto fortificado impresionante, a lo que colabora lo escarpado del
terreno. El castillo, pese a sus pequeñas dimensiones, presenta
un aspecto impecable, fruto de más de un lavado de cara
que lo muestra tal y como la imaginación popular entiende y desea
ver en una construcción de estas características. El recinto
rodea al edificio, que se asienta en unas rocas, y muestra unos miradores
desde los que se puede disfrutar de la excelente vista de la Sierra
de Aracena. Las actividades de estas jornadas medievales duran todo
el fin de semana, y plantean juegos, espectáculos, comidas y,
ante todo, mucha fiesta. Por todos lados encontramos actores que nos
invitan a participar en una recreación, en una exhibición
de cetrería, en una competición de tiro con arco o en
la gran cantidad de juegos que se desarrollan en estos días.
Algo curioso es la relación de la ciudad con la vecina localidad
portuguesa de Castro Marim; por equipos, ambas poblaciones compiten
en juegos de tradición medieval representando a sus respectivos
reinos: Castilla y Portugal. La caza del cerdo engrasado, los torneos
y otro tipo de pugnas, las enfrentan hasta que se proclama al vencedor
de estos juegos medievales.
En
las faldas del castillo, encontramos el núcleo más animado
de la fiesta, con tabernas de paja y troncos en las que poder sentarse
en grandes bancos corridos de madera, a degustar los productos de la
zona. Estas tabernas componen todo su ajuar al más puro estilo
medieval:
platos de madera y cerámica y vasos de barro. Todo el ambiente
está excepcionalmente cuidado para lograr la ilusión de
regreso al medievo. Los personajes que pueblan estas tabernas son los
típicos del momento: mendigos, prostitutas, caballeros, pícaros
y aldeanos que pululan entre el gentío invitándonos a
participar en sus andazas o liándonos con sus historias.
Al
llegar la noche, llega el punto fuerte,con los espectáculos piromusicales
que concentran a un gran gentío en la explanada de las tabernas,
y las cenas en el patio del castillo y en la jaima cercana, según
el tema y menú que elijamos. La jaima nos permite disfrutar de
una cena con espectáculo andalusí, en la que se nos ofrecen
recetas magrebíes amenizadas con música y bailes árabes
tradicionales. Si nos decantamos por la cena cristiana, también
deberemos ir caracterizados e introducirnos en el ambiente de una mesa
del siglo XV para escuchar a trovadores y ver en acción a los
actores que nos invitan a participar de la fiesta. El ambiente se esmera
en estas comidas en las que el entorno justifica por sí solo
el disfrute de una actividad, cuando menos, diferente de las tradicionales.
La
segunda ruta que propondremos en este viaje nos llevará a una
pequeña localidad de frontera de Portugal, la población
de Castro Marim, que celebra sus Dias Medievais el primer
fin de semana de septiembre, con lo que seguimos teniendo la garantía
de buen tiempo para disfrutar de estas fiestas. La idea es muy similar
a la de Cortegana, si bien en Castro Marim nos encontramos ante un conjunto
fortificado de mayores dimensiones y ante unas fiestas más espectaculares
y participativas. La fortificación de Castro Marim no data en
su conjunto de
época medieval, si bien el ambiente de ruina que se respira conjuga
muy bien con la idea de entorno que se pretende conseguir en la fiesta.
El mejor momento para acercarnos es por la noche, cuando el recinto
se ilumina apenas por la luz de unas antorchas que se mantendrán
encendidas durante todo el tiempo que se mantenga abierto el recinto.
Lo primero que nos llamará la atención es el campamento
guerrero construido en una explanada, constituido por tiendas de campañas
rescatadas del tiempo y armas y calderos diseminados por la zona, y
que sirve de refugio y camerino para los actores que continuamente amenizan
con sus cantos, juegos y luchas al numerosísimo público
que se acerca a participar de la fiesta. Esta inmersión en el
ambiente se completa con el hilo musical que, casi imperceptiblemente,
transmite música de la época para lograr una desconexión
total y un viaje en el tiempo que llega a lograrse si uno pone algo
de su parte.
Como
en Cortegana, encontramos las luchas entre ambas poblaciones, así
como entre grupos de actores procedentes de toda Europa. A ello, se
le unen los cercanos puestos de artesanos y las tabernas, los lugares
de mayor concurrencia de la fiesta, que usan un menaje similar al de
Cortegana, aunque la variedad de productos que encontramos es algo mayor.
Desde el inevitable polvo o pulpo a la barbacoa, que impregna
de un olor característico la zona, hasta los más diversos
tipos de panes y los excelentes productos cocinados en trípodes
y calderos, todo ello en su correspondiente hoguera a la que también
se arriman los tradicionales corderos y cerdos ensartados en un eje
que da vueltas sobre el fuego. Todo un espectáculo al que asistir
sentados en las balas de paja con un vaso de Sagres en la mano o un
excelente vino portugués.
Una
vez que se acaba la fiesta, tenemos que elegir un sitio para dormir,
y, dada la dificultad de encontrar alojamiento en la propia localidad,
una buena alternativa la tenemos en las localidades cercanas: Vila Real
de Santo Antonio, Montegordo y Tavira, dependiendo de nuestros intereses.
Vila Real tiene la ventaja de su proximidad a Castro Marim. Nos muestra
un centro histórico trazado en retícula
con las características viviendas recubiertas de azulejos, propias
de la arquitectura portuguesa, junto a otras de mayor sabor colonial.
Montegordo es una trasposición de la Costa del Sol al Algarve
portugués, con sus terrazas llenas de gente, sus discotecas y
ese ambiente tan característico de las zonas costeras. Tavira
es la tercera opción. Se trata de una pequeña localidad
situada a treinta kilómetros de Castro Marim, que nos ofrece
todo lo que buscamos en un pequeño pueblecito aún no contaminado
por el turismo de masas. Su gran oferta hotelera, que combina calidad
y precios reducidos, la hacen idónea para pasar unos días
alternando la gastronomía local con sus magníficas playas,
y, sobre todo, con el gran ambiente medieval de las fiestas de Castro
Marim.
Estas
fiestas quizás no destacan por su originalidad, ya que celebraciones
como las que hemos citado se realizan a lo largo y ancho de la península
e incluso en países europeos, con su diferente versión
de la fiesta. En Carcassonne veíamos como las Fiestas del Cerdo
se celebraban en un ambiente medieval en el que primaba la escenografía
y la solemnidad de los desfiles y luchas. Algo más abajo, parece
que el concepto de fiesta cambia a un terreno más mundano, en
el que se busca más la participación del público
y en el que el concepto de medievo que se pretende transmitir varía
considerablemente. La fiesta medieval es, a fin de cuentas, un modo
diferente de pasar unos días de vacaciones, en los que no deberemos
tener más pretensiones que lo que verdaderamente se persigue:
recuperar el concepto romántico de la época medieval y
participar en la fiesta dentro de la amplia gama de posibilidades que
se nos ofrecen.