Hoy
nos vamos de vacaciones a Pompeya. Se trata de pasar un fín de
semana entre los restos mejor conservados de la Roma Imperial que, aún
hoy, sobrecogen al espectador.
Pompeya
se encuentra situada pocos kilómetros al sur de Nápoles,
desde donde podemos iniciar nuestro viaje. Las magníficas comunicaciones
nacionales e internacionales nos permitirán tomarla como punto
de entrada y salida del país, aunque otra opción, quizás
la más comúnmente empleada, sea el paso por Roma, ciudad
que dista poco más de tres horas de viaje de Nápoles.
Hay que plantearse seriamente acceder a la ciudad en nuestro vehículo
propio, ya que nos encontramos en la zona de conducción más
agresiva y anárquica de Italia. Aparte de esto, podemos decir
que conducir por Nápoles es una auténtica experiencia.
Desde
Nápoles a Pompeya tenemos varias formas de trasladarnos; en primer
lugar, la autopista si nos decidimos por la comodidad de nuestro propio
vehículo. Si la elección es el transporte público,la
mejor opción es coger el ferrocarril Circunvesubiano hasta la
parada Pompeii. Una vez que llegamos a nuestro destino, la ciudad de
Pompeya, vemos que la situación cambia por completo. Se trata
de una pequeña y tranquila ciudad a las faldas del Vesubio, en
la que encontraremos alojamiento de calidad y a buen precio. Esto sin
duda puede deberse a que Pompeya suele incluirse en las grandes rutas
por Italia, pero en escasas ocasiones recibe el turismo sosegado que
merece la riqueza de su patrimonio.
La
ciudad moderna no ofrece gran cosa al visitante, a excepción
de la Iglesia de la Madonna, importante centro de peregrinación
que resulta algo frío arquitectónicamente, pero que es
objeto de gran aprecio de la población local. La visita de la
ciudad romana debe hacerse con tranquilidad y evitando los periodos
de afluencia masiva de visitantes. Desde luego, no cabe la visita a
una ciudad romana en medio de una horda de turistas, no sólo
por el reducido espacio de las villas que vamos a visitar, sino por
la pérdida del encanto y el misterio que deben acompañar
a toda visita a la ciudad.
La
historia de Pompeya es de sobra conocida: una próspera ciudad
romana de provincias que quedó petrificada el 24 de agosto del
año 79 d.C. cuando el Vesubio condenó a ésta y
a la próxima localidad de Herculano a perecer sepultadas por
la ceniza volcánica expulsada en el momento de su erupción.
La historia de ambas ciudades, así
como la de sus habitantes, quedó congelada hasta que en 1748
comenzaron las excavaciones y salen de nuevo a la luz, marcando un poderoso
influjo en el pensamiento y las artes de occidente.
Antes de entrar en la ciudad, debemos proveernos de un plano que nos
indique los hitos más importantes, así como de una buena
guía que nos introduzca en las particularidades del entramado
viario y de las villas que podremos disfrutar en nuestro paseo pompeyano.
No es éste el lugar para hacer una descripción sistemática
de lugares a visitar, aunque es inevitable realizar ciertas recomendaciones
de sitios que no debemos dejar de lado en ningún caso. Para el
acceso, hay varias puertas de entrada a la ciudad, si bien la que más
interesa a nuestro recorrido será la más cercana al centro
de la moderna ciudad, la Porta Nocera. Este acceso nos deja junto al
anfiteatro, construido en el año 80 a. C. y perfectamente conservado
siguiendo el prototipo que se extiende por todo el imperio. Dejando
a un lado la Gran Palestra, llegamos a la Vía dell´Abondanza,
que toma su nombre de una de las fuentes de la calle, la Fuente de la
Abundancia. Es
la vía principal de la ciudad, y reúne algunas de las
más interesantes villas y tabernae de Pompeya. La calle presenta
una escenografía asombrosa; pasear por la Vía de la Abundancia
supone realizar un salto en el tiempo de dos mil años y sumergirnos
en una ciudad viva, con anuncios electorales y publicitarios en los
muros de las calles, con sus tabernas que conservan las barras y las
tinajas de las que se escanciaban todo tipo de bebidas. Se trata de
una calle, en definitiva, que reúne todo el comercio de la ciudad,
por lo que la tipología de sus casas es diferente a la clásica,
ya que se dividen en dos pisos para dejar el piso inferior para las
actividades comerciales y el superior para la vivienda. Al ser una ciudad
de recreo y habitada mayoritariamente por clases acomodadas, las viviendas
no llegarán a aparecer en grandes bloques de insulae, sino que
la villa tradicional en sus diferentes variantes será la más
extendida por la ciudad. Caminando por la Vía de la Abundancia
nos encontramos con las fuentes de suministro de agua y algunos resaltes
de piedra sobre el suelo también empedrado. Se trata de lo que
hoy podríamos llamar pasos de cebra en su versión romana.
Los edificios que encontramos a uno y otro lado nos muestran algunas
de las villas más suntuosas de la ciudad. Entre ellas, destacan
las de Venus y la de Julia Feliz, con
pinturas murales de tema mitológico de gran calidad. Algo interesante
es pararse a observar el estado de conservación de las puertas,
que mantienen su estructura metálica y las tachuelas que sujetaban
la cubierta de madera, desaparecida con la ciudad en el momento de la
erupción del Vesubio.
Callejear por Pompeya es una experiencia, seamos o no unos apasionados
del arte clásico. Uno de los hitos que debemos visitar es el
que nos conecta con el lado más trágico de la ciudad,
y es que no hay que olvidar que la perfecta conservación de Pompeya
se produjo a costa de la muerte violenta de sus habitantes. Algunos
de los restos de esta tragedia se han conservado en perfectos moldes
en la ceniza volcánica que, inyectados con escayola, muestran
la figura de los aterrorizados habitantes de la ciudad. Los rostros
expresan en su más crudo realismo el terror por el que pasaron
en el momento de la destrucción de la ciudad. Estas figuras están
expuestas en el Huerto de los Fugitivos en una macabra vitrina en la
que podemos ver a pompeyanos de todas las edades mostrando su desesperación
para regocijo del turista. No debemos olvidarnos nunca de lo que estamos
presenciando.
Seguimos de paseo por la ciudad y nos encontramos con el majestuoso
Foro, en el que destacan como principales construcciones el Templo de
Apolo y la imponente basílica. Esta zona pública está
rodeada de templos y edificios de ocio, como el odeón y el teatro.
El Odeón es de un tamaño más reducido y presenta
una particularidad: tenía
un sistema que le permitía ser cubierto en caso de necesidad.
El Teatro, por su parte, podía acoger a cerca de cinco mil personas
que seguían las representaciones gracias a la perfecta acústica
del edificio.
Quedan cuatro hitos fundamentales por visitar en este rápido
acercamiento a la ciudad. El primero es el lupanar que, como su nombre
indica, es el prostíbulo de la ciudad. Está totalmente
decorado con pinturas murales alusivas a los trabajos que en el lugar
se realizaban.Otra casa interesante por sus pinturas murales es la Casa
de los Vettii, en cuya puerta nos recibe un Príapo que nos da
la bienvenida a su manera a una vivienda en perfecto estado de conservación
tanto en lo arquitectónico como en lo pictórico. El ciclo
de pinturas murales es uno de los más interesantes de la ciudad,
sobre todo, los pertenecientes al IV estilo pompeyano, caracterizado
por las representaciones de mundos fantásticos que en ocasiones
aluden al teatro. Es el estilo mejor representado en la ciudad. Los
otros estilos responden a una estética griega en su primera época,
con la imitación de materiales preciosos como el mármol;
en el segundo estilo apreciamos construcciones imaginarias que simulan
perspectivas, característica, sobre todo, de la Casa de los Misterios.
El tercer estilo retornará al clasicismo en torno a una figura
central.
En nuestro retroceso a la época imperial hemos visto los principales
edificios que caracterizaban una ciudad romana; sin embargo, una visita
a Pompeya no debe realizarse
sin concluirla con su auténtico plato fuerte: la Villa de los
Misterios. A ella accedemos por la Vía de los Sepulcros, donde
tenemos espectaculares ejemplos de los monumentos funerarios romanos
de todo tipo: templetes, cipos mausoleos, todos ellos con el nombre
del difunto o la familia, además de su profesión.
Al final de esta vía, y ya fuera del perímetro de la ciudad,
llegamos a nuestro destino: la Villa de los Misterios, grandiosa tanto
en proporciones arquitectónicas como por su ciclo de pinturas
sobre fondos rojos (el conocido como rojo pompeyano). Esta vivienda,
rodeada de jardines, nos permite vagar por sus habitaciones perfectamente
conservadas: peristilo, cubicula, triclinium, etc. Es el ejemplo más
acabado de villa romana que encontraremos en Pompeya y, por extensión,
en el mundo entero. El ciclo pictórico se presenta en frisos
de gran tamaño que ocupan toda la pared y que muestran temas
ajenos a la religión oficial: se trata de una exaltación
de los ritos dionisiacos que proceden de oriente y que en esta época
estaban muy extendidos entre las clases más altas de la sociedad
romana.
Ésta
ha sido una fugaz visita a Pompeya, en la que someramente hemos podido
conocer algunos de los monumentos más interesantes y sugerentes
que la ciudad nos ofrece.Sin embargo, el yacimiento nos presenta infinidad
de lugares y rincones por descubrir, cuya presentación excede
con mucho los límites de esta sección. Por ello, no quedará
más remedio que planear un estupendo fin de semana viajando por
el tiempo a esta mágica ciudad al sur de Nápoles.